Por Armando Ribas.-

La señora de Kirchner acaba de manifestar que ella es hegeliana. Esta manifestación parecería esotérica pues para muchos Hegel es un ignoto personaje. Pero resulta que las ideas ético-políticas de este señor en gran medida constituyeron los principios de los totalitarismos del siglo XX, desde el nazismo al comunismo. Esas ideas son precisamente contrarias a las que produjeron la libertad en el mundo partiendo de Locke, Hume, Adam Smith, Madison, y no olvidemos fundamentalmente a Alberdi, que fue la influencia decisiva en nuestra Constitución de 1853-60, que cambió la historia de Argentina. Podría decir que a partir de ella se humedeció la Pampa Húmeda durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, cuando Argentina pasó a ser uno de los ocho países más ricos del mundo.

Pero volvamos a las ideas de Hegel, comenzando por su teoría del Estado. En su filosofía de la historia, “El Estado es la divina idea tal como existe en la tierra… El Estado es la marcha de Dios a través del mundo”. Y en su teoría del Estado expresa que “el Estado es lo racional, donde la libertad alcanza la plenitud, así como este fin último tiene el más alto derecho frente a los individuos, cuyo deber supremo es el ser miembro del Estado”.

Este principio es la antítesis entre la relación del gobierno de los ciudadanos tal como se expresa en la Constitución de Estados Unidos y en la nuestra. En éstas, por el contrario, el Estado está formado por hombres y en consecuencia es falible; de ahí la necesidad de limitar el poder político. Y al mismo tiempo, es precisamente el deber del gobierno el proteger los derechos individuales. Pero no así para Hegel, que sigue diciendo:

“Si se confunde el estado con la sociedad civil y su determinación se pone en la seguridad y la protección de la propiedad y libertad personal, se hace del interés de los individuos como tale es el fin ultimo en el cual se unifiquen; y en ese caso ser miembro del estado cae dentro del capricho individual”. O sea, para Hegel los derechos individuales son un capricho -preguntémosle a las empresas argentinas- y al respecto dice:

“El individuo mismo tiene objetividad, verdad, eticidad, sólo como miembro del Estado, pues el Estado es espíritu objetivo”. El Estado es la realidad de la idea ética: “Es el espíritu ético en cuanto voluntad patente, clara para sí mismo, sustancial, que se piensa y se sabe y que cumple lo que él sabe y cómo lo sabe”. Decididamente esto es lo que aparentemente piensa Kirchner de sí misma en su relación con las empresas, con la prensa y con la oposición.

Como se sabe, Hegel cambió el sentido de la dialéctica tal como la concibiera Platón. De ser un esquema de conocimiento, la convirtió en una dinámica de la historia, por lo cual todo lo real era racional. Es decir, las contradicciones, lejos de mostrar el error, cerraban la brecha entre la realidad y el conocimiento. Por eso, cuando uno discute con los marxistas, le explican que uno no entiende porque no está concienciado y todavía cree en la lógica formal. Es decir que, para Hegel, A puede ser no A. El principio de identidad desaparece.

Pero siguiendo con la omnipotencia del Estado dice Hegel:

“El lado abstracto del deber se afirma en el omitir y proscribir al interés particular como un momento no esencial, hasta indigno”. Pregúntenle a Shell y ahora a los bancos, que son los culpables de que subiera el dólar por su interés indigno, según Kirchner-Hegel. Y recordemos a Alberdi:

“La omnipotencia del Estado o el poder omnímodo de la patria respecto de sus individuos, que son sus miembros, tiene por consecuencia la omnipotencia del gobierno en que el Estado se personifica, es decir, el despotismo puro y simple. Es a estas ideas hegelianas -entre otras- a las que Alberdi se refirió cuando le dijo a Sarmiento que había una barbarie ilustrada mucho peor que la de los salvajes de América del Sur.

Hegel, por supuesto, está igualmente en contra de la autonomía de los poderes. Para él, la autonomía de los poderes significa la destrucción del Estado. Por eso la diferencia que hace entre el poder Legislativo y el gubernativo es funcional al poder del soberano, que define como:

“El poder del soberano, que representa el poder de la subjetividad como la ultima decisión de la voluntad (en el cual los distintos poderes son reunidos en una unidad individual que es la culminación y fundamento de la totalidad… la personalidad del Estado se hace real sólo como personas en el monarca/presidente).

Una prueba más de la concepción ética de Hegel frente a los intereses particulares, lo expresa así: “Como la sociedad civil es la lisa del interés privado individual de todos contra todos, aquí también tiene su sede el conflicto del mismo con los comunes negocios particulares y de éstos junto con aquél contra los más elevados puntos de vista y mandatos del Estado”.

En consecuencia, Hegel considera que la burocracia representa la eticidad de la sociedad, pues es la representante de los intereses generales. A ello se refiere así: “Los miembros del gobierno y los funcionarios del Estado constituyen la principal parte de la clase media, que alberga la inteligencia culta y la condición jurídica de la masa de un pueblo”. Hasta Marx se dio cuenta de la actitud de los burócratas y contestándole a Hegel, escribió: “Los burócratas terminan por convertir en intereses generales los que no son más que sus intereses particulares de hacer una carrera para sí mismo” (sic).

Con respecto a la libertad de prensa, encontramos una coincidencia entre Hegel y el actual gobierno y aparentemente con el cambio que supuestamente se viene. Al respecto, dice Hegel:

“Definir la libertad de prensa como la libertad de hablar y escribir lo que se quiera corre pareja con el hecho de expedirse acerca de la libertad en general, como la libertad para hacer lo que se desee. Tal discurrir corresponde a la ignorancia aún del todo inculta de la representación”. Por supuesto, Hegel considera asimismo que la guerra representa el momento ético en la historia de los pueblos. Por ello no debe considerarse como un mal absoluto: “La salud ética de los pueblos es mantenida en equilibrio frente al fortalecimiento de las determinaciones finitas (intereses particulares) como el movimiento del viento preserva al mar de la putrefacción en la cual lo reduciría una durable o perpetua quietud”.

No nos podemos sorprender de que desde aquellos conceptos llegara al poder Hitler, y hoy nos amenazan los monto-nazis. Lo que está en juego en octubre es la libertad y los derechos que garantiza la Constitución de 1853-40, hoy violados pertinazmente por el gobierno del “Poder Supremo”, y recordemos una vez más a Alberdi cuando dice:

“La patria es libre en cuanto no depende del extranjero pero el individuo carece de libertad en cuanto depende del Estado de un modo omnímodo y absoluto”.

Por último, tampoco debemos olvidar la posición de Hegel frente a los judíos, basada originalmente en el moralismo kantiano. “El judaísmo es visto como el espíritu de una psiquis que debe ser redimida primero por la revolución cristiana y ahora, en la era moderna, por la filosofía “revolucionaria germana”. “Los judíos habían ya cumplido su función histórica y ahora eran un pueblo fantasma que debería morir y desaparecer bajo las cenizas de la historia… Los judíos eran hostiles a la verdadera naturaleza que no podrían comprender y con la cual sólo se podían relacionar mediante posesiones o dominación”.

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