Por Elena Valero Narváez.-

Mauricio Macri se fue con una despedida bastante generosa por buena parte de la sociedad. Es que ante la vuelta de Cristina Kirchner y su séquito, muchos argentinos agradecieron el respeto a las instituciones y el carácter democrático del ex presidente.

El fracaso en el tema económico y su incidencia sobre el problema social fue determinante para que volvieran funcionarios, claramente corruptos, rechazados en la elección presidencial anterior. La rectificación que se esperaba no fue suficiente como para mejorar la calidad de vida de los argentinos, es así como se empezó a decir “con Cristina estábamos mejor” y se perdió la confianza. Como siempre pasa en nuestro país, no hubo cosa buena que se quisiera resaltar del anterior Gobierno. Y aquí estamos, después de haber perdido la gran oportunidad histórica de construir una Argentina a imagen y semejanza de los países más adelantados. Una vez más, nos acecha el peligro de regresar a políticas que lastimen los principios constitucionales que con altibajos nos han regido desde 1853.

Pero no se puede echar toda la culpa al peronismo de la situación económica preocupante en la que nos encontramos. En Argentina, solo transitoriamente, se han aplicado políticas correctas para solucionar los problemas estructurales. Los Gobiernos han sido determinantes en su aparición. No salimos de lo mismo: inflación y dirigismo en lo económico-social y ahora, con el peronismo en el poder, se le va a agregar, sin duda, una democracia renga.

¿Qué se viene? ¿Cuáles serán las decisiones políticas y económicas del nuevo Gobierno? Son las preguntas que se hacen todos, sin pronóstico seguro, ya que se perfilan dos poderes en pugna. Las actitudes de Alberto Fernández y las de la vicepresidente Cristina Kirchner, durante el acto de asunción de los cargos, mostraron claramente que necesitaremos un tiempo para saber quién será el que gobierne. Se suma, en la provincia de Buenos Aires, la figura del gobernador Axel Kicillof, del cual se espera una línea de gobierno nacionalista y socialista de claro tinte peronista.

Las promesas electoralistas del actual presidente, si las cumple, llevarán al aumento de la inflación provocada por leyes demagógicas imposibles de cumplir, y aumentos de salarios sin relación con la productividad necesaria para aplicarlas.

La realidad, que en la campaña pareciera no ha querido ver, lo golpeará apenas pase unos meses en el poder. Creo que le hará rectificar muchos de los anuncios que hizo con el propósito de ganar las elecciones. La necesidad, por ejemplo, de negociar tanto con el FMI, como con acreedores extranjeros, es posible que le obligue a disminuir la arrogancia del discurso y lo torne más humilde cuando la situación se complique más aún.

Los problemas actuales y, los que sobrevendrán al corto plazo, son consecuencia de la errónea política económico-social adoptada., el más preocupante, es la inflación, incubada desde tiempo atrás. Termina en la especulación, evasión y desinversión, que aprovechan aventureros y empresarios sin escrúpulos y termina por hacerse necesario a todos, incluso a las firmas serias que se ven obligadas, so pena de desaparecer, ante la competencia desleal de aquellos, a aceptar prácticas típicas de la corrupción institucionalizada, característica a toda política de este tipo. Sin riesgo alguno, amparados en la incapacidad del gobierno para hacer otra cosa que la que los previsibles hechos le imponen.

El Congreso, tanto como las fuerzas políticas y sus líderes visibles, han sido, sin excepción, cómplices, en algún momento, de políticas con emisión, controles y demagogia, pálido reflejo de la que tendremos que aceptar, en unos meses, con políticos de la talla de Kicillof, quien pretenderá convertirse, con ayuda de la vicepresidente, en el dictador de la economía nacional.

El Gobierno es muy posible que continúe la fórmula de ampliar el crédito y de emitir dinero para pagar gastos del presupuesto y poner dinero en los bolsillos de la gente. Aunque no exige esfuerzo, desemboca siempre en desorden e inflación. Luego de la alegría de los aumentos de sueldos y dadivas, los beneficiados empezaran a notar que se elevarán los impuestos, el precio de los servicios, de la nafta, del gas y demás combustibles, y de todos los artículos, como siempre sucede según reglas de la economía, provocando un clima que puede hacer factible la acción de grupos que atentan contra el orden existente. Ya lo vivimos.

