Por Hernán Andrés Kruse.-

El “Davos porteño” es el primer gran acto político del presidente de la nación. En el Centro Cultural Kirchner el mandatario argentino fue el anfitrión de unos 1600 empresarios nacionales y foráneos ávidos por analizar a la Argentina como un buen lugar para hacer negocios. Si bien el presidente es local en el CCK su apoyo proviene de un grupo muy selecto de empresarios: los conglomerados locales y las multinacionales radicadas en el país y las firmas extranjeras dedicadas al sector de infraestructura desligadas del mercado interno. Ello refleja el nuevo patrón de acumulación que hoy impera en la Argentina, fomentado por el capital extranjero relacionado con los sectores de capital intensivos junto al agro, las finanzas y la minería. El empresariado presente apoyó las medidas económicas del gobierno aunque mostró algunas dudas sobre las posibilidades ciertas de viabilidad política del plan de gobierno de Macri.

El presidente de la nación fue el encargado de darles la bienvenida a los empresarios. “Espero convencerlos de que están en el tiempo y lugar perfectos”, manifestó entusiasmado. Aseguró que “estamos en una etapa de reglas de juego claras, de sensatez, con un Estado que se moderniza y se acerca a la gente”. Consideró que “los argentinos aprendimos. Hace treinta años elegimos vivir en democracia y ahora sabemos que para crecer se necesitan políticas de largo plazo. Sufrimos las crisis de 1989 y 2002 y hace nueve meses estábamos al borde de otra crisis, pero reaccionamos a tiempo y logramos evitarla”. Repitió que “tomamos las medidas necesarias. Muchas fueron difíciles. Asumimos en un país en recesión y altísima inflación. La inflación ya la empezamos a someter y vemos los primeros indicios de que la recesión va quedando atrás”. Luego hicieron uso de la palabra los CEOs de las multinacionales que se hicieron presentes en la CCK. El australiano Andrew Livers, CEO de Dow Chemical, expresó: “yo divido a los países entre los que tienen alfombra roja y los que tienen burocracia. Lo que este gobierno está haciendo es el comienzo de una reforma fiscal para generar un crecimiento prolongado. Necesitamos la persistencia del gobierno para continuar con los cambios”. “Tenemos que tener reformas en el comercio, fiscales y educativas. Así vamos a lograr las inversiones, comenzamos a vendernos y a ganar”. “Si pasamos esta etapa de resolución vamos a poder cambiar las normas y las reglas de juego y tener crecimiento sostenible durante décadas”. Quien no pasó inadvertido fue Paolo Rocca, jefe de Techint: “los empresarios miramos tres variables para analizar la inversión: la rentabilidad, las variables macroeconómicas y la estabilidad política. Las condiciones están dadas para generar inversiones. En este momento Argentina ofrece oportunidades. El legado de la última década es negativo en muchos aspectos, pero en términos de oportunidades abre las puertas a inversiones”. Criticó al gobierno anterior por “falta de educación y problemas de productividad” y pidió al sindicalismo “entender que no sólo está en juego el salario de unos pocos sino el trabajo de todos”. Si eso no es una amenaza… Martin Sorrell, de la consultora británica WPP, elogió a Macri no por sus dotes de estadista sino porque su apellido comienza con la misma letra del apellido de la canciller alemana Angela Merkl y la primer ministra británica Theresa May. Consideró que “Argentina está reviviendo. Por la historia, hay problemas de autoestima que hacen que las marcas argentinas no sean importantes en el mundo”. Precisamente fue Sorrell quien convenció en Davos al presidente de organizar el encuentro empresario en Buenos Aires (fuente: Javier Lewkowicz, “Fiesta de empresarios en medio de la recesión”, Página 12, 14/9/016).

