Por Hernán Andrés Kruse.-

Cristina Kirchner habló por cadena nacional para decir su verdad sobre la causa Vialidad. El escenario fue su despacho en el Senado de la Nación. La vicepresidenta solicitó al Tribunal que al final de la etapa de los alegatos se realice una extracción de “todos y cada uno de los hechos donde confrontados los dichos del fiscal con la prueba obrante en autos queda demostrado que Luciani y Mola mintieron en el alegato final de acusación”. “Estamos ante un caso claro de prevaricato”, bramó. Durante su alegato realizó una exposición técnica sobre las interpretaciones de la ley con la Constitución y el Código Penal sobre la mesa para “ver cómo encaja este juicio en el sistema jurídico argentino”. Luego apuntó contra los fiscales: “Dicen que esta asociación ilícita fue pergeñada para hacer 51 contratos viales en la provincia de Santa Cruz (…) Es decir, militamos toda una vida para 51 obras viales”. Recordó a Néstor Kirchner: “Fue intendente, gobernador y su llegada a la presidencia debe haber sido una de las cosas más aleatorias que ha tenido la historia contemporánea. Llegó de chiripa en medio de una crisis monumental”.

La vicepresidente rechazó la acusación hecha por los fiscales de ser la jefa de una asociación ilícita. Explicó que “si vamos a aplicar el Código Penal tiene que ser completo. ¿Qué pasa entonces con todo lo ocurrido durante 15 años en Argentina? Si esto es capturado por el código, todos los actos de la asociación ilícita son nulos”. Llegaríamos al ridículo de que el fiscal Luciani no es fiscal porque el decreto de designación se lo firmé yo, la jefa de la asociación ilícita”.

Cristina concluyó su alegato refiriéndose al intento de asesinato que sufrió el 1 de septiembre: “Nadie puede decir que los autores materiales que están detenidos son quienes planificaron”. “A partir del 1 de septiembre me di cuenta que puede haber otra cosa más atrás de toda la estigmatización y los intentos por proscribirme”. “De repente es como que desde el ámbito judicial se da licencia social para que cualquiera pueda pensar y hacer cualquier cosa”. Recordó el ataque que sufrió su despacho hace poco tiempo y el episodio de los afiches que la tildaban de asesina y responsable por la muerte de 35 mil personas. La frase que escogió para cerrar su alegato fue la siguiente: “Me siento un tanto en estado de indefensión en este país y en esta situación” (fuente: Perfil, 23/9/022).

El alegato de Cristina es muy rico desde el punto de vista conceptual e histórico. Afirmó que Néstor Kirchner llegó a la presidencia de casualidad. Tiene razón. Luego del asesinato de Kosteki y Santillán el presidente Eduardo Duhalde no tuvo más remedio que adelantar las elecciones presidenciales. Su enemigo íntimo, el ex presidente Menem, estaba obsesionado con su retorno a la Rosada. Duhalde no podía permitir que ello se produjera. Quería vengarse de la inacción de Menem durante la campaña electoral de 1999. El mejor candidato para impedir una nueva presidencia del riojano era el gobernador de Santa Fe, Carlos Alberto Reutemann. Pero por razones que se llevó a la tumba, Reutemann no quiso saber nada con competir con su padrino político. A partir de ese momento Duhalde comenzó una carrera desesperada por conseguir un dirigente capaz de vencer a Menem. Descartados De la Sota y Felipe Solá, el bonaerense le ofreció la candidatura presidencial a Néstor Kirchner, quien en ese momento gobernaba la provincia de Santa Cruz. El patagónico aceptó gustoso. Nadie en ese momento imaginó que se estaba en las vísperas de un cambio profundo de la historia contemporánea de la Argentina. El dirigente que fue elegido por descarte se transformó en mayo de 2003 en presidente de la nación, a raíz de la decisión de Menem, quien había ganado en la primera vuelta, de no competir con Kirchner en el balotaje porque era consciente de que perdería por goleada.

Dijo Cristina: “Nos bombardearon en el 55, nos desaparecieron en el 76 y ahora, como cambiaron los métodos, acá estamos”. La vicepresidenta compara el juicio en su contra con los bombardeos del 16 de junio de 1955 y el terrorismo de estado ejecutado por la dictadura militar a partir del golpe contra Isabel. Vale decir que el juicio en su contra es un método más sofisticado y legalista empleado por el antiperonismo para destruir al peronismo. Me parece que Cristina se equivoca de manera grosera. Nadie pretende destruir al peronismo. Se trata de un juicio en el que se ventila una causa por supuesta corrupción cometido desde las más altas esferas del poder. Hay quienes consideran que hay sectores poderosos que pretenden retirar definitivamente a Cristina del escenario político. Puede ser. Pero el único actor político capaz de llevar a cabo esa tarea con éxito es el pueblo cuando ingresa al cuarto oscuro.

