Por Jorge Raventos.-

El prestigioso economista Miguel Bein ha formulado una refexión aguda, casi una advertencia. “A veces -dijo- un buen programa de mediano y largo plazo puede estrellarse en el corto plazo por decisiones equivocadas”.

La transición política iniciada en 2015 se orientó en principio a despejar obstáculos heredados de la gestión kirchnerista. En esa etapa, con acuerdos prácticos en el campo legislativo y con la actitud paciente del movimiento obrero, se levantó el cepo cambiario, se negoció con los holdouts, se anularon retenciones, se lanzó el blanqueo. Hoy se puede apreciar el rédito de esas medidas y esa orientación.

El Poder Ejecutivo delineó un eje central del programa de mediano y largo plazo. Citando a Perón (a menudo sin dar crédito por la cita) el Presidente Macri declaró que “la productividad es nuestra estrella polar”. Entretanto, en el corto plazo encaró políticas de poco sustento y formuló promesas que, al no cumplirse, lo obligaron varias veces a pedir disculpas y a poner marcha alguna opción B.

Muchos de los pasos en falso han estado asociados a una propensión a la unilateralidad, que impulsa al macrismo a disociarse del sistema de fuerzas que le garantizó gobernabiidad y eficacia en la primera etapa , con la ilusión de monopolizar los esperados réditos de la transición.

En la primera etapa, al optar por el gradualismo y los acuerdos, el gobierno fue capaz de resistir las presiones de un fragmento de sus propias fuerzas que lo impulsaban al aislamiento reclamándole la aplicación de una especie de jacobinismo del ajuste.

Esa política fue abandonada ahora para optar por una retórica confrontativa y una estrategia de polarización que desprecia y minimiza a las corrientes que circulan por “la avenida del medio” (una ancha franja que incluye al massismo, al peronismo no K, a centroizquierdistas como Margarita Stolbizer y hasta a aliados del Pro, como Martín Lousteau) y pretende simplificar el espectro político a la opción Oficialismo o Kirchnerismo, o bien Democracia o Destituismo.

En tanto táctica partidaria, ese aislacionismo aislacionista medirá su eficacia en las urnas de octubre, se verá con qué resultado. Sin embargo, corresponde observarla en otro plano, en la funcionalidad que tenga (o no) para el cumplimiento del programa de mediano y largo plazo centrado en “la productividad como estrella polar, porque ese objetivo es importante para la recuperación y el desarrollo del país, requiere un papel activo del Estado y una movilización cultural de la sociedad y sus organizaciones sociales. ¿Es funcional, en ese contexto, buscar pelea con las organizaciones sindicales?

La estrategia de la productividad requiere estimular lo que muestra condiciones de competencia y reducir costos sistemáticamente: reducir la carga impositiva, ofrecer conexión física y electrónica rápida y económica, achicar trámites, garantizar seguridad, reestructurar la organización, ofrecer servicios eficaces (fundamentalmente, educación de calidad). Se trata de que el Estado vigorice su acción y mejore constantemente la productividad del gasto público y estimule a las empresas a emplear mejor tecnología y mejores sistemas organizativos.

Este programa de mediano y largo plazo está dando sus primeros pasos en puntos estratégicos: en Vaca Muerta, formidable recurso y fuente de energía barata para mejorar la competitividad de la industria nacional; también en materia de obra pública; en materia automotriz; en el campo de la cadena agroalimentaria. En esos movimientos se observa un sistema de sustentación que incluye, en principio, a empresas, Estado (Nación, provincias, municipios) y, a destacar, organizaciones sindicales.

Esa orientación debería guiar también las decisiones y actitudes de corto plazo preservando la perspectiva de los acuerdos y la convergencia. Del otro lado, el jueves 6, después del vigoroso paro nacional, la CGT urgió al diálogo.

No está mal que el oficialismo convoque su gente a la calle o celebre que una multitud se haya autoconvocado el sábado 1 de abril. Tiene incluso su costado irónicamente positivo que quienes consideraban las manifestaciones callejeras expresiones obsoletas ahora las reverencien hasta las lágrimas

En cualquier caso, lo que debería inquietar, en términos de preservar el programa de mediano y largo plazo, sería que el círculo amarillo del oficialismo, colmado de emoción por su módico bautismo de masas, decida esta vez halagar a sus sectores más agresivos haciendo suyas las consignas más facciosas y confrontativas, adoptándolas como discurso oficial.

Es preferible buscar la estrella polar a estrellar el largo plazo por elegir el faccionalismo en el corto.

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