Un panel integrado por economistas ultraliberales demostró hasta qué punto se puede ser dogmático en materia económica. Si Prat Gay hubiera formada parte del mismo hubiera quedado como un populista. Sostienen que para solucionar definitivamente los problemas de la Argentina el Estado debe hacerse a un lado para dejar que el mercado opere a sus anchas y el patrón de sustitución de importaciones debe desaparecer de la faz de la tierra. José Luis Espert consideró que “el problema de la Argentina fue el amor patológico por la sustitución de importaciones y por un estado blando. Eso es lo peor que le pasó a la Argentina en los últimos 70 años. La historia demuestra que hasta que el país no remueva esas dos causas, sólo va a tener recuperaciones cíclicas”. Afirmó que el gobierno “se queda muy a mitad de camino en materia de ajuste”. “Se queda corto. Si sólo se queda corto con este ajuste, la recuperación será sólo cíclica”. Para no ser menos que su colega, Diego Giacomini, de Economía y Regiones (ex consultora de Rogelio Frigerio), expresó: “en el siglo XXI, donde la esperanza de vida es de más de 80 años, es necesario aumentar la edad jubilatoria”. “Es un objetivo para las cuentas públicas y lo digo con todas las letras”. Respecto a los desafíos que el gobierno tiene por delante afirmó que es muy importante reducir la presión impositiva y bajar el gasto público para que el déficit sea 0. “Esto es”, manifestó, “pro-inversión y pro-nivel de actividad”. Consideró que la ley de reparación histórica no es más que incrementar el gasto público, lo que se contradice con el objetivo de reducción del mismo que debe plantearse el gobierno. Dante Sica, hombre de consulta del equipo económico de Macri, reconoció que las medidas económicas del gobierno tienen como ganadores a los empresarios de infraestructura y telecomunicaciones, mientras que entre los perdedores figuran los sectores orientados al mercado interno. De la clase trabajadora no dijo absolutamente nada. Aseguró que “los sectores transables tienen hoy un problema de competitividad, lo que requiere darle más eficiencia a la cadena logística. Los que crecieron apalancados por el consumo son los grandes perdedores de este modelo y deberán reconvertirse”. Remarcó que el gobierno se vio obligado a “hacer concesiones y no hacer algunos ajustes” por carecer de mayoría en el congreso y no contar con gobernadores propios. Ramiro Castiñeira, de Econométrica, aseguró que el gobierno asumió en un contexto dominado por una severa crisis. Lo hecho por Macri hasta el momento tuvo “muy buenos resultados”, pese a que la actividad económica cayó bruscamente y gran número de puestos de trabajo se destruyeron. Estas propuestas no hacen más que coincidir con las empleadas durante los 90 y que fueron elucubradas por los ideólogos del Consenso de Washington, con las nefasta consecuencias por todos conocidas. Al respecto, dijo Espert: “las reformas de los 90 pro-mercado fueron ejemplares y la crisis de 2001-2002 no tuvo que ver con esas reformas”. “El populismo buscó conectar la crisis de 2001 con las reformas de libre mercado de la década anterior, pero eso no era así. Por eso el gobierno tiene que preparar una agenda pro-mercado”, aseguró (fuente: Cristian Carrillo, “El ajuste se queda corto”, Página 12, 14/9/016).

