Por Hernán Andrés Kruse.-

Este domingo se cumplen 39 años de una jornada electoral épica, inolvidable. Con el 52% de los votos, el candidato radical Raúl Alfonsín vencía al candidato peronista Italo Luder, quien cosechó el 40% de los votos. Se había producido el milagro: por primera vez en la historia el movimiento político creado por Perón perdía una elección nacional. ¿Por qué se llegó a semejante resultado que conmocionó al pueblo? Recurramos, una vez más, a nuestra memoria histórica.

La tragedia de Malvinas obligó al régimen militar a negociar con la clase política la transición a la democracia. Finalmente fue elegido el 30 de octubre de 1983 el día en que los argentinos decidiríamos quién se sentaría en el Sillón de Rivadavia para dar comienzo a una nueva etapa histórica en la Argentina. La militancia política renació como el Ave Fénix. Hubo una notable afiliación de jóvenes al radicalismo, cuyo liderazgo estaba en manos de Raúl Alfonsín, histórico adversario del legendario Ricardo Balbín. Pero miles de jóvenes también se volcaron hacia la Unión del Centro Democrático, liderada por Alvaro Alsogaray, y al Partido Intransigente, conducido por Oscar Alende. Mientras tanto, el peronismo conservaba su tradicional apoyo del movimiento obrero.

La elección se centró en el duelo entre la fórmula presidencial integrada por Raúl Alfonsín y Víctor Martínez, y la del peronismo, integrada por Italo Luder y Deolindo Bittel. En aquel entonces no existían las redes sociales y la televisión no era tan influyente. Lo fundamental era la calle, es decir, la capacidad de movilización. En este sentido, el peronismo llevaba la delantera. Quién iba a dudar de su capacidad para movilizar centenares de miles de simpatizantes en cualquier lugar del país. Pero se encontró con una sorpresa: Raúl Alfonsín demostró que estaba en condiciones de hacerle frente en ese terreno. En consecuencia, en los meses previos a las elecciones las calles fueron escenario de impresionantes movilizaciones tanto del peronismo como del radicalismo.

A pesar de ello, faltando pocas semanas para el 30 de octubre pocos ponían en duda la victoria del peronismo. Pero hubo dos hechos que torcieron el rumbo de los comicios. Por un lado, la histórica denuncia de Alfonsín sobre un pacto entre legendarios líderes gremiales y conspicuos militares que habían formado parte de la dictadura. Por el otro, el carisma de Alfonsín y su estrategia de hacer de la elección un plebiscito sobre los derechos humanos. Mientras tanto, el entusiasmo ganaba los corazones de los simpatizantes de Alfonsín. El candidato radical llenó el estadio de Ferro, las adyacencias del Monumento a la Bandera (Rosario) y la 9 de julio (acto de cierre de campaña). Por su parte, el peronismo hizo un acto multitudinario en la cancha de Vélez y en la 9 de julio, al día siguiente del acto alfonsinista.

El acto de cierre de campaña de Alfonsín en la 9 de Julio fue una fiesta cívica. Cerca de un millón de personas lo escucharon embelezadas y cuando recitó el Preámbulo, fue ovacionado. En cambio, el acto de cierre del peronismo en el mismo escenario fue otro cantar. Luder y Bittel se mostraron confiados, al igual que los dirigentes que los acompañaban en el escenario. Hasta que entró en escena Herminio Iglesias, un dirigente gremial del conurbano que no tuvo mejor idea que quemar un ataúd con la bandera radical. Luego de años de violencia política, Iglesias no tuvo mejor idea que cerrar el acto peronista con un acto de violencia política. ¿Este acto de barbarie sentenció a Luder? A esa altura la inmensa mayoría de la población tenía decidido su voto. A lo sumo, convenció a algunos indecisos a votar finalmente por Alfonsín.

