Por Hernán Andrés Kruse.-

Una vez más hay que parafrasear al gran García Márquez. El juicio Vialidad terminó como todos suponíamos que terminaría: en una condena a la vicepresidenta de la nación. El Tribunal Oral Federal 2, conformado por los doctores Jorge Gorini, Rodríguez Giménez Uriburu y Andrés Basso, acaba de condenar a CDK a 6 años de prisión e inhabilitación especial perpetua para ejercer cargos públicos por administración fraudulenta en perjuicio de la administración pública con la obra pública en Santa Cruz. En buen romance, los jueces la condenaron por considerarla una ladrona.

Se trató de la crónica de una condena anunciada. Todo el mundo sabía de antemano que la suerte de la vicepresidenta estaba echada. Lo estuvo desde el principio por una simple y contundente razón: el tribunal que la condenó es un tribunal macrista. Es un tribunal compuesto por tres jueces parciales que aguardaron pacientemente el momento para dictar la sentencia de sus vidas. En realidad, se trató de una sentencia dictada por la corporación judicial que jamás toleró la insolencia de la vicepresidenta.

El juicio Vialidad no hizo más que profundizar la grieta. Para los antikirchneristas el fiscal Luciani y los miembros del TOF 2 son a partir de ahora prohombres de la patria, verdaderos próceres que enaltecen a la Justicia. Los antikirchneristas jamás dudaron de la culpabilidad de Cristina. Ella robó a mansalva. Punto. No hay nada que discutir. Si alguien considera que no hubo pruebas contundentes demostrativas de la culpabilidad de la vicepresidenta, es merecedor de la condena eterna, como las brujas de Salem.

Desde siempre los medios de comunicación antikirchneristas condenaron a Cristina. Siempre afirmaron que las pruebas existentes eran contundentes. Jamás dudaron de su culpabilidad. Incluso es probable que no estén satisfechos con el fallo, al que seguramente consideran demasiado blando. Para tales medios de comunicación la única condena aceptable no era siquiera la solicitada por el fiscal Luciani. La única condena aceptable era la reclusión perpetua.

La pregunta crucial que debemos formular es la siguiente: ¿se trató de una condena sin ninguna prueba o, por el contrario, la culpabilidad de Cristina estuvo plenamente probada? Para responderla nada mejor que leer el artículo publicado por Raúl Kollmann en Página/12 el 6/12/022 y que se titula “Juicio contra Cristina Kirchner; condena cantada sin ninguna prueba”. Escribió el autor:

“Como es público, Página/12 siguió las audiencias todas las semanas a lo largo de más de tres años y medio. Los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola protagonizaron un auténtico papelón: les declararon en contra hasta sus propios testigos. Y no sólo fue una debacle de los fiscales, sino también de los que instruyeron la causa entre 2016 y 2019. Acusaron a los 13 imputados por fraude contra el estado sin una sola pericia que indicara qué ocurrió con las obras, dónde estuvo el fraude.

Al final del juicio el saldo es el siguiente:

1-Todas las rutas licitadas se construyeron y la construcción fue de buena calidad.

2-No se pagó nada que no se hubiera construido. Lo señalaron una auditoría convocada por el gobierno de Mauricio Macri y una consultora privada, Consulbaires.

3-Resultó falso que hubiera rutas que no conducían a ningún lado. Hubo un solo caso que llevaba a un parque industrial, pero ocurrió lo contrario: la ruta se construyó y el parque industrial tardó más en construirse.

4-Las empresas de Lázaro Báez ganaron 51 de los 81 tramos en licitaciones que no fueron objetadas y en las que participaron empresarios que, en verdad, odiaban a Báez. El santacruceño no era parte de la Cámara de la Construcción y ofrecía precios más bajos.

5-En numerosas provincias la construcción de rutas se concentró en empresas de la zona; es costoso mover personal y la maquinaria a enormes distancias. Más aún en el caso de Santa Cruz a 2.800 kilómetros y con un clima adverso.

6-Todas las obras fueron votadas en los presupuestos de cada año en el Congreso Nacional. Fue falso que hubiera obras que no estaban en el presupuesto.

7-En 2011 y 2013, la oposición presentó presupuestos alternativos. En ambos casos, figuraron las mismas obras a los mismos valores.

8-Los peritos del tribunal y de la fiscalía naufragaron de manera evidente cuando quisieron probar sobreprecios. Además, una presidenta no tiene la menor relación con el valor, los presupuestos, de las obras.

