Por Hernán Andrés Kruse.-

Ayer, martes 13 de septiembre, comenzó en el Centro Cultural Kirchner el denominado “Davos porteño”, un foro que congrega a los gerentes de algunas de las multinacionales más importantes, como Coca Cola, Cisco, Siemens, Unilever, Dow, General Electric, Airbus, Toyota, Total y Boeing. Quien convocó a la reunión fue Richard Attias, empresario marroquí que comparte con Mauricio Macri la presencia en los listados de los Panamá Papers. El marroquí es dueño de una empresa, “The Experience by Richard Attias”, radicada en las Islas Vírgenes Británicas. El “benefactor marroquí” justificó la necesidad de triangular con paraísos fiscales debido a la agobiante presión impositiva que hay que soportar en países carentes de opacidad tributaria. A diferencia de Attias, el presidente Macri (Bahamas/Panamá), Jorge Blanco Villegas (tío del presidente-Islas Vírgenes Británicas), Néstor Grindetti (intendente de Lanús-Panamá), Jorge Macri (presidente del Banco Provincia-Panamá) y Gustavo Arribas (titular de la AFI-Panamá) no se atrevieron a semejante sinceridad y optaron por dibujar su situación de la mejor manera posible.

El objetivo del presidente de la nación es convencer a las multinacionales para que inviertan en el país, lo que evidencia hasta qué punto Macri decidió apostar la suerte suya y la de su gobierno a la decisión de invertir de estos gigantes. Ello explica las decisiones que viene tomando el Poder Ejecutivo a partir del 10 de diciembre: deterioro de la distribución del ingreso (profundización de la brecha social), apertura comercial sin traba alguna, liberalización financiera, pago a los holdouts y fuerte endeudamiento externo. Vale decir que para el mundo financiero transnacional todo presidente de un país periférico que pretenda ser tenido en consideración debe tomar medidas que destrocen a los sectores populares. A pesar de la “buena voluntad” manifestada por el presidente Macri aún los CEOs se muestran reacios a manifestar su expreso interés por invertir en la Argentina. De ahí su decisión de contratar a Attias para “seducir” a los CEOs de las multinacionales presentes en Buenos aires. Macri pensó en Attias cuando estuvo en Davos en enero pasado participando de la cumbre empresaria mundial. Attias es un empresario de Marruecos cuya base de operaciones fue primero París y luego Nueva York, y cuya preocupación más relevante fue la de invitar a los sucesivos foros de Davos a relevantes figuras de la política y la economía mundiales como Bill Clinton, Yasser Arafat, George Soros y Bill Gates. En los últimos tiempos Attias centró su atención en el devastado continente africano (Gabón, Congo, Ruanda y Egipto). Gracias a los Panamá Papers quedó al descubierto la operatoria de Attias con los paraísos fiscales. En enero de 2010 fue anotada la empresa “The Experience by Richard Attias” en las Islas Vírgenes Británicas gracias a los buenos oficios del estudio especializado Mossack Fonseca. En los Panamá Papers Attias figura como uno de los cinco accionistas de “The Experience” al lado de Blossom Holding (Reino Unido), FAS Holding Company y MAAD Investments (Arabia Saudita) y Aleph Capital Holdings (Islas Caimán). Cuando se le preguntó por las revelaciones de los Panamá Papers, Attias se limitó a decir que “no tuve actividades en esa área con la compañía. Fue disuelta, así de simple”. “¿Por qué tantos europeos, y hay nombres muy conocidos involucrados, se sienten tentados de poner su dinero en Panamá? No debemos demonizarlos. Los impuestos son sofocantes, no pueden hacer negocios, no pueden invertir”, agregó (fuente: Javier Lewkowicz, “Un foro con presencia en los Panamá Papers”, Página 12, 13/9/016).

