Por Elena Valero Narváez.-

Aniquilar la espontaneidad civil es el mandato de la ex presidente, por ello necesitan aumentar el poder. Un gobierno basado en órdenes se basa en planificar a la sociedad: la economía, la cultura, la educación. Su modelo no es EEUU sino Cuba. Allí no sólo han acabado con la institucionalidad liberal, también con la calidad ética de la ley y de su aplicación. Desapareció la posibilidad que tienen las sociedades abiertas de intercambiar bienes y servicios aumentando la pobreza general, salvo la de los burócratas gobernantes que monopolizan el poder.

Aunque Alberto Fernández no es ni la sombra de Juan Domingo Perón, en nuestro país, sobrevive el modelo, un sistema que permite al Estado manejar la redistribución de la renta nacional y buena parte de la privada, haciéndole creer a la gente que el Gobierno es el clon de Robin Hood. Así es, como se van reduciendo los mercados. Pero no termina allí la cosa, como se comenzó desde el primer gobierno kirchnerista, pretenden convertir a la educación en un sistema de control político, como así también, dominar la información de los medios de comunicación. El miedo ha hecho estragos en la televisión y la radio. Periodistas valientes quedan pocos. No se arriesgan a un despido. Los héroes siempre han sido escasos. Casi todos protegen al gobierno aunque sean desatinadas sus opiniones y medidas.

Los funcionarios y La Cámpora ya se han acomodado, son un sector privilegiado. Mientras, el Presidente, no logra diferenciarse más que en el modo: navega en el mar kirchnerista en un bote con muchos agujeros. Se agrega enemigos por el tema del aborto y el aumento exorbitante de las retenciones al campo sin inspirar confianza a los inversores. La emisión monetaria es el único recurso seguro del gobierno, no hay hasta el momento una real preocupación por combatir la inflación. La política económica nos llevará a abandonar los forzados índices actuales, debería ser un mago el ministro de economía, si no procura reformas que bajen el gasto que lleva a un excesivo déficit fiscal. Se están debilitando los apoyos institucionales que impulsan la creación y acumulación de riqueza, o sea, se está evitando el progreso económico que necesita Argentina para despegar.

En pos de lograr el monopolio del proceso redistributivo obligan al sector más productivo -que había desarrollado fenomenalmente, cuando el Estado no intervino, en calidad y cantidad la producción agrícola- a darles el 50% por ciento de su renta. Como bien me decía un productor amigo hace unos días: “Compramos nuestros insumos con dólar de 84 y vendemos los cereales con dólar de 62. Restamos el 33% y nos queda el 41 Se llevan el 50%”. El Estado se queda con el 70% de lo que produce una hectárea de soja. ¿Cómo apostar a un país que persigue, impositivamente, de este modo?

El sistema capitalista para funcionar requiere de más pluralismo, libertad, y creatividad de las personas. Si se rechaza, como ocurre en nuestro país, por la mayoría de los intelectuales y políticos, disminuirán los niveles de producción y productividad y de este modo, la posibilidad de satisfacer las necesidades mínimas de muchas personas, quienes, ingenuamente, responden con su voto a devotos de la utopía socialista, aprendida y defendida en las universidades, incluso en las más acreditadas.

Desde el primer peronismo, en la mayoría de los intelectuales, periodistas, profesores universitarios, de centros de educación privados y estatales, persisten las ideas socialistas y nacionalistas, que rechazan al sistema capitalista. Usan las ideas de igualdad, justicia social, distribución equitativa de la riqueza, para combatirlo. Les ha dado resultado. Las utopías son atractivas, como la que generalizaron los marxistas, de tener cada uno de acuerdo a sus necesidades. Parece mentira que acompañen a un sistema que más tarde o más temprano termina con la libertad de expresión, sin la cual no vale nada la profesión.

