Por Ernesto Rizzi.-

Cada uno con su estilo, los diferentes sectores de la oposición libran su batalla más o menos evidente, más o menos artera, para lograr varios objetivos. El target oculto es que se gaste el tiempo de romance entre el presidente electo y la población sin que se pueda plasmar ningún cambio. El más evidente es la vocación de que no se pueda bajar el gasto y entonces forzar a una emisión que garantice la inflación en los niveles massistas, lo que sería un tremendo fracaso para cualquiera, menos para el exministro milagroso, que tiene la piel amiantada y la sonrisa tatuada.

El peronismo hará todo lo posible para que ni siquiera se llegue a tratar la Ley Ómnibus, transformando cualquier debate o tratamiento parlamentario en una pelea o cuestión de principios, con pilas de ofendidos, enojados, agraviados, nerviosos y belicosos legisladores impidiendo cualquier debate racional. Sobre todo, evitando dar razones del porqué de su negativa a contener la inflación, el déficit, la emisión, la corrupción, el acomodo, la prebenda y el negocio de los subsidios.

Nada sería más negativo para el sistema político-empresario-judicial-sindical argentino que el gobierno fuera exitoso en su lucha contra la inflación, en favor de la desregulación, la libertad y el crecimiento. Pondría en evidencia su inutilidad y su colusión en perjuicio de la sociedad. Y nada sería más peligroso para ese cuarteto infernal que el Ejecutivo tuviera éxito en su propósito de salir de la pobreza, la ignorancia, la decadencia y la corrupción.

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