Por Luis Alejandro Rizzi.-

Juan Schiaretti y José Luis Espert se postulan como “precandidatos” a la presidencia de la nación.

Olfateando los aires políticos, no parece que tuvieran chances en una elección general, pero podrían juntar un 10% de los votos, según las encuestas más creíbles.

Ese porcentaje de votos podría incidir en la conformación del próximo congreso; son votos que pueden tener más valor cualitativo que cuantitativo.

En vista de esta “realidad política”, se propuso que ambos participen en la interna o PASO de JxC, que probablemente se definirá entre Larreta y Patricia Bullrich.

Obviamente la “incorporación” implicará una negociación que consistirá en ponerle “valor” o “volumen” a ese porcentaje mínimo de votos que podrían obtener que, desde ya, estaría por arriba o por debajo de la “par”.

Para Schiaretti y Espert, valen más que uno; para JxC valen menos, y en esos términos está la cosa.

La política es “poder” y, por lógica consecuencia, “agonalidad”, y Schiaretti y Espert saben que tienen un precio político que se incrementa en la misma proporción que JxC cae en las encuestas, verticalmente, según Gerardo Morales, gobernador de Jujuy.

En los cuatro partidos que conforman JxC, el PRO luce como intransigente, pero no desde el campo del fundamento político sino desde la falsa altura que dan los zancos de un complejo de superioridad.

No son capaces de debatir; aceptan el debate desde las reglas que ellos imponen, por ejemplo, la CABA es del PRO, como para el kristiperonismo la Provincia de Buenos Aires es de ellos.

Mitos que creo se harán trizas en las próximas elecciones. La impuesta precandidatura de Jorge Macri para la CABA, como hecho político, es una cabal demostración de endogamia inadmisible en esta época de la vida. Es cierto, Jorge no buscó su apellido, pero lo tiene; es un Macri y por eso solo se desviará el voto de muchos ciudadanos.

Ese apellido hoy no tiene el mismo significado ni el mismo valor que en 2015; se devaluó.

Hay un hecho: el horizonte político luce desierto; en todo caso, sólo vemos sombras que se mueven según se proyectan desde la opacidad de personas mediocres y mezquinas, no más.

En este mejunje, sólo se logrará un resultado ácido, cualquiera sea el resultado final; en el fondo, lo que se decide es “Schiaretti” sí o no.

Mientras escribía esta nota, un amigo me propuso esta síntesis: ingresa Schiaretti pero, a su vez, se retira Martín Llaryora de su postulación a gobernador de Córdoba, elección que parecería perdida. Sería algo así como todo por dos pesos.

Es la prueba de sangre que legítimamente se podría exigir en este “outlet político”.

Córdoba, no por la geografía del país, es hoy el centro o capital de la política nacional.

José Luis Espert ¿debería resignarse a ocupar funciones en el nuevo gobierno? ¿Banco Central…?

El PRO tiene la bolilla negra.

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