Por Paul Battistón.-

Por cada uno de los extremos de los vectores involucrados en el juego de sumarse para determinar la dirección de nuestro destino se debe trazar una paralela al otro vector partícipe de la cuestión. La unión del punto de partida de los vectores con la intersección de las paralelas trazadas nos dará la resultante de ambas posibilidades individuales o de ambas fuerzas (en caso de serlo) o de ambas propuestas.

Si las intenciones de dirección fueran más de dos, el procedimiento deberá repetirse hasta la obtención de una resultante única que tendrá una intensidad representativa de la combinación de intensidades aportada por cada vector inicial. La traza de dicha resultante será siempre más cercana a la traza del vector aportante de mayor intensidad.

La inexactitud de la representación política y la elasticidad de las cuestiones sociales no dejan que necesariamente el resultado surgido como consenso coincida con la estricta dirección de una suma vectorial. También podríamos conjeturar que la dinámica social terminará reubicando cualquier resultante surgida de un consenso de partes de representaciones políticas no exactamente fieles a sus mandatos. La resultante obtenida y esperada como rumbo seguro se reubicará en una posición más cercana a quien mejor haya interpretado la intención ciudadana del rumbo mayoritariamente deseado. El tiempo acercará mayor razón a alguna de las direcciones propuestas previas al consenso. O quizás la dinámica hará que una resultante supuesta como acertada se reubique acorde a cambios ajenos al consenso previo.

La dinámica de movimiento y reubicación de la resultante de nuestro rumbo será un juego de representación inexacta de los mandatos otorgados, un sopesar de los consensos, un dictado de las consecuencias del sentido común y una reubicación forzada por la evolución misma de la tecnología social.

Nuestro fracaso particular fue durante largo tiempo el resultado de la obtención de una resultante nula, o aun peor, dirigida a contramano de la dirección temporal perceptible (hacia el pasado).

La reinterpretación inversa de cualquier objetivo político o de gobierno es el resultado directo de la aplicación de la “Doctrina” (peronista, por supuesto) donde la inversa del sentido común podría desglosarse en una inversa de la lógica económica, en un sentido errado de interpretación geopolítica, en un sentido malversado de la administración pública y para ponerle una frutilla al postre un sentido inverso (reemplazando ya como insuficiente el sentido parcial) de la definición de justicia logrado por la evolución kirchnerista adosando el adendum de la doctrina zaffaroniana a la doctrina mayor (un nuevo testamento para anular cualquier intento de proyección en dirección futura).

Toda iniciativa tendrá siempre su acción inversa apoyada en los textos del resentimiento dinámico del movimiento y su doctrina. Si no puede anular (objetivo de primera) entonces restará.

El sistema sometido había quedado preparado para esa manifestación final de inmovilidad. Nunca mejor visible que en la tragedia del gobierno de Mauricio Macri finalizado en su mismo punto de partida (es obligatorio reconocerle su logro de haber evitado un retroceso). El transcurso del tiempo durante su gobierno fue una vidriera de esa inmovilidad impuesta a la máquina. Nada podría haber logrado Macri con esos mecanismos disponibles preparados para dejar todo igual en base a la obtención siempre de resultantes nulas (o casi). Jugó en el escenario equivocado, el del movimiento adverso y fuerzas restantes donde los consensos darían siempre resultante nula. Milei lo ha entendido; el escenario ha sido puesto a un lado, él juega en otro.

Nada más genético que el objetivo de anular del “Movimiento”, siempre sediento de políticas públicas de agitación aleatoria. En la sumatoria de energías de un sistema siempre está presente la energía interna para completar la ecuación (con una presencia casi siempre simbólica, salvo que se deba tener en cuenta alguna transferencia energética de agitación, o sea de calor). No hay nada más análogo al movimiento peronista que esa energía interna surgida de la agitación molecular que sólo puede manifestarse como calor y medirse como temperatura pero que en la sumatoria de desplazamientos finalmente aportará nulidad. Ningún cuerpo se moverá o desplazará por acción de la misma generada por la agitación molecular.

La definición misma del “movimiento de la inmovilidad”, agitación interna de resultante cero. Siempre anclados en el espacio tiempo en su culto de adoración necrófila.

Lo llevaron con disimulo, con la esperanza de que la caída de la ley ómnibus pudiera ser correspondida a un gobierno producto de un error de circunstancias temporales y tendencias del entorno.

Ya descubrieron la capacidad de aplanar de Milei y también su capacidad de discernir el punto exacto de inflexión del hartazgo de la opinión pública (o de forzarlo).

Ya saben que no pueden esperar milagros (en este caso particular, anti milagros); con Milei no se juega. Debieron sacar la cabeza de la arena y ponerla de frente a la ley Bases. La prostituta izquierda no cumplió con las expectativas en el primer round de febrero. ¿Por qué habría de cumplir ahora? Debió salir Cristina y, a falta de escenario o falta directa del púgil, Milei en el mismo se ve obligado a la elaboración del propio suyo en miniatura en su institución antipatriótica.

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