La noche del domingo 30 de octubre de 1983 será imborrable para millones de argentinos, especialmente para quienes votamos por primera vez. Recuerdo el festejo de miles de personas en las calles de Rosario. La euforia era incontrolable. No era para menos. Por primera vez el peronismo era derrotado en las urnas. Creo que en ese momento nadie lo podía creer. La ilusión que despertó semejante triunfo fue gigantesca. Lo que sucedió a posteriori es otra historia.

Un verdadero animal político

El 27 de octubre de 2010 una noticia conmocionó a la Argentina. Por la mañana, cuando se estaba llevando a cabo el censo, los medios dieron la información: había fallecido el ex presidente Néstor Kirchner. Tenía 60 años. Estaba en su plenitud. Pero su corazón dijo basta. Había pasado a la eternidad el fundador del kirchnerismo, considerado por algunos como el hecho político maldito del país burgués del siglo XXI.

A fines de diciembre de 2001 el país se caía a pedazos. El 20 de diciembre un atribulado Fernando de la Rúa redactó su renuncia y abandonó la Casa Rosada en helicóptero. En ese momento Kirchner era gobernador de Santa Cruz. Muy pocos lo conocían a nivel nacional. Estaba junto a los restantes gobernadores peronistas, quienes habían rechazado de plano la propuesta de De la Rúa de conformar un gobierno de unidad nacional. El 1 de enero de 2002 asumió Eduardo Duhalde con la intención de terminar el mandato de su antecesor. No lo logró. La sangre derramada en la estación de Avellaneda en junio de 2002 lo obligó a acelerar los tiempos electorales.

En aquel entonces Duhalde tenía una obsesión: impedir a como diera lugar el retorno de Carlos Menem a la Casa Rosada. El dirigente indicado para ese fin era el gobernador de Santa Fe, Carlos Alberto Reutemann. Duhalde le ofreció la candidatura presidencial pero el “no” de Reutemann todavía retumba en los pasillos del poder. Tampoco prosperó el ofrecimiento al gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota. Fue en ese momento cuando entró en escena el gobernador patagónico. Duhalde le ofreció la candidatura presidencial porque otra no le quedaba. A Kirchner se le presentó la oportunidad con la que siempre soñó, aunque seguramente no en circunstancias tan dramáticas. El santacruceño aceptó el convite y compitió en las elecciones presidenciales celebradas en abril de 2003.

Aquel comicio pulverizó momentáneamente el tradicional bipartidismo. Compitieron en pie de igualdad nada menos que cinco candidatos: Menem, Kirchner, Rodríguez Saá, Carrió y López Murphy. La jugada de Duhalde dio sus frutos. En efecto, al permitir que tres lemas del peronismo compitieran por separado como si fueran fuerzas políticas independientes, Duhalde impidió que Menem ganara en primera vuelta. Pese a ganar, el escaso 24% que obtuvo en las urnas obligó al riojano a competir con Kirchner, quien había salido segundo con el 22% de los votos. Consciente de que perdería por goleada ante un ignoto adversario, decidió no competir en el balotaje. Además, obligó a su rival a asumir con el escaso porcentaje de votos que obtuvo en la primera vuelta.

Fue así, de una manera bastante tortuosa y casi fortuita, como Néstor Kirchner llegó a la presidencia. El patagónico asumió el 25 de mayo. Su discurso fue muy bueno, muy lejos por cierto de la demagogia y el populismo. Fue un discurso sensato, racional, plagado de sentido común. Fue un típico discurso de centro. La herencia que recibía era lisa y llanamente catastrófica. La autoridad presidencial estaba hecha añicos, la situación económica era angustiante y la crisis política era pavorosa. El vacío de poder era gigantesco.

