Por Hernán Andrés Kruse.-

El 2 de abril de 1982 es una de las fechas más importantes de la Argentina contemporánea. Ese día las fuerzas armadas recuperaron las Islas Malvinas, usurpadas por el imperio británico en el lejano 1833. El júbilo que se apoderó de los argentinos fue indescriptible. ¡Habíamos recuperado las Malvinas! Toda la clase dirigente celebró la decisión de Galtieri. Hubo, sin embargo, una excepción. El ex presidente Raúl Alfonsín se atrevió a decir que semejante aventura terminaría en una tragedia. Los hechos, lamentablemente, terminaron dándole la razón.

En ese momento nadie suponía lo que finalmente aconteció. Nadie imaginaba que la primera ministra británica, Margaret Thatcher, enviaría al Atlántico Sur una poderosa flota para reconquistar las islas. ¡Cómo nos equivocamos! Thatcher dio la orden y cerca de un centenar de buques de guerra partieron rumbo a las Malvinas. Mientras tanto, el secretario de estado de Reagan, el general Alexander Haig, intentaba infructuosamente acercar posiciones. También intentó mediar el presidente de Perú, Fernando Belaúnde Terry. Fracasó. Las cartas estaban echadas. La guerra comenzó el 1 de mayo y finalizó con la rendición incondicional de las tropas argentinas el 14 de junio. La frustración y la bronca se apoderaron del pueblo. Galtieri renunció, la junta militar se disolvió y la presidencia quedó en manos del general Bignone. Había comenzado el ocaso de la dictadura militar.

Han pasado 41 años de aquella histórica decisión de Galtieri. Las preguntas surgen por doquier. ¿Era consciente Galtieri de las consecuencias que podría traer aparejadas la reconquista de las Malvinas? ¿Creía Galtieri que Thatcher se quedaría sentada cruzada de brazos? ¿Creía Galtieri que Reagan no tomaría partido por su aliada incondicional? Aquí entra en escena el ministro de relaciones exteriores de aquel momento, Nicanor Costa Méndez. Era un político muy experimentado. Cuesta creer que el canciller no hubiera, aunque sea como hipótesis, tenido en consideración una eventual reacción militar de Gran Bretaña.

Lo que alimenta la sospecha de que Galtieri no creyó en la guerra fue su decisión de enviar a las islas a miles de conscriptos sin preparación militar. Porque de haber siquiera sospechado que Thatcher enviaría su Royal Navy jamás hubiera enviado a las Malvinas a adolescentes indefensos. ¿O supo desde el comienzo que Gran Bretaña entraría en guerra y, a pesar de ello, envió a la zona caliente de Malvinas miles de jóvenes como carne de cañón? Prefiero inclinarme por la primera opción.

Lo real y concreto es que el 1 de mayo de 1982 los tropas británicas desembarcaron en las islas. La guerra duró un mes y medio. Cerca de 700 soldados argentinos murieron. Hubo actos heroicos como los protagonizados por la fuerza aérea. Hubo también combates encarnizados en territorio malvinense. Finalmente, la superioridad de los británicos terminó imponiéndose. Lo que aconteció a posteriori fue sencillamente dantesco. Los ex combatientes regresaron al territorio en las sombras, como si tuvieran lepra. Sufrieron semejante humillación porque perdieron. En estos momentos me viene a la memoria una escena de la primera película de “Rambo” donde Stallone, en un diálogo cara a cara con quien fuera su comandante en Vietnam, interpretado por Richard Crenna, acusa al pueblo norteamericano de haber ignorado a los veteranos de Vietnam.

Consumada la rendición, Galtieri fue echado del gobierno. Y es aquí donde debemos quitarnos la máscara. La derrota en Malvinas obligó a las fuerzas armadas a negociar con la clase política la transición a la democracia. Los militares debieron agachar la cabeza porque no tuvieron más remedio. El pueblo argentino jamás recuperó la democracia, como algunos intentaron hacernos creer. Hubo elecciones en octubre de 1983 porque Galtieri perdió. Punto. Si hubiera ganado lo más probable es que hubiera permanecido en el poder durante varios años. Para expresarlo en otros términos: Thatcher hizo posible el retorno de la Argentina a la democracia.

