Por Hernán Andrés Kruse.-

El presidente de la nación acaba de hacer una apología de la esclavitud laboral. En efecto, sostuvo que es fundamental rediscutir “todos los convenios laborales” para adecuarlos a las exigencias del siglo XXI. “Al aferrarnos a esos convenios debilitamos los puestos de trabajo que tenemos. No sólo no nos fortalecemos, sino que ponemos en peligro lo que tenemos”, consideró Macri quien también aludió a la necesidad de renovar las conducciones de los sindicatos. Sus dichos fueron una consecuencia del masivo acto del viernes pasado impulsado por los movimientos sociales y la CGT en reclamo de la Ley de Emergencia Social, norma que, a juicio del presidente, conduce a “una cultura del atajo y la avivada”. Tanto la CTA como el kirchnerismo acusaron al primer mandatario de “buscar la flexibilización laboral”. Macri pronunció esas palabras durante el lanzamiento de un plan tendiente a capacitar en herramientas digitales a partir de un convenio entre el Ministerio que conduce Esteban Bullrich e Internet Media Services (IMS), una empresa multinacional de marketing digital cuya casa matriz está en Miami. “Necesitamos también que los gremios se renueven y tengan la capacidad de actualizarse”, señaló el presidente. “Tal vez pensar si los mismos dirigentes que han conducido los gremios se están dando cuenta de esta necesidad, o tal vez ellos se tienen que plantear una renovación interna”, señaló. Luego detalló que “eso significa sentarse en la mesa y discutir todos los convenios laborales porque estamos en el siglo XXI. No podemos seguir aplicando convenios del siglo XX”. “Al aferrarnos a esos convenios debilitamos los puestos de trabajo que tenemos. No sólo no nos fortalecemos, sino que ponemos en peligro lo que tenemos”, enfatizó el primer mandatario, quien busca la aprobación parlamentaria de una ley que autorice la realización de más exámenes e incrementar el número de requisitos para que los trabajadores estén en condiciones de realizar juicios por accidentes de trabajo. También arremetió contra la Ley de Emergencia Social aprobada en el Senado hace unos días. La comparó con “esas leyes que dicen que se terminó la pobreza porque así sería muy fácil y podríamos hacer lo mismo con el narcotráfico, y con todo”.

Hugo Yasky, líder de una de las CTA, expresó que “Macri debería, en primer lugar, aclarar cuál es el modelo de dirigente sindical que reúne las condiciones para ser funcional a sus políticas de gobierno” (…) “Se debe parecer más al Momo Venegas, que se ha puesto la camiseta de Cambiemos que a los que luchan por mantener los derechos a las paritarias libres y a la no criminalización de la protesta social”. Luego advirtió: “Este modelo no es ya retrógrado: es pre-sindical. Pretende que el sindicalismo deje de lado la defensa de los derechos del trabajador y sea cómplice de las políticas del ajuste” (…) “Seguramente los convenios del siglo XXI son los que proponen los grupos empresarios cuando hablan de terminar con las paritarias, con los convenios colectivos de trabajo. Es decir que proponen la flexibilización laboral y la quita de derechos, que es el modelo que se trata de copiar del sudeste asiático”. En un acto de homenaje a Saúl Ubaldini el ex ministro de Trabajo Carlos Tomada advirtió: “Desde el 24 de marzo de 1976, todos los gobiernos dijeron que había que revisar los convenios colectivos, salvo uno que duró 12 años”. Consideró que “quieren debilitar y eliminar al movimiento sindical argentino” (…) “Los principales escollos del modelo de Macri son el movimiento obrero y las instituciones laborales que defienden el bolsillo y el empleo de los trabajadores” (…) “Por eso, a cada momento, fija postura que presuponen ofensivas sobre el modelo sindical, los convenios de actividad, la Justicia Laboral y la política de ingresos de los argentinos”. Por su parte, La Cámpora sostuvo, a través de un comunicado, que “Macri odia a los trabajadores” (…) “Primero empezaron con la grasa militante para justificar el despido de miles de compañeros, luego dijeron que los sindicatos tenían que ver hasta donde se podía discutir salarios sin arriesgar puestos de trabajo y ahora plantean desafiar la estabilidad y las normas básicas de cualquier rama del trabajo. El libreto de Macri se cumplió en menos de un año”. Más adelante expresa que “Macri plantea hacer borrón y cuenta nueva a los Convenios Colectivos de Trabajo, derechos obtenidos tras largas luchas políticas y sociales y del trabajo en conjunto de gobiernos populares y los sindicatos. Va por todo” (fuente: Werner Pertot, “Macri ahora va por los convenios colectivos”, Página 12, 22/11/016).

