Por Hernán Andrés Kruse.-

“De este modo, a través de su comportamiento y asumiendo que el líder se enmarcaría dentro de la figura del “paranoico expansivo”, los delirios crónicos (dentro de su paranoia) que presentan estos individuos principalmente son dos: delirios de grandiosidad y delirios persecutorios.

Delirios de grandiosidad: relacionado directamente con la megalomanía y el narcisismo, que ocuparán el siguiente apartado. Se trata de ideas delirantes centradas en la convicción de tener un exagerado poder o relación especial con una divinidad (González Castro & Palao Vidal). El individuo, de forma irracional, cree que posee un conocimiento divino y exclusivo, que es especial y se sitúa en un plano superior a los demás, a los que ve inferiores. El líder se ve a sí mismo como un dios o un mesías, como un ser omnipotente, y al ser poseedores de la verdad absoluta no admiten réplicas ni críticas hacia ellos.

Delirios persecutorios: ideas delirantes de que la persona está siendo perjudicada de algún modo (González Castro & Palao Vidal). Aunque parezca alguien muy seguro de sí mismo en apariencia, en realidad el líder sospecha y desconfía continuamente de todo aquello que le rodea. Se cree que el mundo gira en torno a él (narcisismo) pero en un sentido distinto; está realmente convencido de que debe estar pendiente de todos porque le van a traicionar, e incluso ve pruebas que fundamentan sus sospechas, aunque sean inexistentes (como mensajes con doble sentido, motivaciones ocultas, etc.) (E. Caballo). Por ello, necesita un extremo control de todo lo que sucede alrededor, y eso es más fácil dentro de un círculo cerrado (la secta). Además, el líder de una secta destructiva considera que su grupo es perseguido por la sociedad (“los malos”), y por ende él también es perseguido por aquellos que no comparten sus ideas. El líder, al encontrarse en una posición de autoridad, hace que sus delirios sean potencialmente más dañinos por las consecuencias que conllevan; al sentirse adorados, sus delirios se intensifican y se hacen más peligrosos, llegando por ejemplo a ordenar matar a otros como sería el caso de Charles Manson o Adolfo de Jesús Constanzo, entre otros.

Derivado de todo ello, podemos extraer algunos aspectos cognitivos y emocionales que se enmarcarían dentro de un trastorno de personalidad paranoide comunes dentro de la figura del líder (E. Caballo): 1-Se siente perseguido de forma continua y presenta ideas constantes de autorreferencia (siente que todo lo que sucede está dirigido especialmente a él). 2-Está en estado de alerta continuo sobre lo que sucede a su alrededor. 3-Percibe el mundo exterior a la secta (exogrupo) como hostil y amenazante. 4- No acepta sus errores o debilidades ni tampoco las críticas, y sin embargo no tiene problema en señalar los defectos de los demás. 5-Manifiesta una gran ansiedad si pierde el control (por ejemplo, si alguien se rebela a sus órdenes), por lo que se preocupan en sobremanera por el poder y el liderazgo. 6-Se muestra frío y poco emotivo al sufrimiento ajeno (aunque pueda fingir sensibilidad hacia sus adeptos, es decir, emplean la empatía de forma utilitaria). En resumidas cuentas, estos individuos con personalidad paranoide “desde la omnipotencia buscan el poder temiendo que cualquiera de forma sutil se lo usurpe” (de Santiago Herrero & Sánchez-Gil)”.

NARCISISMO Y MEGALOMANÍA

“Otra característica de la estructura de la personalidad de los líderes sectarios es el narcisismo y la megalomanía es decir, se caracterizan por poseer un “sentimiento extremo de ampulosidad, crueldad sádica, sospechas paranoicas y una carencia total de sentido de culpabilidad.” (Benoit & Cancrini). En concreto, la megalomanía es un tipo de delirio de grandeza, y clínicamente se englobaría dentro de los trastornos de tipo delirante y no a la idea estratosférica de sí mismo que tiene el narcisista, aunque a pesar de ello se ha popularizado el término como un sinónimo de narcisismo. Hablamos por tanto de un individuo megalómano (subtipo de la paranoia y tipo de trastorno delirante) traduciéndolo como una obsesión irracional por la que es el centro del mundo, interpretando de forma distorsionada la realidad y creyendo que son vigilados constantemente, que son el objeto de ataque y conspiración de sus detractores e incluso sus allegados, y le quieren quitar su poder (como ya se ha explicado en el apartado que versa sobre la paranoia).

No debemos confundir el egocentrismo con el narcisismo: el líder no es egocéntrico, porque eso significaría que solo piensa en él mismo, no en los demás; por el contrario, es un individuo que dedica tiempo a pensar en otros, de una forma instrumental: los otros son vistos como un medio para construir una autoimagen, definida por la grandiosidad. El narcisista, como se apunta en el “Manual de trastornos de la personalidad” de Vicente E. Caballo, se rodeará siempre de un entorno que le suministre individuos de quienes sacar partido (en nuestro contexto, estos individuos serían los adeptos), y cuyo esfuerzo será explotado en su propio beneficio. El problema adquiere peso y relevancia cuando no hablamos de un estilo, sino de un trastorno de personalidad, tal y como aparece recogido en el Manual DSM-V. Cuando estas características son llevadas al extremo convierten al sujeto narcisista en una persona arrogante, y dentro de su soberbia están convencidos de que son seres especiales con una misión única, lo que les separa del resto de la sociedad. Esta ampulosidad se transforma en un aspecto problemático y patológico cuando el líder, firme en sus creencias, cree que la violencia está justificada para lograr sus objetivos y su cometido en el mundo (Benoit & Cancrini).