Página 12 logró dialogar con unos veinte empresarios que, pese a estar de acuerdo con la ideología económica del gobierno, mantienen sus dudas respecto a la sostenibilidad política del programa oficial y reconocen que en 2016 la situación económica es peor que la del año anterior. Las empresas extranjeras están muy interesadas en proveer bienes de capital importados para los proyectos de infraestructura prometidos por Macri y también les interesa el sector agropecuario y minero. Las empresas nacionales quedaron al margen y las pymes directamente estuvieron ausentes. Este escenario no hace más que reflejar el patrón de acumulación que propone Cambiemos, cuya base de sustento es la inversión extranjera enfocada en el sector de la infraestructura y el financiero, y en la exportación del agro y la minería. Carlos Saint James, de la empresa de energía renovable Sinclair (Estados Unidos) elogió la quita de subsidios a la energía decidida por el presidente de la nación aunque advirtió que “no han facilitado el intercambio de reuniones de compra-venta. Todos estamos acá dando vueltas y no sé quién es quién”. Así no es posible cerrar negocios”. José Urtubey, de la UIA, fue bien claro: “esto es un disparador, un punto de partida, pero si no se complementa con políticas pública, no sirve de nada”. Un empresario argentino que desarrolla sus actividades en Brasil manifestó off the record que “esto es una cuestión de imagen que no tiene nada que ver con la inversión. Todos siguen pensando en cómo hacer plata en el corto plazo”. Para Alexander Brennan (Brennan y Partners) “como dijo Macri en su discurso: las reglas de juego han cambiado. El país está en un período de transición. Son medidas necesarias pero dolorosas. Es un dolor ahora pero será una ganancia después”. Jens Huren (firma alemana MAN) dijo que “tenemos una oficina con cinco personas, con fábricas en Europa y Estados Unidos. La idea es acceder a un proyecto de infraestructura y vender los productos”. Y agregó: “el mercado argentino está mal pero hay una esperanza”. Por su parte, Ignacio de Mendiguren sentenció: “faltó un foro laboral para analizar el impacto en el empleo. Nosotros estamos en contacto con los empresarios nacionales pero seguimos invadidos por la coyuntura. Las inversiones sólo se focalizan en infraestructura, energía y telecomunicaciones”. Tim, representante argentino de una empresa inglesa de agricultura con tradición en nuestro país, manifestó: “con la Ley de Tierras no pudimos seguir avanzando en la compra de campos. La alternativa es vender o invertir más en la cadena de valor. La dirección del gobierno seguramente es buena, pero hay que ver los paros y la pregunta que se hacen afuera es si el gobierno tiene el poder político para pasar por este período bastante complicado. La gente afuera es más optimista que los argentinos. Ustedes van a tener seis meses más bastante complicados” (fuente: Javier Lewkowicz y Cristian Carrillo, “Les gusta el gobierno, pero les va peor”, Página 12, 14/9/016).

Según el Indec la inflación fue en agosto del 0,2 por ciento. Ello se debió fundamentalmente al freno de la Justicia al incremento del gas. Los bienes y servicios regulados bajaron un 1,8 por ciento mientras que el segmento de los estacionales lo hizo en un 4,3 por ciento. Los alimentos subieron un 0,7 por ciento: la harina de trigo subió 7,0 por ciento; el aceite de girasol, 12,5 por ciento; la manteca, 9,4 por ciento; el pollo entero, 4,4 por ciento; el dulce de leche, 4,1 por ciento; la sal, 7,0 por ciento; el azúcar, 5,7 por ciento y la gaseosa a base cola, 3,1 por ciento. Otros alimentos, en cambio, registraron caídas como la carne picada (-1,0 por ciento); el filete de merluza fresco (-1,7 por ciento); los huevos de gallina (-0,6 por ciento) y el café (-0,6 por ciento). Por su parte, los tomates redondos bajaron un 22,5 por ciento y la lechuga un 9,7 por ciento. Por su parte, la indumentaria avanzó un 0,8 por ciento. De los rubros que se incrementaron por encima del promedio de inflación de agosto merecen destacarse la educación (2,3 por ciento) y atención médica y gastos para la salud (3,1 por ciento). Economistas consultados por Página 12 coincidieron en señalar que una de las razones de la menor presión en los precios-menor inflación-es la fuerte contracción de la actividad económica. La intención del gobierno nacional es cerrar 2017 con una inflación menor al 17 por ciento, aunque por ahora ha cometido gruesos errores de cálculo. Sin ir más lejos, esperaba cerrar este año con una inflación del 25 por ciento y ahora no tuvo más remedio que reconocer que 2016 se cerrará con una inflación superior al 40 por ciento (fuente: “La inflación y el tarifazo al revés”, Página 12, 14/8/016).

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