Roberto Lavagna, ex ministro de Economía durante los gobiernos de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner, afirmó que el modelo económico que está ejecutando el gobierno de Mauricio Macri inevitablemente colapsará. No es la primera vez que el experimentado economista sale con los tapones de punta para criticar la política económica del macrismo. La semana pasada expresó: “Lentamente, nos hemos ido deslizando como país y como gobierno hacia una política que ya vivimos. La tuvimos con los militares y en los noventa y no genera desarrollo”. Rogelio Frigerio, ministro del Interior y Obras Públicas, dijo a modo de réplica que las medidas que estaba tomando el gobierno tenían como objetivo medular la inversión y el consumo, mientras que el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay no tuvo mejor idea que comparar al ex ministro con Hebe de Bonafini. En una entrevista concedida a La Nación, Lavagna dijo que “este tipo de modelo que combina tasas de interés fenomenalmente altas, dólar fijo o cayendo, el bolsillo del grueso de la población enflaqueciéndose, el empleo debilitándose, indefectiblemente requiere el endeudamiento externo e indefectiblemente termina en una situación de colapso”. Luego destacó que el de Macri “es un modelo de ajuste”, porque, entre otras cuestiones, “el salario ha caído alrededor del 8 por ciento y se han perdido unos 120 mil empleos en blanco y otros tantos en negro”. La mención hecha por Lavagna del colapso molestó sobremanera al gobierno nacional. Marcos Peña, jefe de Gabinete, sostuvo que “Este modelo económico va a terminar en desarrollo sustentable y crecimiento en Argentina: de eso estamos absolutamente convencidos”. Y agregó: “Lavagna me lo dijo, se lo dijo al presidente, él cree que hay que devaluar más fuerte y cree que el tipo de cambio está apreciado. Lo insinúa y no lo termina de decir con todas las letras en público. Pero lo que no cierra en su modelo es cómo seguir devaluando sin depreciar el salario real”. Para Peña la de Lavagna “es una opinión válida, algunos lo comparten y otros dicen que se devaluó demasiado” y consideró que “creemos que vamos hacia un camino posible y gradual” para la economía. Expresó además que “La gente puede tener la tranquilidad que estamos yendo en la dirección del sinceramiento de un país en el que se mintió y tuvo muy malas políticas económicas durante muchísimo tiempo: hay un consenso generalizado que el año que viene vamos a crecer, que va a haber menos inflación y mayor creación de empleo” (fuente: “El colapso que preocupa al gobierno”, Página 12, 22/11/016).

