Por Hernán Andrés Kruse.-

El 11 de agosto el pueblo habló. Y lo hizo a través de las urnas. El resultado fue contundente. Doce millones de personas votaron a la fórmula Alberto Fernández-Cristina Kirchner y 8 millones lo hicieron por la fórmula Mauricio Macri-Miguel Ángel Pichetto. Hubo una diferencia de 16 puntos entre la fórmula ganadora y la perdedora. Salvo Hugo Haime, quien pronosticó una diferencia de 13 puntos a favor del Frente de Todos, el resto de los encuestadores fallaron en sus pronósticos. Hubo algunos que hablaron de empate técnico y hasta de una leve ventaja para Unidos por el Cambio. ¿Se trató de mala praxis o de operaciones políticas? Es probable que haya habido algo de ambas cosas. Lo real y concreto es que Alberto Fernández está a un paso de ser el sucesor de Mauricio Macri aunque desde las usinas mediáticas macristas se intente imponer un relato de fantasía basado en el aluvión de votos que apoyaría a Macri proveniente de quienes no fueron a votar el 11 de agosto, de los “remolones” en el lenguaje macrista.

¿Por qué Alberto Fernández es ya el presidente electo? Por una sencilla y contundente razón: es imposible que quienes lo votaron cambien de opinión el 27 de octubre. Es imposible que un sector de los votantes del Frente de Todos decida a fin de mes apoyar a Macri. Algunos periodistas militantes del macrismo lanzaron una hipótesis verdaderamente desopilante: es probable que algunos que votaron a Alberto Fernández para castigar a Macri se hayan arrepentido de haberlo hecho. En consecuencia, ahora apoyarán al presidente porque seguramente habrá aprendido la lección. Quienes votaron al Frente de Todos lo hicieron para poner fin a la experiencia macrista en el gobierno. Son ciudadanos que no soportan más a Macri, a sus políticas, a su forma de ser. Son ciudadanos que están angustiados por el ajuste permanente, por la inflación asfixiante, por un futuro que se ennegrece día a día. Esos ciudadanos votaron al Frente de Todos porque no dan más. En consecuencia, Alberto Fernández tiene asegurado un piso que, desechados los votos en blanco e impugnados, ronda el 50%. Lo más probable, entonces, es que cuando terminen de contarse los votos el ex jefe de Gabinete de Néstor Kirchner obtenga un resultado muy similar al que obtuvo Cristina Kirchner en 2011. Hoy casi todas las encuestas coinciden en otorgarle a la fórmula del Frente de Todos entre el 56% y el 52% de los votos.

La diferencia estará en el orden de los 20 puntos, aproximadamente. Sin embargo, cabe reconocer que el presidente de la nación hará una muy buena elección. No sería extraño que obtenga el 34% de los votos, aproximadamente. Estamos hablando de unos 10 millones de votos, es decir, de 10 millones de compatriotas que decidieron seguir apostando por la fórmula de Juntos por el Cambio. Macri será votado por quienes lo hicieron el 11 de agosto y por el grueso de los votantes de José Luis Espert y Gómez Centurión. También lo será por un buen número de “remolones”. No sería extraño que incluso sea votado por un buen número de quienes votaron por Lavagna en las PASO. Macri será hasta el final un duro competidor, lo que no deja de ser un gran mérito dada la pavorosa situación económica reinante.

