Por Hernán Andrés Kruse.-

Marzo de 2002. El país ardía. La economía estaba destruida, al igual que el tejido social. La clase política no podía salir a la calle y el presidente Eduardo Duhalde hacía malabares para garantizar la gobernabilidad. En ese clima arribó al país el indio Anoop Singh, designado por el FMI para “monitorear” el caso argentino. Singh era considerado un técnico duro e implacable, un acérrimo defensor de la ortodoxia económica, es decir, de los programas de ajuste. Su designación era la más palpable demostración de la desconfianza que le generaba al FMI la presidencia de Eduardo Duhalde. Su resistencia a vetar, por ejemplo, la Ley de Quiebras irritaba sobremanera al organismo. Pero también era consciente de que sin la ayuda del FMI sus días como presidente estaban contados. Sólo tenía, por ende, una sola opción: “Aceptar” sus “sugerencias”.

Singh comenzó a presionar, de manera desembozada, a Duhalde para que el congreso reformara la ya citada Ley de Quiebras y vetara definitivamente la Ley de Subversión Económica. Ambas leyes tuvieron un trámite parlamentario escandaloso, que puso en evidencia la decadencia institucional del país. Finalmente, el FMI quebró al parlamento y consiguió lo que se proponía. Los legisladores restituyeron el mecanismo del “cram down” en la Ley de Quiebras y derogaron la Ley de Subversión Económica. Fue tal la presión del FMI que el propio Duhalde llegó a amenazar con su renuncia si el congreso no “accedía” a los “reclamos” del FMI.

Una vez que el congreso obedeció las órdenes del FMI, Duhalde seguramente creyó que finalmente había calmado a la fiera. Se equivocó. A pesar de la aprobación de esas leyes, el FMI siguió presionando al gobierno. En la jerga futbolística, esa actitud se denomina “correr el arco”. El FMI comenzó a exigirle a Duhalde “nuevas pruebas de amor”. El mensaje fue el siguiente: “¿Usted cree, señor presidente, que nos conformamos con la modificación de la Ley de Quiebras y la derogación de la Ley de Subversión Económica? Esto apenas es el comienzo”. El entonces ministro de Economía, Roberto Lavagna, intentó planchar el dólar, conservar las reservas internacionales del BCRA y pagar los vencimientos de la deuda, condición para continuar “negociando” con el FMI. Sus esfuerzos fueron inútiles. Pese a su prestigio internacional, Lavagna poco pudo hacer para convencer al FMI que Duhalde era un presidente “confiable”.

Es bueno recordar lo que nos pasó hace exactamente veinte años. Porque en 2022 la historia amenaza con repetirse. Veamos. El lunes 11 de julio por la mañana, antes de la apertura de los mercados, la flamante ministra de Economía Silvina Batakis, anunció una serie de medidas económicas tendientes contener la suba constante de precios y del dólar. Dijo la ministra: “Queremos garantizar el equilibrio fiscal, la solvencia del Estado”. “El sector público tiene que utilizar los déficits como instrumentos contracíclicos en materia económica, pero luego debemos retomar el sendero de equilibrio”. “Creemos en el equilibrio fiscal, a partir de ahora no vamos a gastar más de lo que tenemos”. “El punto de partida hoy es una economía en desequilibrio y eso afecta a la Argentina”. “Hoy la guerra nos afecta mucho, pero la matriz productiva de Argentina está intacta. Queremos sostenerla, apoyarla y complejizarla. Queremos exportar más porque en eso estaremos exportando más trabajo argentino. Es en lo que creemos y no en un modelo especulativo”. “Necesitamos la fuerza y la gestión que cada ministro lleva a delante en sus áreas de competencia para seguir avanzando”. “Las medidas tienen que ver con garantizar el equilibrio fiscal. Soy una persona que cree mucho en el equilibrio fiscal, creo en la solvencia del Estado como promotor de la economía y de la generación de puestos de trabajo” (fuente: 11/7/022).

La ministra se esmeró por quedar bien con los mercados. Ese fue su objetivo. Por eso enfatizó que para hacer más eficiente al sector público, se modificará la Ley de Administración Financiera, lo que implicará un ahorro de unos 600 mil millones de pesos a lo largo de 2022. Pero lo más importante fue su ratificación del acuerdo con el FMI. La reacción de los mercados no fue la esperada por el gobierno. Si bien bajó un poquito el dólar blue, el riesgo país se mantuvo por las nubes, en una clara señal de desconfianza. De ahí la inmediata defensa que hizo el presidente de su ministra, al afirmar que los mercados deben entender que el gobierno controlará el gasto público y dará comienzo a una disminución del déficit fiscal. Lamentablemente, los mercados no le creen a Alberto Fernández, como hace dos décadas no le creyeron a Eduardo Duhalde. En consecuencia, volvieron a correr el arco. Su mensaje fue el de siempre: “la ministra está bien encaminada pero apenas es el comienzo. Necesitará dar muchas pruebas de amor para convencernos de que su plan económico es el correcto”.

Uno de los primeros economistas que salieron a correr el arco fue Carlos Melconián. Afirmó que el discurso moderado de Batakis es insuficiente para hacer frente a la crisis. “Guzmán nunca supo dónde ir. Batakis hoy recibe, por lo menos de mi parte, la derecha de que arrancó. Hay veces que la situación está gastada y vos tenés que buscar un chivo expiatorio, tenés que pensar que Guzmán es hoy el responsable de algo, donde algunos medios o fans saltaban si decías algo de Guzmán”. “Con las decisiones de hoy no se puede frenar el alza inflacionaria. Nosotros estamos en nuestra normalidad habitual, por más que te de vergüenza cuando ves los 10 países en el mundo que tienen esta inflación”. “Los gobiernos tiene situaciones que son letales”. “Esto para mí no se da vuelta” (fuente: Perfil, 11/7/022). Por su parte, Javier Milei sentenció: “La ministro de Economía, acaba de dar una nueva muestra de incapacidad para ejercer el cargo. Los anuncios se deben hacer el cierre de los días viernes, de modo tal que los “mercados” puedan asimilar el paquete de medidas…Igual, si te recitara el manual ortodoxo, ¿le creerías?” (fuente: Perfil, 11/7/022). Por su parte, en su edición del 11 de julio Clarín publicó un artículo de Daniel Fernández Canedo cuyo título es por demás elocuente: “Silvina Batakis dijo lo que el mercado quería escuchar pero fue difusa sobre cómo lo hará”.

Siempre hay un “pero”. Por más que Batakis se esmere en quedar bien con los mercados siempre habrá un “pero”, nunca estarán conformes. Si no lo logró hace veinte años Roberto Lavagna, ¿por qué ahora lo lograría Batakis? Porque como expresó Milei, por más que la ministra recite de memoria el pensamiento de Milton Friedman, jamás logrará granjearse la “simpatía” de los mercados. Porque, en definitiva, para los mercados Alberto tomó la decisión de acercarse a la ortodoxia no por convicción sino por pura conveniencia política, al igual que Duhalde hace dos décadas.

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