Por Paul Battistón.-

¿Qué tan serio es un meme? ¿Quizás lo suficiente para que un outsider ejercitado de panelista y sentado en la soledad de un solo par de bancas se convierta en la figura central y comandante sin escalas intermedias?

La seriedad pasa por las cosas serias justo donde algunos ingeniosos memes son capaces de lacerar la veneración de ciertos intocables. ¿Quién es dueño de un meme sino la Fuenteovejuna de los cojones llenos, esa que enreda todo el ciberespacio de la cuadrícula que un Moyano nunca podrá piquetear?

Un poco de velcro para poder arrancar cartelitos actuando una idea ya expuesta y anunciada sólo para que TikTok la lance al regocijo de esa Fuenteovejuna que puede perder la sensibilidad de las piernas sentada en un baño viendo memes. La parodia en cuestión ha sido el penal certero de la diferencia para un triunfo que el aparato despilfarrador y devorador del peronismo no pudo doblegar y mucho menos entender. Si de aquí en más continuaran con su costumbre de mentir, deberían reformularlo a lenguaje meme. Algo muy difícil, el meme nació de la verdad incómoda y casi montando el prejuicio con justificativo de sorna.

Movilizar a quienes piden un helado desde la inmovilidad de una app y recorren calles desde Google Street View para que demuestren descontento por un gobierno que ha ganado usando la misma libertad tetra dimensional del espacio intocable, es de gilipollas.

Ni un Iñaki, ni un Maratea podrían escribir o imaginar el algoritmo circunstancial que los viraliza pero es su escenario natural, son peces en su agua. De la misma forma, un Messi no podría escribir las ecuaciones del trazado de la precisa conjunción de ecuaciones de recta que la pelota logra a través del impulso de sus pies; simplemente es su escenario, es un pez en esa propia agua.

Nunca el acontecimiento nefasto de un paro impulsado por quienes se resisten a un cambio fue tan convenientemente combatido por quienes comenzaron cambiando el tablero. Ya no se trata de parar o no parar contra un gobierno; se trata de aceptar con miedo el sometimiento bruto o de burlar de una forma humillante el empoderamiento primitivo y rústico necesitado de la primitiva calle para conservar su Audi. Y los memes lo anuncian, lo exponen y lo vuelven texto irrebatible.

Los algoritmos no frenan, los virales apabullan y la calle con la que pretenden hacerles frente es el pasado atendido por alguien que entiende de pasado.

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