Alberto Fernández será el próximo presidente más por los horrores de Macri que por méritos propios. Hace dos años, luego de las elecciones de medio término, Macri tenía al país a su entera disposición. La sociedad había decidido respaldarlo con contundencia y la oposición estaba diezmada. Miguel Ángel Pichetto reconoció que el peronismo debía comenzar a pensar en 2023 y no en 2019. Lamentablemente para el pueblo, Macri se dejó dominar por una de las pasiones más potentes del ser humano: la soberbia. Se la creyó, como se dice coloquialmente. A partir de marzo de 2018 comenzó una crisis económica a la que jamás logró contener. El peso se depreció y el pueblo comenzó a hundirse en la ciénaga de la desesperanza. A raíz de ello la imagen positiva y la intención de voto del presidente comenzaron a descender sin solución de continuidad. Pero Macri siempre se apoyó en su contracara: Cristina Kirchner. En efecto, el presidente jamás imaginó que un día la expresidenta patearía el tablero electoral como lo hizo. Al anunciar que Alberto Fernández sería el candidato presidencial por el Frente de Todos sepultó las chances de reelección de Macri. La decisión de CFK será recordada por los libros de historia como una de las tácticas electorales más brillantes de la historia electoral argentina.

Alberto Fernández se encontró de golpe con la posibilidad cierta de ser el próximo presidente de la nación. Lejos de conformarse con ser el partenaire de Cristina, aportó mucho para la causa del Frente de Todos: nada más y nada menos que el apoyo de los gobernadores del PJ, los barones del conurbano, la CGT y Sergio Massa. Pero dentro de poco deberá demostrar todas sus condiciones intelectuales y morales para ejercer el poder en condiciones sumamente adversas. Macri le dejará como herencia un país devastado, arruinado, demolido.

La derrota de Macri el 27 de octubre provocará un fuerte cimbronazo en Juntos por el Cambio. Lo que aconteció este domingo en Mendoza fue, al menos en esa provincia, el resurgimiento del partido político más antiguo del país: la UCR. ¿Continuará el radicalismo formando parte de Juntos por el Cambio? A Alfredo Cornejo, el gran ganador de los comicios cuyanos, se lo vio exultante. No sería extraño que a partir del 28 de octubre decida desafiar el liderazgo de Macri, si es que Juntos por el Cambio continúa. La otra gran pregunta se refiere a la actitud que adoptará Macri. ¿Qué hará el presidente luego de su derrota en las urnas? ¿Seguirá en la política? Difícil saberlo. Lo que sí es seguro es que deberá competir con Rodríguez Larreta si pretende seguir conduciendo el PRO.

El 27 de octubre se consumará un nuevo fracaso de un gobierno que fue elegido por millones de argentinos ilusionados con su mensaje de cambio. Lo mismo pasó en 1999 con Fernando de la Rúa. Si bien Macri no terminará, afortunadamente, como De la Rúa, lo cierto es que cuando le coloque la banda presidencial a Alberto Fernández el 40% de los argentinos estarán sumidos en la pobreza.

Anexo I

Voto no negativo (*)

El miércoles 27 de enero el economista Martín Redrado expuso ante la Comisión Especial del Congreso, integrada por el vicepresidente Julio Cobos, el diputado Alfonso Prat-Gay (Coalición Cívica) y el diputado Gustavo Marconato (Frente para la Victoria). Pese a su carácter secreto trascendió que hubo momentos de tensión cuando Marconato le disparó a Redrado con munición gruesa: “Para mí esto está decidido: usted ya no es presidente del Central” (La Nación, 28/1/010, p. 6).

Sin embargo, Redrado se mostró desafiante al exclamar que aún se sentía presidiendo el organismo. También pudo saberse que durante la reunión el economista manifestó que había decidido desobedecer el DNU de la presidente de la nación que creaba el Fondo del Bicentenario a raíz de la existencia de determinados estudios técnicos que desaconsejaban disminuir el volumen de reservas en momentos en que la situación económica del país todavía sufría los embates de la recesión económica mundial que había estallado en 2008. A su vez, hizo una reivindicación del plan monetario de su autoría que había entregado al Senado a fines del año pasado, que sostenía la necesidad de que el país lograra reinsertarse en el sistema financiero internacional para estar en mejores condiciones para obtener créditos más baratos, pero siempre protegiendo la estabilidad monetaria, única forma, según su criterio, de impedir la espiral inflacionaria.