Fue entonces cuando Kirchner demostró ser un verdadero animal político. Su objetivo principal fue reconstruir la autoridad presidencial. Consciente de que si no lo hacía se condenaba a ser un títere de Duhalde, el patagónico se ocupó desde el principio a ocupar el centro del ring. Con medidas drásticas, como el descabezamiento de la Corte menemista, el patagónico arrasó con cuanto obstáculo encontró en su camino. Lo que hizo fue, nada más y nada menos, que hacerse respetar de entrada, demostrar a todo el mundo que él era el presidente y no un subalterno del hombre fuerte de Lomas de Zamora.

Logró su cometido con creces. En poco tiempo recuperó la autoridad presidencial y pasó a ser a partir de entonces el macho alfa de la política argentina. Con Kirchner no había términos medios: o estabas con él o estabas en su contra. Fue un cultor de la concepción política de Carl Schmitt (amigo-enemigo). Autoritario y vehemente, no le tembló el pulso a la hora, por ejemplo, de desafiar en Mar del Plata al mismísimo presidente de Estados Unidos George W. Bush, quien había viajado a la Cumbre de las Américas enarbolando la bandera del ALCA. En las elecciones de medio término de 2005 cortó definitivamente el cordón umbilical que lo mantenía unido al duhaldismo. En efecto, con la categórica victoria de Cristina sobre Chiche Duhalde en la provincia de Buenos Aires, tuvo lugar la génesis del kirchnerismo.

Fue en ese momento cuando Kirchner sintió que era el presidente de la nación. Envalentonado y exultante, no dudó un segundo en echar a su ministro de Economía, Roberto Lavagna, quien brillaba con luz propia, algo que molestaba sobremanera al santacruceño. A partir de entonces el presidente pasó a ser la figura política más relevante del país. Como la economía había comenzado a enderezarse, todos le perdonaban su ejercicio autoritario (y a veces desalmado) del poder. Su máxima demostración de autoridad tuvo lugar cuando impuso la candidatura presidencial de Cristina. Nadie osó cuestionarlo. Finalmente, logró su propósito: su esposa ganó cómodamente las elecciones de 2007. Por primera vez en la historia un presidente era sucedido por su esposa. Se trató, qué duda cabe, de una clara demostración de poder.

Cristina asumió el 10 de diciembre de ese año pero en los hechos Kirchner siguió teniendo a su cargo las riendas del poder. Para la presidenta fue vital el apoyo de su antecesor. Ello quedó de manifiesto cuando estalló el conflicto con el campo a comienzos de 2008. De no ser por el apoyo incondicional de su esposo, difícilmente hubiera soportado la embestida. Cristina estaba aprendiendo a ser presidenta cuando, de golpe, se quedó sin su esposo. El corazón de Kirchner dijo “basta” y a partir de entonces Cristina se vio obligada a ejercer el poder. El kirchnerismo había dejado el lugar al cristinismo.

Néstor Kirchner fue el último gran caudillo que tuvo el país. Sentía pasión por el poder. Le provocaba placer ejercer el mando, demostrar a todo el mundo que era el jefe. Fue, qué duda cabe, el hombre que el país necesitaba en ese momento de incertidumbre y desasosiego. Su muerte entristeció a muchos y alegró a muchos. Esa grieta continúa vigente.

Durante su presidencia el patagónico pronunció numerosos discursos. Uno de los más recordados fue el dedicado a la conmemoración del Día del Holocausto, en el Auditorio Belgrano, el 20 de abril de 2007. Dijo Kirchner:

“(…) La primera pregunta que nos surge a raíz de la invitación para conmemorar el Holocausto es ¿aquello sólo les pasó a los disidentes o a los judíos? Creo sinceramente que le pasó a toda la humanidad. Creo que la humanidad toda también debe hacerse cargo de su historia, produjo verdugos y víctimas que en nombre de un sin número de finalidades o seudos ideales, han protagonizado horrores de todo tipo (…) Sinceramente quiero destacar el valor de la rememoración, la recordación, el ejercicio de la memoria permanente. Creo que está en el centro de la lucha para que no se repitan horrores históricos mundiales y locales que han costado tanta vida, tanto dolor, tanto sufrimiento. Es muy necesario recordar, tener buena memoria (…) Recordar tiene que comprometernos a defender la vida en democracia, el respeto del otro, el valor del ser humano (…)”.

