Por Hernán Andrés Kruse.-

La política económica que viene implementando el presidente de la nación a partir de su asunción en diciembre de 2015 está trayendo aparejadas las consecuencias previstas: un sustancial incremento de la pobreza e indigencia a lo largo y ancho del país. Según el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) que depende de la UCA, la pobreza pasó del 29 por ciento registrado a fines de 2015 (legado del kirchnerismo) hasta el 32,9 por ciento registrado entre junio-septiembre de 2016. A su vez, la indigencia pasó del 5,3 al 6,9 por ciento durante el mismo período. Los porcentajes son sencillamente aterradores.

Según el informe del ODSA, “el impacto de la devaluación, las medidas anti-inflacionarias, el contexto internacional adverso y el rezago de la inversión privada y pública habrían generado un escenario crítico, aún más recesivo y adverso en materia de empleo y poder adquisitivo para amplios sectores sociales”. Este escenario choca frontalmente con las afirmaciones del Gobierno respecto al fin de la recesión, los brotes verdes, la expansión crediticia, la recuperación del empleo y la reducción de la inflación. “Las tasas de pobreza e indigencia retomaron los niveles de 2009, cualquiera sea la medición aplicada, pero en todos los casos muy lejos de crisis sociales atravesadas históricamente por el país en 1988-1990 o 2001-2002”, considera el informe. El aumento del 3,9 por ciento de la pobreza significa que desde que asumió Mauricio Macri un millón y medio de personas ingresaron al mundo de la pobreza. Según el ODSA habría “cerca de 13 millones de personas por debajo de la línea de pobreza, los niveles más altos desde 2010”. Informó además que entre 2011 y 2015 (segunda presidencia de Cristina) la pobreza por ingresos se incrementó casi 4 puntos y medio porcentuales (del 24,7 al 29,0 por ciento). Ello significa que en 9 meses el Gobierno de Cambiemos acumuló un deterioro parecido al nivel de pobreza generado por Cristina durante su segunda presidencia, lo que provocaba la dura reacción de la oposición, hoy oficialismo. Respecto a la indigencia, en el mismo período saltó del 5,3 al 6,9 por ciento, lo que significa que alrededor de 600 mil personas ingresaron al mundo de la indigencia, con lo cual entre 2015 y el tercer trimestre de 2016 la suma de indigentes se elevó a 2,7 millones. Según el documento durante la segunda presidencia de Cristina (2011-2015) se registró un descenso de la indigencia por ingresos casi del 1 por ciento (del 6,1 al 5,3 por ciento). Ese descenso de 0,8 puntos porcentuales acumulado durante ese período fue barrido durante los primeros nueve meses del gobierno de Macri (trepó 1,3 puntos porcentuales). La tasa de indigencia bajó 15 por ciento entre 2011 y 2015 mientras que en tres trimestres de Cambiemos se incrementó un 30 por ciento (fuente: “La promesa de pobreza cero es solo promesa”, Página/12, 10/3/017).

Pese a los denodados esfuerzos del Gobierno por controlarla, la inflación sigue sin darle tregua. Según acaba de informar el Indec la inflación de febrero fue del 2,5 por ciento, el porcentaje más elevado desde junio de 2016. Según el informe del organismo, hubo fuertes incrementos en servicios para la vivienda a raíz de la suba de la luz. Pero también se registraron importantes remarcaciones en educación, alimentos y atención médica, y gastos para el servicio de salud. La inflación alcanzó en enero el 1,3 por ciento, con lo cual la inflación fue del 3,8 por ciento durante el primer bimestre del año. Es probable que la cifra anualizada dé como resultado una inflación del 25,3 por ciento, cuando el deseo del oficialismo es del 17 por ciento. Resulta por demás evidente que al gobierno le está resultando sumamente complicado controlar el proceso inflacionario a pesar de que el dólar está planchado. La “inflación núcleo” (despeja la evolución de tarifas y productos estacionales) fue en febrero del 1,8 por ciento.

