Por Hernán Andrés Kruse.-
Cristina y Alberto le bajaron el pulgar a Agustín Rossi
La interna del peronismo santafesino está que arde. Hay dos grupos enfrentados liderados por el gobernador Omar Perotti y el hasta ahora Ministro de Defensa Agustín Rossi. Se trata de una típica lucha por el poder. Perotti pretende ser el gran ganador de las elecciones que se avecinan pero en sus planes no está incluido el “Chivo”. Ello explica su decisión de conformar listas de candidatos a senadores y diputados nacionales con personas de su confianza. El caso más notorio es el del periodista deportivo de Rosario Marcelo Lewandowsky, un perottista de pura cepa. El problema, delicado por cierto, es que, según han puesto en evidencia las encuestas, los apadrinados por el gobernador no garantizarían una buena elección del peronismo santafesino. El único que demostraría ser competitivo es Agustín Rossi. El problema es que Perotti no quiere saber nada con el “Chivo”. Por su parte, Rossi ha dicho públicamente que el gobernador lejos está de garantizar la continuidad del modelo kirchnerista luego de las elecciones. Como se trata de una provincia muy importante desde el punto de vista electoral, el conflicto entre Perotti y Rossi sacudió al gobierno nacional, a tal punto que debieron involucrarse el presidente y la vicepresidente. Finalmente, ambos tomaron una drástica decisión: dieron su bendición a los candidatos a senadores nacionales perottistas Marcelo Lewandowsky y María de los Angeles Sacnun, una senadora nacional que es soldado de Cristina en el Senado. Lejos de amilanarse Rossi mantuvo firme su decisión de competir contra la fórmula del poder acompañado por la vicegobernadora Alejandra Rodenas. Ante semejante acto de rebeldía el presidente de la nación anunció ayer desde Perú que los miembros del gabinete nacional que tomaran la decisión de competir en las elecciones debían renunciar al cargo. Lo interesante es que Rossi se enteró de la decisión presidencial mientras era entrevistado en vivo por Edgardo Alfano en el histórico programa “A Dos Voces”. Mostrándose desafiante el “·Chivo” dijo delante del periodista que cuando llegue el momento de defender a Cristian en el provincia sólo él lo hará, y que en las elecciones el perottismo se iba a llevar una sorpresa, dando a entender que el rossismo está en perfectas condiciones de alzarse con la victoria en las PASO.
En este párrafo intenté hacer una síntesis de lo publicado en los grandes medios sobre este conflicto entre Perotti y Rossi. La pregunta que cabe formular es la siguiente: ¿por qué el gobernador y el saliente ministro de Defensa no lograron arribar a un acuerdo? Porque ambos son conscientes de que esta disputa favorece las chances electorales de las otras fuerzas políticas que competirán en la elección. Cuesta creer que dos políticos experimentados como ellos no se percaten de que pueden condenar al oficialismo santafesino a una dura derrota electoral en noviembre. Creo que el problema fundamental es que entre ambos hay una suerte de abismo ideológico. Desde ese punto de vista son incompatibles, como el agua y el aceite. Representan dos mundos de representaciones colectivas antagónicos. Veamos.
Agustín Rossi siempre fue un peronista de izquierda. En los noventa decidió abandonar el peronismo cuando el entonces presidente Menem decidió indultar a Videla y compañía. Décadas más tarde fue la cara visible del gobierno kirchnerista durante el feroz conflicto por la resolución 125. A partir de entonces su figura qudó asociada indisolublemente con el kirchnerismo. Omar Perotti se sitúa en las antípodas. Para tener una idea cabal de quién es Perotti desde el punto de vista político nada mejor que leer el siguiente artículo que paso a transcribir. Su autora es Mabel Negri (La Izquierda Diario, 16 de junio de 2019) y se titula “Omar Perotti, el candidato sojero, menemista y buitre al que apoya Cristina Kirchner”. Escribió la periodista:
“Cristina Fernández de Kirchner había dado su apoyo a Omar Perotti en la interna del peronismo. El principal candidato del PJ fue el privatizador del Banco de Santa Fe, aliado de la Sociedad Rural, dio la espalda a la lucha por el aborto legal y apoyó el pago a los buitres, entre otras leyes de ajuste macrista. Es el más destacado de los senadores del Frente para la Victoria que colaboran con las políticas de ajuste, votando afirmativamente, junto a otros 25 senadores de ese bloque, el pago a los fondos buitres en marzo de 2016. Meses después, votó positivamente para que Carlos Fernando Rosenkrantz y Horacio Daniel Rosatti integren la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Estos jueces fueron quienes aprobaron el beneficio de 2×1 a los genocidas, que pudo revertirse gracias a las masivas movilizaciones en todos los puntos del país.
Garante de la gobernabilidad
En 2017, acompañó al macrismo por partida doble en una misma sesión: rechazó el pedido de prórroga de la Ley 26.160 que suspende los desalojos de las tierras de las comunidades originarias, favoreciendo de esta manera a capitales internacionales como Benetton y Lewis y amparando represiones como la que resultó con la desaparición y asesinato de Santiago Maldonado, y aprobó el ingreso de tropas estadounidenses para participar del ejercicio combinado «CORMORAN”, en Trelew, Bahía Blanca y el área marítima argentina.
Sobre el aborto: no sabe no contesta
Durante el año pasado asumió la Vicepresidencia del Senado. Ese mismo año tuvo a les pibes de protagonista ganando las calles reclamando una demanda democrática histórica negada como el derecho al aborto. En agosto, se abstuvo en la votación cuando se debatió la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (ILE). Su silencio no resulta extraño ya que se autoproclama “católico” en la información de su fanpage en Facebook y está más que claro que la Iglesia es enemiga de los derechos de las mujeres y la diversidad sexual.
Un poco para atrás
Omar Perotti es un contador público nacional egresado de la Universidad Nacional del Litoral. Dentro de su historial se encuentra que durante el período 1991-1995 ejerció su primer mandato como intendente de Rafaela. A partir de 1991 fue parte de las negociaciones para la privatización del Banco de Santa Fe, junto a Jorge Obeid. Luego de más de 5 años lograron la ley de privatización y se convirtió en el Nuevo Banco de Santa Fe S.A. en 1997. El mismo quedó bajo el control del Banco General de Negocios (BGN), un grupo financiero con la participación de importantes bancos internacionales (el Chase Manhattan Bank, el Dresdner Bank y el Credit Suisse), gestionado por los hermanos Carlos y José Rohm (este último fue el presidente del NBSF). Esta dupla fue acusada de blanqueo de dinero en 2002. Perotti (1996): “Estoy convencido de la privatización del Banco Provincial”
También en 1995 fue candidato a vicegobernador, acompañando a Héctor “Tigre” Cavallero, con el apoyo de Carlos Menem. Y en el año 1999, fue elegido senador provincial por el departamento Castellanos. Durante los años 2003-2011 tuvo su segundo y tercer mandato como intendente de Rafaela. En el 2008, al principio, apoyó la resolución 125 y firmó el comunicado posterior del Partido Justicialista que calificaba de “golpista” al sector agropecuario. Al año siguiente, luego del conflicto kirchnerismo-campo, la economía regional de su ciudad, Rafaela, se vino a pique dado que estaba (y está) basada en la agroindustria láctea y sojera. El descontento de la población era muy grande y quien supo canalizarlo fue Carlos Reutemann, quien se definía como un miembro más de la patria agrícola-ganadera. Ante esto, Perotti, quien ya abrazaba las banderas nacionales y populares, intervino con una posición agro-friendly y posibilitó el triunfo del Lole Reutemann.
