Por Hernán Andrés Kruse.-

El polémico fallo de la Corte que aplicó el cómputo del dos por uno en un caso de lesa humanidad (Muiña) demostró cuán profunda es la grieta de la sociedad argentina.

En su edición del 9 de mayo La Nación publicó un editorial titulado “El Estado de Derecho”. Dice el mitrismo: “El reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia que aplicó el cómputo de dos por uno a condenados por delitos de lesa humanidad y que tanta polémica despierta nos mueve a reflexionar acerca de si como sociedad hemos asumido plenamente lo que significa aceptar el Estado de Derecho, esto es, la sujeción del hombre al imperio de la ley que debe regir la vida en comunidad. Los delitos de lesa humanidad, en los que incurrieron ambos bandos en tiempos del enfrentamiento armado entre las fuerzas de seguridad y los terroristas revolucionarios, recogen siempre un merecido repudio. Hay también acuerdo respecto de la imprescriptibilidad de esos delitos, pero la unanimidad cede cuando se restringe ese carácter exclusivamente a los cometidos por la represión ilegal y se deja inexplicable e injustificadamente fuera a los cometidos por la guerrilla subversiva” (…) “A lo largo de la historia, el mundo occidental civilizado ha incorporado sabiamente principios inamovibles como la igualdad ante la ley, el derecho de defensa, el debido proceso y que nadie puede ser juzgado ni condenado por conductas no previstas en leyes anteriores al hecho, entre muchos otros. Las llamadas leyes humanitarias han suprimido la prisión por deudas y la tortura; han consagrado el principio de in dubio pro reo, o beneficio de la duda; el principio de la ley más benigna a favor del imputado siempre que ésta estuviese vigente al momento del hecho, y que las cárceles sean sanas y limpias “para seguridad y no para castigo de los detenidos en ellas”. En la misma línea están la reducción de la pena por buena conducta y la prisión domiciliaria para los mayores de 70 años” (…).

“A la luz de estos principios fundamentales (división de poderes y obligación de los jueces de fallar conforme a derecho), la sociedad debe comprender que si se quiere vivir en un Estado de Derecho se deben respetar las leyes, nos gusten o no sus términos, pues no existe ninguna política capaz de situarse por encima de ese cuerpo legal. Si el fallo en cuestión se hubiese aplicado a un ex montonero, la situación sería exactamente la misma, pues nada tienen que ver en esto la militancia ni las argumentaciones ligadas a la defensa de los derechos humanos. Precisamente por este motivo se representa a la Justicia con una venda en los ojos para simbolizar su imparcialidad: la ley es igual para todos” (…) “No puede menos que repudiarse la afirmación de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien, al cuestionar el fallo de la Corte Suprema, sostuvo que algo así no hubiese ocurrido durante su gestión gubernamental: otro vergonzoso sincericidio que confirma cuán lejos estaba de respetar la autonomía de los tres poderes que debe primar en una república, al aceptar que ella controlaba o aspiraba a digitar incluso al máximo tribunal de la Nación”.

“Que la sentencia no sea políticamente favorable al gobierno de Mauricio Macri, por un lado, y que desagrade a organismos defensores de los derechos humanos, por el otro, son una clara muestra de la independencia de la que hecho gala la Corte, con su dinámica de mayorías y minorías, al fallar de acuerdo con lo que entiende es la debida aplicación de la ley y las garantías procesales. Técnicamente el fallo resulta inobjetable, aun para sus detractores” (…) “En una auténtica república el respeto a la ley puede derivar en actos éticamente humanitarios, incluso para con aquellos que tan ferozmente la combatieron, pues sólo así se confirma su fortaleza y sus auténticos valores. Desgraciadamente, continuando con una inercia de enfrentamiento que sólo nos aleja del futuro para anclarnos en el pasado, una parte de la ciudadanía parece haber olvidado que venimos de más de una década de denunciar la falta de independencia del Poder Judicial. Ya comienzan a oírse voces que anticipan apelar a mecanismos constitucionales que pongan freno a nuevos fallos, incluso al absurdo pedido de juicio político a los magistrados que conformaron el voto mayoritario. En el juego democrático, todo lo que acontezca dentro del arco institucional debe celebrarse. Hasta aquí, respetamos un ejemplo del sano funcionamiento de la independencia de los poderes tan largamente reclamada”.

