Por Hernán Andrés Kruse.-

MEGALOMANÍA

“Este momento histórico no es para cualquiera. No es para dirigentes que especulan políticamente, no es para quienes piensan que gobernar es un concurso de popularidad, no es para los que quieren mantener sus privilegios a costa de un país quebrado y no es para almas bellas, para las cuales las formas o las comas en un texto pesan más que la voluntad de cambio. Es para hombres o mujeres de Estado, para patriotas, para aquellos que piensan en la historia, que están dispuestos a arriesgarlo todo en beneficio de la Nación, porque arreglar este país requiere enormes beneficios.

Nosotros no gobernamos para ser populares. La búsqueda de popularidad es un mal consejo para un líder. Es esa brújula la que empujó a los gobiernos de los últimos 20 años a postergar medidas que si bien eran difíciles, eran también necesarias. Nosotros no escuchamos esos cantos de sirena, no gobernamos para ser populares ni hoy ni mañana. Gobernamos para todos los argentinos, incluso para los argentinos que aún no nacieron. Para que algún día, dentro de 30 años, cuando la Argentina sea una potencia mundial, las generaciones futuras miren para atrás y digan “fue ahí, en la docta, nuestra querida provincia de Córdoba que comenzó el camino a la prosperidad”. Por eso tenemos la mano firme, porque tenemos el rumbo claro. Por eso, también aceptamos pagar todos los costos políticos para lograr esos cambios, inclusive costos políticos que no nos correspondan. Porque si el precio de arreglar este país es caer al ostracismo, allí me encontrarán con orgullo, porque para nosotros no hay nada más sagrado que la lucha por la libertad.

Miro a la Argentina y veo un país con todo por hacer, un país rico en recursos naturales, rico en capital humano y con un espíritu hambriento de prosperidad, pero encerrado, encorsetado y reprimido por un modelo que solo puede conducir al fracaso. Nosotros vinimos a devolverles la libertad a los argentinos, porque solo una sociedad libre puede progresar. Solo una sociedad dinámica, que trabaja, que emplea, que comercia, que produce, que importa, que exporta, sin que nadie le diga qué ni cómo puede prosperar. Solo siendo una sociedad libre podemos aprovechar como nación los dones naturales que Dios nos ha concedido. Miro a la Argentina hoy, tengo la certeza de que con las ideas de la libertad como faro este país aún tiene todo para retomar el camino de la prosperidad. Para eso gobernamos, para volver a hacer de la Argentina una de las grandes naciones del mundo, líder y referencia de la región, una potencia productiva agrícola, energética, comercial, marítima y tecnológica, llena de vida, voraz por poblar los rincones de la patria con el espíritu de frontera que alguna vez nos caracterizó. Ese es el país con el que sueño y para el que gobierno.

Para concluir este mensaje, a los gobernadores, los dirigentes, los distintos partidos del sistema político, y a los diputados y senadores que se encuentran aquí presentes, hoy les digo, están ante un momento bisagra en la historia Argentina. Pueden aferrarse a un sistema injusto del cual la gran mayoría de la sociedad es víctima, o bien pueden dejar sus intereses particulares y prejuicios ideológicos de lado, colaborar con nuestra misión del cambio, ayudarnos a transformar el país y pasar a la posteridad como patriotas. Si eligen estar a la altura de las circunstancias y presentarse en Córdoba para firmar el Pacto de Mayo, tanto yo como el pueblo argentino reconoceremos ese gesto como un acto de humildad y valentía, y una señal clara de que podemos trabajar juntos sin rencores. A los argentinos les pido solo una cosa, paciencia y confianza. Falta un tiempo para que podamos percibir el fruto del saneamiento económico y de las reformas que estamos implementando. Es más, todavía no hemos visto los efectos del desastre que heredamos, pero estamos convencidos que vamos por el camino correcto porque por primera vez en la historia estamos atacando el problema por su causa, el déficit fiscal y no por sus síntomas. Por eso les pido paciencia y confianza, porque por más oscura que sea la noche, siempre sale el sol por la mañana” (discurso de Javier Milei en el Congreso el 1 de marzo, Infobae, 2/3/024).