Nacional y…
En 2011 encabezó junto a la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, la lista de Diputados Nacionales en la Provincia de Santa Fe, ganando la elección en ese distrito y asumiendo en diciembre como legislador. Ese mismo año, declaró a La Capital que no le teme a ser identificado como un personaje de derecha por intentar instalar una preocupación que domina a un sector importante de la sociedad. “Por ahí alguien siente que no es progresista hablar de seguridad, pero yo no me prendo en esa discusión. Ya lo dije en mis primeros spots publicitarios: ni mano dura ni mano blanda, mano justa”. En 2014 pregonó la unidad de las filas justicialistas abarcando desde el kirchnerismo hasta el reutemann-menemismo. Se presentó como candidato a Gobernador de Santa Fe en junio de 2015, con el apoyo de la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner, obteniendo el tercer puesto con el 29,30% de los votos, frente al 30,64% del Frente Progresista de Lifschitz y el 30,56% del PRO de Miguel del Sel. Desde 2015 es Senador Nacional por la provincia de Santa Fe luego de imponerse en esa categoría, logrando el 32% de los votos”.
Agustín Rossi conoce muy bien estos antecedentes. Por su parte, Perotti conoce muy bien los antecedentes del “Chivo”. No puede causar ninguna sorpresa que ambos no se soporten. Lo notable es que este desprecio que se profesan llegó al extremo de poner en riesgo el triunfo electoral de noviembre. Por eso es que debieron intervenir Alberto y Cristina. Lo que más llama la atención fue la decisión de la vicepresidente de apoyar a Perotti, un menemista y reutemista de la primera hora, un dirigente que fue su enemigo durante el conflicto con el campo. Ahora las cartas están sobre la mesa. De aquí a las elecciones el presidente y la vice rezarán para que la fórmula bendecida por Perotti triunfe. Porque si el triunfador es Rossi arderá Troya.
“No nos une el amor sino el espanto”
Jorge Luis Borges
El 16 de febrero de 2015 La Nación publicó el siguiente artículo:
Hasta que el silencio aturda a la Presidenta
“En su Oda a la alegría, Beethoven logra un instante culminante cuando el coro entona «ante Dios» («vor Gott») y un potente acorde se prolonga acompañando ese grito. Inmediatamente callan el coro y los instrumentos. Tras la estridencia, sin canto ni música de por medio, el autor logra estremecer profundizando con el silencio la enormidad del momento previo. En la música, el silencio es un extraordinario recurso para sensibilizar al que oye. Y también en el trajín cotidiano, cuando todo ruido cesa, cierto escozor nos atrapa en la soledad reflexiva que el silencio funda.
Aquí, un enorme estrépito acaba de aturdirnos. Un fiscal que denunció penalmente a la Presidenta apareció muerto días después de formular su demanda y sólo un día antes de fundar su imputación ante el Congreso Nacional. En el centro del poder, allí donde la denuncia tocaba fibras, hablaron de suicidio y de asesinato, acusaron al muerto de ser un padre desatento y un títere de factores que operan en las sombras y hasta afirmaron que una suerte de lucha fratricida entre servicios de inteligencia acabó detonando esa muerte.
Todo lo dicho sería poco importante de no ser que ha salido de la boca de la Presidenta imputada por el fiscal muerto. Ignorando la tragedia, se indultó a sí misma apropiándose de la verdad, de la Patria y hasta de la alegría y condenó cínicamente a los que quedamos agobiados por lo patético de lo ocurrido. Conoce que hay una herida abierta por una muerte que estremece y que no se entiende y sabe que el silencio ciudadano la interpela por ella.
Cristina sabe que ha mentido y que el memorando firmado con Irán sólo buscó encubrir a los acusados. Nada hay que probar. Merced a ese pacto, la evaluación de los hechos quedaría en manos de una comisión que funcionaría en la patria de los prófugos y en la que la mayoría de sus miembros debería contar con el acuerdo iraní.
¿Para qué pactaron ambos gobiernos notificar a Interpol lo acordado, si no era para levantar los pedidos de captura librados?
Ajena
Pero Cristina se siente ajena a la disputa. Está segura de que la ley penal no caerá sobre ella porque perversamente hizo avalar su nefasta decisión con una ley nacional.
Irónicamente, senadores y diputados legitimaron con sus votos el encubrimiento de los presuntos asesinos. No es la primera vez que se actúa de ese modo. También encubrió la corrupción de su vicepresidente expropiando una empresa fabricante de moneda y logrando que los votos de diputados y senadores legitimaran el ocultamiento de pruebas.
Sólo un necio diría que el encubrimiento presidencial a los iraníes no está probado. La imputación que ahora se ventila apenas descubre cómo el Gobierno se embarra en pos de ese objetivo usando marginales de la política como sus mensajeros ante iraníes perseguidos.
Éstas son las cosas que todos debemos saber cuando en silencio marchemos. Porque nuestro silencio no calla lo que pensamos ni evidencia nuestra ignorancia. Sólo indica a la Presidenta que su inexplicable arrogancia nada explicó y que con ella no se desataron «golpes blandos», sino «reclamos muy duros».
Para entonces ya no habrá palabras. Sólo hablará el silencio. Como en la música, será el silencio el que erice la conciencia de quien traicionó el reclamo de justicia de los 85 muertos en el atentado contra la AMIA y el que deje al descubierto el encubrimiento intentado. Y será el silencio el que descubra la magnitud de la tragedia vivida.
La misma tragedia que Cristina sólo podrá negar hasta que el silencio la aturda”.
El escrito es durísimo con Cristina Kirchner, en ese momento presidenta de la nación. Su autor no tiene contemplaciones con ella. La acusa lisa y llanamente de encubrir a los autores del atentado contra la AMIA en 1994. Algún desprevenido podría creer que el artículo es obra de Joaquín Morales Solá, por ejemplo. Se equivoca. Quien escribió esta nota lapidaria fue nada más y nada menos que el actual presidente de la nación Alberto Fernández. En aquel entonces el jefe de Gabinete de Néstor Kirchner había sido, junto a Sergio Massa, fundador un par de años atrás del denominado “peronismo renovador”, cuyo único objetivo fue frustrar la re-reelección de Cristina en 2015. En 2017 el hoy presidente fue el jefe de campaña de Florencio Randazzo, quien fue funcional al candidato del macrismo Esteban Bullrich, quien finalmente venció a Cristina en la recordada elección a senador nacional por la provincia de Buenos Aires.
Estos hechos ponen de manifiesto que hace no mucho tiempo Alberto Fernández era un acérrimo enemigo de Cristina. El tiempo, evidentemente, cura las heridas. En realidad, la imperiosa necesidad de retornar al poder curó las heridas provocadas por la “guerra fría” entre Cristina y Alberto. A comienzos de 2019 todos daban por sentada la reelección de Mauricio Macri. A pesar de lo horroroso de su gobierno el ex jefe porteño contaba con grandes chances de continuar en la Rosada al finalizar su mandato. La razón era muy simple: la división del peronismo no hacía más que allanarle el camino a Macri rumbo a un segundo mandato. Fue entonces cuando Cristina pateó el tablero. Sorprendiendo a propios y extraños le propuso a Alberto Fernández encabezar la fórmula presidencial del flamante FdT, reservándose ella la candidatura a la vicepresidencia. La jugada fue notable porque seguramente para la actual vicepresidenta no debe haber sido sencillo efectuar semejante propuesta a Alberto Fernández. Cristina, que ha demostrado que no olvida a quienes la traicionaron, en esta oportunidad decidió perdonar a Alberto todos sus golpes bajos, incluido el artículo transcripto precedentemente. Tampoco debe haber sido sencillo para el actual presidente aceptar la oferta de Cristina.
