Por Máximo Luppino.-

La mentira produce el vaciamiento del poder natural del pensamiento, ensucia la belleza de las palabras, opaca las risas y conduce al mentiroso a residir en las oscuras cavernas de los sin inspiración.

Mentimos buscando “vender” a los demás una realidad inexistente, ya sea para lastimar a alguien o para vivir una ilusión que no hemos sido capaces de plasmar en verdad.

El diputado Fernando Iglesias lanzó una serie de afirmaciones difamatorias sobre la conducta de la actriz Florencia Peña en su visita a la Quinta Presidencial de Olivos. Los Twitter de Iglesias no sólo manchaban, sin fundamento algún, la conducta de la artista sino también la del presidente de la Nación Doctor Alberto Fernández. El diputado, alejado de toda sutileza continuó revolcándose en el fango del propio descrédito y manifestó: “Los escándalos sexuales en Olivos son exclusividad peronista». El irritante diputado fue de menor a mayor. Comenzó ofendiendo a una actriz, para luego continuar con el presidente de la república y llegó a pretender ensuciar al Movimiento Nacional Peronista.

Quizás al diputado Iglesias de tantas mentiras lanzadas al viento le cueste discernir qué es verdad y qué es fruto de su propia imaginativa y mendaz narrativa. En la ciénaga de la falsedad los difamadores suelen quedar sepultados en el lodo que “propusieron” para sus semejantes. Es la ley de causación, comúnmente llamada ley del búmeran o Karma.

La sociedad en general, más allá de toda pertenencia política, pretende colocar un límite a la difamación hiriente que nos lastima como sociedad que pretende evolucionar y generar belleza colectiva en nuestras acciones. Así lo demuestran los 15 pedidos de expulsión de legisladores para con Fernando Iglesias de la Cámara de Diputados de la Nación que aún lo alberga. La violencia en general, y en particular la agresión de género, comienza con dichos impropios carentes de verdad alguna. Más aún cuando estas barbaridades dialécticas parten de un dirigente político que se encuentra obligado a dar un ejemplo de conducta ejemplar. Parece a toda vista que no es la realidad ética de Iglesias.

La conducta recta, solidaria y honesta debe ser destacada y elogiada provenga de donde sea, y lo malsano y destructivo debe ser repudiado provenga de filas políticas propias o ajenas.

El bien debe ser abrazado y honrado. El mal, desterrado por siempre.

Esperamos que el diputado Fernando Iglesias reflexione sobre sus injuriosos dichos y comience a transitar el sendero del respeto para con sus conciudadanos. Sobre todo con el género femenino que tanto debemos respetar.

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