El sistema que ha enamorado a Chávez, Maduro, Perón, los Kirchner, entre otros gobernantes del estilo, nos lleva a la dictadura, donde se destruye el sindicalismo independiente, se restringe la libertad de prensa, el gobierno maneja los fondos públicos, y buena parte de la producción privada. Allí se es alcahuete del régimen o no se trabaja, si es que no le inventan una causa para pudrirse en la cárcel. Hay que comulgar con las ideas y acciones de quienes ejercen el poder aunque muestren un mal desempeño y enorme despilfarro.

A la Unión Soviética implosionó a la vista de todo el mundo, con sólo una industria de guerra desarrollada. Estados Unidos, con economía capitalista, le pasó por arriba en progreso político, ético, y económico. Solamente con comparar, en las dos experiencias, la calidad de la Justicia en la defensa de los derechos individuales y como garante de la propiedad privada, basta para comprender el por qué. Pero hay muchos, aún, que no quieren aprender, deben primero pasar por desgraciadas experiencias para hacerlo y, aun así, no son pocos a los que les cuesta cambiar de opinión por la incertidumbre que ello provoca. Es más fácil mantenerse en el error cuando hay ventajas rendidoras dentro del mundillo político o intelectual.

Si continúa la carrera por el poder, entre Cristina y Alberto, con ella soplándole al oído, no habrá motivos para ser optimista. Para salir del pozo se necesita una escalera y ésta depende de la calidad de la justicia, del gobierno limitado, de una sociedad civil fuerte donde sean respetados los derechos individuales, donde no haya una militancia anticapitalista como desde hace tanto tiempo existe en nuestro país. Si no se comprende que es imposible combatir la recesión sin cambios estructurales en el sistema tributario y previsional, llevando al Estado a un tamaño razonable, evitando la intromisión en el sector privado, seguiremos como el gobierno anterior sin atraer inversiones por falta del combustible, la energía y creación, que solo se generan con la apertura de la economía.

El coronavirus nos muestra que nunca estaremos libres de calamidades y desgracias, pero, es inconcebible, que pudiendo aumentar la producción y la productividad que hacen posible el ahorro y la inversión, se lastime la propiedad privada, se achiquen los mercados y se disminuya la calidad de vida, por ideas erróneas fracasadas en buena parte del mundo. Nos hemos olvidado cuales fueron las consecuencias de eliminar la libertad de los mercados, la propiedad privada y la iniciativa individual por las órdenes de la burocracia estatal: el comunismo, el nacionalsocialismo, el fascismo, “el camino de servidumbre”. Estos sistemas olvidan que las sociedades son el resultado de las necesidades de los hombres, por lo tanto, deben ser libres los intercambios humanos si es que nuestra meta es mejorar la humanidad. La manera es preservar la sociedad del conocimiento, avanzando en los logros que, desde el fin de la Segunda Guerra, el sistema capitalista permitió concretar en mejoras materiales, culturales, científicas, tecnológicas y éticas. La socialdemocracia, sistema híbrido, tampoco da los resultados esperados. Varios países de Europa lo vienen mostrando. No asimilaron lo suficiente la fallida experiencia económica laborista de Clement Atlee, en 1945, similar a la peronista.

A la sociedad argentina le faltan numerosos grados de apertura que aparecerán solo con la vigencia de la opinión pública institucionalizada, una economía capitalista y las garantías constitucionales de los derechos civiles. La peor pandemia es la que trae el socialismo y su primo hermano, el nacionalismo popular, que tiene profundas raíces en nuestro país. Necesitamos liderazgos que las corten.

¿Podemos imaginar acabar con la pandemia del coronavirus y enfermedades terribles, sin productividad, competencia, acumulación y concentración de riqueza, ciencia y técnica, que nos han permitido vivir inmensamente mejor y por muchos años más? La pobreza ya no es mal de todos como era en el pasado, hoy es de una minoría. El sistema capitalista real ha sido muchísimo mejor que el socialismo real. La historia nos lo muestra. No hay más que decidirse a seguir el rumbo que lo fortalece si es que se quiere tener éxito.

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