Lo real y concreto es que Alberto aceptó el convite y hoy es el presidente de todos los argentinos. Tanto Cristina como Alberto pusieron en práctica aquella famosa frase del genial Jorge Luis Borges que titula esta reflexión. Decidieron unirse no por amor-de hecho, se detestan-sino por espanto a la continuidad de Macri en el poder. La jugada de Cristina no hizo más que confirmar la naturaleza del peronismo. En efecto, la creación política de Juan Domingo Perón sólo concibe ejercer el poder. En consecuencia, para el peronismo sólo vale la victoria electoral. Cristina y Alberto archivaron sus “diferencias” en aras de un único objetivo: vencer a Macri en las presidenciales de 2015. Alguien puede exclamar: “hay que tener estómago para efectuar semejante jugada electoral”. Claro que hay que tenerlo pero Perón les enseñó a sus discípulos que el peronismo tiene la obligación de vencer.
Cristina y Alberto demostraron ser unos pragmáticos consumados. Finalmente coincidieron en algo fundamental: el retorno al poder sólo era posible si todos los sectores del peronismo se unían. Ese pragmatismo continúa vigente. Porque el escenario no se ha modificado sustancialmente respecto al que imperaba dos años atrás. En realidad, cabe afirmar que ha empeorado debido a la pandemia. En consecuencia, el peronismo se presentará unido de cara a los comicios que se avecinan porque es la única herramienta de que dispone para resultar victorioso. Es cierto que, como sentenció Borges, no los une el amor sino el espanto pero cuando probablemente celebren la victoria en noviembre, tanto a Cristina como a Alberto les importará un rábano que el desprecio que se profesan continúa vivito y coleando.
Se nos ríen en la cara
Arrancó formalmente la campaña electoral. Sucedió este fin de semana con el anuncio oficial de todas las listas que, tanto oficialistas como opositoras, competirán el 12 de septiembre. A partir de ese momento los canales de cable decidieron dedicar gran parte del tiempo a entrevistar candidatos de todo calibre, muchos de ellos conocidos por la opinión pública. Quienes son del FdT hablan loas del gobierno, alaban las políticas implementadas por Alberto Fernández y, como era de prever, despotrican contra la oposición. Quienes son de la coalición “Juntos” se limitan a lanzar munición gruesa contra el gobierno. Se trata de un grotesco espectáculo protagonizado por políticos egoístas que viven en una burbuja.
Nunca como ahora quedó expuesto semejante egoísmo. Seguramente la pandemia mucho tuvo que ver. Provoca escozor escuchar, por ejemplo, a la señora Tolosa Paz afirmar que el gobierno de Alberto Fernández privilegia la producción y el trabajo. Desde que el jefe de Gabinete de Néstor Kirchner se sentó en el sillón de Rivadavia la producción y el trabajo han sido sus principales víctimas. La pobreza no paró de crecer, al igual que la inflación. Millones de compatriotas continúan recibiendo unos planes sociales que atentan contra la cultura del trabajo. En política exterior, el gobierno decidió privilegiar los vínculos con Rusia, China y Venezuela, provocando un aislamiento que sólo provoca graves perjuicios al país.
Pero el más rotundo fracaso del gobierno ha sido su plan de vacunación. Por más explicaciones que brinde la Ministra de Salud o el propio presidente, los números no mienten. Los muertos ascienden a 104.000 y todo parece indicar que, al menos durante varias semanas más, seguiremos contando los fallecidos por el Covid-19. Lo mejor que podría hacer el presidente es reconocer el fracaso y pedir perdón por tanto sufrimiento. En lugar de ello sólo atina a decir mentiras que subestiman nuestra inteligencia.
En la vereda de enfrente el panorama es igual de desalentador. Diego Santilli y María Eugenia Vidal, por ejemplo, hablan como si no hubieran tenido nada que ver con el gobierno anterior. Santilli fue el segundo del jefe de gobierno porteño y Vidal fue nada más y nada menos que gobernadora de la provincia de Buenos Aires. También deberían pedirle perdón al pueblo por los desastres ocasionados por un gobierno conservador que fracasó por completo. Pero lo que más llama la atención es el resurgimiento del radicalismo. La precandidatura de Facundo Manes, quien confesó públicamente sus ambiciones presidenciales, lo pone de manifiesto. Los radicales quieren volver a la Rosada como si no hubieran ocasionado la crisis institucional, social y económica más grave de la Argentina contemporánea.
En las elecciones que se avecinan los votos se dividirán entre dos fuerzas políticas que fracasaron en el ejercicio del poder. Cristina Kirchner en su segunda presidencia, Macri y ahora Alberto Fernández son el símbolo de la kakistocracia. Sin embargo, ahora tienen la osadía de presentarse como los salvadores de la Patria, como los garantes de un futuro venturoso. Actúan de esa manera porque saben muy bien que el pueblo será incapaz de castigarlos en las elecciones venideras. Si las encuestas señalaran, por ejemplo, la posibilidad cierta de una abstención del 60%, por ejemplo, se cuidarían mucho más al hablar en público. La realidad indica otra cosa: seguramente habrá una participación cercana al 75% y de ese porcentaje cerca del 80% votará al gobierno o a Juntos, es decir a las mismas fuerzas políticas que provocaron semejante desastre. Consciente de semejante mansedumbre, la clase política no dejará de hacer lo que mejor sabe: reírse de nosotros.
Más vale tarde que nunca
En un acto partidario celebrado en Merlo, provincia de Buenos Aires, el presidente de la nación afirmó: “somos los hijos de Perón y Evita”. Lo que dijo es correcto sólo si se refiere a todas las generaciones de argentinos que a partir de 1946 se volcaron al movimiento creado por Juan Domingo Perón. Como el presidente no lo aclara es bueno tenerlo presente. Porque al decir “somos los hijos de Perón y Evita” da a entender que todos los argentinos lo somos, lo cual es una mentira atroz. Como estamos en campaña electoral resulta por demás evidente que Alberto Fernández se valió del recuerdo del trágico fallecimiento de Evita acaecido en 1952 para profundizar todavía más la grieta que nos mortifica desde hace muchísimo tiempo.
Como profesor universitario el presidente sabe perfectamente que Evita sembró pasiones encontradas, odios y amores igualmente intensos. Para los peronistas Evita fue, es y será por siempre una santa, la madrina de los desposeídos, los carenciados, los excluidos. Para los antiperonistas fue, es y será el símbolo del resentimiento, el odio de clase y el fanatismo. Con esa frase el presidente dejó bien en claro que pertenece al sector peronista y que desconoce al sector antiperonista como parte de la sociedad argentina. He aquí, me parece, uno de los legados más perniciosos de Perón: el haber convencido a sus seguidores que peronismo y nación son hermanos siameses, que no ser peronista significa no ser argentino. En consecuencia, quien no es peronista es un antipatria, un enemigo que debe ser aniquilado. Para Perón sólo sus seguidores formaban parte de la patria. Los otros, los contras, eran los cipayos, los defensores de la colonia, los antipatria. Semejante maniqueísmo es incompatible con la democracia liberal consagrada en nuestra carta magna. Lamentablemente, el presidente dio otra muestra de su adhesión a una filosofía política visceralmente antiliberal y antirrepublicana.
