Por Luis Américo Illuminati.-

Ante los rumores de que un alto oficial retirado de la Fuerza Aérea -cercano a Eurnekian- ocuparía la titularidad de la ex SIDE, actual AFI, soy de opinión sobre la inconveniencia de que los militares retirados actúen o intervengan en política. Me baso en la experiencia de mi padre (ya fallecido) que fue un destacado integrante de esa prestigiosa arma, hace 54 años sufrió arresto y otros castigos por no estar de acuerdo con los errados objetivos del gobierno de facto del entonces Teniente General Juan Carlos Onganía que hasta el día de hoy se ignora cuál fue el verdadero motivo por el cual derrocó a Illia -presidente de la República- y se sentó en el sillón de Rivadavia (28 de junio de 1966). Dicen algunos que los motivos fueron dos: 1) la ley de medicamentos que su gobierno sancionó y que perjudicaba a los laboratorios norteamericanos, 2) la anulación de los contratos petroleros ventajosos para empresas extranjeras, pero no para los argentinos. Un reducido número de militares apoyó su aventura (Pascual Pistarini, Julio Alsogaray y otros).

El día del derrocamiento del Dr. Arturo Umberto Illia, yo tenía 14 años y era alumno de I Año del Colegio Nacional «Perito Moreno» y vivía en el Barrio Militar de la Guarnición Aérea Comodoro Rivadavia (Prov. de El Chubut); mi padre era el segundo jefe de esa base aérea y no vio con buenos ojos ese hecho incalificable y lo condenó en privado. Al día siguiente viví una situación que no olvidaré nunca. Estaba con mis compañeros oyendo al profesor de Historia, Hércules Pinelli -pionero y primer rector de la Universidad de Don Bosco- cuando antes de concluir la clase nos dijo unas palabras que me quedaron grabadas para siempre en mi memoria. «Queridos alumnos, hoy es un día negro para la democracia y la República. Digo esto por si algunos de Uds. el día de mañana abraza la carrera de las armas. Yo admiro profundamente a los militares, pero creo que ellos jamás deben irrumpir en la política, no han sido preparados para gobernar el país. Los militares de auténtica vocación son como los buenos y santos sacerdotes, éstos han nacido para salvar las almas y señalar el buen camino a los feligreses, y los militares están para defender la soberanía nacional y morir por la patria llegado el momento. Una vez que están retirados, deben imitar el ejemplo del General San Martín que retirado del servicio cultivó su jardín en paz y sosiego y que ofreció sus servicios cuando ocurrió la invasión de la escuadra anglo-francesa sobre el río Paraná en 1845. San Martín y los militares fieles son como Cincinato que, una vez cumplida la misión de salvar Roma, volvió al arado, permaneciendo tranquilo hasta su muerte. Lo veo al Padre de la Patria, parado en la costa de Boulogne-Sur-Mer contemplando el lejano horizonte, y levantando los ojos al cielo, agradecido de haber combatido por la libertad de su Patria».

Tres años después vivíamos en Córdoba y mi padre -que era Vicecomodoro y Jefe de Escuadrón Tropas de la Escuela de Suboficiales y a punto de ascender al grado inmediato superior- cayó en desgracia; le impusieron 90 días de arresto por haber realizado entre la oficialidad comentarios y apreciaciones opuestas a los objetivos de la Revolución Argentina». Tal el texto de la sanción, firmado por el jefe del arma. Tras permanecer 90 días arrestado en la Base Aérea Tandil, lo pasaron «a disponibilidad» (agosto de 1969). En ese momento tenía dos opciones, tal como Hamlet en la fatal encrucijada de su vida: ser o no ser. La primera consistía en resistir, encabezando una rebelión o motín apoyado por un conjunto de oficiales jóvenes con destino en la misma Guarnición Córdoba, además de tres unidades del Ejército y dos de la Fuerza Aérea. La I Brigada Aérea El Palomar -que fue su primer destino siendo Alférez- y la VII Brigada con asiento en Morón, lugar donde realizó sus estudios primarios y secundarios (Instituto San José).

La segunda opción era solicitar su retiro. Su madre, su esposa y yo, le rogamos que pidiera el retiro porque temíamos por su vida, lo mismo le aconsejaron el P. Leonardo Castellani y el Hermano Andrés, Director del Colegio San José. Y así lo hizo, pidió el retiro en diciembre de 1969, solicitud que le fue aceptada en marzo del año siguiente. Veinte años después -el 10 de agosto de 1990, Día de la Fuerza Aérea Argentina- el flamante presidente de la República Dr. Carlos Saul Menem vino a Córdoba con motivo del festejo al cual mi padre y yo estuvimos invitados por el Brigadier Lindow, Jefe de la Guarnición Aérea, oportunidad que tuve de hablar con el presidente de la Nación. Dos o tres días después por intermedio de un allegado a Menem, un abogado cordobés ya fallecido (Carlos R. Bris) el presidente le ofreció a mi padre el cargo de jefe de la SIDE, Delegación Córdoba, puesto que habían chequeado su currículum con informe óptimo, ya que además de oficial de Comando y Estado Mayor, era oficial de la especialidad Inteligencia. Después de meditarlo unos días mi padre declinó amablemente el ofrecimiento, dando buenas y justas razones, que aún las recuerdo pese al tiempo transcurrido. Dijo: «Estoy convencido que un militar retirado, tenga el cargo que tenga, no debe ocupar cargos públicos ni intervenir en política pues los militares están para otra cosa, yo fui tropero y entrené cientos de soldados para la guerra. La vida de un militar es como la de un bombero, si no está apagando el fuego, su lugar siempre está en el cuartel. Con lo que he vivido hasta ahora, es más que suficiente. Agradezco la deferencia». Tenía 64 años. Falleció el 18 de julio de 2013 a los 87 años. Cabe poner de manifiesto que al enterase después del 2 de abril de 1982 que Argentina estaba en guerra con Inglaterra por la recuperación de las Malvinas, ofreció sus servicios.

* En la fotografía aparece mi padre dando un discurso en la Plaza San Martín de ciudad de Comodoro Rivadavia el día 25 de mayo de 1966, un mes antes de la caída del Presidente Illia. Yo soy el adolescente de 13 años, de gabán gris, a la izquierda del palco.

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