Por José Luis Milia.-

“Misericordia: Del lat. misericordia.1. f. Virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenos”. Diccionario de la Real Academia Española.

Si el mundo o si, al menos, la Iglesia fuera un lugar dirigido por hombres de buena voluntad, no está mal que como recuerdo de la tragedia argentina que muchos datan el 24 de marzo de 1976, pero que empezó mucho antes, el Papa reciba a los familiares de desaparecidos, porque recibiría también, por ejemplo, a Arturo Larrabure, a Maby Picón de Viola, a Silvia Ibarzábal o a los padres de Froilán Vázquez de seis años, rehén del ERP y ultimado de un tiro en la nuca, entre otros miles.

Pero el mundo ni es un lugar para los justos ni son justos quienes se llenan la boca hablando de justicia y de misericordia. Hace tiempo que la mentira- la interpretación sesgada de la historia es una manera de mentir- rueda en lugar de las cuentas de un rosario en las manos de quien debiera estar obligado a decir, por nombre adoptado y función vicarial: “…Que allá donde hay odio, yo ponga el amor. Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón. Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión…”

Sin embargo, otra es la realidad. Después de tres años de pontificado nadie puede hoy afirmar que, al menos en los que respecta para con los argentinos, quien hoy es Vicario de Cristo se haya preocupado en poner amor, perdón o unión entre nosotros. Antes bien, parece haberse convertido, más que en un constructor de puentes- esa es la etimología de la palabra pontífice- en un rabioso excavador de grietas, en un propiciador de desencuentros, en un afiebrado creador de desatinos.

Ha descubierto, a 13.000 kms de distancia, que no todas sus ovejas son por él queridas, que algunas de ellas están mejor en el matadero asignado y no en la paz y seguridad que el pastor debería darles, que, en una interpretación errada de la parábola del hijo pródigo- el que pidió su herencia y se fue- él prefiere hacer matar, para quienes lo insultaron, ningunearon y calumniaron, el ternero cebado olvidando que el hijo pródigo se fue, pero jamás insultó o calumnió a su padre.

Asumamos que estamos solos; que a fuerza de mentiras y cobardías cada vez son más los pastores que expulsan de la majada a quienes creemos que cuarenta años atrás no sólo la Patria estaba en peligro sino también nuestra Iglesia y que por hombría somos incapaces de darles la espalda a quienes en esas épocas de tinieblas nos salvaron de la vergüenza, pero también del martirio.

Que esto nos duela pero que no nos abata, Francisco es el Vicario de Cristo, pero no olvidemos que sobran momentos en la historia en que, seguramente, Cristo no habló por boca de su Vicario, y tengamos siempre presente cuando nos hablen de misericordia, que misericordia es también el nombre que se le daba a una pequeña daga con la que el caballero medieval remataba al enemigo caído.

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