En otro pasaje de su alocución expresó: “Algunos casi celebraban las muertes y nosotros hacíamos lo imposible por evitarlas y trabajamos incansablemente para superar la pandemia de coronavirus”. El presidente miente descaradamente. Nadie celebró ninguna muerte ocasionada por el coronavirus. Al menos, públicamente. Los más de 104.000 muertos es una tragedia y el principal responsable es el gobierno nacional. Esta dramática cifra es la prueba más concluyente del fracaso estruendoso del plan de vacunación lanzado por el oficialismo. Es de esperar que algún día se sepan fehacientemente las causas que provocaron la caída de las negociaciones con Pfizer el año pasado, que seguramente hubieran evitado la muerte de decenas de miles de compatriotas en 2021.
Alguien dijo alguna vez “más vale tarde que nunca”. En las últimas horas la ministra de Salud de la Nación anunció con bombos y platillos un acuerdo con Pfizer por 20 millones de dosis que arribarán al país este año. El laboratorio norteamericano finalmente no resultó ser ente inalcanzable, un ogro dispuesto a quedarse con la mitad de la Argentina a cambio de la entrega de las dosis de Pfizer. ¿Por qué, entonces, no se logró arribar a un acuerdo similar hace un año? En ese momento hubo legisladores del oficialismo que acusaron al laboratorio de pretender quedarse con gran parte de nuestros recursos naturales a cambio de la entrega de las vacunas. ¿Significa entonces que en el invierno de 2021 el gobierno nacional agachó la cabeza y decidió entregar a Pfizer dichos recursos? Que yo sepa, ello no ha sucedido. La conclusión es la siguiente: Pfizer jamás impuso semejantes condiciones. Si el gobierno no aceptó en aquel entonces negociar con el laboratorio se debió pura y exclusivamente a cuestiones ideológicas. El problema es que semejante fanatismo produjo la muerte de miles y miles de compatriotas. ¿Podrá conciliar el sueño el presidente? Todo parece indicar que sí.
Como si nada pasara, la ministra Vizzotti dijo en la conferencia de prensa: “Tenemos una noticia muy relevante, fruto del esfuerzo de meses de muchísima gente e intensas negociaciones; ayer firmé el acuerdo vinculante con el laboratorio Pfizer, es un acuerdo por 20 millones de dosis de vacunas durante 20121. Resta el acuerdo final para la logística y a partir de allí definir el tiempo d entrega y las recepciones, antes de diciembre”. “Estamos trabajando para completar los esquemas de vacunación. Con la primera dosis de Sputnik V la eficacia y la efectividad es muy alta, casi como alguna vacuna de una sola dosis o con dos vacunas”. “Estamos trabajando para generar una estrategia para las segundas dosis, seguir recibiendo vacunas de Rusia. También esperamos el resultado del trabajo con la producción en Argentina, hay un millón de dosis que están a la espera del control de calidad” (fuente: Infobae, 26/7/021).
Oh casualidad, el arribo de las vacunas Pfizer tendrá lugar justo cuando los argentinos concurramos a las urnas para decidir el futuro inmediato y mediato del país y de nosotros. Emerge en toda su magnitud el maquiavelismo del gobierno. Cabe reconocer, para no ser injusto, que de haber estado la actual oposición en el gobierno, hubiera actuado de la misma manera.
Falta cada vez menos
Falta cada vez menos. No deja de impresionar lo rápido que pasa el tiempo. La campaña electoral comenzó de manera formal este fin de semana con la presentación oficial de todas las listas que competirán en las PASO. Un buen número de candidatos se hicieron presentes en los estudios de televisión para dar a conocer sus propuestas. Todo el mundo sabe que las únicas fuerzas políticas que realmente competirán por el poder son el FdT y Juntos. Aunque desde hace algunas semanas proliferan encuestas de todo calibre, nadie sabe a ciencia cierta cuáles serán los resultados que arrojarán las PASO. Aunque cronológicamente no falta tanto, para la inmensa mayoría de los argentinos, sumergidos en una crisis sin precedentes, el domingo 12 de septiembre está muy lejos. Su mente está en otra cosa. Sus problemas nada tienen que ver con las ambiciones de unos dirigentes que cada vez están más distanciados de la realidad.
Por primera vez en la historia las elecciones de medio término se llevarán a cabo en un escenario inédito. En efecto, los argentinos iremos a votar en medio de una pandemia que lejos está de haber terminado. Llama la atención lo que está sucediendo con los números diarios de contagios y muertos. Dos semanas atrás nos conmocionó la noticia de los 100 mil muertos de coronavirus. Los medios de comunicación se hicieron eco de la dramática noticia, en una evidente operación política tendiente a esmerilar al gobierno nacional. A partir de ese fatídico momento, casi como por arte de magia, los contagios y muertos comenzaron a decrecer a diario mientras las usinas de propaganda del oficialismo no se cansan de atormentarnos con el mismo mensaje: el plan de vacunación es todo un éxito porque la mitad de la población está vacunada. No es así. La mitad de la población recibió una dosis, lo cual es muy diferente. Los que se vacunaron de verdad, es decir los que recibieron dos dosis, representan apenas el 13%. Da toda la impresión de que el gobierno pretende crear un escenario de fantasía, un relato basado en la idea del principio de la erradicación definitiva del coronavirus.
Oficialismo y oposición coinciden en afirmar que estamos en las vísperas de las elecciones más importantes desde la restauración de la democracia. No es la primera vez que uno escucha semejante mensaje. Lo cierto es que se trata de una elección de medio término como todas las que tuvimos a partir de 1985. Pasaron las elecciones parciales y el país no desapareció de la faz de la tierra. La vida continuó, como se dice coloquialmente. Las elecciones de septiembre y noviembre no tienen anda de especial. Para el gobierno será, como sucedió con gobiernos anteriores, un plebiscito, un examen que rendirá ante la opinión pública. Si aprueba significará que la sociedad está conforme con lo hecho hasta ahora. En caso contrario significará para el oficialismo una luz amarilla, una severa señal de alarma que deberá tener muy en cuenta. Nada que ver, pues, con el mensaje alarmista de la oposición sobre la certeza de que una victoria del FdT significará automáticamente la implantación en el país del chavismo. Si el kirchnerismo tuviera en mente ese plan lo hubiera ejecutado sin dudar el día después de la elección presidencial de octubre de 2011, cuando CFK cosechó el 54% de los votos. Tenía todo a su favor para hacer de la Argentina la Venezuela bolivariana. A pesar de ello, continuó gobernando como lo venía haciendo a partir de 2007.
No digo nada nuevo si afirmo que la elección se definirá en el inmenso conurbano bonaerense. La candidata del oficialismo es la señora Toloza Paz, una dirigente muy cercana al presidente. Tendrá a su disposición el gigantesco aparato del peronismo bonaerense y todos los recursos del Estado. Su principal oponente saldrá de la disputa que librarán el larretista Diego Santilli y el radical Facundo Manes. Si bien Santilli cuenta con las mejores chances para alzarse con la victoria, no hay que subestimar al doctor Manes. Se trata de un típico outsider de la política que contará con el sólido respaldo del aparato radical bonaerense. Y la historia ha demostrado hasta el cansancio que si en algo son expertos los radicales son las internas partidarias. Creo que el resultado de esa apasionante interna está totalmente abierto. Una victoria de Santilli confirmaría el liderazgo de Larreta. Pero si el vencedor es Manes festejarán los radicales…y Macri.