Roberto Lavagna es un experimentado economista que aceptó el desafío de ser ministro de Economía en la etapa más complicada de la Argentina contemporánea. Año 2002: más de la mitad de los argentinos estaban sumidos en la pobreza, no había partidos políticos, se había desatado la inflación luego de la devaluación y el aislamiento internacional era total. De no haber sido por Duhalde y Lavagna hubiera pasado cualquier cosa en el país. Aclaro que Duhalde lejos está de ser un santo de mi devoción. Por el contrario, es un clásico dirigente peronista de derecha que supo manejar el aparato partidario más poderoso del país. Sin embargo, justo es reconocer que en ese año fatídico no había otro dirigente que se hubiera atrevido a hacerse cargo de la presidencia de la nación. Cuando asume Kirchner las consecuencias de la feroz crisis de diciembre de 2001 no habían desaparecido pero al menos la Argentina no había sucumbido. Que ello no hubiera sucedido fue mérito de Duhalde y Lavagna, y el no reconocerlo implica un grave acto de injusticia histórica. De ahí que la opinión de Lavagna es importante. Cuando habla se debe escucharlo y analizar lo que dice. Lo que no hay que hacer es enojarse cuando opina de economía. Lamentablemente, tal fue la reacción de varios funcionarios del gobierno nacional. En lugar de replicar con sensatez y grandeza los dichos de Lavagna, lo hicieron de mala manera poniendo en evidencia un malhumor que desnuda la impotencia del gobierno para solucionar los graves problemas económicos que aquejan al país.

En su edición del domingo 20 Página 12 publicó un artículo de Alfredo Zaiat titulado “Consumo con brotes secos”, en el que considera que el análisis de las principales variables de la economía, inflación, salario y empleo, se contradicen con el optimismo que demuestran los funcionarios de Cambiemos respecto a una recuperación del consumo el año próximo. Tanto los economistas de la ortodoxia como un importante número de economistas de la heterodoxia coinciden en señalar que el consumo será uno de los indicadores más importantes para evidenciar el crecimiento del PBI en 2017. El gobierno cree que esa variable de la economía será fundamental a la hora de inclinar la balanza a favor del oficialismo cuando la población participe del acto eleccionario de medio término. La idea de Cambiemos es comparar el nivel del consumo de los meses previos a octubre de 2017 con los peores meses de 2016 para demostrar que la economía está creciendo. Sin embargo, señala Zaiat, nada indica, al menos por ahora, que el consumo privado crecerá el año próximo. Lo más probable es que el consumo continúe deprimido pero en comparación con la malaria de 2016 puede crear la ilusión de un repunte de la economía. El equipo de propaganda del presidente de la nación apuesta a un consumo en leve ascenso el año que viene, convencido de que lo peor de la recesión ya pasó. El problema es que no existe ningún indicador relevante que respalde ese convencimiento. La importancia del consumo privado queda en evidencia con este simple dato: representa, a precios constantes de 2004, el 74 por ciento del PIB. Si el objetivo del gobierno es impulsar el crecimiento de la economía el consumo privado es la demanda clave a tener en cuenta de la demanda global. Hoy por hoy ni el consumo público (12 por ciento del PIB) , ni la inversión privada (20 por ciento) y las exportaciones (18 por ciento), están en condiciones de poner en marcha el crecimiento de la economía argentina. En efecto, la sumatoria del consumo público, la inversión privada y las exportaciones da como resultado 124, del que debe restarse las importaciones (la Oferta Global que representa el 24 por ciento). Si el resto de los factores se mantienen constantes, dice Zaiat, un aumento del consumo privado del 1 por ciento implica un incremento del PIB del 0,74 por ciento. Queda en evidencia la importancia del consumo privado. Si éste crece, crece la economía. Quienes están en mejores condiciones para acelerarlo son los trabajadores, los jubilados y quienes son titulares de derechos sociales por el simple hecho de que son los más propensos a gastar gran parte de su dinero en el consumo. Los otros participantes del consumo privado, al poseer ingresos más elevados, destinan parte de los mismos al ahorro. Ahora bien, ¿qué medidas tomará el gobierno para impulsar al sector más importante del consumo privado? Para los economistas que ven con optimismo el 2017 el gobierno se abocará a bajar la inflación, a garantizar el incremento de los salarios vía paritarias por encima de la inflación, a otorgar a los trabajadores, jubilados y titulares de la AUH el bono de fin de año, y a incrementar la obra pública para revitalizar el mercado laboral.