Pese a los esfuerzos del gobierno nacional para atraer inversiones hasta el momento los desembolsos solo cubren el 14 por ciento del supuesto potencial de 130.000 millones de dólares previsto oficialmente. Según un informe elaborado por el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) parte de los 18.000 millones de dólares que el gobierno anuncia como inversiones propias, en realidad se trata de acuerdos enhebrados por el gobierno de Cristina Kirchner. Los 10.000 millones de dólares restantes se vinculan con seis proyectos relacionados con actividad extractiva de recursos naturales, la producción primaria y el sector financiero. Ello explica la necesidad del gobierno de “enamorar” a los CEOs que se hallan en estos momentos en el país participando en el “Davos porteño”. Entre julio y septiembre las inversiones provenientes de dos gigantes, Estados unidos y China, se redujeron ostensiblemente. En este sentido, el economista Ernesto Mattos (investigador del Centro de la Cooperación Floreal Gorini) indicó que “todo hace suponer que deprimir salarios es la estrategia para que lleguen las inversiones a la Argentina”. En julio el presidente de la nación aseguró en una entrevista a la CNBC que las inversiones ascenderían a 100.000 millones de dólares. Durante la campaña electoral había asegurado que si llegaba a la Casa Rosada se produciría una lluvia de inversiones. La realidad puso en evidencia que, más que de una lluvia, se trató de una tenue garúa. Según la consultora Abeceb.com el país necesita que las inversiones alcancen el 19 por ciento de su PIB (131.479 millones de dólares) si pretende retornar a la senda del crecimiento. Los funcionarios económicos del presidente de la nación confían en recibir, en concepto de inversiones extranjeras, 130.000 millones de dólares en los próximos cuatro años. Según lo informado por CEPA únicamente seis proyectos concentran más de la mitad de las inversiones y que suman 10.000 millones de dólares, vinculándose con minería, energía, alimentos y bebidas y el sector financiero. Dice el documento: “dentro de los proyectos de inversiones cuantificables, algunos se plantean a varios años y con escasos beneficios para el país en términos de empleo (se calculan 19.000 empleos en los próximos cinco años). ¿Cuál es el destino de las inversiones? Hay proyectos de 4911 millones de dólares vinculados con el sector energético que dependen del comportamiento de los precios internacionales o del mantenimiento del precio sostén del barril de petróleo. Luego hay proyectos de 3141 millones de dólares vinculados al rubro alimentos y bebidas, “con un fuerte compromiso de Coca Cola, que en su concreción dependerá de cómo crezca el consumo que por ahora sólo ha demostrado una caída constante”. Luego se destaca el sector de la minería que se comprometió con desembolsos por 3120 millones de dólares. En relación con el sector financiero hay un proyecto del Banco Santander Río que debería efectivizarse dentro de “un contexto donde las entidades financieras fueron altamente favorecidas por las políticas de los primeros meses de este gobierno”, destaca el CEPA. Según un informe elaborado por Mattos durante los primeros seis meses de 2016 el ingreso de inversión extranjera directa fue por 1288 millones de dólares, mientras que durante los primeros siete meses la inversión especulativa ascendió a los 1027 millones de dólares (fuente: Cristian Carrillo, “Garúa más que lluvia de inversiones extranjeras”, Página 12, 13/9/016).

En su edición del martes 13 de septiembre Página 12 publicó una entrevista concedida por el economista italiano Roberto Lampa al periodista Tomás Lukin. Sus párrafos más salientes son los siguientes: a) “Las medidas implementadas por el gobierno configuran un cambio de paradigma en términos de modelo de crecimiento. Desde diciembre la nueva administración buscó generar un shock de confianza en los mercados internacionales que permitiese, en el corto plazo, atraer flujos de inversiones extranjeras hacia el país. Las políticas fueron coherentes y consistentes: la devaluación que implicó una fuerte reducción de los salarios en dólares, la liberalización del mercado cambiario y la quita de retenciones. Sin embargo, las inversiones no llegaron porque se trató de una decisión equivocada, en el momento equivocado”; b) “para 2016 no solo no se preveían flujos de inversiones desde afuera de la región, sino que ni siquiera estaban garantizados los niveles previos de inversiones internas. Más allá de un plano puramente discursivo y mediático, lo que sucedió fue que Argentina decidió “volver al mundo” de una manera completamente voluntarista, ignorando los cambios de expectativas y los movimientos de capitales que caracterizaban ese mismo mundo. No solo no se materializó ninguna lluvia de dólares o inversiones extranjeras por efecto de un supuesto shock de confianza, sino que ni siquiera se produjo algún shock de confianza. A pesar de los esfuerzos del gobierno y las continuas e intensas misiones comerciales hacia los cuatro rincones del planeta, los inversores internacionales se han mantenido alineados a los preceptos de las principales instituciones internacionales y regionales que desaconsejan invertir en países emergentes como Argentina. Por eso digo que las medidas implementadas no prestaron atención a la actual coyuntura externa que representa una amenaza para las economías regionales, su crecimiento y el nivel de fragilidad financiera; c) “apuntar al crecimiento por medio de la inversión extranjera directa y fracasar en un contexto de fuga de capitales y aceleración inflacionaria enfrentó al gobierno con la necesidad de evitar corridas contra el dólar que pudieran amenazar el modesto nivel de las reservas internacionales del Banco Central. Desde este punto de vista, el rápido y oneroso acuerdo con los fondos buitre ofreció un pasaje preliminar para las dos maniobras que buscaron garantizar un abastecimiento de dólares adecuado. En segundo lugar, un fuerte incentivo para que los inversores extranjeros compren activos financieros argentinos de corto plazo. Si por un lado era predecible que el plan para atraer inversiones fracasara, por el otro el inesperado cambio de coyuntura en las economías centrales ofreció una salida de emergencia para el gobierno vía endeudamiento y especulación financiera, que le permitió lograr una estabilización en el corto plazo. La sostenibilidad de mediano plazo de semejante estrategia es dudosa”; d) “la etapa neoliberal del capitalismo se caracteriza por el desplazamiento a escala global de los capitales en la búsqueda de rentabilidad. En ese sentido, un mercado interno dinámico, ausente hoy en la economía argentina, facilitaría la llegada de capitales extranjeros. Pero, desde el punto de vista externo, no se puede ignorar que el deterioro de los términos de intercambio y la recuperación parcial de la Unión Europea y Estados Unidos determinaron un límite para la convergencia entre los emergentes y las economías del G-7. En ese contexto, las previsiones de inversiones para América Latina son todavía peores. Por un lado se observa una fuerte desaceleración de la economía china y además todavía se sienten las repercusiones de la grave recesión brasilera. A su vez, el Brexit actuó como un disparador. El enésimo capítulo de la interminable crisis económica europea transformó situaciones de riesgo potencial en una crisis que podría arrastrar todo el sistema bancario europeo. La volatilidad financiera seguirá siendo alta en los mercados, lo cual podría implicar un costo creciente para la emisión de bonos por parte de los países emergentes y una creciente dificultad de financiamiento externo”.