En Caba el FdT tendrá como principal espada al radical alfonsinista Leandro Santoro. En Juntos competirán a cara de perro María Eugenia Vidal, apoyada por el larretismo, y Ricardo López Murphy, apoyado por el macrismo duro y puro y un sector del radicalismo. No causaría ninguna sorpresa un triunfo del economista porque son muchos los porteños tradicionalmente antiperonistas que están muy enojados con el larretismo por haber dejado afuera a Mauricio Macri. Por su parte, en Santa Fe la interna oficialista está que arde. El gobernador Perotti acaba de poner en evidencia una vez más la tirria que siente por el ministro de Defensa Agustín Rossi. Como no lo soporta decidió conformar una lista propia que compita contra la lista encabezada por el Chivo y que está apadrinada por el gobierno nacional. En las últimas horas Rossi dijo que Perotti era un ingrato porque llegó a la gobernación gracias al apoyo que le brindó el kirchnerismo. Tiene razón pero la movida de Perotti no sorprende a nadie ya que jamás comulgó con el kirchnerismo. Perotti es un genuino representante del peronismo de derecha, un preclaro discípulo del recientemente fallecido Lole Reutemann. Es perfectamente entendible la ira que le provoca un dirigente como Rossi.
El primer presidente de los argentinos (última parte)
Al comenzar 1823, Rivadavia estaba convencido de que el país necesitaba imperiosamente una sólida organización política. Sin embargo, consideraba que aún no había llegado el momento para implantar una constitución. En efecto, creía firmemente que antes de tener una constitución era esencial que las provincias se constituyeran en bases sólidas y estables para hacer posible la organización del Estado argentino. Primero la organización de las provincias; luego, la constitución. ¿Qué entendía Rivadavia por organizar las provincias? Muy sencillo de explicar teóricamente, pero muy difícil de llevarlo a la práctica. Para Rivadavia, organizar las provincias implicaba dotarlas de instituciones sólidas y permanentes para hacer de ellas sistemas aptos para garantizar la cultura, la educación, una buena milicia y un eficaz funcionamiento de la economía. Rivadavia tenía en mente expandir por todo el territorio nacional su experiencia durante la gestión de Martín Rodríguez. Su unitarismo inexorablemente terminaría colisionando con los caudillos provinciales. Al ser consciente de ello, llegó a la conclusión de que hubiese sido una mala decisión política pretender imponer una constitución que, por la peculiar situación social y política de entonces, no podía ser otra que la federal.
Rivadavia envió a las provincias a algunos emisarios para que explicaran su propuesta, la que se resumía en una invitación para que se reunieran en “cuerpo de nación” bajo un régimen representativo. Además, se les sugería que adoptaran todas las medidas que consideraran necesarias para asegurar la paz y el desarrollo, y para despejar cualquier tipo de duda acerca de la sinceridad de la propuesta rivadaviana, se reconocía que eran los gobernadores quienes mejor podían contribuir a la organización del cuerpo nacional. La propuesta no gozó de un amplio consenso. Varias provincias la apoyaron pero otras, como Santa Fe, Córdoba, Santiago, La Rioja y Catamarca, se mostraron desconfiadas. Sin embargo, Rivadavia no cejó en su empeño por imponer su concepción política. El 27 de febrero de 1824 se dictó la norma que consagraba la invitación a todas las provincias para que enviaran sus representantes a un Congreso nacional a celebrarse en Buenos Aires. Pese a que Rivadavia se esmeró por poner bien en claro que dicho Congreso no tenía un carácter constituyente, resultaba por demás evidente que inexorablemente desembocaría en una constitución.
Mientras tanto, Rodríguez fue reemplazado por el general Las Heras, defensor entusiasta de la unidad nacional y ajeno a las intrigas políticas. Era un independiente que no tardó en granjearse la antipatía y la desconfianza de los rivadavianos. El Congreso se reunió en Buenos Aires el 16 de diciembre. Muchos de sus participantes eran hombres de una probada capacidad, como Laprida, Gorriti, Gregorio Funes, etc. También participaron jóvenes talentosos como Dalmacio Vélez Sarsfield, el futuro creador del Código Civil. Las condiciones estaban dadas para garantizar su éxito. Todas las provincias lo apoyaban, con excepción de Santa Fe, cuyo representante fue instruido para que defendiera la idea de una organización confederada. La posibilidad cierta de un conflicto con el imperio del Brasil obligó al Congreso a tomar una primera decisión trascendente: la constitución del ejecutivo nacional. Al poco tiempo, se dictó la Ley Fundamental. El congreso se declaró constituyente, las provincias continuaban funcionando como entidades autónomas y Buenos aires se encargó de las funciones propias del poder ejecutivo nacional hasta que se eligiese al futuro presidente.
El 6 de febrero de 1826 se dictó la Ley de Presidencia, siendo elegido presidente Bernardino Rivadavia. Apenas asumió, decidió aplicar el mismo esquema de ideas que lo orientó mientras fue ministro provincial a un complicado y convulsionado panorama. Adoptó como lema “subordinación recíproca y conciliación de intereses”. Estaba convencido de que se podía imponer desde la cúspide del poder una organización política e institucional dependiente del poder central. Consciente de que para ejercer el poder necesitaba imperiosamente contar con un territorio, Rivadavia impuso la sanción de la Ley de Capital, en virtud de la cual la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores se transformaban en Capital de la república, libre de toda sujeción a la autoridad bonaerense. Si bien el esquema conceptual rivadaviano era lógico, imponer semejante división política en territorio bonaerense en medio de un conflicto internacional, fue prácticamente un suicidio político. La creación de la Capital de la República no hizo más que atentar contra los intereses políticos y económicos de la provincia de Buenos Aires. Rivadavia, convencido de su proyecto, buscaba la creación de un poder nacional aunque el costo a pagar fuese la afectación de los intereses provinciales. La reacción opositora no tardó en llegar. Los Anchorena, Dorrego y Juan Manuel de Rosas lanzaron una cruzada antirivadaviana, pero la ley fue dictada el 4 de marzo. Ese día señaló el quiebre definitivo entre Rivadavia y los factores de poder bonaerense.
El principio del fin de Rivadavia fue la sanción de la constitución de 1826. No había unanimidad entre las provincias acerca de la forma de Estado que convenía sancionar. Seis provincias propiciaban una forma de Estado federal (Entre Ríos, Santa Fe, Santiago, Salta, Jujuy y La Rioja) y las seis restantes consideraron que era el congreso el que debía decidir (Corrientes, Catamarca, San Luis, Misiones, Montevideo y Tarija). En julio de 1826, la comisión del Congreso emitió un dictamen propugnando la forma republicana “consolidada en unidad de régimen”. Finalmente, la nueva constitución fue dictada el 24 de diciembre de 1826. Había nacido muerta. La reacción federal estaba en marcha. Los pueblos del interior no estaban dispuestos a soportar un régimen centralizado bajo la égida de Rivadavia, un dirigente brillante pero incapaz de suscitar consensos. Los provincianos vieron en él a un presidente de facto al que debían desalojar del poder. La reacción comenzó en Tucumán. El caudillo Quiroga, bajo el lema “Religión o muerte”, se lanzó sobre Catamarca y depuso al gobernador. Luego pulverizó a Lamadrid en El Tala, arrojándolo de Catamarca. Inmediatamente después se dirigió a Tucumán y Santiago para vencer nuevamente a Lamadrid en Los Palmitos y Rincón, obligándolo a huir a Bolivia. A partir de entonces, Quiroga se transformó en un referente nacional del federalismo. Cuando despuntó 1827, Córdoba, La Rioja, Santiago y San Juan, habían desconocido a Rivadavia como presidente y la mayoría había rechazado la flamante constitución. El sueño de Rivadavia de un régimen unitario había estallado por los aires. Para colmo, García, enviado por Rivadavia para firmar una paz con el imperio del Brasil, al extralimitarse de sus instrucciones no hizo más que traicionar el sentimiento nacional que había legitimado la entrada de las Provincias Unidas a la guerra. Incluso Rivadavia repudió el tratado de paz con extrema dureza. No le quedó otro camino que la renuncia, abriéndole las puertas del poder a Juan Manuel de Rosas.