Las elecciones presidenciales del 23 de septiembre de 1973

Resultó sorprendente que el gobierno no haya recordado un hecho relevante acaecido el 23 de septiembre de 1973. Ese domingo tuvieron lugar las elecciones presidenciales convocadas en julio por el entonces presidente interino Raúl Lastiri, yerno del siniestro y poderoso Ministro de Bienestar Social, José López Rega. La fórmula Perón-Perón obtuvo el 61,85% de los votos. Sus principales perseguidores quedaron muy lejos: Balbín-De la Rúa (24,42%) y Manrique-Martínez Raymonda (12,19%). El retorno de Perón a la Rosada luego de casi dos décadas de exilio demostró el estruendoso fracaso del jacobinismo antiperonista imperante a partir de la Revolución Libertadora. Durante todo ese tiempo Perón no hizo más que aplicar aquel famoso proverbio “siéntate en el umbral de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo”. Eso fue lo que hizo Perón. Esperó el fracaso del jacobinismo antiperonista y cuando lo consideró oportuno, llegó a la Argentina para ser elegido, por abrumadora mayoría, nuevamente presidente.

El pueblo, angustiado y agobiado, había depositado todas sus esperanzas en el anciano líder (“el viejo sabe…”). Creía que era el único capaz de pacificar al país, de ordenarlo, de ejercer un gobierno racional. Esa ilusión se hizo añicos horas después de la elección. El 25, un comando montonero ejecutó en la vía pública nada más y nada menos que a José Ignacio Rucci, el entonces todopoderoso secretario general de la CGT y hombre de extrema confianza del general. El alevoso hecho fue un golpe directo al corazón de Perón. El general jamás perdonó semejante afrenta. A partir de entonces el país se transformó en un gigantesco campo de batalla utilizado por la derecha y la izquierda del peronismo para dirimir sus diferencias. La guerra interna había estallado.

Buenas muchachas

En su edición del 23/9 Página/12 publicó un artículo de Irina Hauser y Raúl Kollmann titulado “Matá a quien vos quieras y ocultá las huellas”, la recomendación de Agustina Díaz a su amiga Brenda Uliarte”. Escribieron los autores:

“El 27 de agosto Brenda Uliarte le anunció a su amiga Agustina Díaz que había mandado a matar a Cristina Fernández de Kirchner y alardeaba con la frase “hoy me convierto en San Martín”. Uliarte le hablaba como en éxtasis: “¿Sabés el miedo que van a tener los presidentes? Me gustaría que alguien dé un mensaje que diga “al próximo que haga las cosas mal también le meto un corchazo (sic)”. Yo me la banco…” Díaz, que figuraba en su agenda como “Amor de mi vida”, le respondió: “Bueno, no sé. Matá a quien vos quieras. Y ocultá las huellas. Bien pilla wachaaaa”. “Sí, obvio lo estoy planeando. Recontra pilla. No me van a atrapar”, se jactaba Brenda”.

“Este tramo de las conversaciones fue puesto este jueves sobre la mesa por uno de los abogados que representan a Cristina Fernández de Kirchner, Marcos Aldazábal, cuando se hizo en la Sala I de la Cámara Federal la audiencia por el pedido de excarcelación de Díaz, ya que pondría en evidencia que la joven no era ajena al plan de magnicidio. Para la querella todos los mensajes muestran la participación de Díaz en el hecho y que los riesgos procesales de otorgarle la excarcelación son ostensibles. En sintonía con ese planteo los camaristas Leopoldo Bruglia, Pablo Bertuzzi y Mariano Llorens a las pocas horas resolvieron mantenerla en prisión”.

“Díaz, además, había ampliado su indagatoria el miércoles para insistir en despegarse con el argumento de que ella no estuvo en el lugar del intento de asesinato, el 1 de septiembre, en las inmediaciones de la casa de la vicepresidenta y que no se veía con Brenda desde hacía tres meses. Ante la jueza María Eugenia Capuchetti y el fiscal Rívolo dijo, según la declaración a la que accedió Página/12: “Brenda es una persona muy rencorosa. La primera vez que nos vimos después de que su hijo había muerto (había tenido un bebé que falleció a los pocos días de vida) yo tenía miedo de que me hiciera algo en plena calle porque Brenda había empezado con brujerías y cosas místicas en que ahora están los adolescentes de hoy, el tarot y cosas así. Ahora mismo tengo miedo de Brenda y también cuando yo salga afuera de qué es lo que me pueda esperar”.