El gobierno decidió dividir el ajuste de la luz entre febrero y marzo. En febrero, a raíz del tarifazo eléctrico, se registró una suba del 13,1 por ciento de los combustibles para la vivienda. Según las consultoras en marzo el segundo ajuste de la luz impactará con mayor dureza sobre el nivel general de precios minoristas. Mientras tanto, los servicios básicos y vivienda se incrementaron un 8,4 por ciento. La inflación no se explica exclusivamente por el tarifazo eléctrico. Se registraron fuertes incrementos en los gastos para la salud (3,3 por ciento). Respecto a este rubro el informe aclara que los servicios para la salud sufrieron un aumento del 4,1 por ciento mientras que los productos medicinales y accesorios terapéuticos lo hicieron en un 2,3 por ciento. Lo increíble de esto es que, por un lado, la medicina y los remedios suben a un ritmo superior al de las jubilaciones y asignaciones familiares, y por el otro, el gobierno no titubea en desarmar los programas de acceso a la medicación para sectores vulnerables de la población.

El rubro “educación” experimentó subas del 4,0 por ciento. Los servicios educativos (cuotas de colegios privados) subieron un 4,4 por ciento y los útiles y textos escolares, un 2,5 por ciento. Según diversos estudios privados la canasta escolar se incrementó un 61 por ciento en 2016 y determinados productos lo hicieron un 350 por ciento. Según el CEPA (Centro de Economía Política), el lápiz negro costó en febrero 15,3 pesos cuando el año pasado su costo era de 5,0 pesos (aumento del 206 por ciento). El sacapuntas cuesta ahora 25,4 pesos cuando el año pasado costaba 4,6 pesos (aumento del 452 por ciento). Por su parte, la tijera hoy vale 30 pesos (antes, 18 pesos-67 por ciento de aumento) mientras que la plasticola hoy vale 26,5 pesos (antes, 8,9 pesos-197 por ciento de aumento).

Por último, el informe señala que los lácteos aumentaron un 2,8 por ciento, las verduras un 6,9 por ciento y cereales y pastas un 2,2 por ciento. El incremento de los alimentos (casi un 2 por ciento) demuestra que el proceso de desinflación, tan celebrado por el Banco Central en cada uno de sus informes, no se condice con la realidad. Además de los precios regulados que suben por arriba de la meta oficial de inflación, buena parte de los bienes y servicios están muy distorsionados. Para el Indec el incremento de los bienes fue del 1,4 por ciento y el de los servicios, del 3,9 por ciento. La indumentaria se presenta como una isla en el desierto. En efecto, en febrero registró una merma del 0,5 por ciento. Por su parte, las pequeñas y medianas empresas que se dedican al negocio textil atraviesan por una etapa complicada: su capacidad instalada es de apenas el 48,9 por ciento. Transporte y comunicaciones aumentaron un 2,3 por ciento mientras que los cigarrillos y accesorios lo hicieron en un 7,3 por ciento (fuente: Federico Kucher, “La inflación no se dio por enterada”, Página/12, 10/3/017).