Fuentes:
-Germán Bidart Campos: Historia política y constitucional argentina, Ed. Ediar, Bs. As., tomo I, 1976, págs. 213/216.
-Carlos A. Floria y césar A. García Belsunce: Historia de los argentinos, Ed., Larousse, Bs. As., 1992, págs. 471/492.
-David Rock: Argentina 1516-1987, University of California Press, Berkeley, Los Angeles, 1987, págs. 96/104.
(*) Artículo publicado en el portal rosarino Ser y Sociedad el 29/6/012
Murray N. Rothbard y la moneda controlada (última parte)
Los gobiernos se valieron de dos herramientas para obtener el control de la moneda de sus países: a) el monopolio compulsivo de la emisión monetaria y B) la legislación que impone el curso legal. De esa forma, cada gobierno hizo todo lo que estuvo a su alcance para abolir la circulación de toda moneda extranjera. Dentro del ámbito espacial propio de cada país, únicamente podían utilizarse las monedas nacionales. Para los intercambios internacionales continuaron utilizándose los lingotes de oro y plata (sin cuño). A pesar de que con esto se profundizó el distanciamiento entre los países, la moneda “auténticamente dura” continuaba impidiendo el accionar de la inflación gubernamental. Todavía había límites para el envilecimiento monetario ejecutado por los gobiernos, y el hecho de que ellos se valieran del oro y la plata “ponía coto, de una manera bien definida, al control de cada gobierno sobre su propio territorio” (Moneda libre y controlada, Edición Fundación Bolsa de Comercio de Bs. AS., 1979, pág. 116).
En opinión de Rothbard, los bancos modernos y los sustitutos del dinero han permitido a los gobiernos acelerar su total control sobre la provisión de dinero, con lo cual pudieron valerse de la inflación sin control alguno. Dentro de un sistema bancario libre, existen tres barreras que frenan el intento de cualquier banco por crear inflación: “la extensión de la clientela de cada banco; la extensión de la clientela del sistema bancario entero, o sea, el punto hasta el cual la gente se vale de sustitutos de dinero, y el grado de confianza de los clientes en sus bancos” (pág. 117). Cuanto menor sea la clientela de cada banco, más severas serán las limitaciones al proceso inflacionario. El control gubernamental sobre los bancos les quitó efectividad. Las limitaciones se apoyan en un deber esencial: todos los bancos están moralmente obligados a hacer honor a sus obligaciones juradas cuando su cumplimiento sea exigido. El cumplimiento de todas las obligaciones contractuales hace a la esencia de todo sistema de propiedad privada.
Si el gobierno ha decidido fomentar la inflación, el medio más directo para ello es apoyar a los bancos cuando deciden rehuir el pago de sus obligaciones mientras continúan en funcionamiento. Mientras el resto de los actores económicos debe cumplir con sus obligaciones para no ir a la quiebra, el gobierno protege a los bancos avalando su decisión de no hacer frente a sus compromisos. Para Rothbard, se trata lisa y llanamente de “una licencia para robar”. En los estados Finidos, la decisión de los bancos de suspender en masa los pagos en metálico en épocas de crisis económica se hizo costumbre y tuvo su origen durante el conflicto bélico de 1812. Como consecuencia de esa tradición, “los bancos se apercibieron de que no tenían por qué temer la quiebra después de una inflación y, por supuesto, estimuló las operaciones inflacionarias y lo que se llama “wildcat banking”, es decir, los negocios bancarios arriesgados al extremo y desprovistos de toda cautela” (pág. 119). Finalmente, el poder político y el sistema bancario lograron persuadir al público de la legitimidad de sus procedimientos, de la legalidad del robo que ejecutaban. En consecuencia, en épocas de crisis económicas quienes decidían retirar sus depósitos de los bancos eran acusados de enemigos de la patria y despojadores de sus vecinos, mientras que los bancos eran felicitados por haber protegido al pueblo durante la tormenta.
Esta estrategia adoptada en Estados Unidos lejos estuvo de ser aceptada en otros lugares. Además de ser demasiado tosca, no era eficaz para permitir al gobierno el control total sobre el sistema bancario. Porque, en última instancia, lo que pretenden todos los gobiernos es tener una inflación controlada y dirigida por completo por ellos mismos. Para la materialización de este objetivo fue presentado en sociedad un sistema destinado a perdurar y que fue presentado como un “símbolo de la civilización”: los Bancos Centrales. A partir de entonces, economía que no poseía un Banco Central era considerada “deficiente”, “atrasada”, “primitiva”. Si bien es frecuente que estas instituciones pertenezcan nominalmente a particulares, siempre están comandadas por funcionarios gubernamentales, con lo cual pasan a ser apéndices del gobierno central. “Un Banco Central adquiere su posición de comando a través de su monopolio de la emisión de billetes, otorgado por el gobierno” (pág. 122). En este monopolio reside, precisamente, la clave de su poder dentro de la sociedad. Mientras los bancos privados tienen terminantemente prohibido crear dinero artificialmente, el Banco Central se transforma en el único actor del sistema económico autorizado para ello. Si en algún momento los clientes pretenden que sus depósitos se transformen en billetes, los bancos privados están obligados a recurrir al Banco Central. ¿Cuál es el resultado de todo esto? “El resultado es que los depósitos bancarios no solamente son pagaderos en oro, sino también en billetes del Banco Central y estos nuevos billetes no son simples billetes de banco, sino obligaciones del Banco Central, una institución que ha sido investida de la majestuosa aureola del gobierno mismo” (pág. 122). De esa forma, los bancos terminaron por transformarse en clientes del Banco Central.
Rothbard analiza a continuación de qué manera afectan al sistema del Banco Central las limitaciones sobre la inflación de origen bancario. Lo primero que hizo el gobierno fue fomentar el uso de billetes de banco en reemplazo de las monedas de oro. Tales monedas fueron consideradas “anticuadas” e “ineficientes”. Por el contrario, hace ala seguridad del sistema bancario que el oro permanezca en lingotes en los sistemas de seguridad del Banco Central. Influenciado por la propaganda gubernamental, el público abandonó paulatinamente el uso del oro como moneda en su vida diaria. La ley de Reserva Federal norteamericana obliga a los bancos a guardar una proporción mínima de reservas en relación con los depósitos y, con posterioridad a 1917, esas reservas debían consistir pura y exclusivamente en depósitos en el Banco de la Reserva Federal. En consecuencia, el oro tuvo que ser guardado en dicho banco. El público perdió la costumbre de valerse del oro como moneda y comenzó a utilizar los billetes de banco. Lo que lo indujo a valerse del billete de banco fue la gran confianza que le tenía depositada al Banco Central. Si el Banco Central poseía todo el oro existente y contaba con el respaldo incondicional del poder político, era imposible que quebrara. No podía quebrar porque no podía permitirse que ello sucediera. Fue así como el Banco Central se ganó la confianza de la opinión pública, llegándoselo a considerar un “Gran Banco Nacional” destinado a realizar un servicio público y que se encontraba protegido por formar parte del gobierno. La confianza del público le permitió al Banco Central relacionarse con los bancos privados. Les hizo saber que procedería como “prestamista de última instancia”, lo que significaba que estaba preparado para ayudar a todo banco en dificultades, especialmente a aquellos bancos obligados a cumplir con sus obligaciones.
