Por Hernán Andrés Kruse.-

Luego de analizar la naturaleza de la economía de mercado y el principio de la soberanía de los consumidores (“La acción humana”, cap. XV), Mises centra su atención en la competencia.

Escribió el autor: “Predominan en la naturaleza irreconciliables conflictos de intereses. Los medios de subsistencia resultan escasos” (…) “Es implacable el antagonismo que surge entre la fiera que va a morir de hambre y aquella otra que le arrebata el alimento salvador. La cooperación social bajo el signo de la división del trabajo desvanece tales rivalidades. Desaparece la hostilidad y en su lugar, surge la colaboración y la mutua asistencia que une a quienes integran la sociedad en una comunidad de empresa”.

“Cuando hablamos de competencia en el mundo zoológico nos referimos a esa rivalidad que surge entre los brutos en búsqueda del imprescindible alimento. Competencia biológica podemos denominar dicho fenómeno, que no debe confundirse con la competencia social, es decir, la que se entabla entre quienes desean alcanzar los puestos mejores dentro de un orden basado en la cooperación. Por cuanto las gentes siempre han de estimar en más unos puestos que otros, los hombres invariablemente competirán entre sí tratando cada uno de superar a sus rivales. De ahí que no quepa imaginar tipo alguno de organización social dentro de la cual no haya competencia. Para representarnos un sistema sin competencia, habremos de imaginar una república socialista, en la cual la personal ambición de los súbditos indicación alguna formulara al jefe acerca de las aspiraciones de aquéllos, cuando de asignar a cada uno su posición y cometido se tratara” (…).

“La competencia cataláctica se plantea entre gentes que desean mutuamente sobrepasarse. No estamos, sin embargo, ante una pugna, pese a que es frecuente, en sentido metafórico, al tratar de la competencia de mercado, hablar de “guerras”, “conflictos”, “ataques” y “defensas”, “estrategias” y “tácticas”. Conviene, pues, destacar que en modo alguno son aniquilados quienes en esa cataláctica emulación resultan perjudicados” (…) “Bajo un orden social de índole totalitaria surge la competencia e induce a las gentes a pugnar entre sí por conseguir los favores de quienes detentan el poder. En la economía de mercado, por el contrario, brota la competencia cuando los diversos vendedores rivalizan los unos con los otros por procurar a las gentes los mejores y más baratos bienes y servicios, mientras los compradores porfían entre sí ofreciendo los precios más atractivos”.

“Ahora bien, al tratar de esta clase de competencia social, que podemos denominar “competencia cataláctica”, conviene guardarse de algunos errores hoy en día harto extendidos. Los economistas clásicos propugnaban la abolición de todas aquellas barreras mercantiles que impedían a los hombres competir en el mercado” (…) “Tales disposiciones, en definitiva, sólo servían para restringir la producción, lo que supone rebajar el nivel de vida. Para enriquecer a todo el mundo-concluían los economistas-, la competencia debiera ser libre. En tal sentido emplearon el término “libre competencia”. Ningún juicio de índole metafísica suponía para ellos el recurrir al adjetivo “libre”. Abogaban por la supresión de cuantos privilegios vedaban el acceso a determinadas profesiones y a ciertos mercados” (…) “Relación alguna guardan dichas cuestiones (las implicaciones metafísicas del calificativo “libre”) con el problema cataláctico de la competencia” (…).

“En el mundo cataláctico, la competencia hállase siempre tasada a causa de la insoslayable escasez típica de todos los bienes y servicios económicos” (…) “La competencia cataláctica-una de las notas características de la economía de mercado-es un fenómeno social. No implica derecho alguno, que el estado y las leyes garantizarían, a cuyo amparo cada uno podría elegir “ad libitum” el puesto que más le agradara en la estructura de la división del trabajo. Corresponde exclusivamente a los consumidores el determinar qué misión cada persona haya de desempeñar en la sociedad. Comprando o dejando de comprar, los consumidores señalan la posición social de cada ciudadano” (…) “El acceso a cualquier específica rama industrial virtualmente es libre, pero sólo se accede a la misma si los consumidores desean sea ampliada la producción de qué se trate o si esos nuevos industriales van a desahuciar a los antiguos mediante subvenir de un modo mejor o más económico los deseos de los consumidores. En efecto, una mayor inversión de capital y trabajo únicamente resultaría oportuna si permitía atender las más urgentes de las todavía insatisfechas necesidades de los consumidores. Si las explotaciones existentes bastan, constituiría evidente despilfarro el invertir mayores sumas en la misma rama industrial. La estructura de los precios del mercado induce a esos nuevos inversores a atender inéditos cometidos” (…).

“Competencia, sin embargo, en modo alguno quiere decir que cualquiera pueda enriquecerse simplemente a base de imitar lo que los demás hacen. Antes al contrario, significa oportunidad para servir a los consumidores de un modo mejor o más barato, oportunidad que no han poder de enervar quienes vean sus intereses perjudicados por la aparición del innovador. Lo que en mayor grado precisa ese nuevo empresario que quiere asaltar posiciones ocupadas por firmas de antiguo establecidas es inteligencia e imaginación. En el caso de que sus ideas permitan atender las necesidades más urgentes y todavía insatisfechas de los consumidores…el nuevo empresario inexorablemente triunfará pese a la importancia y fuerza tan nombrada de las existentes empresas”.

