Por Hernán Andrés Kruse.-

En su libro “La Política”, Aristóteles realiza la siguiente división de los gobiernos: “Siendo cosas idénticas el gobierno y la constitución, y siendo el gobierno señor supremo de la ciudad, es absolutamente preciso que el señor sea o un solo individuo, o una minoría, o la multitud de los ciudadanos. Cuando el dueño único, o la minoría, o la mayoría, gobiernan consultando el interés general, la constitución es pura necesariamente; cuando gobiernan en su propio interés, sea el de uno solo, sea el de la minoría, sea el de la multitud, la constitución se desvía del camino trazado por su fin, puesto que, una de dos cosas, o los miembros de la asociación no son verdaderamente ciudadanos o lo son, y en este caso deben tener su parte en el provecho común. Cuando la monarquía o gobierno de uno solo tiene por objeto el interés general, se le llama comúnmente reinado. Con la misma condición, al gobierno de la minoría, con tal que no esté limitada a un solo individuo, se le llama aristocracia; y se la denomina así, ya porque el poder está en manos de los hombres de bien, ya porque el poder no tiene otro fin que el mayor bien del Estado y de los asociados. Por último, cuando la mayoría gobierna en bien del interés general, el gobierno recibe como denominación especial la genérica de todos los gobiernos, y se llama república” (…) “Las desviaciones de estos gobiernos son: la tiranía, que lo es del reinado; la oligarquía, que lo es de la aristocracia; la demagogia, que lo es de la república. La tiranía es una monarquía que sólo tiene por fin el interés personal del monarca; la oligarquía tiene en cuenta tan solo el interés particular de los ricos; la demagogia, el de los pobres. Ninguno de estos gobiernos piensa en el interés general”.

El Estagirita es muy claro: la oligarquía es una forma impura de gobierno, es decir, corrupta, que está a cargo de una minoría rica que ejerce el poder en beneficio del sector más poderoso de la sociedad. Pues bien, el gobierno de Macri no hace más que corroborar el pensamiento de Aristóteles. Con Cambiemos en la Casa Rosada Wall Street ejerce el poder en Argentina. Jamás había pasado algo semejante en la historia argentina. Si bien durante las presidencias de Carlos Menem y Fernando de la Rúa el poder financiero transnacional ejerció una gran influencia, quienes ocuparon los ministerios en ambos gobiernos no eran empleados de ese poder. Hoy, Wall Street se ha adueñado del gobierno argentino. Cerca de treinta financistas que en algún momento trabajaron en Wall Street, fueron empleados de la república imperial, están presentes en el ministerio de Hacienda y Finanzas, Banco Central, Comisión Nacional de Valores, ANSES, Unidad de Información Financiera, YPF, Banco Nación y el ministerio de Desarrollo Social. Emerge en toda su magnitud el cambio que se ha dado en la Argentina con la llegada de Macri al poder: el gobierno está en manos de las finanzas internacionales, la Casa Rosada y los ministerios son hoy propiedad de Wall Street. En este sentido, el JP Morgan ha sido el banco transnacional más beneficiado. En efecto, cuatro ex ejecutivos de la entidad, Alfonso Prat Gay, Luis Caputo, Vladimir Werning y Demian Reidel, ocupan puestos relevantes en el gobierno de Macri. Ahora se entiende el acto de genuflexión de Prat Gay en Madrid. No actuó como un ministro de Hacienda y Finanzas de un país soberano sino como un miembro del poder financiero transnacional. Pero el JP Morgan no es el único banco transnacional que hizo su desembarco en el gobierno de Macri. Cabe mencionar, también, a otros pesos pesados de las finanzas internacionales como Goldman Sachs, Morgan Stanley, HSBC, Citi, Deutsche, Barclays y Merril Lynch. El Banco Central es hoy una sucursal de Wall Street. Junto a su titular, Federico Sturzenegger, está como director otro JP Morgan, Demian Reidel, quien también trabajó para Goldman Sachs. Otro hombre cercano a Sturzenegger es Agustín Collazo, de Morgan Stanley. Tampoco debemos olvidarnos de Horacio Tomás Liendo (nieto), quien también trabaja como director del Banco Central. Liendo (nieto) es hijo de quien ocupara la secretaría de Coordinación Legal, Técnica y Administrativa del Ministerio de Economía en la época de Carlos Menem y nieto del general que tuvo a su cargo el ministerio de Trabajo durante la última dictadura militar. La Comisión Nacional de Valores, organismo que tiene como misión la regulación y control de los diversos actores del mercado bursátil, está en manos de Marcos Ayerra, ex empleado del Chase Securities, una entidad financiera que fue absorbida por el JP Morgan. Lo acompaña, entre otros, Carlos Hourbeigt, quien trabajó en la firma Copérnico Capital Partners para luego trasladarse al Deutsche Bank. Bloomberg, una agencia especializada en economía y finanzas, tituló un artículo “Wall Street a cargo de la Argentina”, cuando Prat Gay expresó la intención del gobierno de pagar en efectivo la sentencia del juez Griesa. Por su parte, el Financial Times, a través de su representante en Buenos Aires, expresó que la Argentina había recuperado su vínculo con Wall Street (fuente: Alfredo Zaiat, “Wall Street en la Casa Rosada”, Página 12, 22/5/016).