Luego de referirse a la inflación dirigida, al abandono del patrón oro, a la moneda declarada tal por decreto, al problema del oro y a la ley de Gresham, Rothbard concluye su defensa de la moneda libre de la siguiente manera: “¿Qué hemos aprendido, pues, acerca del gobierno y la moneda? Hemos visto que, a través de los siglos, el gobierno, paso a paso, ha invadido el mercado libre y se ha apoderado del control absoluto del sistema monetario. Hemos visto que cada nuevo control, en apariencia inocuo, ha conducido a la obtención de nuevos y mayores controles. Hemos visto que los gobiernos son inherentemente inflacionistas, ya que la inflación es un medio tentador para la adquisición de rentas para el gobierno y sus grupos favorecidos. El lento pero seguro apoderamiento de las riendas que manejan el sistema monetario ha sido utilizado para: a) promover la inflación en la economía al ritmo que el gobierno decide, y b) para producir la dirección socialista de la economía entera. Además, el gobierno, al inmiscuirse en lo relativo a la moneda, no sólo ha determinado una única y nunca vista tiranía en nuestro mundo, ha producido también el caos y no el orden; ha fragmentado el pacífico y productivo mercado mundial, partiéndolo en mil pedazos, con el comercio y las inversiones enredadas en una maraña de incontables restricciones, controles, tipos ratifícales, desvalorizaciones de la moneda, etc.; ha ayudado a que se produzcan guerras, al transformar un mundo de pacíficas relaciones en una selva de bloques monetarios que guerrean entre sí. En resumen, descubrimos que la coerción produce conflictos y caos, y no orden” (pág. 147/148).
(*) Artículo publicado en el portal rosarino Ser y Sociedad el 18/7/012.
Emblema de la escuela austríaca de economía
El 22 de julio de 1926 falleció en Salzburgo un emblema de la escuela austríaca de economía: Friedrich Freiherr von Wieser. Wieser nació en Viena el 10 de julio de 1851. Siempre mostró interés por la sociología, la historia y el derecho. En 1868 ingresó a la Universidad de Viena para estudiar derecho. Luego de leer la “Introducción en el estudio de la sociología” de Herbert Spencer, se introdujo en el mundo de la economía política. Trabajó como empleado para el gobierno durante diez años y más tarde fue becado por la Universidad de Heidelberg (Alemania) para estudiar economía política junto a quien sería otro emblema de la economía austríaca: Eugen von Böhm-Bawerk. Ambos pasaron a ser discípulos de Carl Menger, otro eminente economista de la época. Menger, Böhm-Bawerk y Wieser son considerados los padres fundadores de la escuela austríaca de economía.
Luego de superar el obstáculo del doctorado, en 1884 fue designado profesor asociado en la Universidad de Praga, donde tuvo el honor y el privilegio de suceder en su cátedra a su maestro Carl Menger hasta 1903. El destino quiso que educara a futuros brillantes exponentes de la escuela austríaca, como Ludwig von Mises, Joseph Alois Schumpeter y Friedrich A Von Hayek, su discípulo más fiel. En 1889 fue nombrado catedrático titulado y publicó “El valor natural”, donde esgrime su teoría del valor y su teoría de la imputación. Innovador y talentoso, Wieser publicó en 1891 “La Escuela austríaca y la teoría del valor” y un año más tarde, “La teoría del valor”. En 1893 publicó “Reanudación de pagos de especie en Austria-Hungría” y en 1909, “Teoría de las rentas provenientes de suelo urbano”. En 1903 recibió un reconocimiento de la Universidad de Viena y de su volcánico cerebro surgió una teoría monetaria que se apoyaba en los análisis de Menger. En los próximos 25 años se interesó por la sociología, rama del saber que consideraba fundamental para comprender, junto con la economía, la realidad social del hombre. En 1911 publicó “La naturaleza y el contenido principal de la economía teórica nacional” y más tarde dio a luz a una de sus obras más importantes: “Teoría de la economía social”, donde acuñó la expresión “coste de oportunidad”. Se le atribuye, a su vez, la expresión “utilidad marginal” a raíz de la influencia que ejercieron sobre su pensamiento León Walras y Wilfredo Pareto, miembros de la escuela de Lausana. En 1917 fue admitido como miembro del “Herrenhaus” y fue ministro de comercio en el gabinete de su país hasta la finalización de la primera guerra mundial. No pudo desempeñarse como él hubiera querido ya que siempre fue neutralizado por el ministro de energía, el intervencionista Richard Riedl. En 1923 publicó “El trabajo histórico del poder estatal” y en 1926, “La ley del poder”.
La teoría de la imputación, extraída de “El valor natural”, y la teoría del coste alternativo o de oportunidad, extraída de “Teoría de la economía social”, fueron sus contribuciones más notorias. Se considera que fue Wieser quien hizo la distinción entre bienes públicos y bienes privados (utilizada posteriormente por Hayek), y quien acuñó el concepto de utilidad marginal. También destacó la relevancia del “empresario” en el proceso de cambio económico. Estaba convencido de que el empresario simbolizaba la capacidad de iniciativa que debía tener todo hombre para liderar los cambios económicos que reclamaba la sociedad de su tiempo. Esta noción del mando fue posteriormente desmenuzada por Schumpeter cuando analizó la innovación económica. Pero fue la teoría del valor su aporte más revolucionario. En efecto, Wieser introdujo el debate en el problema del valor económico, metiendo como una cuña el cálculo objetivo en una teoría subjetiva. Intentó demostrar, nada más y nada menos, que el valor económico es una categoría natural, que cualquier sociedad racionalmente ordenada no tiene más remedio que afectar valoraciones. Concluyó que una economía socialista no podía prescindir de las valoraciones.
Wieser sentó las bases de la solución matemática al problema de la determinación de los precios de los factores. Su teoría de la imputación, además de corregir eventuales errores de la teoría de Menger, continúa siendo empleada en la microeconomía. Otra de sus contribuciones más notables fue la teoría del coste alternativo, ignorada por Alfred Marshall y los economistas ingleses. Apoyándose en el pensamiento paretiano, creó el concepto de utilidad marginal y el de coste de oportunidad. De esa forma, enfocó la economía hacia el análisis de la escasez y la asignación de recursos escasos. Perfeccionando la teoría de Menger, introdujo el coste de oportunidad para adecuarlo con la teoría de la utilidad marginal. No conforme con estas innovaciones, ideó su propia teoría monetaria. Pero fue su combinación de la teoría austríaca de la utilidad con una teoría evolutiva de las instituciones, su aporte más relevante. Destacó que los modelos clásicos y neoclásicos no tenían en cuenta conceptos fundamentales como la eventual aparición de monopolios y la existencia de economías de escala. Estando convencido de la inutilidad de los modelos económicos ideales para comprender la política económica, desarrolló una solución de segundo óptimo. Es aquí donde entró a tallar con fuerza el concepto de “economía social” para evaluar la eficacia de la intervención del estado en casos puntuales.
