Por José Luis Milia.-

Malvinas comenzó a convertirse en una gran mentira a partir del 14 de junio de 1983. La horda de políticos que se subió a los aviones que el Proceso de Reorganización Nacional puso a disposición de ellos para que pudieran pisar la tierra irredenta que nuestros soldados habían recuperado, había visto con disimulada simpatía que el inglés nos derrotara. Para ellos era insoportable que un general llenara la Plaza y pudiera concitar la adhesión de millones de argentinos a una causa que estaba por encima de cualquier persona, porque era una causa común a nuestro ser.

A partir de ese momento y más aún con la llegada de la democracia, la clase política empezó a repetir como un mantra la mentira liminar de esta fábula: que recuperaríamos Malvinas, pero solo por una acción diplomática. Que la historia nos muestre que no hay acción diplomática exitosa sin un estado militarmente fuerte detrás, no hizo mella en el cinismo estructural de los políticos argentinos que- desde discontinuar el proyecto del missil Condor hasta llegar a los infames acuerdos de Madrid, pasando por cuarenta años de ninguneo y desinversión de las FF.AA. y, como frutilla del postre la autorización para instalar un radar británico que puede ser usado con fines militares en Tierra del Fuego- les ha permitido a ellos hacer una insustancial oratoria épica reivindicando la propiedad histórica de nuestras islas, cuando la verdad es que quedarse en el “tiroteo” verbal y nada más significa para ellos tranquilidad.

Los medios y artilugios diplomáticos jamás nos devolverán las Malvinas si no somos un país militarmente fuerte; es hora de que dejemos de soñar. Un par de motivos que se llaman pesca y petróleo son el pretendido incentivo económico que solo sirve para camuflar lo que en verdad hace a Malvinas un punto estratégico de singular importancia. Malvinas es la llave de la Antártida y sus reservas de agua dulce y es, también, la puerta de cualquier pasaje del Pacífico al Atlántico, habida cuenta que el canal de Panamá está quedando chico para determinados buques mercantes pero imposible de pasar para un portaviones de la clase Nimitz.

Esta es la razón fundamental de la no devolución de Malvinas, diga lo que diga la ONU o los falsarios latinoamericanos que, con la sola excepción de Perú, se llenan la boca de consignas mientras los buques que enarbolan la Falkland’s flagg, recalan en todos los puertos de Sudamérica con la sola excepción de, como dijimos, El Callao.

Si tanto los palurdos ignorantes de 1983 como los delincuentes que vinieron después, hubieran querido negociar diplomáticamente en serio el futuro de Malvinas, no les hubiera venido mal mostrar que eran capaces de negociar con fuerza y tener entre San Julián y Río Grande una brigada de despliegue rápido, un batallón más de Infantería de Marina y un par de escuadrones de cazabombarderos que obligara al inglés a tener en alerta perpetua a sus fuerzas en las islas con el consiguiente gasto que ello hubiera conllevado, pero no, como gesto amistoso declaramos reos de lesa humanidad a nuestras FF.AA., destruimos Fabricaciones Militares, convertimos a FADEA es una risa, pasamos al baúl de los recuerdos al proyecto Cóndor e hicimos del Astillero Río Santiago una infame guarida y caja de la política.

Los argentinos somos afectos a frases altisonantes pero fatuas, “para todos los hombres del mundo…” del preámbulo es una de ellas; la otra es “la victoria no da derechos”, la historia nos ha demostrado que sí los da, si esto no fuera cierto hace años que deberíamos haber devuelto Formosa y Misiones al Paraguay.

Si queremos Malvinas cambiemos nuestra manera de pensar; es la única manera.

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