El artículo de Mempo Giardinelli, “El 2 x 1, el pasado y la enseñanza aymara”, publicado en Página/12 el 8 de mayo, está en las antípodas ideológicas del editorial del mitrismo. Sus párrafos salientes son los siguientes: “Ante todo hay que decir que es falso, y cínico, el distanciamiento del 2×1 que planteó el jefe de Gabinete, Señor Peña Braun. También los paños fríos que intentó el ministro de Dizque Justicia Señor Garavano” (…) “No hay contradicciones en el gobierno, sino una coherente postura ideológica retrógada. Todo lo que se les ocurre hacer con el pasado es matarlo. Liquidar la memoria del pueblo. Pero no van a poder. Por más que insistan. Si al menos leyeran un poco de la Historia Universal serían un poco menos torpes”.

“La política macrista y la involución neorradical en materia de Derechos Humanos (que espantaría a Raúl Alfonsín) evidencian que este fallo de la Corte se cocinó lenta, sistemática, calculada y fríamente. Empezó hace más de un año con el fogoneo mediático a una fanática correntina protectora de genocidas, seguida de la subrepticia instalación de ex jerarcas de la dictadura en puestos oficiales, proceso coronado después con el mediático operativo negacionista del Señor Lopérfido” (…) “Los negacionistas (incluido el presidente) abrieron camino a la reaparición de la llamada “teoría de los dos demonios”, sofisma desgastado y engañador de incautos, hoy sostenido por damas que fueron legisladoras y tienen familiares desaparecidos pero que ahora inesperadamente autoesmerilan sus propios historiales de cuando eran luchadoras admirables. Así se fue viendo la trama” (…).

“Así el oscuro entramado genocida-minúsculo en número pero poderoso en el mundo empresario, el Opus Dei, las cuevas de espías todo servicio y otras organizaciones mafiosas-fue protegido de hecho por el aparato judicial y por la nueva Corte Automática que preparaba este mandoble a la democracia. En febrero pasado un fallo (en el caso Fontevecchia) decidió que la Corte Interamericana de Derechos Humanos no puede revocar sus sentencias, con lo cual los cinco cortesanos se pusieron por encima de la Constitución Nacional. Poco después, en abril, otro fallo de la Corte le concedió prisión domiciliaria a un represor condenado a 22 años de cárcel por 107 secuestros y desapariciones” (…) “En todos los casos con votos decisivos de los dos jueces designados irregularmente por Clarín y por decreto macrista: Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz. A todo esto, la jerarquía católica reflotó su vieja, obsesiva idea de “reconciliación” con los genocidas y convocó a un “diálogo” imposible entre víctimas y victimarios del horror que vivió nuestro país en el siglo pasado. Esa supuesta “reconciliación” es falsa de toda falsedad por varias razones “(…)” porque es absurdo y provocador reclamar una “reconciliación” sin arrepentimiento del criminal” (…).

“Éste y no otro fue el camino de este fallo (en el perfecto segundo sentido del vocablo: acción y efecto de errar, equivocar), que en el colectivo El Manifiesto Argentino entendemos como una provocación a la civilidad y un peligroso atentado a la paz social, convencidos de que el pueblo argentino macizamente exige el cumplimiento incondicional de las condenas a los genocidas, la continuación de los juicios y el cumplimiento de todas las penas, tanto para los perpetradores como para sus mandantes y cómplices civiles, empresarios, eclesiásticos y militares. Y es que sólo la Justicia-una verdadera Justicia-es camino idóneo. Y no trucos retóricos e insinceros como esta patraña de fallar en base a una ley derogada hace años” (…) “Por eso fallos como éste sólo renuevan y aumentan la diaria violencia contra el pueblo, sometido diariamente por el gobierno más retrógrado, corrupto y antisocial de la historia argentina, que encima ahora impulsa y comparte con lo más reaccionario de la jerarquía católica la maniática obsesión por lograr impunidad para los asesinos” (…) “Hace poco me enseñaron que los pueblos Aymaras ponen al futuro siempre atrás, y adelante ponen al pasado, porque es el que enseña el camino. Grandiosa coincidencia: nosotros, el pueblo argentino, decidido por la Memoria, la Verdad y la Justicia, también”.

