Por Hernán Andrés Kruse.-

El martes 20 de diciembre de 2022 quedará registrado en los futuros libros de historia. Seis millones de personas salieron a la calle para homenajear a los flamantes campeones del mundo. ¡Seis millones! Una cifra impresionante. No recuerdo una manifestación popular de semejante magnitud. Ni siquiera el retorno de Perón el 20 de junio de 1973 y sus exequias el 1 de julio del año siguiente dieron lugar a semejante marea humana. Estamos en presencia, por ende, de la más relevante fiesta popular de la historia. Tan impactante fue que fue registrada por varios de los más relevantes diarios del mundo.

Lo primero que cabe destacar es que se trató de una manifestación espontánea. Nadie obligó a esos millones de argentinos a expresar públicamente su alegría. No hubo micros sobre la banquina ni caciques conduciendo a la muchedumbre. La gente salió a la calle porque se sintió identificada con el equipo nacional y, fundamentalmente, con Messi, para muchos el mejor futbolista de la historia. La selección nacional logró en esas horas de éxtasis pulverizar la grieta. Kirchneristas, antikirchneristas, liberales, socialistas, radicales, macristas, comunistas y apolíticos dejaron de lado sus diferencias para vivar a los mejores del mundo. Qué duda cabe que el pueblo necesitaba una alegría semejante. El último gran festejo tuvo lugar en 1986 cuando Diego Armando Maradona alzó la copa en el estadio Azteca. A partir de entonces pasaron 36 años hasta que Messi alzó la copa en el estadio qatarí. Una eternidad para la ansiedad de un pueblo futbolero como pocos.

Muchos han afirmado en reiteradas oportunidades que la selección nacional no hizo más que fracasar a partir de México1986, lo que explica el fenomenal desahogo que tuvo lugar apenas Montiel ejecutó con éxito el cuarto penal que significó la victoria del equipo blanquiceleste. Si bien es cierto que el equipo no logró salir campeón, en varios mundiales pudo haberse consagrado. Tengamos memoria.

En 1990 la selección conducida por Bilardo disputó la final con el mismo adversario que le tocó cuatro años antes. El equipo tuvo partidos muy malos (Camerún, Unión soviética y Rumania), un partido milagroso (la victoria sobre Brasil) y partidos de muy buen nivel (Yugoslavia e Italia). La final con los teutones fue sumamente pareja. No hay que olvidar que varios de sus titulares (Caniggia, Batista y Giusti, entre otros) no pudieron estar presentes en el estadio olímpico de Roma. Sin embargo, el partido recién se definió en los minutos finales gracias al regalo del árbitro Codesal (me refiero, obviamente, al penal cobrado por una supuesta infracción de Sensini a un rival).

Cuatro años más tarde, con la conducción de Alfio Basile, la selección presentó un poder ofensivo extraordinario. Jugaban Maradona, Redondo, Balbo, Batistuta y Caniggia. Sin embargo, luego del partido con Nigeria el astro argentino dio positivo en el control antidoping y fue expulsado de la competencia. Los jugadores y el cuerpo técnico sintieron el impacto y en octavos de final fueron eliminados por Rumania. Ese equipo estaba para ser campeón caminando. Los finalistas de ese torneo, Brasil e Italia, eran inferiores al equipo del Coco. En el mundial celebrado en Francia la selección de Daniel Passarella fue eliminada por Holanda en cuartos de final. El partido fue muy parejo y recién se destrabó sobre el final cuando el notable delantero naranja Bergkamp definió magistralmente ante la salida de Roa. El equipo del Kaiser pudo haber sido finalista tranquilamente ya que, en mi opinión, era superior a Brasil y Francia, quienes disputaron la final en París.

En 2002 tuvo lugar una de las frustraciones más grandes de la selección. El equipo, conducido por Bielsa, había llegado a Corea-Japón como amplio favorito. Todos dábamos por descontada su presencia en la final. Sin embargo, de manera increíble, fue eliminado en primera ronda por un mediocre equipo sueco. En el mundial celebrado cuatro años después en Alemania, la selección dirigida por Pekerman llegó a cuartos de final siendo eliminada por la selección anfitriona. Apenas comenzado el segundo tiempo el gran defensor Roberto Ayala conectó de cabeza un corner ejecutado por el enorme Riquelme y marcó el gol argentino. Cuando el partido parecía definido los teutones lograron empatar. Luego del alargue hubo penales y Argentina tuvo que hacer las valijas.

