Por Luis Alejandro Rizzi.-

“En los ambientes más intelectuales, en las columnas de opinión de la prensa gráfica y televisiva, cuando se sale de lo coyuntural o del análisis de temas específicos puntuales, aflora la línea discursiva referida a ideales institucionales. El sindicalismo vuelve a la carga, aparentemente reunificado, para expresar con su estilo bien conocido lo que todos ya conocen, muchas demandas y pocas soluciones. Es la política toda, no sólo el gobierno nacional, la que tiene poco para comunicar a la sociedad”. Manuel Mora y Araujo, Perfil, 24/4/2016.

Recomiendo la lectura del artículo de Mora y Araujo, al que pertenece la transcripción precedente.

Pienso que lo que Mora y Araujo llama “temas específicos puntuales…” son las llamadas “cuestiones” de Carlos Floria, que a su vez diferenciaba de los simples problemas que se deben resolver cotidianamente.

Con un ejemplo pretendo aclarar la cosa. Elegir una carrera profesional o un oficio, para un joven, es una “cuestión”, porque será una definición vitalicia; luego, estudiar y especializarse serán los problemas que deberá ir resolviendo para lograr su título habilitante.

Una “cuestión” sería un “problema de problemas”, como también ilustraba Floria; son los “problemas cruciales”.

La sociedad argentina tiene que resolver cuatro o cinco cuestiones esenciales y, una vez resueltas, se presentarán los problemas para su implementación, ejecución, seguimiento y obtención de los resultados esperados.

La primera cuestión es política y se refiere al fortalecimiento institucional de los tres poderes de gobierno y a la eficacia de la gestión que genere en la gente esa mínima cualidad de legitimidad, condición necesaria, pero no suficiente, para respetar la vigencia de las leyes, expresión que comprende a toda la legislación en sentido amplio. Esta cuestión aún está pendiente y donde más se nota la deuda con la sociedad es en el Poder Judicial, en especial por la acción de algunos jueces del fuero federal, que parecen más empeñados en ocultar una parte de la verdad que en descubrir la verdad.

Este poder es el más difícil de reconstituir, no sólo por la lógica estabilidad vitalicia de los jueces sino por los engorrosos sistemas de control, a tal punto que el Consejo de la Magistratura se ha convertido en un órgano que parecería que juzga el color político partidario de los magistrados, antes que su idoneidad profesional para el cargo.

En ese sentido, la investigación de la ruta del dinero K, por ahora limitada a Lázaro Báez y familia, podría ser un hito y también sería necesario que el Consejo de la Magistratura evalúe la conducta de jueces que aparentemente habrían cajoneado expedientes como los casos “Hotesur” y el de la propia ruta del dinero. Al respecto, la denuncia hecha por Carlos Pagni respecto del Dr. Casanello es gravísima. La transcribo: “En los tribunales aseguran que Casanello mantiene contacto permanente con El Calafate, a través de Telegram. Apenas Fariña terminó su declaración, se unió a esa mensajería”.

La segunda cuestión tiene que ver con la posición de la Argentina en el mundo y en este aspecto parecería que el gobierno ha tomado un rumbo aceptado por la mayoría de la ciudadanía.

La tercera cuestión es la económica. Argentina lleva setenta u ochenta años de fracasos y retrasos y hasta ahora parecería que habría que seguir haciendo lo mismo con más decencia. Espert definió al macrismo como un “kirchnerismo honesto”.

Las prácticas autoritarias y dirigistas, que en definitiva es el populismo, son las que nos llevaron a este retroceso. Esas mismas prácticas son las que generaron la corrupción, porque facilitan que los funcionarios les pongan precio a sus decisiones y que ese precio se considere viable y razonable por los que optan por el cohecho y la dádiva. El famoso “roban pero hacen” es una falacia con la que se pretende justificar los límites de la honestidad.

Dicho de otra manera, pagar un 15% es honesto, pagar un poco más es corrupción y mucho más, Korrupción.

Es bueno haber eliminado el cepo. Es bueno haber disminuido y suprimido retenciones. Es bueno haber respetado una sentencia judicial y negociado su forma de ejecución, pero la resolución de estos problemas no resuelve la cuestión.

Es necesario tener en cuenta la experiencia de la década del 90. La fuerza de los hechos obligó a privatizar. Recordemos que no teníamos energía, transporte, teléfonos ni moneda. Esos temas se resolvieron como simples problemas, sin tener en cuenta que eran parte de una “cuestión” económica cultural. Eso llevó a que se aprovechara la coyuntura en beneficio propio, pero sin tener en cuenta el bien común. El “dame dos” fue una cabal expresión de nuestra desmesura.

El sistema de tipo de cambio convertible debió ser un medio para cambiar nuestra cultura económica -diría rentística y oportunista- y precisamente consecuencia de su fracaso fue la crisis que provocó su ruptura y volver en un plazo de diez años a más del mil quinientos por ciento de inflación.

La otra experiencia que se debe tener en cuenta es la necesidad de delinear un ágil sistema de seguro social o desempleo que alivie esta transición.

Por último, los empresarios deben tener en cuenta que el gobierno necesitará respaldo electoral en las elecciones de medio término y para ello debe cambiar su imagen y comenzar con inversiones que faciliten la creación de empleo, lo que convencerá a la ciudadanía de que se ha iniciado un nuevo y certero rumbo.

El gobierno de Mauricio Macri debe liderar políticamente a la sociedad explicando y comunicando la razón y los fundamentos de cambios que deberemos afrontar como sociedad en su conjunto pero las dirigencias deben hacer su parte. Pero para ello deben ser convocadas a una tarea.

Y en ese ámbito debe producirse el demorado diálogo político e intersectorial.

Lo que llamaría el dilema del gobierno de “Cambiemos” es que no se anima a ejercer eso que Ortega llamó “derecho de autoridad” y eso nos lleva a otra pregunta: ¿realmente el gobierno puede o quiere mandar?

El llamado consenso debe construirse con relación al respeto de ciertos valores que juegan como verdaderos puntos cardinales de la cultura.

Como lo decía Ortega con relación a España, podríamos decir: “Si ahora tornamos los ojos a la realidad argentina, fácilmente descubriremos en ella un atroz paisaje saturado de indocilidad y sobremanera exento de ejemplaridad”.

En otras palabras, constituimos un colectivo social sin gobiernos con autoridad y, por tanto, al carecer de la certeza y ejemplaridad que deviene de la “auctoritas” nos hemos convertido en una sociedad de anómicos, es decir, sin ley.

La peor herencia de los doce años de kirchnerismo-kristinismo es precisamente que se hizo mérito de la obsecuencia como sinónimo de docilidad y se exhibió a la chabacanería como supuesta virtud.

La docilidad significa aptitud parta recibir enseñanzas y obedecer, pero para ello alguien debe saber mandar y ser ejemplar.

Esta ausencia de autoridad en nuestra dirigencia es lo que explica que en estos momentos de crisis no tengan nada para decir.

Ésta es la cuestión de las cuestiones o el dilema de Mauricio Macri en especial.

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