En su edición del 9 de mayo, La Nación publicó un interesante artículo de Vicente Palermo titulado “Cómo combatir el nocivo poder de las minorías intensas”. Sus párrafos salientes son los siguientes: “Hace 30 años, el economista Mancur Olson presentó…una interpretación sobre las trayectorias nacionales que experimentaban una declinación prolongada. Olson sostenía que los países habían crecido por haber logrado establecer, en un proceso en parte aleatorio y en parte deliberado, los incentivos correctos para hacerlo: reglas de juego y configuraciones institucionales capaces de dar empuje sostenido al crecimiento económico, resolviendo de un modo feliz su relación con la economía internacional y la orientación de sus inversiones. Pero muchos de esos países entraban luego en una fase de declinación. ¿A qué se debía?” (…) “Pero las más de las veces, los motivos eran endógenos. Grupos de intereses minoritarios pero intensos adquirían una influencia superior a la de grupos sociales muy mayoritarios por un problema de reacción colectiva: los pequeños grupos se movilizaban porque tenían mucho que ganar, mientras que los grandes grupos no encontraban impulso para hacerlo porque sus componentes tenían-individualmente-muy poco que perder, aunque en términos agregados perdieran mucho. Así, las minorías de preferencias intensas lograban privilegios que torcían los incentivos correctos, lo que tenía un efecto acumulativo contra el crecimiento (y una sana distribución del ingreso) “(…).

“¿Podemos examinar en mayor profundidad el largo plazo del caso argentino a la luz de las hipótesis de Olson? Nuestro país sufrió una profunda desarticulación al entrar en crisis la economía agroexportadora. Pero esto no explica la trayectoria larga de su decadencia. Al menos hasta principios de los 70 a los argentinos no nos fue tan mal. En cambio, minorías de preferencias intensas han ido contribuyendo decisivamente en una configuración económico-institucional con fuerte sesgo anticrecimiento y, además, socialmente regresiva. Podemos destacar tres como ejemplos entre muchos posibles: la economía protegida, la captura del Estado y la distorsión del federalismo. En los tres casos, se benefician importantes minorías, que han accedido a un notorio poder de veto. La economía protegida, centrada en la puja distributiva en torno al tipo de cambio, confiere el ritmo cardíaco al corazón de la economía argentina, imposibilita una genuina productividad, nos condena a una anacrónica incapacidad de exportar, nos somete al chantaje perpetuo de las crisis de balanza de pagos. La captura del Estado lo lleva a su hipertrofia y a que las agencias estatales estén con demasiada frecuencia al servicio de los servidores, no de los ciudadanos” (…) “Por fin, el federalismo fiscal distorsionado, una increíblemente inicua distribución de recursos públicos, es una fábrica de pobreza” (…) “Pero estas minorías que se asientan en la protección, la captura y el federalismo fiscal presentan un rasgo peculiar: las causas que defienden son populares. Las mayorías que pierden sistemáticamente debido a las posiciones privilegiadas de estas minorías las defienden, ya que consideran correcto lo que hacen: ¿cómo no va a ser correcto proteger la industria nacional y las fuentes de trabajo, respaldar la lucha de los docentes y ayudar a las provincias menos desarrolladas? Así, una oportunidad de oro para financiar la reconversión de nuestra estructura productiva y nuestro enlace al mundo, como fue el ciclo de magníficos precios de la soja, se desperdició: la Argentina no se interesa por eso. Hay una brecha entre lo que como sociedad necesitamos y aquello en lo que como sociedad creemos”.

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