A continuación paso a transcribir un muy interesante artículo de Juan Bautista Tata Yofre publicado en Infobae el 2/4/023 titulado “Malvinas; apuntes secretos y revelaciones del general que enjuició a los responsables de la derrota militar”. Escribió Yofre:

“Tras la rendición de Puerto Argentino, el 14 de junio de 1982, seis meses más tarde los integrantes de la Junta Militar que reemplazaron a Leopoldo Galtieri, Jorge Anaya y Basilio Lami Dozo decidieron constituir una comisión que examinara las responsabilidades políticas y estratégicas militares en el conflicto del Atlántico Sur. Al frente de esa comisión fue nombrado el teniente general Benjamín Rattenbach y estuvo integrada por el general de división Tomás Sánchez de Bustamante, el almirante Jorge Alberto Boffi, el brigadier general Carlos Alberto Rey y el brigadier mayor Francisco Cabrera. Durante largas jornadas, fueron interrogados los más importantes actores políticos con Gran Bretaña. El dictamen final y las sentencias de la “Comisión Rattenbach” fueron entregados a la Junta Militar que integraban Nicolaides, Franco y Hughes, antes de que asumiera Raúl Ricardo Alfonsín el 10 de diciembre de 1983. Algunos fueron sancionados con penas “graves” que no se cumplieron (muerte o reclusión perpetua). La gran mayoría de los declarantes ante los integrantes de la Comisión Rattenbach no contaron toda la verdad y tampoco pusieron sobre la mesa los documentos que dieron origen a la “aventura militar”, tal como la calificó el alto tribunal castrense (…).

El representante del ejército, Tomás Sánchez de Bustamante, era en ese momento vocal del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas y había sido protagonista de los principales sucesos políticos del país entre 1955 y 1973, cuando pasó a retiro tras ser comandante del Primer Cuerpo de Ejército. Durante las sesiones de la “Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades Políticas y Estratégico-militares en el conflicto del Atlántico Sur”, fue tomando notas sobre los personajes y sus declaraciones. Algunos van a pasar frente al Alto Tribunal más de una vez. Estas son algunas declaraciones que merecieron de parte del general de división Tomás Sánchez de Bustamante las siguientes reflexiones: (…)”.

Por razones de espacio transcribiré a continuación las reflexiones de Sánchez de Bustamante referidas exclusivamente a la “figura estelar” de la guerra de Malvinas, el teniente general Leopoldo Fortunato Galtieri. Su contenido responde, en buena medida, algunas de las preguntas formuladas precedentemente.

“El 24 de marzo de 1983 compareció ante la comisión Rattenbach el teniente general Leopoldo Fortunato Galtieri. Un año antes Galtieri, junto con Anaya y Lami Dozo, había encabezado el acto del sexto aniversario del Proceso de Reorganización Nacional y participado en la misa en la capilla Stella Maris, en la zona del puerto de Buenos Aires. En esta ocasión, el fuerte general de ayer se sentaba en el banquillo de los acusados. Sánchez de Bustamante lo registró así, tal como lo escuchó, con grandes vacíos informativos. La política interna no influyó de ninguna manera. Tampoco estuvo en la intención “revitalizar al proceso”. Consideraba imposible haber guardado el secreto de proceder de otra forma. Se lo observa “humilde”. Dice que no abundó en detalles, órdenes, directivas, etc., porque la capacidad y experiencia de los miembros del Comité de Trabajo lo hacían superfluos. La recuperación de Malvinas era una previsión natural del planeamiento (¡?) Deduzco que cree que el planeamiento es una cosa rígida, esquemática e inmodificable. Insiste en que los 150 años agotaron todo margen de seguir negociando como hasta allí. Tenía la intención de “escalar” las acciones hasta la cúspide de la ocupación militar. ¡No tiene presente si se hizo la apreciación de estrategia general por Relaciones Exteriores! Que mejor consulte. Pese a la importancia de lo dicho manifiesta que ello no fue tratado en la Junta Militar. Su criterio era que a despecho de la desfavorable relación de poder aeronaval, las islas eran defendibles por un tiempo limitado y porque así lo determinaba el honor nacional. Su opinión era de una probable neutralidad de los EEUU, hasta su conversación con Ronald Reagan. El canciller no era optimista sobre el Consejo de Seguridad. Hizo fuertes apreciaciones actualizadas.