9-Todas las obras se licitaron, adjudicaron, controlaron y pagaron en Santa Cruz. Y los fondos fueron administrados por los jefes de Gabinete, no por la presidenta.

10-En tres años y medio de juicio no hubo un solo testigo ni documento en el que se evidenciara la existencia de una instrucción para favorecer a Báez”.

Los argumentos de Kollmann son por demás contundentes. Si uno los expone frente a un antikirchnerista fanático, lo más probable es que éste descargue una lluvia de improperios y descalificaciones. Reitero: para los odiadores Cristina siempre fue culpable. Punto. No haya nada que discutir.

¿A partir de ahora, qué? Buena pregunta. Cristina aseguró desde su despacho senatorial que no competirá electoralmente el año próximo. Para el FdT sería un golpe durísimo ya que CFK es la dirigente oficialista mejor posicionada para competir con la oposición por la presidencia de la nación. Cabe acotar que la vicepresidente puede tranquilamente presentarse, si es su deseo hacerlo. No hay que olvidar que se trata de una sentencia en primera instancia. No se trata, por ende, de una sentencia firme. Lo que sí es seguro es que la condena del TOF 2 será utilizada sin piedad por la oposición si CFK es candidata. No es difícil imaginar lo que pueden llegar a vociferar en plena campaña electoral Patricia Bullrich, Mauricio Macri o Javier Milei, sobre la condena del tribunal a CFK. Consciente de ello la vicepresidenta acaba de afirmar que no será candidata. Veremos. Pero si ello llegara a ocurrir la suerte electoral del FdT estará echada antes de comenzar la campaña electoral. Cristina es el as de espada del oficialismo. También es el as de basto, el siete de espada y el siete de oro. La sentencia del TOF 2 implica, pues, un golpe durísimo a las de por sí endebles chances de victoria del FdT.

Sin embargo, la historia ha enseñado que jamás hay que dar por muerta (políticamente hablando) a CFK. Mientras hablaba en su despacho senatorial brindaba la imagen de una candidata en campaña. Expresó lo siguiente (fuente: Página/12, Luciana Bertoia, “Las claves del mensaje que dejó Cristina Kirchner”, 7/12/022):

“¿A mí administración fraudulenta?” “Y los amarillos que nos endeudaron en 45 mil millones de dólares se pasean orondos en aviones de Clarín. No voy a ser candidata. Una muy buena noticia para usted, Héctor Magnetto, porque el 10 de diciembre de 2023 no voy a tener fueros y les van a poder dar la orden a sus esbirros para que me metan presa. Pero mascota de usted, jamás”. “Esta condena no es una condena por las leyes de la constitución. Es una condena que tiene su origen en un sistema que yo ingenuamente llamé lawfare; ahora he rescatado el concepto de Partido Judicial. Esto no es lawfare ni Partido Judicial: esto es un estado paralelo y mafia”. “La confirmación de un sistema paraestatal, donde se decide sobre la vida y el patrimonio de los argentinos, lo tuvimos este fin de semana”. “Así como antes había juntas militares, hay juntas que nos gobiernan y deciden por fuera de todos los estamentos”. “Los que están en peligro de extinción son los jueces que actúan según la ley y la constitución. Esto es el Poder Judicial en la Argentina: una articulación con los grandes medios, con las grandes empresas”. “Éste es el sistema que hoy me condena a mí. No van a tolerar jamás que alguien no haga lo que ellos dicen”.

Anexo

El Informador Público en el recuerdo

Rememorando a Raúl Alfonsín

04/04/2016

El pasado 31 de marzo se cumplió el séptimo aniversario del fallecimiento del ex presidente de la nación, Raúl Ricardo Alfonsín. Gran congoja produjo su muerte. El cortejo se transformó en una importante manifestación popular, demostración inequívoca del inmenso afecto que rodeó a Alfonsín en su último adiós. En los momentos previos a su entierro un emocionado Antonio Cafiero expresó que Alfonsín ya no era propiedad de los radicales sino del pueblo entero.

