Por Paul Battistón.-

Casi un siglo de golpes y salidas electorales finalmente sobrevalúo la democracia al punto de coronarla como el remedio maravilloso que todo lo cura, que da de comer y que educa. Pero apenas poco más de 30 años de la misma, con sus subgolpes y subsalidas electorales protegidas como parte del conjunto de funcionamiento del supuesto sistema democrático, dejaron en claro que era necesario estar bien curados, bien comidos y por sobre todo bien educados para sostener una democracia robusta, sana e ilustrada.

A los golpes y porrazos acá estamos. Tampoco es bueno restarle merito al esfuerzo necesario para haber llegado a donde estamos

¿Dónde estamos?

Recuperándonos de un intento de abolición republicana, lograda con los constantes embates siempre con títulos democratizadores. A saber: una democratización de medios, una democratización de la justicia y para mayor claridad de esa vocación democrática, la siempre presente intentona de reforma constitucional para no dejar fuera del marco legal al clamor popular por los conductores deseados mas allá de las claras limitaciones establecidas.

Lo hipócrita sobre las democratizaciones pretendidas no dejo mucho margen de objetividad para juzgar la institución de elecciones primarias obligatorias en forma conjunta y simultánea (PASO).

¿Que verdadero objetivo podían tener las Paso proviniendo de un gobierno cuyo leit motiv era “vamos por todo”?

Aunque debemos convenir que hasta ese momento las internas de los partidos menguadas en su importancia por el desinterés sembrado a su vez por conveniencias y practicas mafiosas, estaban lejos de ser democratizadoras.

Además podíamos hablar de internas en muy pocos casos. En importantes partidos era común la no existencia de las mismas. Las candidaturas se dirimían con mecanismos de apriete, empuje y confrontación.

Las PASO más allá de los objetivos subrepticios con los que puedan haber sido puestas en escena (y que sin duda sirvieron al kirchnerismo) fueron un mecanismo democratizante. Con falencias y efectos colaterales pero democratizante al fin y al cabo. Es muy probable que los efectos colaterales hayan sido el verdadero objetivo de sus creadores.

A 6 años de su puesta en funcionamiento, el costo de las misma y su supuesta escasa utilidad producto de las escasas internas, las han puesto contra las cuerdas golpeadas por las opiniones de participes y observadores.

Es lógico, es una costumbre aniquilar instituciones ante fallas detectadas. Pero parece que no es lógico aniquilar sus fallas para salvar las mismas.

Las PASO mas que fallar por su costo (principal argumento actual) parece fallar por sus consecuencias colaterales.

Cuatro grandes PASO han bastado para una constante reinterpretación de sus resultados

En un instante inicial su resultado como lo esperaban los K fue un posicionamiento director de los votantes. Nada podía sorprender después de la voz sonante de las PASO. Curiosamente los participantes favorecidos en las PASO no dirimían internas.

Luego las PASO se transformarían en una especie de encuesta previa muy útil para quienes pudieran exponer creíblemente interpretaciones convenientes de las mismas.

Finalmente ahora son expuestas como una primera vuelta de un ballotage inexistente dejando en un muy lejano plano su verdadero objetivo de definir candidatos. Esta reinterpretación de ballotage tiene como finalidad provocar una innecesaria huida de votos originales de fuerzas menores hacia una polarización de ficta segunda vuelta.

Pero si faltaba algo para empeorar la situación son las clásicas internas a dedo ahora antepuestas a lo que debería ser la interna en si misma, las PASO.

El único mecanismo con verdadera posibilidad de ser democratizante puesto en funcionamiento por los K esta al borde de su muerte. Una muerte que seria ejemplar para luego dar paso al momento de extrañarlas.

Las PASO convertidas en el costoso escalón intermedio entre las viejas internas de matones (sólo entumecidas por corto tiempo) y las elecciones definitivas, carecen totalmente de sentido ante la escasez de compulsa en su desarrollo y mas aun en el uso alternativo de sus resultados.

Las PASO no deberían ser el espacio donde los partidos mayoritarios solo exponen la formula surgida de los consensos de presiones y aprietes clásicos. Debería ser el lugar donde dicha formula surja de una contienda interna abierta

Las PASO no debería ser una encuesta previa que revela datos certeros para poder encaminar o revertir una tendencia.

Las PASO no deberían ser una pantalla despreocupada para blanquear resultados posteriores. Ni mucho menos ser el simulacro de ballotage que ahora pretende imponérsele.

Una sencilla herramienta podría rescatar a las PASO de todas estas calamidades virtuales y también de la única física y palpable, la del costo.

Dicha herramienta es la boleta única con sistema de tachado o troquelado que produciría una simplificación sustancial y una disminución en el costo de emisión de las papeletas y de fiscalización.

La justicia electoral debería establecer en conjunto reglas claras, simples y precisas que facilitaran la participación de cuanta línea interna las cumpliera (físicamente solo representarían un casillero mas en la boleta única)

Y por ultimo el mecanismo que aniquilaría todos los males colaterales surgidos hasta el momento en las PASO seria habilitar la posibilidad de votar por lo menos en dos internas quedando excluidos por ausencia de troquel o casillero para marcar los partidos que no tengan interna. En distritos donde pudiera ocurrir que ninguno de los partidos participantes tuviera interna simplemente se podría cancelar de antemano la elección dejando ya proclamados los candidatos a las elecciones definitivas.

La eliminación de los mínimos guarismos necesarios seria una consecuencia directa de lo anterior.

Los resultados obtenidos en estas condiciones ya no servirían como encuesta previa, ni como medio de presión, ni como pretendido ballotage. Solo servirían para su fin original a sea dejar la lista definitiva de competidores para las elecciones definitivas.

La no posibilidad de recibir votos ante ausencia de interna también serviría indirectamente para forzar una mayor voluntad democrática dentro de los partidos con tendencia verticalista o dedocratica.

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