Si no se producen, como creo, las reformas estructurales que inspiren confianza y sean tomadas con la decisión que le falto al ex presidente, sin una doctrina adecuada, como la que tuvo Chile, y con sostén político que la respalde, no habrá salida posible. Seguiremos sin inversiones y en crisis. Las medidas tendientes a recuperar el mercado interno serán pan para hoy y hambre para mañana.

Con la ceguera de nuestra clase política y su predisposición a la demagogia iremos aumentando la crisis. Espero equivocarme, pero los dados parecen estar echados: otra vez peronismo populista con clara tendencia hacia el autoritarismo. Solo un milagro como el que protagonizó el ex presidente Menem, podría hacer renacer la confianza del mundo, acercar capitales y el esfuerzo de los castigados argentinos. Parece no ser el caso, ningún funcionario querrá ir contra las ideas que predican desde hace años. Son fervorosos defensores del colectivismo con vocación por la planificación central y propensión hacia fórmulas que suprimen gradualmente las libertades económicas e individuales.

El afán por reglamentar, de intención centralista, que los mueve, llevará al empequeñecimiento de la majestad constitucional: forman un cuadro de promiscuidad filosófica, doctrinaria, y política, que desgraciadamente transferirán al campo de la legislación. Por ello el Principio de Constitucionalidad (Judicial Review) es condición necesaria: La Suprema Corte debería velar porque no se viole la Constitución. Aunque, mirando atrás, pocas son las esperanzas, la Corte ha sido en demasiadas oportunidades adictas al Gobierno de turno.

Mi pesimismo radica en que no se espera que Alberto y Cristina estén ante una disyuntiva de economía libre o economía dirigista. Ya fueron probados, les gusta ir por el segundo camino, una experiencia que nos es propia. Funcionarios con poder discrecional, seguramente aplicarán más a fondo las medidas del final de la presidencia de Mauricio Macri: más riguroso control de cambios y acentuación del control de precios. El Estado estará tan presente que ampliará sus funciones intentando controlar, la Economía, la Justicia, el Congreso, también los medios de comunicación y la enseñanza, los cuales deberán apoyar y ser acordes al modelo.

Es muy posible, también, que se regrese al sistema de corrupción organizado en las empresas estatales, tal vez, más disimulado, con operaciones fraudulentas y desorden económico-financiero, ligadas a mecanismos de corrupción interna, donde grupos, sin escrúpulos, constituyan asociaciones ilícitas de funcionarios o empleados que las exploten. Fueron generalizados en el pasado.

En resumen, sin discusión y revisión completa del sistema de ideas que implican la intromisión del Estado en la actividad productiva, iremos hacia la decadencia de la economía y a la reducción de la actividad económica. El país no puede esperar más que una mayor evasión de capitales, un continuo aumento del costo de vida, reducción de la actividad económica y una segura tensión política y social que encontraran campo propicio en esas condiciones.

La sociedad debería obligar al Gobierno actual a que no se aleje de los cauces normales de la legalidad y la Constitución, y a que la política no esté cocinada con gritos y frases presuntuosas, como nos ha tenido acostumbrados la actual vicepresidente y otros funcionarios kirchneristas. Son necesarias para resolver los problemas, soluciones concretas, por eso hay que exigir responsabilidad a los hombres públicos, que se afirmen en la realidad, que no se contenten con salidas simples que sirven solo para un rato. La Constitución proclama libertades en el campo económico y social que no se deben trasgredir.

A la oposición le cabe la responsabilidad de crear una alianza perdurable con políticas que evitar la disolución social que provoca la inflación, el dirigismo y las actividades vacilantes, de una democracia electoralista, carente de objetivos. Es el gran desafío que debería encarar, después de tantos errores, preparándose para la alternancia en el poder.

Para establecer las bases de una futura política de recuperación, un buen gobierno, luego de negociar con el Fondo Monetario Internacional, sin prepotencia, debería preparar un nuevo acuerdo con los acreedores extranjeros, anticipando los futuros propósitos de iniciar el saneamiento económico, financiero, monetario y presupuestario. Conseguir apoyo, tener energía y libertad política para sostenerlos. Esta sería la imperiosa alternativa.

Argentina espera…

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