Por José M. García Rozado.-

En mi anterior artículo sobre política exterior y de defensa nacional, mencioné la hipótesis de conflicto de nuestra nación respecto del “integrismo fundamentalista” que luego de los ataques del pasado viernes 13 en París, han cobrado visibilidad pública hasta para los más descreídos. El ex canciller García Moritán en su exposición ante el requerimiento periodístico, citó que “existen más de 30 combatientes del ISIS -Estado Islámico o Dash- argentinos peleando en Siria e Irak”; poniendo sobre aviso a la ciudadanía y su dirigencia de que lo expuesto oportunamente es una “realidad concreta y palpable”.

Esta pesadilla que ahora atormenta a Francia se viene fraguando desde hace décadas, y como todos los episodios políticos relevantes, es la historia la que los explica y asimismo, es la que los ayuda a entender. Los franceses recuerdan ahora con estupor los ataques de enero último a la revista Charlie Hebdo, o los atentados de Atocha, al subterráneo de Londres o al del 11-S en New York y Washington: y están en lo cierto, responden a la misma matriz, por lo que las posteriores amenazas del EI (ISIS) de nuevos ataques a la misma Francia, a Italia, España, Bélgica, Alemania, Gran Bretaña y la misma EE UU recobran significación y requieren se les preste manifiesta atención, no sólo en los países del norte -Occidente desarrollado-, sino en todo el mundo, ya que este fundamentalismo integrista se asienta en la pasividad y el desconocimiento de pueblos y funcionarios que descreen de su “real y verdadera inserción” dentro de las comunidades nacionales.

El desarrollo y crecimiento, tanto como la brutalidad y la ferocidad de los integrantes del Estado Islámico -ISIS o Dash- expresa mucho más que el choque religioso que suele erróneamente atribuírsele, lo que termina por fin asomando ahora en Europa, como antes en EE UU, España y la Gran Bretaña es una realidad tan compleja que no se deja domesticar por los “moldes de ocasión”. Al comentar los sangrientos episodios de Paris, John Kerry (secretario de Estado estadounidense), dijo acertadamente que “constituyen una barbarie medieval y fascista “, conceptos doblemente certeros y que por lo menos en nuestro país -quizás ocupados por la campaña política del balotaje- “no son tenidos en cuenta, ni siquiera valorados en su verdadera dimensión”, ni por el pueblo y mucho menos por los candidatos y actuales o futuros funcionarios nacionales; aunque su sola enunciación no excusa de tener que preguntarnos “¿qué ha hecho Occidente para sufrir este embate feroz y sanguinario?” Para ser lo suficientemente rigurosos, y no caer en lugares comunes de simplismo y descalificaciones, debemos aceptar que, la complejidad de lo que enfrenta Francia es tal que enlaza, en un único haz, cuestiones que en apariencia parecen muy alejadas -crisis de refugiados, efectos del antiguo pasado colonial, marginación de sus periferias y el desempleo y la falta de futuro de sus capas juveniles-, que encuentran en el “llamado a la “Guerra Santa” su lugar en el mundo”.

Pero, para echar más leña al fuego, en la vieja Europa, a esto se le suma el racismo que crece a pasos agigantados y su manipulación electoral, esto sumado a la irresuelta -y provocada (tanto como las mayorías de las “primaveras árabes”, que esconden interferencias occidentales) guerra en Siria y la crisis financiera de 2008 que aún, y con mucha fuerza y permanencia, ahora tiene a una importante parte de Europa con “las manos atadas y el corazón en un puño”, por los ajustes y las penurias impuestas por sus respectivos gobiernos. Pero, así como ayer nomás el punto central era la invasión estadounidense (acompañada por la OTAN) de Irak y Afganistán, hoy lo es esencialmente el conflicto en Siria el punto neurálgico. Pero, si aceptamos esto como “verdad revelada”, volvemos a cometer el pecado del simplismo, pues ésta razón queda renga si no se la vincula a la “emergencia y el crecimiento del grupo terrorista ISIS” en las costuras del Estado Islámico en el fallido Irak tras la insensata y torpe invasión de los EE UU en 2003.

No simplifiquemos nosotros tampoco, “no es iraquí” el único factor que empuja la historia, como no lo son las guerras de Siria, o las mal llamadas “primaveras árabes” -que sólo fueron exitosas en Túnez, y fallaron en Libia y Egipto-, o las alteraciones geopolíticas impuestas por Occidente en Medio Oriente y las naciones árabes, o la nación Persa, por lo que por su peso obliga a que lo miremos con mucha atención, dejando de barrerlo bajo la alfombra, como está sucediendo en nuestro país. Varios presidentes de distintas naciones del mundo condenaron los atentados en París, Francia, y expresaron su solidaridad. Lo hicieron también desde distintas organizaciones de Derechos Humanos. Sin embargo, para la Argentina bastaron solo un par de tuits. En un país donde, según la propia presidente Cristina Fernández, los derechos humanos han logrado echar fuertes raíces gracias al Gobierno kirchnecristinista, esa fue la única condena al terrorismo internacional… Con los ataques terroristas en París que dejaron 129 muertos, reflotó un discurso que la presidente Cristina Kirchner había dado en la ONU en referencia al Estado Islámico, quien se adjudicó los ataques. En septiembre de 2014 la Jefa de Estado informó desde Roma, tras una visita al papa Francisco, que había recibido amenazas del Estado Islámico (ISIS). En ese momento sostuvo que si fuera por las amenazas “debería vivir abajo de una cama, como el Papa también”.

