Por Luis Orea Campos.-

Es difícil de creer que en un país poblado por vivillos, aventureros y expoliadores profesionales nadie se haya dado cuenta en seis años de que las PASO, ese engendro electoral nacido en 2009 de la obsecuente creatividad de Jorge Landau, es otra estafa al pueblo perpetrado por la maraña de intereses retorcidos que se entrecruzan en ese verdadero pantanal en que se ha convertido la política argentina.

El eximio pensador español José Ortega y Gasset había llegado a la certera conclusión -luego de la experiencia adquirida en su breve paso por la política- de que la salud de las democracias, cualquiera sea su forma, depende de un mísero detalle: el sistema electoral.

A pesar de que la historia argentina exhibe reiteradas muestras lo acertado de su filoso pensamiento -la última fue el fraudulento “triunfo” de Alicia Kirchner por medio del sistema de lemas- esta profunda sentencia no ha entrado en la mollera de la dirigencia, la justicia y el cuarto poder bloqueada, claro está, por los intereses sectoriales de cada grupo de interés y se sigue estúpidamente utilizando una herramienta que no sirve para otra cosa que llenar los bolsillos de encuestadores, consultoras, periodistas, punteros, empresarios gráficos etc. amén de justificar la existencia de una justicia electoral cada vez más ávida de poder.

Desde estas páginas se ha insistido en más de una oportunidad que la malhadada ley 26.571 el invento más pernicioso surgido de la codicia de poder de Néstor Kirchner debía ser derogada sin más trámite en su totalidad, pero el inefable Adrián Pérez timonel de una supuesta “reforma política” que debió haber empezado por allí prefirió nadar a favor de la corriente y dedicarse a aspectos formales como la boleta única electrónica y otras cuestiones que por supuesto eran más taquilleras para él y otros en términos de promoción mediática.

Una justicia electoral que trabaja año de por medio, grandes medios de comunicación, periodistas ignorantes, opinólogos de ocasión, empresarios gráficos, ratas de gabinete, y académicos que nunca vieron de cerca ni la puerta de un comité, entre otros, aprovecharon el cebo lanzado por Kirchner y celebraron una alianza tácita para impulsarlo en beneficio propio con el supuesto objetivo de “oxigenar el sistema”, liquidar a los partidos chicos y orientar a la opinión pública hacia un bipartidismo tipo americano.

Tampoco la sociedad argentina aceptó ingenuamente participar de este experimento multipropósito, porque como decían en una famosa película “es cierto que los políticos mintieron al decir que hacían el bien pero el pueblo también mintió al decir que les creía”. Todos complotados para gastar miles de millones en algo que todos sabían que era absolutamente inútil.

Ahora el conductor estrella de TN Nelson Castro se horroriza por el tremendo gasto estéril que implican las PASO, le costó seis años llegar a la conclusión de que objetivamente el invento fue un rotundo fracaso y perdura sólo por la indiferencia de la gente y los intereses de los vivillos de siempre porque en rigor de verdad ya nadie cree que las famosas PASO sirvan para la “democratización de la representación política, la transparencia y la equidad electoral” como reza el ampuloso título del ratón que parió la montaña kirchnerista.

Ninguno de los supuestos males que iba a corregir la ley 26.571 sufrió el menor sobresalto y siguen todos vivitos y coleando. La ley de hierro de la oligarquía sigue funcionando a despecho de las altisonantes declaraciones de democratización y de las disquisiciones de sesudos ensayistas de doctrina que pierden lastimosamente su tiempo analizando las causas del fracaso.

Mucha de la culpa de esta pérdida de tiempo la tienen los jueces electorales que ávidos de más protagonismo se dedicaron a utilizar la legislación para convertirse en los dueños del sistema de partidos con el resultado de que hoy ya los partidos son poco menos que ficciones jurídicas que se usan según las necesidades del cliente, a tal punto se ha prostituido al extremo el funcionamiento de estos “instrumentos fundamentales para la democracia” según reza la retórica constitucional.

El partido que recibe los fondos públicos de la DINE es un milagro de Dios, la mayoría no ven un peso porque están llenos de multas por H o por B mejor sería que se retire todo apoyo estatal y se deje que cada uno se arregle por su puño no cambiaría mucho la situación porque hoy la lista de los multados es más larga que la esperanza de los venezolanos

El partido justicialista, sin duda el más importante del país, es una entelequia. Sus dirigentes sólo son nombres en una planilla. Una dirigencia estupefacta por la dinámica política no registra los cambios que han introducido a caballo de los avances tecnológicos y todo se reduce a romper la piñata para ver que caramelo se puede atrapar en la rebatiña. ¿Esto es política?

Salvo dos o tres casos puntuales el resto de las elecciones internas abiertas fue un fiasco total donde el dedo del que tiene los fierros pone los candidatos a su gusto y paladar y lo demás es puro cuento como dice el tango. Si en verdad hay ánimo de corregir los desbarajustes que dejó el cristinismo es indispensable empezar por el principio y derogar la ley 26.571 en su totalidad porque no tiene nada rescatable y volver al principio para elaborar un sistema racional y ajustado a nuestra realidad.

Vale decir que la cuestión pasa por que la sociedad asuma en serio que el problema de la política ya no pasa -ni nunca pasó- por la dispersión de la representación política ni por la atomización del espectro partidario sino por la racionalidad y el altruismo que falta en todo el arco político donde nadie piensa en la verdadera función del Estado y de la política sino en aniquilar al adversario y usufructuar las mieles del poder por el poder mismo.

Por eso la opinión pública debe exigir el final de esta gran estafa llamadas PASO y no creer en fatuas proclamas de ocasión proferidas por hábiles declarantes hasta que se anuncie la derogación total de la ley 26.571.

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