“También dijo que Uliarte había eliminado un mensaje en el que decía que “Sabag era un boludo por no haberle dado las cosas a ella”. Se refería a Fernando Sabag Montiel, en teoría su novio y quien intentó gatillar contra la vicepresidenta con una pistola Bersa calibre 32. “Me dijo que Sabag sabe disparar, que el momento le jugó en contra pero que si era ella el tiro no erraba”, declaró Díaz”.

De haber leído estas líneas seguramente Martin Scorsese hubiera exclamado “Buenas muchachas”. Así como en el laureado film Robert De Niro y Joe Pesci planificaban asesinatos sin que se les moviera un músculo, con una frialdad que asustaba, de igual forma Brenda Uliarte le comentaba a su amiga Agustina Díaz su intención de asesinar a la vicepresidenta de la nación. Realmente da escalofríos la naturalidad con la que escribía sus mensajes de odio, como si fueran invitaciones a pasar un día al aire libre. Desconozco por completo la psicología pero seguramente Sigmund Freud se hubiera hecho un festín con esa mujer. Su enojo se debe a que su pareja falló. En ningún momento se le nota el menor atisbo de arrepentimiento. Por el contrario, se muestra orgullosa de lo que tenía en mente, a tal punto que tiene la osadía de compararse nada más y nada menos que con el general San Martín. ¡Con el padre de la patria! ¡Con el prócer que liberó a chilenos e incaicos!

Mientras leía el artículo de Hauser y Kollmann me preguntaba cuántas mujeres y hombres jóvenes habrá en el país como Brenda Uliarte y Fernando Sabag Montiel. Deben ser unos cuantos, desencantados y resentidos con la vida. Deben ser unos cuantos, ávidos por salir del anonimato, por quedar registrados en los futuros libros de historia. A uno se le hiela la sangre lo que pudo haber pasado en el país si Sabag Montiel asesinaba a la vicepresidenta. ¿Cómo hubieran reaccionado los millones de compatriotas que odian a Cristina? ¿Hubieran salido a la calle a festejar el magnicidio? De haberlo hecho ¿cómo hubieran reaccionado los millones de argentinos que aman a Cristina? ¿Hubieran soportado ese festejo? Si quienes festejaban en la calle el magnicidio se hubieran encontrado con quienes lo estaban lamentando ¿qué hubiera pasado? Mejor ni siquiera imaginarlo. Como expresa Ricardo Aronskind en su última columna publicada en El Cohete a la Luna (“Milagro y Advertencia”, 18/9/022) “el intento de asesinato de Cristina va mostrando una cara horrible de la sociedad argentina, que se viene incubando desde hace un tiempo. Es inevitable relacionar la irracionalidad, el odio y la pasión violenta con el movimiento social que dio origen al macrismo, el conflicto desestabilizador del campo contra el gobierno kirchnerista. De allí en más, la derecha cultivó la furia y fidelizó a su propio electorado hundiéndolo en un mar de falsedades que promovían la indignación y el resentimiento. La milagrosa supervivencia de Cristina al criminal atentado debería hacer reflexionar a sus propias filas. ¿Cómo se llegó a esto? ¿Qué cosas no se hicieron bien? ¿Por qué hay un avance incesante de la derecha, a pesar de haber protagonizado un gobierno pésimo y de no mostrar ninguna propuesta que tenga que ver con el cuidado y la protección de la gente? ¿Tendrá esto algo que ver con una estrategia política y económica claudicante del gobierno del Frente de Todos, que desestimuló y desmovilizó a sus propias bases?”

Anexo

Ortega y Gasset y las aglomeraciones (primera parte)

“La rebelión de las masas” (ed. Porrúa, S.A., México, 1985)) es uno de los libros más célebres del filósofo español José Ortega y Gasset (1883-1955). Dueño de un agudo poder de observación, Ortega centra su atención en un fenómeno que, para bien o para mal, es el más relevante en la vida pública europea: el advenimiento de las masas al escenario social.

