Por Hernán Andrés Kruse.-

El presidente de la nación se encuentra en China participando en la Cumbre del G-20 donde tuvo relaciones bilaterales con varios presidentes, entre ellos el anfitrión chino, Xi Jinping, a quien el mandatario argentino le planteó que la Argentina aspira a venderle al coloso asiático alimentos de valor agregado, además de soja “porque es una manera de generar más empleo y combatir la pobreza”. También dialogó con su par egipcio, el golpista Al Sisi, quien le manifestó el deseo de que empresas argentinas participen en proyectos de logística y destacó las oportunidades que se les abren a las firmas argentinas con el aumento del tránsito comercial a lo largo del Canal de Suez. Pero lo que más saboreó el presidente de la nación fue el explícito apoyo que le brindó Barack Obama, tanto en público como en privado. En efecto, el presidente de la república imperial le dispensó a Macri una serie de elogios apenas iniciada la cumbre de presidentes. Se lo dijo personalmente durante un amable encuentro que tuvo con él y la primera dama luego de la tradicional foto general de los presidentes y sus esposas. En la sesión plenaria Obama lo felicitó en público por intentar “rediseñar y darle nueva fuerza” a la economía argentina. “Las economías crecen mejor cuando todos participan de ese crecimiento”, sostuvo Obama, quien exigió “tomar medidas para asegurarnos que no vamos a tomar nuevas recetas proteccionistas ni populistas”. Consideró que hay “presidentes que están tomando medidas correctas” y destacó al “nuevo presidente de la Argentina” que está tratando de “rediseñar y darle nueva fuerza a su economía”. El terrorismo fue tema de conversación entre Macri y su par egipcio, quien le manifestó que “hoy el terrorismo está globalizado y a través de las redes, con mensajes radicalizados, capturan a jóvenes que terminan inmolándose y hacen un desastre”. Además, le comunicó su impulso “para que estos sitios de Internet con mensajes fanáticos sean cerrados, porque una sola persona puede hacer mucho daño en cualquier parte del mundo” (fuente: “Felicitado por ser buen alumno”, Página 12, 5/9/016).

Mauricio Macri cada día se parece más a Carlos Menem, el metafísico de Anillaco. Luego de asumir en julio de 1989 el riojano impuso en el país severos planes de ajuste que fueron bendecidos por el entonces presidente norteamericano George Bush. A tal punto llegaron a congeniar que Bush llegó a catapultar a Menem a la categoría de líder mundial. Menem se alió económica y estratégicamente con la república imperial creyendo que de esa forma la Argentina formaría parte del nuevo orden mundial surgido tras la implosión de la URSS. Si bien durante sus diez años de reinado Menem recibió de parte de los organismos multilaterales de crédito montañas de dólares y recibió varias palmadas en la espalda, su gobierno terminó muy mal económica y socialmente. Cuando su inútil sucesor asumió había recesión, desempleo, déficit fiscal y una brecha social intolerable. Fruto de su decisión de alinearse incondicionalmente con la república imperial el país quedó expuesto a las garras del terrorismo internacional: Embajada de Israel, Amia y “accidente” del hijo presidencial. Ese fue el precio que pagó el pueblo por la decisión de Menem de terminar con el “aislamiento” internacional al que lo había sometido el gobierno de Alfonsín. Hoy la historia pareciera querer repetirse. Así como Menem criticó la política exterior alfonsinista, Macri hizo lo mismo con la política exterior kirchnerista. “Es esencial”, repiquetea Macri de continuo, “que la Argentina retorne al mundo porque es la única forma de atraer aquellas inversiones foráneas que nos permitirán salir del atolladero en que nos encontramos gracias a Néstor y Cristina Kirchner”. Emulando al riojano, Macri viene aplicando desde que asumió un pavoroso ajuste y en materia internacional ha decidido aliarse incondicionalmente con Estados Unidos. Si en los noventa esa estrategia condujo al país al fracaso, ¿por qué ahora, dos décadas después, la misma política habría de provocar resultados distintos?

En su edición del lunes 5 de septiembre Página 12 publicó un artículo de Javier Lewkowicz titulado “Volver al pasado de cara al presente”, en el que reconocidos especialistas responden a estos interrogantes: a) ¿con qué gobierno de la historia argentina se puede comparar la gestión de Mauricio Macri?; b) ¿es un modelo desarrollista o liberal?; c) ¿cómo les fue a otros proyectos que intentaron reformas similares?; y d) ¿qué podría pasar en esta oportunidad?

