Por Luis Américo Illuminati.-

«En la vida no hay premios ni castigos, sino consecuencias». Robert Green Ingersoll.

Cultura, como se sabe, proviene de la palabra cultivo. Cultivar las semillas para que en un tiempo crezcan como plantas que darán buenos frutos. La cultura, en general, es hija de una tradición inmarcesible, por lo cual resulta una falacia hablar de la «cultura popular» de un pueblo como algo escindido del saber universal; lo contrario es la contracultura, que es la exaltación de lo marginal como aspecto auto segregado que jamás aporta soluciones para la paz y la armonía de los estamentos sociales, sino que promueve la «lucha de clases» no como una forma heroica «de tomar el cielo por asalto» -frase de Karl Marx, a raíz de la toma de París por la masa sublevada el 18 de marzo de 1871- sino como una táctica de copiar el infierno como forma de vida.

El marxismo es la filoxera de la cultura legítima de un pueblo. La filoxera es una plaga que arrasó las viñas europeas a mediados del siglo XIX. Esta plaga se llamó Great French Wine Blight. La plaga se extendió desde Languedoc -donde se descubrió en 1863- a toda Europa, hasta más o menos 1875. Este insecto llegó de América en barco. La filoxera marxista es la plaga que ataca y enferma la cultura de un pueblo, inoculándole su prédica nihilista y disolvente. Es lo que lamentablemente ha sucedido en la Argentina.

El deletéreo discurso marxista o la filoxera comenzó en la Argentina a comienzos de la década de los setenta y prendió en un grupo de jóvenes mal llamados «idealistas» pues eran unos revoltosos, que en nombre de no sé qué demonio inspirador -a la inversa de la película norteamericana «El diablo me obligó a hacerlo»- cometieron todo tipo de horrores y crímenes a lo largo de toda esa década, con o sin democracia. Yo llamo firmenichistas (por Mario Firmenich) y santuchistas (por Roberto Santucho), a los corifeos berretas de la izquierda que hoy día reivindican la acción demencial de ese grupo de sociópatas que llevaron a muchos idiotas útiles a tirarse por la borda como los borregos de Panurgo. Tener un museo de la memoria de asesinos seriales con exclusión de sus víctimas es un karma que trae consecuencias sobre la sociedad que permitió semejantes aberraciones sin protestar ni sublevarse contra semejante estado de cosas: cooptación y amancebamiento de la justicia, deformación de la verdad y brutal desquiciamiento de la razón. Esas consecuencias hoy las estamos sufriendo. Las causas que desencadenaron este hundimiento -triste naufragio- son bien claras. Sería injusto culpar a Milei que recién lleva 70 días de gestión contra 20 años del kirchnerato. A la casta hipócrita y corrupta (culpable de todos los males que estamos hoy sufriendo) es más pertinente y exacto denominarla «caterva». Sus miembros tienen el mismo ADN ideológico de aquellos sátrapas que en el Congreso votaron en 1973 la macabra ley de liberación de miles de terroristas que luego serían los causantes de la muerte de miles de argentinos que hoy los recuerdan sólo sus familiares.

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