Por Elena Valero Narváez.-

Al gobierno le cabe construir un marco adecuado para una economía de mercado. El sistema capitalista no existiría sin la separación del poder político del económico o sea sin la institucionalización de la propiedad privada.

Para que haya progreso, acumulación, y concentración de capital, hay que eliminar las trabas a los intercambios para fomentar y preservar la propiedad privada, por lo tanto, Argentina necesita un repliegue de las coacciones colectivistas sobre todo corporativas.

Para el afianzamiento de la dinámica capitalista se tendría que evitar e impedir las arbitrariedades del gobierno sobre grupos, personas y bienes, situados fuera de la órbita estatal que crecen en la sociedad civil con el desarrollo de los mercados.

La política tendría que volver a colocar a la persona en el centro de las preocupaciones en vez de a los grupos de poder. Se habla de cambio, entonces potencie el Gobierno la libertad económica para que los ciudadanos lo exploren con innovaciones. Son las personas y no el Estado quienes, si se crean condiciones favorables, pueden dar buena información acerca de las necesidades de la gente o lo que desean como productoras y consumidoras.

No insistir con la idea de plena ocupación, meta que lleva a más inflación o, a que sea difícil bajarla y a un comportamiento anti estabilizador de la sociedad. El Gobierno debiera ganar independencia frente a los grupos de presión y convencer a la sociedad de que va a luchar contra la inflación. Sobre todo dar el ejemplo con una conducta que baje más rápido el gasto público.

Una de las formas de atacar a sectores industriales que promueven el gasto es aumentar la competencia y evitar el abuso de medidas gremiales que no son imparciales y conformes al mercado.

Es necesario lograr que todos contribuyan a lograr la estabilidad monetaria como bien público que favorece a todos. Si bien se debe tener en cuenta que la inflación impone las peores cargas a los sectores económicamente más débiles, preocupándose por morigerar el sacrificio, el presupuesto no debiera ser una fuente de generación de inflación. El actual lo es.

La difusión de una mentalidad inflacionaria es muy común en los gremios y la mayoría de los empresarios que bregan constantemente por la ayuda estatal, también del Gobierno que pregona ir hacia la ilusoria meta de plena ocupación. Habría que amoldarse a las realidades económicas y políticas.

El Estado descarga con impuestos distorsivos sobre la población sus cargas financieras y a la larga pierden tanto los empresarios como los gremios ya que se convierte a los ciudadanos en esclavos del Estado, todos apelando a su tutela estrechándose, de este modo, la acción individual. También se fomentan los conflictos sociales acentuándose las luchas por una mejor distribución de la riqueza.

Combatir la depreciación monetaria no es fácil, luego de 12 años de atentados permanentes a una sana política económica, pero los continuos aumentos de precio ya podemos llamarlos injusticia social, sin duda. La gente no puede seguir soportando que sea imposible aumentar el patrimonio aunque trabaje y se esfuerce. Habría que decidirse, luego de las elecciones, a tomar algunas medidas anti populares pero que evitan que se destruyan los principios fundamentales del sistema económico que trae progreso y mejor calidad de vida.

No se toma conciencia de que en un país donde hay enorme cantidad de trabajadores estatales, la inflación perjudica más que a nadie al propio Estado ya que debe aumentar los sueldos y comprar caro como lo hace la gente. Al no cumplir con su responsabilidad de actuar con más rapidez y eficiencia ante el problema, es una víctima más de la inflación, teniéndose que endeudar o seguir emitiendo, siguiendo la calesita del circulo vicioso..

Las prestaciones estatales pueden ser financiadas sólo si las empresas privadas trabajan productivamente El mundo muestra que la economía de mercado es el sistema de mayor eficiencia y de mayor aprovechamiento de los medios de producción.

El Gobierno luego de las elecciones no debe dormirse en los laureles, debiera actuar en función de las expectativas del mercado, mejorando la información y fortificando la institucionalidad que lo apoya. Es difícil, entraña arduas decisiones políticas pero, la mayoría de las crisis que ha tenido Argentina se debieron a las medidas intervencionistas de los gobiernos, que quitaron libertad a los intercambios evitando que hubiera mercados especializados y diferenciados, producto de la acción electiva. No se puede seguir echando leña al fuego.

Esperemos que se apure el camino hacia las soluciones, que no se conforme con algunos brotes verdes.. Hay en nuestro país gente de primer nivel que ha trabajado en las reformas estructurales que necesita la economía para desarrollarse y están dispuestos, en esta nueva etapa, a ofrecerlas generosamente al Gobierno, para que se pueda lograr el cambio hacia una economía cada vez más libre. Las situaciones difíciles son también puntos de partida, de innovaciones y de remedios novedosos. ¡Se puede!

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