En su edición del 9 de marzo Página/12 publicó un artículo de Horacio González titulado “La fecha II”. Dice el autor: “La fecha siempre es importante, por más que los historiadores y nuestras maestras y maestros nos pidan “estudiar los ciclos históricos más amplios”. Claro que eso está bien, la historia arrasa la frágil significancia de una fecha, muchas veces hojas prescindibles del calendario. Pero salvo los grandes espíritus conmemorativos…que elaboran un ciclo histórico completo a partir de una fecha, muchas veces nosotros mismos…solemos desmerecerlas. ¡Pero no! He aquí el fuerte dilema, diría que de índole trágica, sobre si esos dirigentes de la CGT estuvieron en condiciones reales de entender la situación en la que se pusieron. Pensaron que la fecha no importaba. Curiosamente, acataron un viejo razonamiento, totalmente válido en otras circunstancias, de que importaban los “ciclos”, la “prudencia” tomada en abstracto, la “sabiduría” como palabra de un diccionario rápido, circunstancial, para la cita frívola. Pero la verdadera prudencia y sabiduría, como virtudes clásicas, implica un saber panorámico sobre los “ciclos” y un saber específico sobre el “kayrós”, la oportunidad específica (puede ser precisamente una fecha) que pasa silenciosamente delante nuestro y es necesario interpretar y asumir. Schmid, por ejemplo, definió bien un paro general, como un “silencio atronador” (…) “Un dirigente que ante una metáfora de ese calibre, no pudo pensar sin embargo el momento específico, lo que allí se jugaba en términos de un día” (…) “Esos dirigentes no vieron los ejes, la rotación de la historia. Grave. ¡Un día! Al triunvirato se le escapó el día, por seguir demasiado las líneas de interconexión invisible con el gobierno, se les escapó la vitalidad astronómica de un día” (…) “Son los dirigentes de las burocracias del pensar social. Porque si Daer dice que no tenían custodia, ejércitos de compañeros como guardaespaldas, y por eso pudo “tomarse el palco”, ciertamente, pueden no ser ellos del tipo de burócratas que no pueden ser tocados por la multitud” (…).

“Llamar al acto en una territorialidad inadecuada, ignorar la verdadera territorialidad de los actos masivos, ya era una reflexión mezquina. Y la mezquindad siempre es un modo del burocrático pensar. Dispersaron el acto ante escenas urbanas irrisorias y abstractas, que podían ser importantes como sedes de ministerios en el procedimiento material del gobierno, pero abstractas para los manifestantes” (…) “Se equivocan quienes quieren ver en esa posterior “toma del palco”…una suerte de perturbación, de anomalía que retrataría la confusión en las filas propias. Se equivoca el gobierno, que lo ve así en su callada desesperación, se equivocan los medios que se solazan indebidamente con ese palco enmarañado que sustituyó el pensar burocrático por un pensamiento del “hecho”, que es la remota raíz de la palabra fecha, o data, de donde por deformación viene “dato”, y más deformadamente aún, “información”. Lo enmarañado del palco re-ocupado por la multitud, era una maraña provisoria. No fue solo un día histórico; fue histórico también porque se pidió por un día. Pues bien, se pidió por lo que faltó en el acto multitudinario, que superó las vallas escénicas que los triunviros imaginaron. Evitar la Plaza de Mayo les fue muy costoso, mucho más de lo que imaginaban. Y evitar el día, que era evitar los hechos, la verdadera esencia del acontecer histórico, más costoso aún. Fue una lección que no se puede ignorar” (…) “Ese día de justicia llegará, está en el pensamiento amplio de un amplísimo sector social. Ese día surgirá muy pronto, porque ya en el acto espontáneo de subirse al palco, esa disminuida Bastilla de los Triunviros, ya estaba trazado un nuevo calendario social. Hubo dos días en la historia argentina que no se previeron. El 17 de octubre no fue previsto por esa CGT que llamó al paro un día posterior. Decir 18 de octubre nada significa ahora. Pero con un ideal popular en la calle diciendo “poné la fecha”, al contrario, tenemos ahora un llamado cegetista incompleto, al que le faltó la previsión del día. Ese día que falta, será pues un día de justicia, no oscura ni escondida en un internado o entre cuatro paredes. Ese día democrático, social y popular vendrá, y pronto”.