En Sudáfrica 2010 la selección de Maradona enfrentó nuevamente a Alemania en cuartos de final. Pero en esta oportunidad los teutones no tuvieron piedad con la selección: 4 a 0. En el mundial celebrado en 2014 en Brasil el equipo conducido por Sabella mereció salir campeón. En la final, disputada en el mítico Maracaná, dispuso de varias situaciones de gol e incluso el árbitro no sancionó un alevoso penal cometido por el golero teutón contra Higuaín. Cuando faltaba muy poco para terminar el tiempo suplementario Alemania se puso 1 a 0 y se coronó campeón. En el mundial celebrado en Rusia (2018) la selección de Sampaoli tuvo una performance muy mala, siendo eliminada por Francia en octavos de final. En ese partido asombró por su potencia y técnica Mbappé.

Como puede observarse la selección pudo haber ganado los mundiales de 1994, 1998, 2006 y 2014. Fue una pena porque los campeones de esos torneos-Brasil, Francia, Italia y Alemania-eran, en mi opinión, inferiores a la selección nacional. Pero no salió campeón, que es lo único que le importa al pueblo. Y como no alzó la copa, fracasó. Es la escuela bilardista químicamente pura.

Cuando Messi alzó la copa el pueblo se sintió ganador. Por eso se volcó masivamente a las calles. Lamentablemente, se produjeron hechos que empañaron la fiesta. Era evidente que el micro que trasladaba a los campeones quedaría empantanado en cualquier momento por la marea humana que lo rodeaba. Hasta que se produjo un hecho sencillamente dantesco. Dos energúmenos esperaron a que el micro pasara debajo del puente en el que estaban apostados para lanzarse sobre los jugadores. Uno llegó a destino pero el otro hizo un mal cálculo y se estrelló contra el pavimento. Hasta ahora nada se ha informado sobre su estado de salud pero no sería de extrañar que ya no esté entre nosotros. La travesía llegó a su fin. Los jugadores abordaron helicópteros que inmediatamente los trasladaron a Ezeiza. De esa forma quedó trunca la posibilidad de que millones de argentinos los vieran en vivo y en directo en el Obelisco y la Plaza de Mayo.

Mientras tanto se había producido un cortocircuito entre el Chiqui Tapia y Aníbal Fernández, quienes se acusaron de haber hecho fracasar el festejo popular. Hay quienes sostienen que Alberto Fernández no soportó un nuevo desaire de la selección, la decisión de Messi, Escaloni y compañía de no acercarse a la Rosada para sacarse una foto junto al presidente, como hizo Maradona con Alfonsín en 1986. En consecuencia, y a manera de represalia, habría hecho naufragar la travesía de los campeones. Una vez más, la política le dio la razón a quienes la desprecian. También quedó en evidencia la salud mental de algunos argentinos que decidieron tomar por asalto el Obelisco o robar semáforos. Por la noche, la policía porteña se enfrentó con un reducido grupo de manifestantes en las adyacencias del Obelisco. El festejo no podía terminar sin violencia.

El campeonato mundial dejó al descubierto no solo las miserias de la política sino también las del periodismo deportivo. Las críticas a Messi por sus traspiés en varios Mundiales y Copas América fueron despiadadas. Se lo llegó a acusar de no sentir la celeste y blanca, de ser barcelonés y no argentino. Se lo llegó a acusar de ser un “pecho frío”, en suma. Otro que fue blanco de feroces críticas fue Lionel Scaloni. Durante la Copa América celebrada el año pasado en Brasil hubo un intento, fogoneado por un popular programa deportivo que se emite por ESPN, de derrocar a Scaloni y reemplazarlo por Marcelo Gallardo. Todo cambió, casi como por arte de magia, cuando la selección venció en la final a Brasil en el mítico Maracaná. Después de muchos años la selección lograba salir campeona. A partir de entonces los mismos periodistas que hasta hacía muy poco habían descerrajado munición gruesa contra el cuerpo técnico y jugadores, comenzaron a rendirles pleitesía. Fue entonces cuando surgió el ahora histórico apodo de “la Scaloneta”. El panquequismo en su máxima expresión.

El largo invicto del equipo lo había transformado en un serio candidato a ganar la copa en el mundial de Qatar. Hasta que se produjo lo impensado, lo inimaginable. La selección perdió de manera increíble con Arabia Saudita. Automáticamente, el equipo dejó de ser “la Scaloneta”. Las críticas retumbaron como en las mejores épocas y el mundo deportivo comenzó a dudar seriamente de las chances del equipo. Las dudas comenzaron a despejarse cuando Messi abrió el marcador en el dramático partido contra México. A partir de ese momento bisagra el equipo volvió a ser “la Scaloneta” y Messi el mesías. Al consumarse la victoria ante Francia el equipo y el cuerpo técnico pasaron a la categoría de “héroes” de la patria, de “próceres”, de ejemplos de humildad y sacrificio. Messi, que hacía unos días había sido tildado de “vulgar” por La Nación, hoy es considerado, por ese mismo diario, un emblema de las fuerzas morales analizadas por Ingenieros. Las miserias humanas, en su máximo esplendor.

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