No puede sorprender, entonces, el rumbo económico del gobierno de Macri. Desde que asumió transfirió casi 20.000 millones de dólares hacia compañías exportadoras, financieras, grandes empresas de alimentos y grupos industriales. Todas las medidas que puso en práctica, megadevaluación, eliminación de las retenciones, aceleración inflacionaria y bicicleta financiera apadrinada por el Banco Central, han tenido como objetivo principal garantizar una fenomenal redistribución regresiva del ingreso. En buen romance: Macri ha tenido en mente desde que es presidente hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. En moneda nacional, significa una transferencia de recursos hacia los sectores empresarios del orden de los 281.106 millones de pesos (fines de abril), suma que equivale al 75% superior a la partida anual que se destina a la obra pública y que es 130% mayor que el presupuesto que se destina a solventar las universidades nacionales. Tal como sostienen los economistas investigadores Itai Hagman, Pablo Wharen y Martín Harracá, semejante transferencia no ha hecho más que atentar contra la calidad de vida de la mayoría de los argentinos y exponer a la economía nacional a mayores vulnerabilidades en el sector externo. Las principales medidas económicas de Macri apuntan a privilegiar los intereses de los sectores concentrados de la economía en detrimento de los derechos de los trabajadores. En este contexto, no resulta sorpresivo el incremento en la fuga de capitales que se produjo al compás de la feroz redistribución de ingresos hacia la élite empresaria. Garantizando una profunda liberalización financiera y cambiario el gobierno de Cambiemos no hizo más que facilitar la salida de divisas. Los economistas investigadores consideran que entre enero, febrero y marzo de 2016 se fugaron 3300 millones de dólares, la mayor salida desde la crisis financiera internacional de 2009. De esa forma, el país corre el riesgo de tener delante suyo un panorama inquietante: transferencia de ingresos, fuga de capitales y endeudamiento externo (Fuente: Tomás Lukin, “Casi 20 mil millones de dólares”, Página 12, 29/5/016).

El gobierno de Macri es una oligarquía químicamente pura con base popular. El 22 de noviembre de 2015 trece millones de compatriotas votaron al candidato de Cambiemos para sacarse definitivamente de encima a Cristina Kirchner. Primó el odio y no la razón. Porque si ésta hubiera primado seguramente muchos de quienes finalmente optaron por Macri lo hubieran hecho por Scioli, aunque sea por una cuestión de supervivencia. Porque con Macri en el poder la democracia está en serio peligro. Un gobierno que le quita a los sectores populares un buen porcentaje de sus ingresos para hacer más ricos a los miembros del poder financiero concentrado, descree de los valores fundamentales de la democracia como filosofía de vida. Para el presidente de la nación la torta es para pocos quedando el resto, que es la mayoría, condenado a la exclusión social. Está convencido de que la élite está predestinada a ejercer el mando en la Argentina. Para él es “natural” que existan claras y nítidas diferencias sociales, y que los pobres sepan que es lógico que jamás abandonen la pobreza. No concibe que una persona logre ascender socialmente en base al esfuerzo y dedicación. Pero sí le parece admisible que alguien lo haga si se valió de la corrupción. Alguien muy cercano al propio Macri lo pone palmariamente de manifiesto. El actual gobierno se asemeja a los gobiernos de la “Belle époque”, donde estaba vigente una democracia restringida, cuyas puertas se abrían exclusivamente para recibir a los miembros de la oligarquía. No resulta, pues, ninguna sorpresa que para el presidente y los suyos el kirchnerismo haya sido una anomalía. Les resulta inadmisible que Néstor Kirchner y su sucesora hayan tenido el tupé de crear las condiciones para una mayor flexibilización de la estratificación social. Que miembros de los sectores populares hayan podido ascender socialmente durante el kirchnerismo es considerado por el macrismo una ilusión óptica, una anormalidad. Porque para el macrismo es “normal” que un empleado se resigne a vivir con un sueldo bajo, una remuneración que le impida progresar materialmente. He aquí otras de las razones fundamentales de la gigantesca transferencia de recursos autorizada por Macri apenas asumió como presidente: condenar a los trabajadores a una vida mediocre y pletórica en necesidades de toda índole. Emerge, pues, en toda su magnitud la hipocresía del presidente. Porque cuando reitera hasta el cansancio que su objetivo es que todos los argentinos tengan una mejor vida, no hace más que tomarle el pelo a la gente. Porque él sabe muy bien que con alta inflación, con una amenaza constante de despido, la clase trabajadora está imposibilitada de alcanzar una vida de mayor calidad. Macri apunta-y he aquí la perversidad y el cinismo que lo embriaga-a un país para pocos, a un país que se asemeje a un club exclusivo, a la Europa del absolutismo monárquico en la que “convivían” colosales castillos y ejércitos de desocupados y hambrientos pululando en sus alrededores en búsqueda de comida.

¿Cómo es posible, entonces, que la sociedad no vea lo que está pasando en el país? ¿Está tan cegada por el odio inoculado por la prédica disolvente de Clarín que no alcanza a percatarse de lo que está haciendo Macri como presidente de la nación? ¿No percibe que el oficialismo lo único que pretende es hacer de la Argentina una gigantesca empresa privada regida exclusivamente por el afán de lucro? ¿Realmente no lo percibe o simula no percibirlo con la esperanza de que en el segundo semestre de 2016 las cosas mejoren, tal como lo prometió Macri? Lo cierto es que Cambiemos ha demostrado, varios siglos después, que el genio de Aristóteles está intacto para beneplácito de una élite económica voraz e implacable, que desconoce por completo el significado de las fuerzas morales.

Share