En su edición del 10 de marzo La Nación publicó un artículo de Roberto Cachanosky titulado “La prioridad no es mejorar la distribución del ingreso”. Dice el autor: “Uno de los temas que suele preocupar a políticos y economistas es el de la distribución del ingreso. El famoso coeficiente Gini que pretende medir la distribución del ingreso es citado en trabajos científicos y en artículos periodísticos como la palabra de Dios y en rigor, en mi opinión, cómo se distribuye el ingreso no es tan relevante como el nivel de ingreso y de pobreza” (…) “Supongamos que en el momento 1 los sectores que menos ganan tienen un ingreso de 100 y los que más ganan tienen un ingreso de 1000. La diferencia entre el que más gana y el que menos gana es de 10 veces. Ahora bien, imaginemos que en ese país se aplica una adecuada política económica que genera crecimiento, aumento del ingreso real de la población y la pobreza tiende a cero, pero el que menos gana tiene un ingreso de 1500 y el que más gana de 18.000, el coeficiente Gini va a dar que empeoró la distribución del ingreso porque el que más gana ahora tiene un ingreso 12 veces mayor que el que menos gana. Si antes la diferencia era de 10 y ahora de 12, según esta visión de la economía la gente está peor porque aumentó la brecha entre el que más gana y el que menos gana. Sin embargo, el que menos gana ahora, gana más que el que más ganaba en el momento 1” (…) “A pesar de la mayor brecha entre el que menos gana que el que más gana, el que menos gana pasó a estar mucho mejor que el que más ganaba en el momento 1, con lo cual la distribución del ingreso es un gran verso populista” (…).

“El punto que quiero resaltar es que no debería interesar si algún sector tiene un ingreso muy alto respecto a los que menos ganan, sino que los que menos ganan, ganen lo suficiente como para tener una vida con todas sus necesidades más elementales bien satisfechas, capacidad de ahorro, de tomarse buenas vacaciones, acceso a buena educación, salud, etc. Lamentablemente al poner el acento en el tema de la distribución del ingreso el paso siguiente es aplicar políticas de redistribución del ingreso. Se ve como moralmente correcto que los políticos le cobren más impuestos a los que más ganan para transferírselos a los que menos ganan. La famosa justicia social” (…) cuando se aplican políticas económicas que incentivan el crecimiento, la riqueza no es un stock determinado que el burócrata tiene que repartir. En una economía eficiente, para seguir con el ejemplo de la pizza, no hay una pizza en la economía para repartir entre todos. En una economía eficiente hay cada vez más pizzas con lo cual el que comía una porción ahora podrá comer más porciones sin que otro tenga que entregar parte de sus porciones. Quienes hablan de distribuir el ingreso para terminar con la desigualdad terminan con la desigualdad pero haciendo que todos, salvo los políticos oportunistas, sean pobres. Igualan en la pobreza”.

“La razón es muy sencilla. Si la solución está en aplicar más impuestos para redistribuir el ingreso, entonces se espanta la inversión, cada vez hay menos puestos de trabajo, menos productividad y más pobreza y desocupación. Si la aplicación de mayor carga impositiva fuera la solución a la pobreza, entonces en Argentina no tendría que haber un tercio de la población pobre” (…) “Hace 80 años que estamos en emergencia” (…) “Todavía seguimos con la transitoriedad” (…) “Llevamos 16 años de transitoriedad. Esto demuestra que en vez de bajar la pobreza con más impuestos para disminuir la desigualdad en el ingreso, cada vez hay más desigualdad, más pobreza y más impuestos. En definitiva, siempre desconfíe de aquel que le propone como política terminar con la desigualdad de los ingresos porque es muy posible que lo logre a costa de hacer que todos sean pobres. En cambio confíe en aquél que se preocupa por terminar con la pobreza” (…) “Lo que importa es que haya inversiones, más puestos de trabajo mejor remunerados vía el incremento de la productividad y que no haya pobreza. Tiremos al diablo el coeficiente de Gini y concentrémonos en el nivel de pobreza para reducirlo, porque con lo que hay que terminar es con la pobreza y no estar mirando cuál es la diferencia entre el que más gana y el que menos gana. Esto último solo sirve para incentivar la envidia, el resentimiento y la cultura de la dádiva, el gran negocio de los políticos, pero que no sirve para terminar con la pobreza”.