Las masas se caracterizan por su escasa capacidad para dirigir su propia existencia y la sociedad, con lo cual cabe reconocer que Europa se enfrenta a una crisis de una gravedad inédita en la historia. Tal crisis no es otra que “la rebelión de las masas”. Para Ortega términos como “rebelión”, “poderío social”, etc., no poseen exclusivamente un sentido político. La vida que se desarrolla en el ámbito público es política, pero también es intelectual, moral, económica y religiosa. La mejor manera de comenzar el análisis de la rebelión de las masas consiste en observar un hecho por demás evidente: el “lleno”. En efecto, las calles están llenas de autos, los hoteles están llenos de turistas, los espectáculos están llenos de espectadores, los trenes están llenos de pasajeros; todos los espacios, cubiertos y al aire libre, de las ciudades están llenos de gente. Lo que antes era irrelevante, ahora es un verdadero problema: encontrar un lugar para disfrutar del aire libre o asistir a un partido de fútbol. ¿Cabe imaginar, se pregunta Ortega, un hecho más simple y constante que el “lleno”? Ahora bien, quien suponga que esta observación es trivial, se equivoca groseramente. En efecto, la simple constatación empírica del “lleno” abre las puertas a una serie de reflexiones más profundas que Ortega aborda con una sagacidad inigualable

Que haya mucha gente ocupando todos los espacios públicos, ¿no es un signo alentador? ¿No pone en evidencia una elevación de la calidad de vida de las mayorías populares? En última instancia, las salas de los teatros fueron construidas para que se llenen de espectadores, al igual que los estadios de fútbol, las playas y los hoteles. Pero sucede que en épocas pasadas los espacios públicos no estaban llenos y hoy lo están. La cantidad de gente que queda en la calle aguardando entrar a un restaurante es un fenómeno propio de la época presente. “Aunque el hecho sea lógico, natural, no puede desconocerse que antes no acontecía y ahora sí; por tanto, que ha habido un cambio, una innovación, la cual justifica, por lo menos en el primer momento, nuestra sorpresa”.

Ortega se sorprende con el fenómeno de las aglomeraciones. Y sorprenderse, remarca el filósofo, es comenzar a aprender. El hombre quiere aprender algo cuando ese algo le aguijoneó su curiosidad. Sorprenderse “es el deporte y el lujo específico del intelectual”. El mundo está repleto de fenómenos que son una maravilla para quien tenga sus pupilas bien abiertas. El intelectual se diferencia del futbolista (resulta por demás evidente que Ortega subestima su capacidad intelectual) precisamente en la capacidad que posee aquél de clavar sus ojos en algo que despertó su atención.

Luego de quedar pasmado por el fenómeno de la aglomeración, Ortega se adentra en un plano más profundo del análisis: las causas del fenómeno. ¿Por qué ahora es frecuente ver los bares llenos, las playas llenas, los estadios llenos? Hace quince años había en Europa tanta gente como ahora. ¿Por qué, entonces, hace quince años no era frecuente ver a las muchedumbres llenando todos los espacios públicos? Ortega responde: “Los individuos que integran estas muchedumbres preexistían, pero no como muchedumbre”. Antes, los hombres se repartían en pequeños grupos o vivían aislados. Antes, cada individuo ocupaba un lugar específico, en la ciudad, en el barrio, en el campo. Ahora, irrumpe la aglomeración como fenómeno sociológico novedoso En todas partes se ven muchedumbres que se instalan en los mejores lugares, antes reservados a las minorías.

Ahora, las muchedumbres se han hecho visibles, instalándose en aquellos lugares antes vedados. Antes, las muchedumbres pasaban inadvertidas. Ahora, han tomado la iniciativa, dejaron de ser partenaires de las minorías para ocupar el centro del escenario. Se acabaron los protagonistas: ahora sólo hay coro, sentencia Ortega, quien no logra ocultar el malestar que esto le produce. Ahora, sólo hay muchedumbre. Este concepto es para Ortega cuantitativo y visual. El concepto de muchedumbre se vincula estrechamente con el de masa social. ¿Qué es una sociedad en última instancia? “Es una unidad dinámica de dos factores: minorías y mayorías”. Las minorías se componen de individuos especialmente cualificados, mientras que las masas se componen de individuos no cualificados. Para Ortega, masa no es sinónimo de masas obreras sino de hombre medio. “De este modo se convierte lo que era meramente cantidad-la muchedumbre-en una determinación cualitativa: es la cualidad común, es lo mostrenco social, es el hombre en cuanto no se diferencia de otros hombres, sino que repite en sí un tipo genérico”. ¿Qué ganó Ortega con esta conversión de la cantidad a la calidad? Algo fundamental: la posibilidad de comprender la génesis de la cantidad, de la muchedumbre. La constitución natural de la muchedumbre implica, qué duda cabe, la coincidencia en sus miembros de ideas, maneras de ser, aspiraciones, etc. Esta coincidencia se da también en todo grupo social, por selecto que sea. Efectivamente es así, pero es factible detectar, señala Ortega, una diferencia fundamental.

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