LA POSTURA DE CACHANOSKY

Es probable que Milei intente emular a Adolfo Suárez, aquel presidente español que, luego de la muerte del tirano Franco, convocó a todos los sectores políticos, desde la derecha más rancia hasta el comunismo, para enhebrar un pacto de gobernabilidad que garantice la estabilidad política y económica. En nuestro país, a diferencia de lo que acontecía en España, no es necesario enhebrar ningún Pacto o Gran Acuerdo Nacional. ¿Por qué? La respuesta es simple y contundente: porque desde mediados del siglo XIX los argentinos tenemos un Pacto o Gran Acuerdo Nacional, que no es otro que la constitución de 1853, sustentada en los principios liminares consagrados por Juan Bautista Alberdi en sus Bases.

En su edición del 2 de marzo Infobae publicó un artículo de Roberto Cachanosky titulado “La constitución de 1853 fue nuestro Pacto de la Moncloa”. No causa sorpresa alguna la postura de Cachanosky, un liberal de la Escuela Austríaca de Economía. Para Cachanosky (y para todos los que nos consideramos liberales) el texto de 1853 condensa los principios filosóficos, económicos y políticos que hacen a la esencia del liberalismo como filosofía de vida, que son el soporte del único régimen político que garantiza los derechos y libertades que le permiten a cada ser humano vivir como persona. No es necesario, reitero, celebrar ningún Pacto de Mayo.

Escribió el autor: “El discurso de Javier Milei en el Congreso tuvo una primera parte con repaso de la herencia recibida, de lo que se hizo en 82 días y el final fue una propuesta tipo Pactos de la Moncloa. La descripción de la herencia ya la conocíamos los economistas (…) En lo que hizo hasta ahora, en mi humilde opinión, hay varias inconsistencias entre su discurso y su accionar. Por ejemplo en campaña dijo que el peso es excremento que no servía ni para abono. Sin embargo, sigue obligando a los exportadores a entregarle al Banco Central sus dólares a cambio de ese excremento y, encima, a un tipo de cambio menor al de mercado, porque le da el tipo de cambio oficial y no el de mercado (…) Todavía no se entiende por qué, siendo el dólar una mercadería como cualquier otra, no fue liberado su precio como ocurrió con el precio del tomate, de las prepagas y todos los bienes y servicios de la economía (…).

Dejando de lado sus contradicciones y sus medias verdades como el déficit cero, lo más llamativo fue una propuesta de Pactos de la Moncloa. Recordemos que los Pactos de la Moncloa fueron un impulso de Adolfo Suárez luego de la muerte de Franco y consiguió sentar en la misma mesa a franquistas, socialistas y comunistas entre otros actores. Todos ellos se habían enfrentado en una guerra civil y tenían que ponerse de acuerdo sobre el futuro de España (…) Esos Pactos, firmados en 1977, lograron un cambio importante en España, pero no fueron eternos dado que hoy tienen en el gobierno a una especie de kirchnerismo español. En otras palabras, nuestro Pactos de la Moncloa fue la Constitución de 1853 y sin embargo el populismo le pasó por encima. Las mejores intenciones puestas en un papel pueden no resultar si no son carne en la sociedad. Al respecto cabe recordar que el electorado argentino es muy volátil. Pudo votar tanto a un Menem populista, luego a un Menem más capitalista y con el tiempo votar a un kirchnerismo que fue lo opuesto al menemismo.

Otro aspecto a considerar es: ¿por qué invitar a Pactos de la Moncloa y, al mismo tiempo, pedir facultades extraordinarias como las que pidió el DNU y la Ley Ómnibus? Eso choca con el principio de las ideas de libertad que dice defender porque las facultades extraordinarias no limitan el poder del gobierno, lo agrandan, achicando las libertades individuales (…) La propuesta de ir a un acuerdo tipo Pactos de la Moncloa tiene contenidos interesantes y que, personalmente, comparto. El punto es si la sociedad argentina está convencida de ese camino o solo votó a Milei en rechazo al kirchnerismo. Mi interrogante surge al ver la volatilidad del electorado argentino al momento de votar. Y las reglas de juego de un país surgen de los valores que imperan en una sociedad, no de lo que se ponga por escrito. La forma en que fue despedazada la constitución de 1853 obliga a ser prudentes al momento de festejar la propuesta de unos Pactos de la Moncloa criollos a los que invita Milei”.

Y sí, conviene ser prudentes. No debemos olvidar que estamos en Argentina y la gravedad de la crisis es de tal magnitud que de aquí a Mayo falta una eternidad. Puede, por ende, pasar cualquier cosa. Cualquier cosa.

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