El narcisismo en el asunto que nos ocupa está profundamente relacionado con los sentimientos de grandiosidad y la megalomanía; la confianza que manifiestan en sí mismos llega hasta tal punto que sus fantasías se convierten en verdades para estos sujetos, llegando a experimentar delirios de grandeza y síntomas de tipo psicótico. (E. Caballo). Miguel Perlado afirma que en el caso de los líderes sectarios nos encontramos ante un narcisista de tipo perverso: “Los individuos perversos narcisistas son aquellos que, bajo la influencia de su grandioso yo, intentan crear un vínculo con un segundo individuo, atacando especialmente su integridad narcisista con el fin de desarmarlo. Atacan asimismo el amor hacia sí mismo, a la confianza en sí mismo, a la autoestima y a la creencia en sí mismo del otro. Al mismo tiempo, intentan, de alguna manera, hacer creer que el vínculo de dependencia del otro en relación con ellos es irremplazable y que es el otro quien lo solicita.”. Los síntomas psicóticos antes mencionados, así como otros aspectos paranoides o delirantes aparecen en el líder cuando la figura del adepto desaparece: necesita la atención y la adoración de los demás para sentirse especial y compensar de este modo la situación de indefensión interna que en realidad padece (Perlado).

A raíz de su gran falta de empatía, no se produce un esfuerzo por identificar las necesidades de los demás, lo que les lleva a ser egoístas en sus deseos empleando si es necesario la mentira como método para obtener lo que quieren. Sienten que están en un plano distinto, superior, y no perciben la carga emocional que tendríamos de forma habitual al engañar, utilizar o manipular a los demás. Ciertamente, son mentirosos patológicos (en parte gracias a que son personas con una gran habilidad para la comunicación verbal y su gran falta de empatía) haciendo uso de la pseudología fantástica, creando un entramado de ideas que terminan formando la doctrina de la secta; una doctrina en la que ellos mismos se ven atrapados, creyéndose sus propias historias. Por último, la seducción del líder (primer paso dentro de la relación sectaria) es en sí narcisista, ya que envuelve y enreda al sujeto en una espiral de grupo, en un “ideal”. En esta espiral, se exige una adhesión incondicional, aislamiento, la anulación de toda crítica, y en definitiva la ruptura con el exterior; el sujeto sufre una transformación al verse atacado su propio equilibro narcisista y desmantelado su aparato mental (Perlado, 2005). De esta forma, el narcisismo dañado es sustituido por una convicción dogmática que reviste el daño con una fachada de bienestar, el cual solo puede ser proporcionado gracias a la pertenencia al grupo”.

SADISMO Y MASOQUISMO

“Podemos hablar de que el líder posee cierto sadismo en el sentido de que se establece una relación de dependencia entre él y sus discípulos. Como mencionan Benoit & Cancrini: “El sádico, curiosamente, depende de sus “dominados” para sobrevivir psíquicamente. Por otra parte, la pulsión masoquista aporta su cuota de seguridad por el mecanismo de disolución del yo: al disolver la propia personalidad en el ámbito de una entidad muy superior (Dios, conciencia, etc.) cree ser partícipe de su gloria y fortaleza; se transforma en parte de ese poder inamovible y fascinador.” . De este modo, esas pulsiones masoquistas son empleadas como un “analgésico”, como una forma de evadirse de la concepción real que el sujeto tiene de sí mismo, como dice Pepe Rodríguez, “de la angustiosa sensación de aislamiento, insignificancia e impotencia que lo atenaza”. Además, podemos observar que algunas de las características que se encontraban recogidas dentro del DSM-III-R sobre la personalidad sádica se encuentran presentes en la personalidad del líder, como la utilización de la violencia y/o humillación con el fin de dominar a sus adeptos y en presencia de otros, el uso del castigo con excesiva rudeza sobre sus subordinados, o la restricción de la autonomía de los integrantes del grupo, obligándoles a adorarle y a obedecerle y circunscribiendo su círculo a la exclusividad de la secta”.

PSICOPATÍA

“Según de Santiago Herrero & Sánchez-Gil, una persona con personalidad psicopática es una persona que solo manifiesta interés por ella misma, que no considera que esté en el mismo plano que el resto sino que se sitúa por encima; es un ser superior que ve a las personas como objetos que puede utilizar para lograr sus aspiraciones y deseos; se da una cosificación del otro, despojándole de su valor y manipulándole a su antojo. Sin embargo, al contrario que un psicópata (que no depende del otro), el líder sí depende de sus adeptos, en la medida en que sin ellos no podría hacer ejercicio de su poder, no se sentiría el centro del universo; los necesita para sentirse autorrealizado dentro de su misión divina en su proceso de divinización o endiosamiento. Además, el líder sí presenta delirios (como ya se ha explicado con antelación), algo que no es característico en un psicópata. El psicopático, de acuerdo a Álvaro Farías, se personifica en un individuo impulsivo, agresivo, manipulador y que se mueve para obtener su propio beneficio en detrimento del de los demás; que posee una afectividad fría y cínica que puede experimentar miedo, pero no la angustia. Según afirma Miguel Perlado, cito textualmente, al hablar del líder concluye que se trata de un “un tirano fanático de tipo criminal, pero siempre un manipulador, un sujeto psicopático sin escrúpulo alguno que se aprovecharía sin piedad de sus seguidores económica y personalmente de forma consciente y deliberada”. Por tanto, como podemos ver muchas de las características del líder sectario se corresponderían con las características de personalidad del psicopático”.

(*) Sara Álvarez Álvarez titulado “El fenómeno sectario y la figura del líder como piedra angular del grupo” (revista de Criminología, Psicología y Ley, 2019).

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