Por Manuel Lichtenstein.-

Los forjadores de los precios de mercado que son parte del desajuste que se genera entre el castigado sector de la producción y el vilipendiado consumidor, no son la consecuencia de medidas adoptadas por la última generación de funcionarios del estado, ya que fueron muchos los integrantes de gobiernos anteriores que miraron distraídos hacia la vereda de enfrente.

Es re sabido que cuanto mayor es el precio de venta, sobre todo de los productos de consumo masivo por la totalidad de la población como son los alimentos y los medicamentos, mas cosecha el Estada a través de una severísima recaudación fiscal.

Por lo tanto, el Estado dispone de valores que mal administrados, como fue el comportamiento del desgobierno de los Kirchner, son uno del factores preponderantes que alimentaron en principió a la perversa inflación.

O sea que la complicidad del Estado con los forjadores de precio, a quienes deliberadamente no se los controla, mas una política desordenada de un populismo que nada tiene que ver con programas que regulen con precisión y justicia social, un reparto equitativo de las riquezas que se generan en el país en todos sus estamentos a través de su laburo diario.

Lo indiscutible es que no podrá el gobierno de Macri combatir seriamente al flagelo de la inflación si no toman medidas severas que impidan que la intermediación, donde algo tienen que ver las mafias, no resulten ser los máximos ganadores en esta mal parida ecuación que arranca desde el productor hasta el consumidor.

El estado gambetea esta asignatura como es la de proteger al consumidor, habida cuenta que el 85 % de la población es la más castigada como consecuencia de los bajos recursos que hasta hoy ningún gobierno, populismo de por medio, tuvo sinceras intenciones de corregir.

Todos hablaron de justicia social, todos prometieron a los ciudadanos eternamente desprotegidos, bajar el cielo a la tierra para que los que históricamente fueron marginados por todos los gobiernos de turno, que invariablemente se distrajeron empíricamente mientras que las gentes en su gran mayoría sufren por los efectos de los bajos recursos que como un castigo lo viven sin chances de cambiar su mala forma de vivir.

Pero como lo último que el ser humano puede perder, son la fe y la esperanza, nos restaría esperar que el gobierno del Ingeniero Macri en sus próximos programas para sus políticas de Estado, se consagre seriamente y con decisión a cumplir con el slogan durante su campaña electoral, de “pobreza cero”, ya que si lo lograra sería tal vez, la única asignatura cumplida por la cual merecería el bronce, única recompensa que solo les cabe a los hombres y mujeres de honor.

Share