Por Claudio Valdez.-

En correspondencia reservada con su amigo y camarada, disgustado escribió: “¡No hay bien cumplido en esta vida! (José de San Martín a Bernardo O’Higgins).

No es para menos, desde que los esfuerzos y asumida responsabilidad del “padre de la patria” no fueron acompañados por las conductas de los propios subordinados ni de sus aliados, más allá de la euforia inicial de la gesta. No obstante, la concreta realidad de sus triunfos militares y empeños republicanos demostraron que su ideario era posible: Argentina, Chile y Perú lo confirman.

La queja de “El General” nos alerta que, hasta el más cuidadoso proyecto, puesto en acción, queda a expensas de circunstancias y personas que limitan o impiden su concreción. Sabemos que “lo difícil cuesta” y que “lo imposible cuesta más”, por lo cual empeño, esfuerzo y hasta heroísmo al servicio de la realización es lo que distingue a “honestos voluntariosos” de los “oportunistas estafadores y delincuentes enmascarados”. Estos últimos encaramados en el Estado desde hace décadas vienen dañando alevosamente a La Argentina. Cualquier necesario cambio y el consecuente escarmiento no es bueno que se demore, por el bien de la ciudadanía y su efecto ejemplificador hacia futuro: no debería omitirse que la Nación precede y excede la vida del propio hombre, pero sobre todo que “la existencia política es voluntad humana”.

Mala costumbre es querer ignorar que muere el médico, “gana” el infierno el sacerdote, “quiebra” el empresario, termina preso el abogado, desempleado el trabajador, sin asistencia la maestra que bregó en sus enseñanzas por “la solidaridad”, con la memoria arruinada el intelectual, arrugado y tembleque el actor, gorda y “fofa” la “vedette”, neurótico y timorato el militar, “gagá” el político. Fracasos, desventuras y hasta tragedias son consecuencias del “cotidiano vivir”, dependiendo de superioridad cultural lograr evitarlas, neutralizarlas o reducirlas, desde que algunas son “de por sí” inevitables.

La experiencia enseña que suele ser posible evitar las tragedias producidas por el propio hombre: política, economía, educación, las demás ciencias, religión, deporte y arte son saberes que persiguen ese logro. En verdad el ejercicio de estas disciplinas se realiza bajo responsabilidad de los propios profesionales que las regulan mediante particulares “códigos de ética profesional”. Los fracasos al respecto acusan la desidia de esos “colegas profesionales asociados”: ¡otra deuda pendiente en nuestra sociedad!

Considerando estas observaciones, los dirigentes y la sociedad disponen de alguna “hoja de ruta” para continuar por el mejor camino posible: reducir los riesgos del error humano. Una forma, quizás, de poder superar la decepción de aquel luchador por la libertad política de nuestros territorios, que entre sus “máximas” supo advertir: “Hombres que se abandonan a los excesos son indignos de ser libres”.

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