Afirma que la República Argentina estaba dispuesta a cumplir con la Resolución 205. Es sólo subjetivo pensar si otro gobierno hubiera podido retirar las tropas. El asesoramiento durante su visita a las Islas fue lleno de optimismo. Comandante en Jefe-Presidente de la Nación-Presidente del Comité Militar, no se puede estar en misa y repicando (se lo advierte “contra las cuerdas”). Ex Presidente y es Comandante en Jefe en guerra, produce un especial sentimiento de consideración y de pena verlo en el banquillo de los acusados tratando de explicar muchas cosas de muy difícil comprensión (…).

El 19 de abril de 1983 volvió a comparecer ante la Comisión Rattenbach el teniente general Leopoldo Fortunato Galtieri. En el cuaderno de apuntes de Sánchez de Bustamante quedaron asentados varios pasajes de sus declaraciones: “Llega con aspecto tranquilo y “descansado”, anotó el miembro de la Comisión, y siguió: “El anuncio de Haig sobre la futura ubicación de EEUU (N-A.: al lado del Reino Unido) fue tomado con “beneficio de inventario”. No hubo asesoramiento por los comandos de Cuerpo I y II para el envío de las brigadas X y III. Había cosas “malas” que no llegaban a conocimiento de Galtieri (en realidad pasó en todas las guerras). Opina que haber aceptado la propuesta última de Gran Bretaña habría significado retrotraer las cosas a un punto peor que el inicial. Dice que nunca estuvo en la mente del Comité Militar la “derrota” militar del Reino Unido; el gobierno inglés nunca hizo una oferta aceptable para Argentina. Los generales de división no fueron consultados para (tomar) la decisión inicial. “Eso determina la queja de haber sido ignorados”.

La sesión con Galtieri volvió a hacerse el 21 de abril de 1983 y en esa oportunidad, el expresidente de facto agregó ante la Comisión: “Ningún comandante de cuerpo tuvo cerrada la puerta para hablar con el comandante en Jefe. Hizo numerosas reuniones con los generales de división. Tuvo contacto frecuente-afirma-con (general Vaquero) el jefe del Estado Mayor del ejército y los jefes de las jefaturas (esto coincide con lo afirmado por el coronel Domínguez). (…) “La situación política interna no fue causa determinante, ni siquiera importante. La doctrina conjunta como documento no es suficiente. Frente a su experiencia cree hoy que debió ser más flexible en su guarda del secreto y los preparativos. El Teniente General Rattenbach le recriminó severamente el no haberse asesorado debidamente y organizado su gobierno y comando para una mayor eficacia. Galtieri pidió no ser “acusado” (y) Rattenbach le contesta que sólo le señala la verdad de la grave situación a que han llevado al país. Dejó la impresión de hombre vencido pero que aún no “realiza” la gravedad de lo ocurrido”.

Da la sensación, según lo narrado por Sánchez de Bustamante, que Galtieri no llegó a percatarse de la magnitud de lo que había decidido en su momento. En efecto, al tomar la decisión de recuperar por la fuerza militar las Islas Malvinas, desafió no sólo a Gran Bretaña, sino también a la OTAN. Creer que el gobierno republicano de Reagan no se iba a poner del lado de Thatcher significaba, para decirlo suavemente, una ingenuidad. De lo que no hay dudas es que en ningún momento Galtieri se mostró arrepentido por haber mandado al matadero a miles de jóvenes sin ningún tipo de instrucción militar. Total, eran “negritos del norte”.

Cada vez que pasan por televisión, al conmemorarse un nuevo aniversario del 2 de abril, a Galtieri exclamando “si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”, me pregunto si en ese momento creyó que la victoria militar era posible. Me pregunto también si, en su megalomanía, creyó que, de concretarse el milagro (la recuperación de las Malvinas), permanecería en la Rosada por varios años, adorado por el pueblo.

Lo real y concreto es que Galtieri perdió. Y al perder, quedó registrado en los libros de historia como un militar beodo e irresponsable que creyó tener su momento de gloria cuando, desde el histórico balcón, fue aclamado por una multitud presa de su fanatismo e intolerancia.

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