El resto del artículo lo dedica Zaiat a analizar en qué medida el optimismo de los economistas gubernamentales se adecua o no a la realidad. Si bien el gobierno asegura que la inflación bajará el año que viene el último trimestre muestra tasas inflacionarias que no invitan al optimismo. La inflación de octubre se situó por arriba de las previsiones de Prat-Gay y Sturzenegger. Según relevamientos privados en lo que va de noviembre el alza de los precios no ha perdido intensidad. Por cuestiones estacionales, seguramente en diciembre no habrá baja en los precios. Para el año que viene el ministerio de Energía ha expresado que las tarifas de gas y electricidad sufrirán aumentos. También sufrirá un aumento el transporte. La realidad señala que el aumento de las importaciones de bienes de consumo final no ha logrado frenar la inflación. Lamentablemente, “no aparecen en el horizonte síntomas de alivio en el recorrido de la inflación para mejorar el estado de ánimo del consumidor” (Zaiat).

El gobierno está convencido que los salarios a negociar en paritarias se ubicarán por encima de la inflación. De esa forma se podrá sostener el consumo como motor principal del crecimiento para el año que viene. Para que este pronóstico se cumpla es fundamental que los sindicatos no efectúen reclamos para recuperar lo que perdieron este año en materia de salarios, acepten sentarse en la mesa de negociaciones para discutir la inflación futura y que los empresarios acepten negociar aumentos por arriba de la inflación. Es muy difícil que sindicalistas y empresarios actúen de esa forma simultáneamente. Lo más probable es que los empresarios no acepten discutir alzas salariales para compensar la suba de los precios. La recesión, la suba de las importaciones y de la luz, el gas y el agua han hecho resentir la tasa de rentabilidad de muchos sectores. En consecuencia, aumentar los salarios por encima de la inflación implicaría, en un escenario de esas características, una mayor presión sobre los costos sin que se traslade a los precios. Lo más probable es que haya mucha conflictividad por la discusión salarial. “Con todos estos factores de disputa por los ingresos desplegados en el escenario económico 2017, afirmar que el salario será el combustible para encender el consumo es una apuesta atrevida” (Zaiat).

Respecto al bono cabe decir que no logrará mejorar sustancialmente el ingreso de los trabajadores para revitalizar el consumo. Se trata de un monto muy bajo en relación con la pérdida acumulada durante 2016, un mero paliativo para no arruinar las fiestas de los trabajadores Según el Instituto de Trabajo y Economía de la Fundación Germán Abdala los 2000 pesos no logran compensar la pérdida salarial de este año. Si se tuviera en cuenta la evolución del salario real del sector privado registrado, el bono debería ser de 12.400 pesos. Si se empleara un índice de precios que contemple una canasta representativa de los trabajadores, se necesitaría un bono de 16.400 pesos para igualar al poder adquisitivo del año anterior. Según este Instituto la situación se complica en el área de los trabajadores públicos de la administración nacional ya que el bono debería ser de 22.000 pesos.

En lo que va del año las cifras oficiales señalan que 127.595 empleos registrados se perdieron y más de 2100 empresas cerraron sus puertas. Según estimaciones privadas los despidos fueron más de 200 mil. A ello hay que agregar la generalización de suspensiones en actividades que padecen duramente la recesión y la importación sin límites. El desempleo es hoy del 9,3 por ciento de la población económicamente activa y no sería extraño que en la próxima medición, a raíz de la caída del consumo, el porcentaje supere los dos dígitos. Si bien la desocupación hace caer el consumo, otro factor que hay que tener en cuenta es el miedo de aquellos trabajadores que temen quedarse en la calle en cualquier momento. Dice Zaiat: “Así el descenso del consumo se integra por los miles que perdieron ingresos al quedar desocupados y por quienes lo mantienen con temor a perderlo y que además han padecido un fuerte retroceso del ingreso real. Esta inestabilidad laboral fue provocada por el macrismo cuando abrió las puertas a los despidos con la avanzada sobre el empleo público y cuando actúa en forma indiferente en los muchos conflictos que existen en el ámbito privado”.

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