Por Manuel Lichtenstein.-

Cuando el Cardenal argentino Jorge Bergoglio asumió el papado en la Ciudad del Vaticano el 19 de marzo de 2013, ya contaba en sus alforjas con 14 rechazos de pedidos de audiencia a la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que sin embargo hoy se pisha toda con tal de que el hoy Papa Francisco le regale una cariñosa caricia por el lomo.

Pero resulta que sería caer en un grave error creer que Francisco es un hueso fácil de roer, como así también están muy lejos de la realidad los politólogos y opinólogos que aventuran inconcebibles pensamientos sobre el real costado político en que eventualmente se apoya este Papa que sin dudas le está marcando al mundo su concepción sobre el manejo de las sociedades, tanto económicamente como humanísticamente.

Francisco, sin proponérselo, conquistó a un pueblo difícil como el americano al cual sedujo desde que intuyeron que en su labor inteligente e incisiva, está limpiando con holgura el eje por el cual gira el Planeta Tierra.

De manera que en su mesiánica tarea de influenciar para qué una justicia social se decante en razón de las inevitables correcciones de los actitudes fundamentales del capitalismo, que no podrá evitar que un hombre con mayúscula, erigido en algo parecido al Enviado de Dios, le marque el derrotero a seguir, si es que realmente el mundo busca la paz por encima de las espurias y sucias intenciones por una parte de los que todavía enceguecidos siguen la ruta equivocada que puede terminar con la destrucción del Planeta.

Si analizamos la trayectoria de Francisco desde que asumió su papado hasta su viaje a Cuba y los EEUU, debemos reconocer con alegría que tanto la Iglesia Católica como otras confesiones, que de alguna manera se sintieron tocadas como nunca se había dado, por la palabra de este cura de los tamangos viejos, y que fuera elegido para salvar a este mundo que sin Él, difícilmente evitaríamos la oscuridad de las tinieblas.

Creo con razón, que a Francisco no lo podemos comparar con ninguna de las figura que le dieron brillo y lustre a la historia de la humanidad, ya que por sus principios su trayectoria y los propuestas que el mismo se formula, estamos ante la presencia de un ser que Dios ha señalado para que nos conduzca como si se encarnara en Moisés en un mundo que impondrá por decisión de los hombres bajo el Paraguas de Francisco, una verdadera justicia social que por imperativo de los hechos, nunca mas un ser humanos no viva con dignidad y con la alegría de vivir, que hasta hoy, solo les ha tocado como máximo, a una tercera parte de la población mundial.

A los que creímos en Jorge Bergoglio desde que prestigió a la Iglesia Católica con su laburo sin que nada influyan nuestras diferencias confesionales, tenemos la obligación de cuidarlo y preservarlo hasta que la dogmatizarían de sus impostergables deseos de que en la humanidad se hagan realidad y se vista definitivamente de rosa.

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