Por Luis Américo Illuminati.-

¿Y ahora? ¿Qué van a hacer? Los seudoartistas, intelectualoides y criticastros que dijeron que se iban del país si ganaba Milei. ¿Qué esperan? Cumplan con su palabra. Es hora de que dejen el circo y se busquen otro trabajo más digno o se marchen con su música a otra parte donde los contraten para actuar de orangutanes. Formadores de zombis, portadores de lo vano e insustancial, entretenedores de náufragos, auspiciantes del show de la inmunda Puercolandia. No conocen la definición de la nada ni del peligro, menos aún qué significa la salvación. Creen que el riesgo y el peligro es patrocinar la mentira y calumniar la verdad. Ignoran que el verdadero peligro radica en favorecer el bien y oponerse al mal. Vivir para ellos es festejar el caos, más aún: es el afán loco y erróneo de ir desmantelando instante a instante la existencia hasta ver instalado el infierno en la Argentina y entonces, con la fuerza que da el vértigo originado por el caos, convocar a los demonios para hacer con Gran Madre un aquelarre. Son los Imperdonables, manzanas podridas, caídas del árbol podrido. Colaboradores de los sátrapas del peor gobierno de la historia. Ni siquiera son antihéroes, son la contrafigura del Quijote, no son más que cooperadores y apologistas de Peronia, la isla afortunada de ladrones, orates y granujas unidos. Lacayos de la furibunda amazona Gran Madre K -La Gorgona argenta- que usa testaferros y pone caballos de Troya para gobernar en la Argentina hasta dejar asegurada su mala semilla.

Todos los que secundan al kirchnerismo son unos enfermos, unos orates sin remedio, incorregibles. No sólo son malos perdedores y pésimos ciudadanos. Son eternos golpistas que ya mismo quieren voltear a un presidente que todavía no asumió, se creen dueños de las calles, del Estado, de la justicia y la verdad, todo lo cual configura Peronia, un Leviatán que si no gana y gobierna incendia todo. Esta es la acción propia de los verdugos. La subversión del orden es su inclinación, su tendencia y su misión en la vida. Belliboni y demás conspiradores y conjurados contra la democracia y el abrumador veredicto de la mayoría del pueblo, están incursos en los delitos previstos en el Código Penal para esta clase de acciones ilícitas (Libro 2do., Título 8) ¿Qué harán los jueces federales? ¿Mirar para otro lado?

No les basta con la terrible pesadilla que originaron del 73 al 76 con la amañada máxima: «Cámpora al gobierno, Perón al poder». Un fenomenal desbarajuste, un descenso al hades, una interminable batahola partidaria donde no se sabía quiénes eran los buenos y quiénes lo malos. A Perón lo mataron los disgustos. Un caos que disgregaba la República y que dio lugar a la intervención de las Fuerzas Armadas, las que nunca habrían tomado el poder si la situación no hubiera sido extremadamente calamitosa. La dictadura de Videla fue el efecto del incendio del país provocado por las facciones enfrentadas a muerte, un duelo que terminó con la irrupción de las Fuerzas Armadas. No se interprete que justificamos lo que vino después. De ningún modo, el fin justifica los medios.

Un militar retirado de quien ya hemos hablado (https://www.informadorpublico.com/opinion/los-militares-retirados-y-la-politica) fue criticado por sus camaradas por haber dicho: «No se metan, dejen que el gobierno peronista resuelva su propio quilombo. Si los militares les sacan las papas del fuego, nadie se los va a agradecer. Si se meten, ambos bandos después representarán el papel de víctimas y héroes y a ustedes los tildarán de villanos. Que el gobierno peronista apague el incendio que amenaza dejar el país en cenizas».

Sea como quiera, a decir verdad, los Montoneros y el mismo gobierno peronista de entonces, son los corresponsables de la tragedia. Una tragedia que comenzó con el regreso de Perón (masacre de Ezeiza) y no paró más. La Triple A fue un engendro del peronismo oficialista. Ahora, si los Jueces Federales no le ponen coto y un párate a las hordas «destituyentes» del pero-kircherismo es posible que la historia vuelva a repetirse. Un déjà vu que la sociedad -los ciudadanos que no son parte de las masas kirchnerianas-, nunca más quieren volver a vivir. No más aquelarres. La sociedad dijo basta. Los kirchneristas, peronchos tardíos, piqueteros, chocolateros y demás chupasangres del Estado, puede decir muy ufanos aquella frase que les viene como anillo al dedo: «Somos nuestro propio demonio, y hacemos de este mundo, nuestro propio infierno» (Oscar Wilde).

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