“La memoria que rescatamos no es un instrumento de odio, en ella está en juego la construcción de sentido de un pueblo contra la ignorancia y la indiferencia, contra la mutilación del futuro. La memoria como recuerdo colectivo, como evocación lanzada hacia el presente, como reserva de valor simbólico de un pueblo, preserva la identidad, ayuda a no olvidar lo aprendido, tiene que ser el camino para que no se repitan los errores pasados. Rescatamos el valor de la memoria para hacer un pueblo dueño de nuestro propio destino. La recuperación de la memoria es el primer paso para recuperar nuestro futuro, como pueblo libre y dueño de nuestro destino. El holocausto nos pasó a todos. Le sucedió a la humanidad como fatídica prueba de lo que es capaz el propio ser humano. Nos pasó a todos, pero fundamentalmente hubo una acción irracional, imposible de explicar, de verdaderos monstruos, que arremetieron contra todos, pero fundamentalmente contra la familia y el pueblo judío. La memoria como conmemoración tiene que ayudarnos a ser mejores. Para tratar de ser mejores recordamos y reafirmamos nuestro compromiso de defensa y respeto de los derechos humanos, de la comprensión de la diversidad y la pluralidad, y de la defensa y respeto a la democracia como forma de vida (…)” (fuente: discursos del presidente Néstor Kirchner, segunda parte, Ediciones Punto Crítico, CABA, 2011).

El atentado a CFK: Una nueva vertiente de la investigación

En su edición del 27/10 Página/12 publicó un artículo de Irina Hauser y Raúl Kollmann cuya lectura produce escalofríos. Lleva por título “Atentado a Cristina Kirchner: “Cuando la maten yo estoy camino a la costa”. Escribieron los autores:

“Marcos, ayer cuando salí de tu oficina fui con mi cuñado a comer a Casablanca. Al lado mío estaba (Gerardo) Milman con dos pibas y graciosamente decía “cuando la maten yo estoy camino a la costa” y se mataban de risa. Aportando este mensaje de WhatsApp de las 22.36 del 1 de septiembre, un testigo clave-empleado de un diputado del Frente de Todos, Marcos Cleri-declaró bajo juramento ante la jueza María Eugenia Capuchetti que Milman, vicepresidente del bloque PRO en Diputados, ya sabía el 30 de agosto que dos días más tarde se iba a cometer el atentado contra Cristina Kirchner. La jueza ordenó verificar el testimonio, por lo que se secuestraron las cámaras de la confitería Casablanca-ubicada frente al Congreso-y alrededores: en las imágenes se registró que efectivamente aquel día, a esa hora, estuvo Milman en Casablanca con dos mujeres, Carolina Gómez Mónaco e Ivana Bohdziewicz (…)”.

“Esta nueva vertiente de la investigación es de máxima importancia y pone otra vez sobre el tapete otro hecho protagonizado por Milman, mano derecha de Patricia Bullrich: el 19 de agosto, dos semanas antes del ataque a Cristina, el diputado presentó un extraño proyecto en el que decía textualmente “no vaya a ser que algún vanguardista iluminado pretenda favorecer el clima de violencia que se está armando, con un falso ataque a la figura de Cristina, para victimizarla (…) No es un dato menor que Milman integra la Comisión Bicameral de Inteligencia, o sea que mantiene vínculos con espías y ex agentes. Pero además, de esa Bicameral salió Gastón Marano, el abogado de Gabriel Carrizo, jefe del grupo que vendía copos de azúcar en la esquina de Juncal y Uruguay (…). El fiscal Rívolo y la jueza Capuchetti deberán decidir ahora los pasos a seguir, pero ya aparecen dos indicios que complican a Milman: a) el extraño proyecto presentado el 19 de agosto hablando de que habría “un ataque a Cristina”. b) Un testigo que, bajo juramento, dice haberlo escuchado hablar del asesinato dos días antes”.

