Por Hernán Martínez.-

Asistimos nuevamente al fracaso de la educación en Argentina con el magro resultado en las pruebas Pisa. Esto es el reflejo de años de no enseñar, años de paros y de programas venales que perdonan todo a todos quedando el esfuerzo y el real aprendizaje en el olvido. Ni hablar de los maestros que no siempre nos aseguran ser innegables formadores; sí, en cambio, se aseguran de tener licencias eternas, otros asegurándose suplencias eternas teniendo como resultado un sistema totalmente subvertido en su esencia. Ni hablemos de los programas incompletos o de la mala asistencia de alumnos que viven ausentes. Esta situación generó más de una generación de burros que no sabrán cómo desempeñarse en el futuro porque no tienen la formación mínima que les permita acceder a un trabajo el día de mañana. Los han condenado a la indigencia, porque no saben leer, no entienden el idioma, no saben matemáticas, historia ni geografía. Sólo tenemos seres humanos que tendremos que sostener por la inoperancia del sistema educativo que permitió que pasen de grado sin saber. Esto es lo que buscaron por años tener: burros y ausentes. Ni hablar de la ideologización en las escuelas, donde se destacaron los brazos de la política que inculcaron falsos valores, además de contenidos erróneos.

¿Cómo saldremos adelante? ¿Cómo seremos un mejor país si tenemos personas no escolarizadas ni aprendidas de las herramientas mínimas? Hoy tenemos el lugar al que nos llevaron los Baradel y toda esa mugre enquistada que sólo han actuado por intereses políticos y en contra de los que piensan distinto. Eso es lo que no queremos, esta colonia de vagos, inservibles, inútiles y funcionales que nos dejan la pobreza intelectual que jamás hemos visto. Ni hablar del secundario, donde los valores, la moralidad y el esfuerzo no están reconocidos. No me vengan a hablar del meritocracia, que han enterrado como si fuese un pecado mortal tener mérito. Una desgracia que debemos al inútil del presidente saliente y a los años de gobiernos que no quisieron priorizar la educación como bandera. Otra herencia de pobreza.

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