Luego, en Asamblea General de la ONU del mismo año, la Presidente habló sobre el ISIS e invitó a reflexionar sobre cómo se creó ese grupo terrorista y quiénes lo apoyaron con armas (en referencia a las potencias que alimentaron estos grupos que se empoderaron): “¿Entonces quiénes eran los que alimentaban a los opositores y les daban armas y recursos. Ahora es el ISIS, este nuevo engendro que aparece degollando gente por televisión en verdaderas puestas en escena que uno se pregunta cómo, desde dónde?”, expresó y agregó: “Me he tornado absolutamente desconfiada de todo. Las cosas que pasan en televisión en esas series que tanto nos entretienen son pequeñas ficciones al lado de la realidad que tenemos que vivir como mundo”. “Muchas veces hay que entender lo que pasa en cada sociedad, en cada pueblo, y tratar de ver cuáles son los instrumentos más adecuados para combatir en serio el terrorismo. Porque no sería nada extraño que el año que viene haya desaparecido el ISIS y haya aparecido cualquier otro grupúsculo de algún nombre extraño, con actitudes todavía más virulentas y más violentas”, sostuvo y pidió que la lucha contra el terrorismo “se lleve a cabo en un marco de juricidad y respeto a los derechos humanos que nos garantice no seguir retroalimentando el monstruo”. Tras el mal pronóstico de Cristina Fernández, ISIS, este “grupúsculo” al cual dijo no tener miedo no solo no desapareció sino que además se adjudicó el atentado en la ciudad de París, Francia, que hoy mantiene en vilo al mundo.

Se registraron varias decenas de muertos y cientos de heridos. Sin embargo, desde la Argentina, ni las organizaciones de Derechos Humanos, ni siquiera el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, quien hace poco confesó que votaría por el candidato oficialista a seguir ocupando la Casa Rosada se expresaron al respecto. Desde la “democracia K”, donde según la propia Cristina Fernández, los derechos humanos se han incorporado por completo, solo un par de tuits mostraron una corta condena de la mandataria al ataque: “Una vez más el horror y la tragedia global del terrorismo. Nuestra solidaridad con el Pueblo y Gobierno de Francia… #Paris”, “y con todos aquellos que en distintos lugares sufren las consecuencias de un mundo q por momentos se les torna incomprensiblemente agresivo”, “Nuestra condena más definitiva a tanta barbarie y desastre #Paris”, “Urge abordar a nivel global la cuestión del terrorismo desde una nueva y más amplia perspectiva.”, “Porque de lo contrario, no habrá lugar donde podamos sentirnos seguros. #Paris”, “Abrazamos fuertemente a las víctimas y sus familiares en este momento de tanto dolor y angustia. #Paris”

Criticando la “levedad” con la que en su país se trata el desastre generado por George W. Bush, el Nobel de economía Paul Krugman escribió, casi como un grito de alerta, en su columna en The New York Times: “La verdad importa”, y lo cierto es que esa guerra amparada en la mentira de las armas de destrucción masiva de Sadam y los atentados del 11-S, fue un desembozado plan de la Casa Blanca de “colonizar un espacio estratégico”, no sólo por su riqueza petrolífera… El efecto fue la disolución del Estado iraquí y una guerra civil que duró entre 2006 y 2007 y que aún no está del todo terminada, por la injerencia cada vez mayor del Estado Persa de Irán. Esa furia, también, generó desplazados, brutales masacres con decapitaciones y bombardeos masivos e indiscriminados a civiles y en definitiva el “cultivo para la “emergencia” de Abu Al Baghdadi”, jefe autoproclamado del “califato” de Dash. El académico francés Romain Caillet explica que muchos de los supuestos militantes religiosos del califato, son en verdad mercenarios (o combatientes) y ex oficiales del ejército regular iraquí de Sadam Hussein, expulsados y corridos primero por los estadounidenses y luego por el Estado iraquí en manos de los chiítas, enemigos de los sunitas.