Raúl Alfonsín pasó a la historia como el presidente de la transición hacia la democracia. Luego de la debacle en Malvinas la dictadura no tuvo más remedio que retirarse del poder. Pero no lo hizo de cualquier manera sino que se vio obligada a negociar su retiro con los más importantes referentes de los partidos políticos. Finalmente, las elecciones presidenciales fueron convocadas para el 30 de octubre de 1983. Ese año fue, políticamente hablando, uno de los más fascinantes de la historia argentina contemporánea. Fue como si se hubiera producido un gigantesco destape que se tradujo en afiliaciones masivas que se dirigieron fundamentalmente al peronismo y al radicalismo, cuyo flamante líder, Raúl Alfonsín, había triunfado en la interna sobre Fernando de la Rúa, convirtiéndose en el candidato presidencial del centenario partido. La militancia política de aquel histórico año se asemejó a un volcán en erupción, en especial la militancia radical. El liderazgo carismático de Alfonsín atrajo a miles y miles de jóvenes al partido radical quienes volcaron su entusiasmo en cada acto en el que se presentaba don Raúl. Con gran habilidad política Alfonsín recitaba el preámbulo de la Constitución al finalizar cada presentación pública. Sus discursos no estaban enfocados en la economía sino fundamentalmente en la ética política, los derechos humanos y la democracia como filosofía de vida. En la campaña prometió llevar a juicio a los principales responsables del terrorismo de Estado y destacó que con la democracia se comía, se educaba, se curaba y se vestía. La gran maniobra de Alfonsín fue su acusación sobre un supuesto pacto sindical-militar sellado entre represores militares y conspicuos popes sindicales, acusación que descolocó a los involucrados y al candidato presidencial justicialista, el ex presidente interino Ítalo Luder. Pasado el invierno comenzó a producirse un hecho inédito hasta entonces: la sociedad percibía un cambio de época tan profundo que invitaba a un sueño: la posibilidad cierta de la victoria de Alfonsín el 30 de octubre. A comienzos de 1983 a nadie se le hubiera ocurrido ni siquiera pensar en esa posibilidad. Hasta ese momento el peronismo había sido imbatible en las urnas y su capacidad de movilización, esgrimida por el sindicalismo, lo hacía un competidor electoral temible. Su candidato a presidente era una figura respetada si bien quedará grabado en la historia su orden de aniquilamiento a la subversión en 1975 cuando ejercía la presidencia en reemplazo de “Isabel”, quien había pedido licencia. Que estuviera rodeado por personas del hampa sindical como el candidato peronista a la gobernación de Buenos Aires, Herminio Iglesias, lo tenía sin cuidado, seguro de su victoria en octubre. Con el correr de los meses el candidato radical demostró que poseía la misma capacidad de convocatoria que el peronismo. En aquel entonces la cantidad de gente que reunían Alfonsín y Luder en cada acto público era considerada vital para las chances electorales de ambos. Se produjo entonces un hecho inédito en el país: ambos candidatos a la presidencia comenzaron a competir por la cantidad de gente que eran capaces de convocar. De esa forma, a cada acto del radicalismo el peronismo respondía con otro acto, tan masivo como aquél. Los últimos actos de Alfonsín y Luder fueron apoteóticos. El líder radical convocó multitudes históricas primero en Rosario y luego en la 9 de Julio. Luder convocó, como cierre de campaña, a una multitud también en la 9 de Julio. Fue entonces cuando se produjo un hecho que para algunos analistas terminó por desmoronar las chances de Luder: la quema de un ataúd envuelto en una bandera radical a cargo del polémico Herminio Iglesias. Finalmente llegó la hora señalada. El 30 de octubre votaron millones de argentinos fundamentalmente por Alfonsín o por Luder, pese a que también terciaban Oscar Alende (Partido Intransigente) y Álvaro Alsogaray (Ucedé). La tensión que se vivió ese día será imborrable para todos los que participamos en ese histórico acto electoral. Con el correr de las horas se confirmó la hazaña: Alfonsín había derrotado a Luder por 12 puntos de diferencia (52% contra 40%). Inmediatamente miles y miles de simpatizantes alfonsinistas salieron a las calles del país a dar rienda suelta a su alegría. Para muchos fue, qué duda cabe, la jornada política más feliz de sus vidas.

