Por Luis Américo Illuminati.-

Es muy desalentador comprobar que en la Argentina hoy día la coherencia, el buen sentido, la recta razón en dirección a la verdad son cosas que se han dejado de lado o arrojado por la borda y en su lugar se han impuesto la mentira descarada, el cinismo y la hipocresía y el sinsentido quiere ocupar el sitio del sentido natural de las cosas.

Vista la Argentina de estos días desde la ciencia de la Sociología aplicada sin ideologías de ninguna índole y desde un punto de vista antropológico, individual y colectivo, a nadie escapa que vamos «cada vez peor» o al decir de Grondin, se encamina o marcha «desde lo mejor a lo peor». Si tradicionalmente la política ha sido definida como «el arte de lo posible», para el régimen y «relato» kirchnerista es lo contrario, es el anti-arte, lo kitsch, lo posible de lo impensable. Camino a zombilandia.

El kirchnerismo ha convertido o ha hecho del Estado de Derecho un urinario, ha convertido a la política en el antiarte de la demagogia biomórfica y frenopática contra la república y la democracia, igual que el urinario al que Duchamp le llamó «Fuente».

Tomando el hilo de la reflexión de Javier Martínez Gracia [1] (ver el sitio El lector de Ortega y Gasset), adherimos y nos preguntamos. ¿Por qué hay algo y no la nada? ¿Existe algo, alguna realidad de la cual partir y encontrar en ella fundamento o, como dice Nietzsche, todo es interpretación? ¿Cómo diferenciar una interpretación de un desvarío, una alucinación o un delirio? “Vaca” o “molino de viento” también son, efectivamente, interpretaciones de algo que en otros ámbitos culturales tuvo otro significado. Y “vaca sagrada”, aunque respeta la “materialidad” de la vaca, puede que esté cerca de ser una alucinación.

¿Dónde está la realidad si, por ejemplo, la física cuántica ha constatado que la mesa sobre la que escribo, está hecha de espacios vacíos? En un extremo del problema, y puesto que no habría una realidad de origen sobre la que fundamentarse, regiría entonces el “todo está permitido” del Karamazov de Dostoievski: vale igual cualquier interpretación, incluido el urinario de Marcel Duchamp expuesto «como objeto de arte».

De acuerdo a este patrón de falso y extraviado argumento, en “realidad” al final del túnel no habría nada, y todo lo que hemos construido sería una «interpretación» de esa nada. Por consiguiente, la nada llevada al terreno social y político sería equiparable a la destrucción del concepto y del sentido pues, según esta línea argumental, es lo que al final de toda construcción, de toda interpretación, de toda creencia nos espera. La destrucción del sentido natural de las cosas mediante la aberración como sistema de aplicación o praxis contra-lógica. El lenguaje al revés: sí es no y no es sí.

Del «finjamos que Dios existe», el “todo vale”, el “todo está permitido”, que es una franca involución o marcha atrás del progreso y avance humano; lo opuesto al paso o tránsito desde lo peor hacia lo mejor. Pues desde la «polis» griega para acá, lo ideal es mejorar, no empeorar. Pero acá en la Argentina la política «K» ha inaugurado una visión apocalíptica. Todo en transgresión y de contramano. De lo heterogéneo a lo homogéneo. Del orden al caos. Del «homo sapiens» al «hombre-masa» (similar al salvaje que vivió en el paleolítico). Y cuando Duchamp convirtió un urinario en una obra de arte, lo que ha hecho es transitar desde lo mejor hacia lo peor, desde “algo” hacia la descomposición, el caos, el detritus… y finalmente, la nada. Eso otro que transita desde lo peor hacia lo mejor es el sentido.

Jean Grondin dice en esta misma línea: “La tensión hacia el Bien, hacia lo mejor, hacia la sobrevivencia es así inmanente a la vida” [2]. Y Ortega: “Si en su conjunto y totalidad carece de sentido el vivir, es decir, que se vive para nada, todas las justificaciones interiores a mi vida que hallo para sus actos son un error de perspectiva. Se impone un cambio radical en ésta, se impone otra perspectiva” [3]. Karamazov estaría inclinado a pensar que vivimos para Nada, y puesto que no hay propósitos, “todo está permitido”, todo da igual. Pero se puede cambiar de perspectiva y pensar que vivimos para alcanzar lo mejor, lo que tiene incorporado el sentido. O como también dice Ortega: “El hecho humano es precisamente el fenómeno cósmico del tener sentido”.

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[1] «¿Por qué hay algo y no la nada?»

[2] Jean Grondin: “Del sentido de la vida. Un ensayo filosófico”, Barcelona, Herder, 2011, p. 79.

[3] Ortega y Gasset: “En torno a Galileo”. Obras Completas, Tomo 5, Alianza Madrid, 1983, pág. 118; «Las Atlántidas», O.C., T. 3, pág. 310.

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