Por Armando Ribas.-

Cuanto más leo sobre la democracia, más confusión encuentro al respecto. Así pareciera que democracia más que la definición de un sistema político, sería un adjetivo de bien como representante de la libertad. Dado que no es una definición, ahora también aparece como representante del populismo. En Foreign Affairs Fareed Zakaria la dividió en dos vertientes, una de derecha y otra de izquierda, que afectan hoy la política en Estados Unidos y en Europa. Y por otra parte también se insiste en el capitalismo como el sistema de libre mercado que aparentemente se contradice con la democracia. Al respecto Mark Blyth también en Foreign Affairs dice: “El capitalismo distribuye los recursos a través del mercado, en tanto que la democracia distribuye el poder a través de los votos”.

Siguiendo con esa teoría, estos serían dos sistemas distintos, que se encuentran en conflicto. Y más aun considera que el capitalismo se origina en la Mesopotamia. Desde mi punto de vista, estos asertos sobre el capitalismo contienen dos errores básicos. En primer lugar el mercado es la consecuencia del sistema ético, político y jurídico que lo reconoce. Donde no se respeta el derecho de propiedad ni el derecho a la búsqueda de la felicidad, el mercado no existe. En una segunda instancia es desconocer que el capitalismo, así denominado por Marx, comienza tan solo hace unos doscientos años. Como bien dice William Bernstein, en su The Birth of Plenty, hasta hace doscientos años el mundo vivía como vivía Jesucristo. Así Marx reconoció en el Manifiesto Comunista: “La burguesía durante su gobierno de escasamente cien años, ha creado más masivas y más colosales fuerzas productivas que todas las generaciones precedentes juntas”.

Hoy el Marx que se reconoce es el que descalificó éticamente al capitalismo como la explotación del hombre por el hombre, y esa descalificación se reconoce como la creación de la desigualdad en la riqueza. Esta ética conceptual es la que determina la política del socialismo, que hoy se reconoce como el estado de bienestar. Esa confusión ética conlleva un gasto público que ronda el 50% del PBI, que constituye la violación fáctica del derecho de propiedad a través de los elevados niveles de impuestos. Ese socialismo hoy es democrático, pues como advirtió Eduard Bernstein en su discusión con Lenin, al socialismo se podía llegar sin revolución y democráticamente. En otras palabras, diría que Aristóteles está presente en función de la demagogia que entraña el socialismo, que ahora se pretende reconocer como populismo. Este nuevo vocablo, a mi juicio implica una descalificación del socialismo original.

Hace algún tiempo describí al populismo como el socialismo antes del desarrollo. O sea el socialismo impide el crecimiento, como hoy lo podemos ver en la Unión Europea, en tanto que el populismo impide el desarrollo. Y así podemos ver, China mediante, que no son los votos los que determinan el crecimiento económico. Voy a insistir entonces en la confusión presente en la denominada democracia, cuya identidad se limita al halo de los votos. Al respecto se ignora la predicción de John Locke: “Lo que importa no es la ley, sino que ley”. Y voy a recordar al respecto las palabras de Von Hayek: “No es lo mismo una ley que regula el tránsito, que una que dice donde debemos ir”. Otro es el caso de la aparentemente desconocida Rule of law, que fuera la denominación dada por los Founding Fathers en Estados Unidos, al sistema que permitió la libertad y la creación de riqueza por primera vez en la historia.

Siguiendo con la propuesta de Locke, nos encontramos ante las instituciones. Y he aquí que nuevamente surge una confusión dialéctica. Lo que importa no son las instituciones, sino que institución. La única institución que permite la libertad al tiempo que la creación de riqueza es el Rule of Law. Es decir donde se respetan los derechos individuales, que no son los derechos humanos, y se limita el poder político, ante la conciencia de la naturaleza humana. El Kremlin también es una institución, y recordemos que el Vaticano también es una institución, que por siglos impuso la Inquisición. Volviendo entonces a la democracia, podemos ver que en la Carta 10 de El Federalista James Madison dice: “Hombres de intriga facciosa, mediante la corrupción y otros medios, primero obtienen los sufragios y después traicionan los intereses del pueblo”. Y siguiendo en esa línea Alexander Hamilton escribió: “Una peligrosa ambición más a menudo subyace detrás de la especiosa máscara de los derechos del pueblo”.

Lo cierto parece ser que el mundo Occidental está por una parte confundido y por la otra amenazado por la demagogia. Demagogia que hoy para más confusión se considera como el populismo de izquierda y de derecha. Por ello igualmente en Foreign Affairs Mark Blyth escribió el Capitalismo en Crisis. Según su criterio la crisis del capitalismo es causada por la aparente contradicción entre el capitalismo y la democracia, vía el populismo de izquierda y de derecha. O sea tal como me referí en mi anterior artículo al respecto de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, entre la Nación (Trump derecha) y el pueblo (Hillary izquierda).

La otra confusión presente es la que se refiere a los valores, bajo el supuesto de que la política se basa en la moral. Así se olvida el paradigma que hace David Hume entre la moral y la justicia. Al respecto reconoció que en algunos casos la moral entraña una violación de la justicia. Al respecto escribió: “Si los hombres fuesen generosos y la naturaleza pródiga, la justicia no tendría razón de ser, pues sería inútil”. Precisamente la sabiduría del sistema del Rule of Law partió del reconocimiento de la naturaleza humana y en función de la misma Madison escribió: “Si los hombres fueran ángeles no sería necesario el gobierno”. Y precedentemente Locke había tomado conciencia de que los monarcas también son hombres, por tanto había que limitar las prerrogativas del rey.

Y por último me voy a referir a la otra confusión pendiente que es el supuesto de que es la cultura la que define el sistema de la libertad y de creación de riqueza. Si cultura es como dice el Diccionario de la Academia de la Lengua Española: “Resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y de afirmarse por medio del ejercicio las facultades intelectuales del hombre”. Insisto pues, que la cultura es la consecuencia y no la causa del sistema que determina los comportamientos. Fue solo a partir de la Constitución de 1787 que Estados Unidos logró imponer el sistema que lo proyectó a las alturas de la historia. Y la demagogia la descubrió y describió Aristóteles hace 2.500 años y está presente en el siglo XXI.

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