Luego de exponer por segundo día consecutivo ante la comisión especial parlamentaria, Redrado reconoció que su situación era insostenible. “Sé que estoy afuera del Banco Central, ya no tengo voluntad para seguir” (La Nación, 29/1/010, p. 7). Trascendió que en esta oportunidad el economista mantuvo un diálogo de alto nivel técnico con su antecesor en el Central, Prat-Gay. Mientras tanto, el gobierno nacional comenzó a diagramar la estrategia tendiente a lograr la victoria en la primera batalla electoral: la aprobación parlamentaria para liberar el uso de reservas para pagar deudas y gastos. Fuentes cercanas al oficialismo reconocieron que el gobierno nacional dedicaría el mes de febrero a aceitar el vínculo con los gobernadores para lograr su apoyo al uso de reservas: “Necesitamos este mes para negociar con los gobernadores” (p. 1).

El viernes 29 Redrado pateó el tablero político. Pocos días antes de que la Bicameral emita su dictamen, el economista armó todo un show mediático para anunciar su renuncia indeclinable a la presidencia del BC. “Ya cumplí”, sostuvo, “con todos los pasos constitucionales para poder darle al país más estabilidad (…) El gobierno se quiso llevar todo puesto para usar las reservas, que son el respaldo del ahorro de todos los argentinos. Ya lo había intentado varias veces, pero yo puse límites: comprar YPF, cambiar la Carta Orgánica y colocar un título compulsivo al sistema financiero” (La Nación, 30/1/010, p. 1). El ministro de Economía, Amado Boudou, le salió al cruce: “Mientras Redrado se dedica al teatro, seguiremos trabajando con el canje para salir del default y lograr el regreso a los mercados” (p. 1). Importantes referentes de la oposición, como Elisa Carrió y Francisco De Narváez, no ocultaron su satisfacción al ver al vicepresidente Cobos (importante competidor de ellos para las presidenciales de 2011) obligado a decidir por sí o por no respecto a la destitución de Redrado. Ambos seguramente rogaron en la intimidad que Cobos vote por la destitución de Redrado (como finalmente ocurrió) especulando con el desplome de su imagen positiva a raíz de esa toma de posición. Mientras que en el radicalismo también hubo ruegos, pero en sentido contrario, es decir, por un nuevo voto “no positivo” del mendocino.

El domingo 31 de enero la cultura se cubrió de luto a raíz del fallecimiento del escritor y periodista Tomás Eloy Martínez. Dijo de él la historiadora María Sáenz Quesada: “Marcó una forma de hacer una estructura periodística de alta calidad, y de ahí pasó también a la novela. Admiro especialmente “La Novela de Perón” porque fue una forma de investigar y documentar con un estilo que no hubiera tenido un libro de documentación histórica. Admiro mucho su forma de llegar a la historia” (La Nación, 1/2/010, p. 9).

Finalmente, la comisión especial parlamentaria votó a favor de la destitución de Redrado, con lo cual permitió al gobierno nacional obtener una importante victoria política. Gracias a los votos del diputado Marconato y del vicepresidente de la nación, el kirchnerismo logró lo que se proponía: desalojar de una vez por todas a Redrado del Central. Prat-Gay, diputado por la Coalición Cívica, votó en contra de la destitución, avalando de esa manera la férrea postura antikirchnerista de Carrió. Si bien el vicepresidente procuró diferenciarse del gobierno nacional en cuanto a los fundamentos de la destitución, lo cierto es que quedó pegado a la presidente, para desesperación del radicalismo y beneplácito de la Coalición Cívica y el peronismo disidente.