El atentado a CFK lejos estuvo de haber sido el accionar de un grupo de loquitos, de trasnochados que quisieron salir del anonimato. Detrás de los copitos y de Revolución Federal hay una poderosa estructura económica, política e ideológica que hizo posible el intento de magnicidio. Por el momento, la investigación marcha a paso de tortuga. ¿Realmente la jueza Capuchetti investigará este grave hecho hasta las últimas consecuencias? ¿Realmente la Corte Suprema tiene la intención de que dr sepa la verdad? Tengo mis serias dudas.

Anexo

El Informador Público en el recuerdo

La muerte política de Nisman

IP-05/03/2016

A mediados de enero de 2015, el por entonces fiscal de la causa AMIA, Alberto Nisman, lanzaba desde los estudios de TN una denuncia fulminante, inédita en nuestra de por sí ajetreada historia: la presidente Cristina Kirchner, el canciller Timerman y otras personas de menor relieve institucional habían encubierto, a través del memorándum de entendimiento con Irán, a los sospechosos iraníes de haber volado el edificio de la mutual judía. Quien lo entrevistaba, el periodista Edgardo Alfano, no lograba salir de su asombro. Nisman se mostró en su última aparición televisiva muy convencido de sus palabras y muy consciente de la gravedad institucional de su denuncia. Como no podía ser de otra manera, la denuncia de Nisman sacudió a la Argentina. Lanzar semejante acusación contra la presidente de la nación no era cosa de todos los días y el fiscal, por razones aún no del todo aclaradas, decidió hacerlo públicamente. Al día siguiente toda la oposición antikirchnerista salió a defender al fiscal, al igual que varios de sus colegas enfrentados con los miembros de “Justicia legítima”, la agrupación judicial que se había creado para defender el proyecto de Cristina de democratizar la Justicia. Destacados juristas tildaron a la denuncia de Nisman de mamarracho jurídico y otros la defendieron. Mientras tanto, el kirchnerismo apuntó todos sus cañones contra la figura de Nisman, a quien comenzaron a sindicar como miembro de un plan desestabilizador. El propio fiscal, envalentonado por las diputadas Patricia Bullrich y Laura Alonso, expresó que era su decisión concurrir al Congreso para ampliar su denuncia el próximo lunes 19 mientras que la diputada kirchneristra Diana Conti anunció que los legisladores de la bancada oficialista irían al Congreso con los tapones de punta.

Lamentablemente, la reunión de Nisman con los legisladores quedó trunca para siempre. En la mañana del lunes 19 de enero la opinión pública quedó conmovida por la noticia: el domingo 18 a la noche fuerzas policiales habían encontrado en su departamento de Puerto Madero el cadáver de Nisman, que presentaba un disparo en la cabeza. Tanto el oficialismo como la oposición procuraron desde un principio utilizar políticamente este macabro hallazgo. Bullrich y Alonso fueron las voces de quienes inmediatamente acusaron y sentenciaron a la enemiga perfecta: Cristina Kirchner. La hipótesis del asesinato fue enarbolada por estos sectores, al igual que por los fiscales cercanos a Nisman, por la ex esposa del fiscal, la jueza federal Sandra Arroyo Salgado y por el poder mediático concentrado. En la vereda de enfrente, la propia presidente lanzó la hipótesis, aunque con muchas dudas, del suicidio, hipótesis que fue defendida desde un principio por la fiscal Viviana Fein, cuya actuación dejó siempre mucho que desear. El desconcierto fue de tal magnitud que los equipos de forenses comprometidos en el caso, uno oficial y el otro contratado por Arroyo Salgado, no coincidieron en sus dictámenes. Cuesta creer que una ciencia tan precisa como la medicina forense provoque opiniones tan dispares. Para embarrar aún más la cancha, lo que aconteció en el departamento de Nisman las veinticuatro horas previas al macabro hallazgo sigue envuelto en una nebulosa. Aparentemente Nisman murió el domingo y durante varias horas sus custodios, pese a no encontrar respuesta desde el interior del departamento cuando efectuaban la llamada correspondiente, no tomaron la decisión que correspondía: derribar la puerta. Cerca de la medianoche ingresó al lugar la fiscal Fein encontrándose con un escenario sorprendente: muchas personas en el lugar, entre ellas Sergio Berni, secretario de Seguridad. Qué sucedió en el lugar en las horas previas al arribo de la fiscal Fein continúa siendo un misterio para la opinión pública.