En su edición del 9 de marzo La Nación publicó un artículo de Carlos Pagni titulado “Los complejos dilemas de Macri”. Dice el autor: “En el trayecto hacia las elecciones de octubre, Mauricio Macri estará sometido a un paralelogramo de fuerzas cuya influencia salta a la vista en el conflicto con el sindicalismo de la CGT y de los docentes. En ese sistema de contradicciones están cifrados sus dilemas. Por un lado, debe garantizar que la inflación sigue bajando. Es la conquista más tangible que puede acreditar” (…) “Por otro lado, debe garantizar que el anuncio técnico de Nicolás Dujovne, “la recesión ha terminado”, se vuelva sensible para el electorado. Significa que no debe decaer el consumo y que, por lo tanto, los salarios deben superar la inflación. Este propósito amenaza un tercer objetivo: las paritarias no pueden cerrarse en un nivel tan alto que incremente el déficit fiscal” (…) “El cuarto límite, que también está en tensión con un desborde sindical, es la desocupación. La política de Macri hace equilibrio dentro de ese cuadrilátero: inflación, salario real, déficit público y nivel de empleo”.

“El oficialismo observa esta agenda a la luz de las encuestas. Poliarquía, Aresco e Isonomía detectaron, entre diciembre y febrero, un fenómeno inquietante. No es la caída de popularidad de Macri. Es un vuelco en las expectativas” (…) “Es un movimiento crucial. Si hay algo que maravilló a Macri durante 2016 fue el estoicismo de una ciudadanía que seguía confiando en sus profecías a pesar de los inciertos resultados. La ironía es que la fe empezó a flaquear en el momento en que las promesas comienzan a cumplirse. Todos los indicadores-crédito, recaudación, patentamiento de autos, venta de cemento, exportaciones a Brasil-avalan a Dujovne: la economía comenzó a recuperarse. La ambivalencia entre las expectativas de la sociedad y los diagnósticos de los economistas rigen la conducta de todos los actores, empezando por Macri. El jueves pasado el Presidente ordenó moderar al máximo las decisiones que puedan determinar un deterioro del salario. Respondió a un reclamo de María Eugenia Vidal. Ella explicó que, con más ajustes, peligra el éxito en los comicios bonaerenses, que son la batalla principal” (…) “Dicho de otro modo, la eliminación de los subsidios y, por lo tanto, la reducción del déficit fiscal serán aún más gradualistas” (…).

“La gobernadora pretende terminar el entredicho cuanto antes. No sólo porque las familias, sobre todo las más desamparadas, comenzarán a culparla cuando no enviar a los hijos al colegio se vuelva insoportable. También porque la pelea con Roberto Baradel complica la campaña electoral, ya que impide la emisión de cualquier otro mensaje” (…) “Obligada al enfrentamiento, Vidal hace de la necesidad una virtud. Busca convertir la polémica con Baradel en un contenido principal de su proselitismo. Su estrategia ahora es asociarse a una causa tan urgente e igualitaria como la modernización educativa en la provincia” (…) “El conflicto con la CGT tiene otra lógica. Además de la debilidad de un triunvirato dirigido a control remoto, los grandes gremios sufren una fisura. La UOM encabeza, por el deterioro de su actividad, a los que alientan la protesta. Además, allí hay algunas víctimas electorales del oficialismo” (…) “Los metalúrgicos, asociados a gremios industriales más pequeños, piden la cabeza del ministro de Producción, Francisco Cabrera, y del secretario de Comercio, Miguel Braun, por las importaciones indiscriminadas” (…) “Los Gordos” e independientes, en cambio, no quieren el conflicto. Por eso cometieron la torpeza de movilizar a descontentos para no anunciar un paro. Comprensible. Doce años de sometimiento les hicieron olvidar las destrezas del oficio” (…) “La manifestación de la CGT encierra una clave electoral. Daer, Schmid y Acuña soñaron volver a ser la “columna vertebral del movimiento”. Reorganizar al peronismo y ponerlo a los pies de un líder que enfrente a Macri desde una nueva racionalidad, poskirchnerista. El desastre confirmaría que esa operación es imposible. La polarización es fatal. Es la tesis central de Marcos Peña. Quien obstaculiza a Macri suma, aunque no lo quiera, a Cristina Kirchner”.

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