La novela de suspenso que comenzó en diciembre con la decisión de la presidente de la nación de crear, a través de un DNU, el Fondo del Bicentenario, llegó a su fin el martes 2 de febrero. El conflicto siguió la lógica de la batalla electoral de 2011. Todos los protagonistas procuraron sacar el mayor rédito político. Hubo, obviamente, ganadores y perdedores. En mi opinión, la gran ganadora fue Elisa Carrió. Su intransigente postura le otorgó grandes beneficios políticos. La decisión de Prat-Gay (la decisión de Carrió, en realidad) satisfizo el deseo de aquellos que no toleran más al kirchnerismo. Y son unos cuantos. Además, dejó al radicalismo (el principal perdedor) en una situación incómoda. La decisión de Cobos, a favor del gobierno nacional pero, al mismo tiempo, crítica de la postura oficial en relación con el INDEC, no hizo más que poner en evidencia que el famoso “voto no positivo” no fue más que puro maquiavelismo político. Su estrella política sufrió un duro cachetazo con su decisión de ayer ya que, probablemente, afectará su carrera presidencial. ¿Qué actitud adoptará a partir de ahora el centenario partido? ¿Continuará apoyando a Cobos o, por el contrario, lo dejará librado a su suerte? Todo dependerá, obviamente, de lo que marquen las próximas encuestas. Si adopta la segunda postura, ¿apoyará a Ricardo Alfonsín, un dirigente cuyo único mérito es ser el hijo de Raúl Alfonsín?

(*) Publicado en el portal rosarino Ser y Sociedad el 3/2/010.

Drama institucional (*)

El 1 de febrero de 1820, en los campos de Cepeda (Santa Fe), llegó a su fin el gobierno nacional. La batalla enfrentó a los partidarios de Estanislao López (caudillo santafesino) y Francisco Ramírez (caudillo de Entre Ríos) con las fuerzas que respondían a José Rondeau, Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. El drama institucional que comenzó con el enfrentamiento entre Saavedra y Moreno luego de la revolución de Mayo alcanzó su máxima intensidad en 1819 cuando el general Rondeau asumió el gobierno nacional en junio. Pese a que el proceso emancipador había concluido, el antagonismo entre porteños y provincianos no había sido superado. En octubre de aquel año Buenos Aires y Santa fe entraron en guerra. Para poner fin a la rebelión Rondeau decidió valerse del ejército de los Andes, que en aquel momento estaba acantonado en Chile. Con esta actitud Rondeau quedó frente a la opinión pública como un dictador militar que lo único que buscaba era afianzar la hegemonía porteña sobre el resto del país.

En 1819 el país no era tal. No había un territorio unificado bajo el mando institucional de una única autoridad legitimada por el pueblo. Por el contrario, había tres áreas en conflicto: a) Buenos Aires, b) el Litoral, c) el resto del país. Para Buenos Aires el Litoral constituía su verdadero rival en la lucha por la hegemonía política, mientras que las restantes provincias aguardaban el momento para inmiscuirse en el conflicto, pero manifestando siempre su disgusto por Buenos Aires. El 8 de enero de 1820 el ejército del norte se sublevó en la posta de Arequito. Fue el principio del fin para Rondeau. Tanto los máximos jefes como los cuadros subalternos eran contrarios a la guerra civil. Incluso para aquellos que la aceptaban como demostración de disciplina militar, como el general Cruz, el derramamiento de sangre entre argentinos les parecía una aberración. Pero para el general Juan Bautista Bustos era sencillamente intolerable y era partidario, al igual que el coronel Heredia y el comandante Paz, de rescatar a las tropas del campo de batalla.

¿Cuál era el objetivo de Bustos? Hacerse del control del ejército sublevado, retornar a su provincia natal (Córdoba), apoderarse de su gobierno y, en abierto desafío al poder porteño, establecer un nuevo centro de poder, independiente tanto de Buenos Aires como del Litoral (Santa Fe y Entre Ríos). La actitud del general Bustos fue decisiva ya que logró modificar el panorama político argentino. En 1830 el general Paz siguió su ejemplo y una generación más tarde el doctor Derqui lo imitaría para tratar de independizarse del general Urquiza. Con Bustos en el centro del poder cordobés las provincias interiores comenzaron a adquirir importancia política, se percataron de que gozaban de una personalidad que ningún poder, por más hegemónico que fuera, podía desconocer.