Durante el transcurso de 2015 hubo opiniones encontradas sobre qué fue lo que realmente sucedió con Nisman. Para la fiscal Fein -también para Berni- se trató de un suicidio. Para la jueza Arroyo Salgado se trató de un homicidio. El esclarecimiento de esta vital cuestión es de crucial importancia ya que si finalmente se prueba que se trató de un homicidio debe intervenir la justicia federal, que es lo que desea la doctora Salgado. En los últimos días la jueza Palmaghini denunció penalmente a la fiscal Fein y luego de escuchar durante 16 horas al ex espía Jaime Stiuso, se declaró incompetente con lo cual la causa recaerá seguramente en la justicia federal.

La muerte política de Nisman constituye uno de los hechos más graves desde que el pueblo recuperó la democracia en 1983. Se trata de una muerte política porque, haya sido un suicidio o un asesinato, la víctima tenía a su cargo nada más y nada menos que la investigación del atentado más grave de la historia argentina. La inmensa mayoría de la sociedad está convencida que se trató de un asesinato para impedir que Nisman hablara en el Congreso. Es probable que haya sido realmente un asesinato porque cuesta creer que una persona como Nisman, que se vio tan seguro de sí mismo en televisión, se suicide en las horas previas a un hecho que era sin dudas el más relevante, política e institucionalmente hablando, de su vida. Ante la eventualidad de que se trate efectivamente de un hecho criminal, muchos decidieron actuar como jueces, entre ellos varios medios de comunicación, y sentenciaron que la presidente de la nación había sido la autora intelectual del magnicidio. Otros, entre los que me incluyo, estamos convencidos que fue un asesinato pero que el o los autores buscaron aniquilar políticamente a Cristina, lo que en buen romance significa que a la presidente le tiraron el cadáver del fiscal.

Lamentablemente la causa Nisman se politizó en extremo. Desde que asumió Macri hay quienes pretenden imponer la veracidad de la hipótesis del asesinato con la obvia intención de culpar a Cristina Kirchner. El ex espía Jaime Stiuso, durante su exposición ante la jueza Palmaghini, dijo sin ruborizarse que a Nisman lo había matado un “grupo de tareas” local cercano a Cristina (mencionó a Quebracho). Por su parte, Luis D’Elía expresó que lo que Macri quiere es ver presa a Cristina. ¿Alguien con un mínimo de honestidad intelectual puede confiar en Stiuso, un ex agente de la SIDE que sobrevivió a la dictadura militar, a Alfonsín, a Menem, a De la Rúa, a Duhalde, a Néstor Kirchner y a Cristina hasta que la presidente decidió removerlo de su cargo? La cancha está tan embarrada que probablemente nunca se sepa la verdad. Tantos son los interese en juego que difícilmente la sociedad se entere de lo que verdaderamente ocurrió ese fatídico domingo 18 de enero en el departamento de Nisman, quien había sido promovido por Néstor Kirchner para que se dedicara a investigar, con el auxilio del propio Stiuso, el atentado contra la AMIA. Mientras tanto, el alma de cada uno de los muertos el 18 de julio de 1994 y la del propio Nisman (la víctima 86 del atentado) siguen sin descansar en paz.

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