Debemos dejar en claro, para no generar equivocaciones en el pueblo argentino, que este grupo del ISIS, como también y en mucha menor medida Al Qaeda, son y fueron funcionales a coronas y otro tipo de absolutismos de la región y que componen el sistema imperante aunque no sea entendido -ni querido- y aceptado por Occidente. El pueblo islamita, así como persas y en menor medida turcos no suelen entender ni aceptar el sistema democrático tal como lo conocemos los occidentales; y no por eso son -en muchísimos casos- menos libres, o menos felices. En definitiva, ¡son diferentes! Y eso debe ser estudiado cabalmente por Occidente antes de intervenir o interferir en las cuestiones culturales, políticas y religiosas de dichos pueblos. El error de muchos pensadores o analistas políticos de Occidente y de nuestra Argentina, es que “esos absolutismos no es “que necesitan como armas para imponer” ningún terror en sus poblaciones, porque ellos son “así aceptados por enormes proporciones de sus pueblos”, y aunque nos cueste creerlo no es que sean “aplastados por el desamparo material”, -que bien podemos afirmar con conocimiento de causa también existe, y de qué manera, en los pueblos europeos, americanos y los países desarrollados del Occidente capitalista y “democráticos”- para lograr así el control social”.

Debemos dejar de mirarnos el ombligo, y aceptar la diversidad cultural de muchos pueblos y naciones, lo que no podemos hacer (y lo estamos llevando a cabo con extrema rigurosidad) es “mirar para otro lado”, ni nosotros ni Occidente. Europa hace muchos negocios con casi todos o todos esos absolutismos y despotismos, es más se acaba de firmar un tratado con Irán que convierte a la nación persa en potencia regional, desplazando a Arabia Saudita y en menor medida a Emiratos Árabes Unidos de dicha posición, desbalanceando el de por sí ya muy desbalanceado equilibrio del Medio Oriente con la ocupación ilegítima de los territorios palestinos. Lo que pasa que Europa y los EE UU, tanto como Rusia necesitan de éstos para en definitiva imponer un control sobre recursos económicos y energéticos demasiado importantes. La guerra en Siria no escapa a esta lógica, aunque para algunos desprevenidos o maliciosos analistas la Primavera Araba del 2010, donde el seudo despotismo de Damasco ahogó una “disidencia asistida por Occidente”, terminando por generar el boomerang del integrismo con dos metas muy claras: impedir la expansión de aquella rebelión asistida, para Occidente libertaria, y usar el conflicto como cuña en la sorda disputa que libran Irán y Arabia Saudita por la dichosa primacía en el mundo musulmán.

El Dash (ISIS) cuyo califato ocupa zonas de Siria e Irak, golpea desde allí a Francia y a Europa en general -ayer fue Atocha en España, y también el tren londinense-,es una “herramienta”, ya que el incendio creció en los últimos años, con un mundo -y no sólo Europa- sofocado por la crisis económica y 19 millones de desocupados en ésta última y cientos de millones en el mundo occidental. Es en esta situación de marginalidad y desamparo, donde germina cada vez más un ánimo nacionalista y xenófobo con líderes oportunistas que aprovechan la creencia de sectores populares que asocian la inmigración que llega de África y ahora de los refugiados que huyen de Siria, Afganistán, Yemen y tantas otras naciones en guerra interna o empobrecidas con “el crimen y el fundamentalismo”. No entender que inmigración y fundamentalismo son diferentes cuestiones y que si se tocan es por la marginación y la extrema pobreza, no ya de los refugiados o inmigrantes ilegales, sino por las situaciones de desamparo en sus lugares de origen tanto o mayores que las que se viven en el “adentro de las mismas sociedades europeas”. Aliscioni equivocadamente invoca el criterio de que “en el fondo, este ataque artero a París busca una reacción cuyo efecto sea fortalecer a los absolutismos de Oriente Medio, enlazados a poderes políticos y económicos lejanos a su envoltorio religioso”. Cuando la realidad indica que son las razones de exclusión las que abonan el integrismo, algo que además no se manifiesta solo en Europa, u Oriente Medio sino que se extiende como reguero de pólvora a todo el mundo y llega a nuestro propio país.

Como bien denuncia García Moritán, ya existen argentinos -además de chilenos, brasileños, venezolanos y peruanos- peleando en el Dash o el ISIS, y cuanta más islamofobia surja, mayor será la fuerza de los halcones para alimentar el relato del “enemigo” que justifique la represión en sus dominios; el miedo y el terror, en una época de incertezas como la actual, siempre es un “arma de control político”, tanto como lo es el mirar para otro lado como se está haciendo en América Latina y en especial en Argentina, donde se impone la idea de que aquel fundamentalismo integrista no se encuentra en nuestra sociedad. Y con una sociedad desintegrada, como la argentina, los seudo beneficios de “integrarse a un sector político, religioso y que los incluya” es un atractivo demasiado grande para sectores juveniles desamparados y desechados por una sociedad que hace del individualismo una religión. No sólo es la Triple Frontera el lugar de acción de reclutamiento, sino que mimetizados con el narcotráfico y la narcoguerrilla, el integrismo fundamentalista encuentra campo propicio para sembrar y cosechar “combatientes y militantes” de la causa. Ha dejado de ser un problema del norte desarrollado y Occidental, para pasar a tocarnos en nuestro propio patio y en nuestro propio hogar.

¡Dejemos de mirar para otro lado porque “ahora el que nos ataca está entre nosotros”!

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