Con el apoyo de las tropas artiguistas y del ejército se hizo elegir gobernador de Córdoba, ofreció ayuda al general San Martín y al caudillo Güemes, entabló amistosas relaciones con el caudillo Estanislao López (de esa forma, logró frenar el ímpetu del caudillo de Entre Ríos, Ramírez) e invitó a las provincias a un congreso para discutir la situación política e institucional del país.

Luego de la sublevación de Arequito se produjo la rebelión de las provincias cuyanas. Al mando de Rudecindo Alvarado, un batallón del Ejército de los Andes abandonó Cuyo a su propio destino. Paralelamente, la provincia de San Juan, en sintonía con Córdoba y Tucumán, se declaró independiente dentro de la nación, es decir, reasumió su soberanía hasta que se reuniese un congreso general. Córdoba se transformó en un país dentro del territorio argentino. Al poco tiempo, Mendoza y San Luis se sublevaron. Crearon sus propios ejércitos, transformaron sus cabildos en órganos legislativos y formaron una liga de provincias que apoyó la decisión de Bustos de convocar a un congreso general.

El accionar de Bustos facilitó los planes militares de López y Ramírez. Bajo el mando de Ramírez las tropas del Litoral avanzaron sobre Buenos Aires. Las horas del gobierno central estaban contadas. En Buenos Aires la autoridad estaba de hecho en manos del Cabildo. El 30 de enero de 1820 fue nombrado director sustituto (el general Rondeau estaba en campaña para enfrentar la amenaza del Litoral) Juan Pedro Aguirre. El 1 de febrero, en Cepeda, Rondeau nada pudo hacer y fue ampliamente derrotado por Ramírez y López.

El directorio como institución había desaparecido. Se había producido la disolución del poder nacional. Había comenzado un período que muchos historiadores calificaron de “anárquico”.

¿Qué enseñanza nos deja este turbulento momento de nuestra historia? Que el proceso emancipatorio que nació el 25 de mayo de 1810 y culminó el 9 de julio de 1816 (declaración de nuestra independencia), lejos estuvo de gozar de un amplio consenso que lo dotara de legitimidad. Por el contrario, la autoridad política porteña jamás logró convencer al resto de las provincias de que aceptaran su poder, de que el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata estuviera regido por Buenos Aires. El antagonismo fue de tal magnitud que en los comienzos de 1820 no había provincias sino entidades políticas independientes.

Nuestro comienzo como país independiente fue traumático, violento. Primaron la intolerancia, la prepotencia, la ambición de poder. La democracia era una entelequia. La constitución de 1819, marcadamente unitaria, fue ignorada por las provincias. Hubo rebeliones militares, golpes de estado, fusilamientos, amenazas de invasión externa (los españoles). Había tantas Argentinas como provincias sublevadas.

A mi entender, conviene tener siempre presente este complejo período de nuestro desarrollo histórico e institucional cuando analizamos lo que nos está pasando. Los chisporroteos entre el gobierno de Cristina y las fuerzas de la oposición son, en comparación con el antagonismo entre porteños y provincianos de la primera década posterior al 25 de mayo de 1810, un juego de niños. En aquel entonces todo se solucionaba a balazos. Hoy, sólo a los gritos. Me parece que hemos progresado bastante.

Fuentes:

-Bidart Campos, Germán: “Historia política y constitucional argentina”, tomo I, caps. II y V, editorial Ediar, Buenos Aires, 1976.

-Floria, Carlos y García Belsunce, César: “Historia de los argentinos”, cap. 19, ed. Larousse, Buenos Aires, 2004.

(*) Publicado en el portal rosarino Ser y Sociedad el 2/2/010.

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