Por Máximo Luppino.-

La educación es el vehículo dilecto de la cultura. Sin un conocimiento genuinamente argentino no hay identidad de Nación. Si carecemos de cultura tendremos un futuro incierto.

En los tiempos que vivimos, una de las instituciones pilares de la argentinidad y contenedores fundamentales del humor social han sido los establecimientos educativos. Las escuelas ofician de guarderías, además de comedores. Ahora, pandemia de por medio, serán salas de auxilio de salud. Claro está que los colegios jamás renunciaron a su función fundamental que es la de educar e instruir a su alumnado.

El inicio de clases 2021 tendrá una consigna tan obligada como indeleble: “presenciabilidad cuidada”. Así lo señaló el ministro del área, Nicolás Trotta, junto a los gobernadores provinciales y autoridades de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El magno desafío de establecer las clases escolares en modalidad presencial será una ardua tarea. Recordemos que en Europa se interrumpían fruentemente los dictados educativos presenciales. Alemania, Francia, España, Portugal e Italia entre otros países sufrieron interrupciones prolongadas de clases azotados por el incremento de contagios. Algo similar le sucedió a Israel, una de las naciones pioneras en la lucha contra el COVID-19.

Existe conciencia plena de la importancia trascendente de la educación en el desenvolvimiento pleno de una República. Sucede que ciertas cautelas tienen que ver con la posibilidad de incrementar contagios y hacer crecer aún más la ya de por sí flagelante pandemia.

Una vez más, maestros y profesores tirarán con fuerza indómita el carro sagrado del bien común y lucharán educando con su propio ejemplo de entrega social.

Lamentablemente, el objetivo de un comienzo de clases con los docentes plenamente vacunados se escurrió en el insoportable interés de especulaciones arteras de ciertos laboratorios que distribuyen inoculaciones con aparente preferencia económica. De todas maneras es necesario aclarar que la demanda es de tal magnitud que la producción mundial se encuentra sumamente relegada. El egoísmo humano que condujo a esta crisis planetaria se encuentra presente como así también la legión de científicos, sanitarista, médicos y enfermeros que están dando su vida para brindar salud y bienestar al prójimo. Es la inmortal frase célebre de Discépolo “La biblia y el calefón”…

El bien y el mal continúan su danza universal de siglos. Los individuos debemos elegir en qué bando bailar y con qué determinación cumplir con nuestro rol elegido. La humanidad está pasando por una tremenda crisis espiritual. El Coronavirus es el enemigo a vencer, se requiere vacuna, disciplina y por sobre todo gran altruismo y bondad suprema.

La educación formal sufrió severos altibajos en estos tiempos de profundo sufrimiento, pero el aprendizaje derivado del dolor, y de los ejemplos de vida han abundado por doquier. Sólo hay que saber observar…

“Presencialidad cuidada” y entrega incondicional hacia la noble causa de la humanidad evolucionante. El COVID-19 se alimenta de nuestras mezquindades. La fraternidad solidaria es la “Bala de Plata” para este monstruo invisible de mil cabezas…

Share