Por Roberto Fernández Blanco.-

El joven Juan Grabois, que opera como representante de lo que él llama trabajadores excluidos [sin saberse quien los excluyó], mantenidos por el pueblo productor y en estado pasivo sin intentar esfuerzo alguno por agruparse y dedicarse a producir, utiliza como ejemplo para su argumentación el caso de los manteros que se instalan en las veredas de comerciantes formales afectando la actividad de los mismos y generando el razonable repudio que el improductivo Grabois condena respaldado por el ocasional monarca del Vaticano que predica sobre el trabajo sin conocer el esfuerzo.

Grabois debería hacerse un simple y honesto análisis práctico de los hechos.

Las preguntas serían:

1- ¿Por qué los manteros se instalan en las veredas de los comercios? Obviamente para usufructuar los beneficios de la convocatoria espontánea de público costosamente generada por los comerciantes formales usurpando de manera prepotente el adquirido derecho de los mismos que cumplen con las ordenanzas y reglamentaciones establecidas, impuestos incluidos, dañándoles el costoso esfuerzo que realizan con su honesta oferta.

2- ¿Qué sucedería si mañana todos los comerciantes cierran y se trasladan a otro barrio? Es muy simple la respuesta. Los manteros fracasarán si se quedan sin tener a sus espaldas los comercios.

Ergo, volverán a trasladarse a las nuevas veredas de los comerciantes idos en busca del público convocado por estos.

3- ¿Quién provee a los manteros? Sin duda se trata de una operativa marginal sin registro oficial que debe investigarse desde su origen, factorías sin registro, personal sin declarar, evasión impositiva.

4- ¿Por qué los proveedores de los manteros no instalan comercios formales para sus distribuidores? Seguramente el comercio clandestino les brinda mayor beneficio, un beneficio que afecta a los comerciantes formales.

5- Haciendo esta absurda y socialmente dañina defensa el joven Grabois debería preguntarse por qué no encabeza él un emprendimiento productivo formal inclusivo para todos sus trabajadores excluidos brindándoles el honorable mejor camino de ganarse el pan con el sudor de sus frentes tal como lo pregona su honorabilísimo mentor.

Y si no consigue la ayuda familiar para hacer la inversión necesaria es sabido que el Vaticano dispone de enormes fortunas muchas veces no muy cristianamente utilizadas. El Papa y Grabois darían a la humanidad un gran ejemplo de dignidad.

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