“No cabe confundir la competencia cataláctica con los combates de boxeo o los concursos de belleza. Mediante tales luchas y certámenes lo que se pretende es determinar quién sea el mejor boxeador o la muchacha más guapa. La función social de la competencia cataláctica, en cambio, no estriba en decidir quién sea de todos el más listo, recompensándole con títulos y medallas. Antes al contrario, lo que se desea es garantizar la mejor satisfacción posible de los consumidores, dadas las específicas circunstancias económicas concurrentes” (…) “Suele criticarse el que en la competencia cataláctica no sean iguales las oportunidades de todos los que en la misma intervienen. Los comienzos son más difíciles para el muchacho pobre que para el hijo del rico. Ahora bien, a los consumidores nada les interesa saber si quienes atienden sus apetencias partieron en las mismas condiciones. No les preocupa más que el conseguir la mejor satisfacción posible de sus necesidades” (…) “Contemplan el asunto desde el punto de vista de la utilidad y el bienestar social; desentiéndense por completo de unos supuestos, imaginarios e impracticables derechos “naturales” que facultarían a todo el mundo para competir entre sí con las mismas oportunidades respectivas” (…).

“Suele hablarse de competencia como antítesis del monopolio. Ahora bien, en tales casos, el término monopolio empléase con dispares significados que conviene precisar. La primera acepción de monopolio, en la que frecuentemente plasma el concepto popular del mismo, supone que el monopolista, ya sea un individuo o un grupo, goza de control absoluto y exclusivo sobre alguno de los factores imprescindibles para la supervivencia humana” (…) “Bajo tal monopolio ni habría mercado, ni competencia cataláctica de género alguno. De un lado estaría el monopolista, dueño y señor, y, de otro, el resto de los mortales, simples esclavos enteramente dependientes de los favores del primero” (…) “Pero hay una segunda acepción del término monopolio; alúdese en este caso a situación que puede darse bajo el signo del mercado. El monopolista, en tal supuesto, es una persona o un grupo de individuos, que actúan de consuno, con exclusivo control sobre la oferta de determinada mercancía. Definido así el monopolio, el ámbito del mismo aparece en verdad extenso” (…) “Ahora bien, el monopolio, como tal, carece de significación y trascendencia por lo que al funcionamiento del mercado y a la determinación de los precios atañe. Por sí sólo no otorga al monopolista ventaja alguna en relación con la venta de sus productos. La propiedad intelectual concede a todo versificador un monopolio sobre la venta de sus poemas. Ello, sin embargo, no influye en el mercado” (…).

“El monopolio, sin embargo, en esta segunda acepción que estamos examinando, influye en la estructura de los precios sólo cuando la curva de la demanda de la mercancía monopolizada adopta específica configuración. En efecto, si las circunstancias concurrentes son tales que le permiten al monopolista cosechar un beneficio neto superior vendiendo menos a mayor precio que vendiendo más a precio inferior, surge el llamado “precio de monopolio”, más elevado que sería el precio potencial del mercado en el caso de no existir tal situación monopolística. Los precios de monopolio constituyen factor de graves repercusiones en el mercado; por el contrario, el monopolio como tal no tiene trascendencia, cobrándola únicamente cuando a su amparo cabe aparezcan los repetidos precios de monopolio”.

“Los precios que no son de monopolio suelen denominarse “de competencia” (…) “Pero debemos guardarnos contra una torpe interpretación de tal expresión. Constituiría, en efecto, grave error el deducir, de la confrontación de los términos precios de competencia y precios de monopolio, que surgen aquéllos cuando no hay competencia. Porque competencia cataláctica siempre hay en el mercado. Ejerce la misma influencia decisiva tanto en la determinación de los precios de monopolio como en la de los de competencia. Es precisamente la competencia que se entabla entre todas las demás mercancías por atraerse los dineros de los compradores la que da aquella configuración especial a la curva de la demanda que permite la aparición del precio de monopolio, impeliendo al monopolista a proceder como lo hace” (…).

“Hay quienes afirman que la teoría cataláctica de los precios de nada sirve cuando se trata de analizar el mundo real, por cuanto la competencia nunca fue en verdad “libre” o, al menos, no lo es ya en nuestra época” (…) “Interpretan torcidamente dichos teóricos la realidad y, a fin de cuentas, lo que sucede es que desconocen qué sea, en verdad, la competencia. La historia de las últimas décadas constituye rico muestrario de todo género de medidas tendentes a restringir la competencia” (…) “La competencia cataláctica, desde luego, ha sido gravemente restringida; ello no obstante, operamos todavía bajo una economía de mercado, si bien permanentemente saboteada por la injerencia estatal y sindical. Pervive la competencia cataláctica independientemente de haber sido, por esto último, seriamente rebajada la productividad del trabajo”.

“Mediante tales medidas anticompetitivas lo que de verdad se quiere es reemplazar el capitalismo por un sistema de planificación socialista en el que no habría competencia cataláctica” (…) “Grande es en la actualidad el poder y la trascendencia de aquellas fuerzas que pretenden coartar la competencia. La historia de nuestra época habrá de estudiar a fondo tal realidad. La teoría económica, sin embargo, no tiene por qué dedicar al tema atención particular. El que hoy en día florezcan por doquier las barreras tarifarias, los privilegios, los “cartels”, los monopolios estatales y los sindicatos, es una realidad que la historia económica habrá de tener presente. Su ponderación, desde un punto de vista científico, no presenta problemas especiales”.

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