En la misma edición Página 12 publicó un artículo de Claudio Scaletta titulado “Atacan de nuevo” en el que analiza el rol que juegan los economistas ortodoxos en la vida económica de la Argentina. Hay en el país, como en cualquier lugar del mundo, los llamados “economistas profesionales” que, pese a profesar la fe de la antipolítica, siempre han asesorado a algún candidato o forman parte cíclicamente de los cuadros de la administración. Su tarea principal consiste en la creación de expectativas. Ellas son tan importantes que muchos empresarios creen sinceramente que los economistas tienen en sus manos el futuro del ciclo económico. Según Scaletta la capacidad de los economistas profesionales es doble: por un lado, están en condiciones de predecir el futuro y por el otro, pueden llegar a crearlo. Como en todas las profesiones, dentro de los economistas profesionales hay buenos y malos. Resulta conveniente analizar el discurso de los economistas profesionales buenos, algunos de los cuales asesoraron a Daniel Scioli durante la campaña electoral del año pasado y que hoy son más macristas que el propio presidente de la nación. Ahora importa mucho más la “paraortodoxia”, una línea de pensamiento económico que mezcla en su relato partes de verdad que le permiten ganar en credibilidad. Uno de sus componentes de verdad es cuando afirma que los ciclos económicos y las limitaciones estructurales realmente existen, lejos están de ser entelequias. El crecimiento que privilegia el consumo provoca que la masa salarial incrementada tenga también como destino los productos industriales, con lo cual se arriba en algún momento a una situación en la que, de no modificarse la estructura productiva, aparece la restricción externa, los dólares brillan por su ausencia y el ajuste es el resultado lógico de la devaluación, lo que finalmente provoca un freno de la actividad económica. Otro de sus componentes de verdad es el referido a las tarifas atrasadas y al hecho de que los subsidios habían alcanzado 4 puntos del PIB explicando de esa manera la totalidad del déficit fiscal. Luego viene la ideología: el gobierno de Cristina estimuló el consumo de manera artificial a través del atraso cambiario, los subsidios y los salarios. Es en este momento cuando la paraortodoxia se vuele ortodoxia. Lo que sucede, pontifican los economistas ortodoxos en sintonía con el presidente Macri, es que el kirchnerismo “intentó fundir” sectores de la economía, lo que explica la pérdida de “10 millones de cabezas de ganado para favorecer la mesa de los argentinos, se perdieron las reservas de gas y de petróleo y las reservas del Banco Central”. En realidad, la pérdida de las cabezas de ganado guarda estrecha relación con la rentabilidad puramente agraria, mientras que la pérdida del autoabastecimiento de petróleo y gas se debió a la puesta en práctica en épocas anteriores de políticas similares a las que aplica Macri. Luego se critica el déficit fiscal ocasionado por los subsidios cuando en realidad los feroces ajustes de tarifas de este año, que aceleraron el proceso inflacionario y enfriaron la economía, fueron una respuesta a las necesidades emergentes de la duplicación del precio de gas en boca de pozo (unos 3000 mil millones de dólares). También la ortodoxia critica el déficit ocasionado por las transferencias a los consumidores y empresas a través de los subsidios tarifarios, pero nada dice sobre las transferencias que están implícitas en la eliminación de las retenciones. La paraortodoxia llega al colmo de la simplificación cuando declara que todo lo que ayude a la incentivación del consumo no es más que populismo motivado por la necesidad imperiosa de ganar en las próximas elecciones, mientras que la verdadera agenda del desarrollo piensa en el largo plazo y se sustenta en la rentabilidad por el lado de la oferta (presunto motor de la inversión). De esa forma la ortodoxia legitima el ajuste pero para adornar el razonamiento habla de la necesidad de crear expectativas, que obviamente son falsas. El “rebote” es el concepto esencial. Lo notable es que este argumento también presenta un componente de verdad. Cuando arriban los salarios nuevos luego de las paritarias o las nuevas jubilaciones, el mayor ingreso se traduce lógicamente en un incremento parcial de la demanda a corto plazo. Lo que sucede es que el ansiado rebote se produce dentro de un escenario más complejo (una distribución más regresiva del ingreso y un mayor desempleo). En definitiva, la economía deja de caer pero a un costo altísimo: miles de despidos y una mayor profundización de la brecha entre ricos y pobres.

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