Raúl Alfonsín asumió con un histórico nivel de apoyo popular. Si se hubiera podido medir con un termómetro la ilusión de quienes asistieron a la asunción de Alfonsín el 10 de diciembre, seguramente el termómetro hubiera estallado. El pueblo estaba convencido de que con la democracia se comía, se educaba, se curaba y se vestía. Su primera decisión fue llevar a la práctica la promesa del juicio a los máximos responsables de la desaparición de personas. En ese momento la causa cayó en manos de la Justicia Militar. A fines de 1984 intervino la Justicia Civil ante la evidente indolencia de los jueces militares de juzgar a sus pares. El histórico juicio a Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y compañía tuvo lugar en 1985 y el 10 de diciembre los jueces dictaron sentencia, luego de que el fiscal Julio César Strassera pronunciara la inolvidable frase “señores jueces, nunca más”. El juzgamiento a las primeras juntas militares lejos estuvo de apaciguar los ánimos castrenses. A fines de 1986 fue sancionada la Ley de Punto Final y en junio del año siguiente, la Ley de Obediencia Debida. En el ínterin, un grupo de militares carapintadas comandado por Aldo Rico se había sublevado. Esas leyes le provocaron un tremendo daño político a Alfonsín, daño que se tradujo meses más tarde en la derrota electoral de medio término.

Una cuestión clave de Alfonsín fue su relación con el peronismo. Por primera vez en la historia el peronismo estaba en la oposición y nadie sabía a ciencia cierta cómo iba a actuar. De entrada nomás Alfonsín intentó prepotearlo enviando al Congreso una ley tendiente a democratizar la vida interna de los sindicatos. El peronismo lo tomó como una declaración de guerra. Si bien la ley fue aprobada en Diputados, rebotó en el Senado. El rechazo a la “ley Mucci” envalentonó al sindicalismo que, de la mano de Saúl Ubaldini, decidió poner a Alfonsín contra las cuerdas a través de su clásica estrategia: el paro general. Con el correr del tiempo el empeoramiento de la situación económica favoreció los planes guerreros del peronismo. A comienzos de 1985 Alfonsín abandonó la heterodoxia económica y abrazó la causa ortodoxa. En otros términos: había llegado la hora del ajuste. Si bien al comienzo el ajuste logró contener la inflación, con el correr del tiempo la espiral inflacionaria se tornó ingobernable. Todos los ministros de Economía nombrados por Alfonsín fracasaron mientras el peronismo festejaba la debacle radical. A comienzos de 1989 la inflación pasó a ser hiperinflación configurando un escenario electoral claramente favorable al candidato presidencial del PJ, Carlos Saúl Menem, quien se vio obligado a asumir seis meses antes de lo previsto en la Constitución.

Alfonsín puso en práctica una política exterior apoyada en las banderas de la unidad latinoamericana y en el no alineamiento incondicional con los Estados Unidos, en ese entonces bajo la égida de Ronald Reagan. En 1985 Alfonsín protagonizó un hecho histórico en los jardines de la Casa Blanca: luego del discurso de bienvenida de su anfitrión el presidente argentino brindó un duro discurso, en abierto desafío a la república imperial. Esa actitud, más sus roces con las grandes corporaciones económicas (el campo, por ejemplo), los grandes medios de comunicación y la Iglesia, terminaron por minar sus chances de finalizar su mandato en término. En este sentido, pasó a la historia el abucheo que le propinó la Sociedad Rural durante la inauguración de Palermo en 1988. Durante la época menemista Alfonsín fue un duro crítico del gobierno nacional. Sin embargo, a fines de 1993 pactó en secreto con Menem una reforma constitucional que le permitió al riojano ser nuevamente presidente en 1995. También criticó duramente a De la Rúa, a quien nunca perdonó su decisión de convocar a Cavallo al gabinete en marzo de 2001. De buena relación con Eduardo Duhalde, fue vital para que el líder de Lomas de Zamora accediera transitoriamente a la presidencia el 1 de enero de 2002. El matrimonio Kirchner siempre alabó su figura a pesar de la clara actitud opositora del radicalismo, sobre todo a partir del conflicto por la resolución 125.

En los últimos años de su vida su salud se resquebrajó falleciendo de cáncer de pulmón el 31 de marzo de 2009. El pueblo lo sintió. La demostración popular el día de su entierro puso en evidencia el cariño que le dispensaba una buena parte de la sociedad, un cariño que no se manifestó cuando Alfonsín detentaba el poder. Con la muerte de don Raúl se fue el emblema de la transición a la democracia. Fue el presidente que el país necesitaba en aquel entonces. A pesar de sus errores, que fueron muchos, Alfonsín ejerció el poder con dignidad, lo que no es poco a tenor de lo que sucedió con algunos de sus sucesores.

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