Wieser fue considerado “liberalista” por los liberales puros. En su libro “Liberalismo”, Von Mises se vale de la expresión “nuevo liberalismo” para designar a los socialistas que se hacen pasar por liberales. En consecuencia, Wieser, según Mises, debía ser considerado un nuevo liberal por su condición de socialista Fabiano. Al comenzar sus carreras como científicos, Menger, Bawerk y Wieser no centraron su atención en los problemas de política económica, particularmente en el rechazo del intervencionismo estatal proclamado por el liberalismo clásico. Lo que realmente pretendían era elaborar una teoría económica con una sólida base de sustentación. Siguiendo a Menger y Bawerk, Wieser no estuvo de acuerdo con las políticas intervencionistas que aplicaba el gobierno austríaco (al igual que todos los gobiernos de la época), sosteniendo que únicamente el libre mercado garantizaba la mayor eficiencia económica y social. Sin embargo, su enfoque liberal desechaba los modelos ideales clásicos y neoclásicos que no tenían en cuenta los monopolios y la existencia de la economía de escala. Consideraba que el liberalismo clásico era sinónimo de “caos”. En consecuencia, debía ser sustituido por un sistema de orden. Paralelamente, se negó a admitir el esencialismo y la versión teleológica de la causalidad. Mientras la Escuela historicista enarbolaba el método histórico, Wieser desarrolló el método lógico (tanto en su faz deductiva como en su faz inductiva). A diferencia de las ciencias naturales, que son empíricas, la economía (como la matemática y la lógica) posee un carácter apriorístico. Como no hay constantes en los fenómenos sociales, se torna prácticamente imposible la extracción de leyes históricas o la elaboración de predicciones. Para Wieser, la economía es una especie de psicología aplicada basada en la introspección, exigiendo su aproximación a la sociología para comprender adecuadamente la realidad social del hombre. al rechazar la intervención estatal en la economía, el esencialismo y la visión teleológica de la causalidad, la Escuela Austríaca se ganó la desaprobación de los gobernantes, quienes preferían las concepciones de Keynes, Baran, Myrdal y Lenin.
Durante la primera mitad del siglo XX, los representantes de la Escuela Austríaca sufrieron marginación y aislamiento. Debió desmoronarse el muro de Berlín y desmembrarse el imperio soviético para que las teorías económicas liberales volvieran a ser consideradas y aceptadas.
Fuentes:
-Von Wieser: Wikipedia, la enciclopedia libre.
-Henry William Spiegel: El desarrollo del pensamiento económico, ED. Omega, Barcelona, 1973, cap. 23.
(*) Artículo publicado en el portal rosarino Ser y Sociedad el 24/7/012
La dramática y fascinante historia argentina
Lo que nos pasó a partir del 25 de mayo de 1810
Las armas de combate
Los fusiles y carabinas utilizados por los soldados eran producidos en fábricas montadas en Buenos Aires, Tucumán y Mendoza. Pero como su número era escaso y su calidad dejaba mucho que desear los revolucionarios no tuvieron más remedio que comprar armas al imperio anglosajón. Pero como no vendía sus mejores armas los patriotas debieron conformarse con pocas armas y de escasa operatividad. De lo que sí dispusieron los criollos fue de cañones a raíz de la existencia de un importante parque artillero montado desde la época del virreinato. Además, desde 1812 existía una fábrica de cañones en Buenos Aires. El alcance máximo de los fusiles era de 200 metros pero su utilidad se reducía a la mitad. Como debían ser cargados por boca una infantería profesional tardaba no menos de un minuto para efectuar tan solo tres disparos. Para frenar un embate de la infantería enemiga los criollos sólo podían efectuar cinco disparos por hombre, lo que hacía inevitable el combate cuerpo a cuerpo. Ello explica que los soldados fueran equipados con bayonetas.
Las armas de los soldados de a caballo eran el sable, la carabina y la lanza. Las tropas irregulares se valían del lazo y las bolas. Los cañones eran de hierro y avancarga. Si el terreno era llano las mulas los arrastraban o los desarmaban. En las zonas montañosas eran transportados por animales de carga. Sus disparos tenían un alcance de mil metros y su velocidad de tiro era de dos minutos. En aquella época prácticamente no había fortificaciones. Su influencia era, por ende, nula. Por ejemplo, la ciudadela de Tucumán era apenas un campo fortificado y en Ensenada había un fuerte que carecía de defensas. Los realistas estaban en una situación similar. Colonia, que estaba en su poder, era la imagen de la indefensión. En Martín García sólo había una batería. Las verdades fortificaciones estaban localizadas en Montevideo, Talcahuano y El Callao (1).
(1) Floria y García Belsunce, historia de…., capítulo 16.
Las tropas: cómo eran reclutadas y cómo se dividían
Las tropas eran reclutadas de manera voluntaria o de manera obligatoria. El reclutamiento voluntario era posible si la opinión pública imperante lo propiciaba o serias amenazas se cernían sobre el lugar de residencia de los futuros soldados. Quienes eran obligados a alistarse frecuentemente provenían del mundo de la delincuencia. También hubo casos de esclavos que fueron obligados a servir en el ejército durante un determinado período para luego obtener la ansiada libertad. En aquel entonces los soldados no eran reclutados de manera orgánica lo que era perfectamente entendible ya que se trataba de un recurso que comenzaba a ser puesto en ejecución, y con la resistencia de varios países, en la mismísima Europa.
Con posterioridad a la gesta de Mayo los batallones de infantería asentados en Buenos Aires pasaron a la categoría de regimientos divididos en dos batallones compuestos cada uno por ocho compañías, una de cazadores, otra de granaderos (la fuerza de élite creada por San Martín) y seis de fusileros. Los regimientos de caballería contaban con una serie de escuadrones (tres como máximo), cada uno de ellos compuestos por tres compañías. También había cuerpos de artillería pero jamás entraron en combate de manera sistémica. Era muy raro que algún ejército revolucionario pudiese contar con más de diez piezas de artillería (1).
(1) Floria y García Belsunce, Historia de… capítulo 16.
Bibliografía básica
-Germán Bidart Campos, Historia política y constitucional argentina, Ed. Ediar, Bs. As. Tomos I, II y III, 1977.
-Natalio Botana, El orden conservador, Ed. Sudamericana, Bs. As., 1977.
-Natalio Botana y Ezequiel Gallo, De la República posible a la República verdadera” (1880/1910), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo III, Ariel, Bs.As., 1997.
-José Carlos Chiaramonte, Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina (1800/1846), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo I, Ariel, Bs. As., 1997.
-Carlos Floria y César García Belsunce, Historia de los argentinos, Ed. Larousse, Buenos Aires, 2004.
-Tulio Halperín Dongui, Vida y muerte de la República verdadera (1910-1930), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo IV, Ariel, Bs. As., 1999.
-Tulio Halperín Donghi, Proyecto y construcción de una nación (1846/1880), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo II, Ariel, Bs. As., 1995.
-Daniel James (director del tomo 9), Nueva historia argentina, Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Ed. Sudamericana, Bs. As., 2003
-John Lynch y otros autores, Historia de la Argentina, Ed. Crítica, Barcelona, 2001.
-Marcos Novaro, historia de la Argentina contemporánea, edhasa, Buenos Aires, 2006
-David Rock, Argentina 1516-1987, Universidad de California, Berkeley, Los Angeles, 1987.
-José Luis Romero, Las ideas políticas en Argentina, FCE., Bs. As., 1956.
-Juan José Sebreli, Crítica de las ideas políticas argentina, Ed. Sudamericana, Bs. As., 2003.
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