Por Luis Américo Illuminati.-

Típicos brulotes son los últimos desatinos de Alberto de llamar a sesiones para intentar destituir a Horacio Rosatti y al resto de los integrantes de la Corte Suprema para conformar a su vice, su mandante condenada por la justicia. Un cuadro pesadillesco que podría pintar Goya si hoy viviera para agregar a la colección de horror de los «Caprichos».

Un capricho surgido del miedo de Cristina Fernández de ir presa junto con sus hijos, lo que ha llevado a Alberto Fernández a tirar por la borda todos los valores éticos y morales que aún quedaban en pie. No hay ética ni límite que valga. Todo vale. Como el último escándalo: un burdo y grosero espionaje a la oposición y al periodismo no adicto para armar «carpetazos» y enlodar así el terreno, con la colaboración de oscuros personajes, coroneles o soldaditos cristinistas. La «mesa militar» del Chivo Rossi.

Alberto ha liquidado la Constitución, las leyes, la razón legal y el concepto de Patria. Ha erigido un Leviatán psicopático-partidario, un burdo sucedáneo de la institucionalidad y legalidad. Ha tergiversado hasta el sentido del lenguaje. Ha difuminado la lógica jurídica y aplicado una lógica perversa del Juicio Político. Un enjuiciamiento que a él le cabe cien veces, lo mismo que a Cristina.

Y tal como sucede con un hermoso cuadro que refleja en su tela un acontecimiento épico o un bello paisaje, los colores y las formas de la República se han esfumado y sólo queda un esbozo desleído y espectral, así es lo que queda del noble y glorioso cuadro que pintaron nuestros próceres, artífices de nuestra nacionalidad.

La realidad del presente que hoy vivimos son imágenes planas, chatas, sin volumen ni profundidad ni perspectiva, totalmente ausente el escorzo empleado por los grandes artistas clásicos para representar en la tela las imágenes tridimensionales que tenían delante de sus ojos. En cambio, hoy todo se ve borroso, nebuloso, indistinguible. Reina en todas partes una nueva «moralidad» que no es otra cosa que hipocresía y revanchismo.

Asistimos a un total eclipsamiento del pensamiento político y del sentido natural de las cosas. El nihilismo ha reemplazado a la armonía espiritual y a la fe religiosa en todos los planos de la vida individual y colectiva.

El cuadro de Mantegna «Lamentación de Cristo» (1480), es un modelo de escorzo o perspectiva que ya no existe, en lugar de Cristo vivo, tenemos pintado un Cristo muerto que antes fue traicionado y crucificado por los que gobiernan, así han hecho con la Patria forjada por nuestros ilustres hombres y mujeres del pasado.

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