Según Benito de Miguel (consejero latinoamericano y de gobierno de la Sociedad Internacional para el Desarrollo) “los históricos detractores de Arturo Frondizi hicieron todo lo posible para sepultar, por un lado, la experiencia de los cuatro años en que gobernó la Argentina (1958-1962), y, por el otro, la aproximación teórica de Rogelio Frigerio, su socio político de ahí para siempre. Con una despiadada guerra psicológica desde 1963 y finalmente a sangre y fuego a partir de 1976, lo consiguieron” (…) “varios conspicuos miembros de la administración Macri, comenzando por Macri mismo, reivindican a Frondizi y Frigerio. Siendo ofertistas y exportadores primarios sin atenuantes, han creído ver ahí el único éxito concreto de la fe que los empecina. Esta búsqueda de respetabilidad en un pasado que les es completamente ajeno, conforme los hechos actuales y la conducta de siempre, funge de rito que los protege de las consecuencias de la cruda realidad del porvenir, en vista de que el presente como historia nos recuerda que tentativa tras tentativa de las políticas económicas que se pusieron en marcha después de los cuatro años, inspiradas y animadas por el ofertismo de acendrado tinte librecambista, conocieron el fracaso como único e ineluctable resultado. Y esto porque en el capitalismo realmente existente se crece dirigido por demanda o no se crece. Además de ritual, la necesidad de invocar a Frondizi y Frigerio la provoca la creencia en que con esta postura construyen un relato atractivo que les permite diferenciarse de lo que ellos llaman “populismo” para, entonces, ser presentado ante la opinión pública como una alternativa política seria y coherente. Destacan la indudable seriedad con que el gobierno de Frondizi llevó adelante los asuntos de la nación dando a entender que eso provino de poner en caja a los sectores populares, cuyos reclamos suponen contrarios a la acumulación, para no darse por enterados de que esa “seriedad” se materializó en sentido contrario: a partir de un esfuerzo de desarrollo guiado a incrementar estructuralmente el nivel de demanda. En este plano, como ideológicamente no concilian una cosa con la otra, confunden y hacen confundir. La idea de que el desarrollismo se opone a la reivindicación de los intereses de la clase trabajadora es un mal entendido que choca de lleno con su verdadera esencia e historia. Estábamos acostumbrados a que desde la izquierda todos los abusos y ficciones posibles se dieran el gusto de pintar de negro la experiencia desarrollista. Ahora, tal parece que es el turno del amarillo”.

Para Francisco Cantamutto y Martín Schorr (Unsam/Conicet-SEC) “la historia nunca se repite, aun cuando el libreto se asemeje. La proyección a futuro de propuestas ya ensayadas está siempre mediada por las tensiones del presente. Cambiemos es una coalición entre nuevos partidos liberales, otros con trayectoria y base territorial, y representantes directos del poder económico. Es también, como fuerza social, la forma concreta que adoptó la confluencia de ciertas fracciones empresarias para oponerse al gobierno anterior” (…) “Decir que se trata de neoliberalismo es insuficiente: ese conjunto de tareas ya fue realizado por gobiernos anteriores y sus trazos consiguieron cierta continuidad. Mediante transferencias de ingresos cuantiosas y sumamente regresivas, el programa procura una nueva configuración del bloque de poder, y para ello pone a prueba diferentes políticas. Entre las más significativas están la devaluación, la supresión o reducción de retenciones, la liberalización comercial y de capitales, el tarifazo, la emisión descontrolada de Lebac, la vigencia de tasas de interés reales positivas y los despidos. Estas medidas implican redistribuciones donde algunos ganan y otros deben perder: no hay posibilidad de un ilusorio “todos ganan”. La Marcha Federal, las numerosas protestas contra el tarifazo, los reclamos de algunos sindicalistas y las movilizaciones de trabajadores de la economía popular son algunas de las formas de resistencia al ajuste. Existen también roces entre los integrantes de la coalición, como se expresa por ejemplo en las disputas en torno al nivel del tipo de cambio o de las tasas de interés. La historia muestra que algunos intentos de configurar un determinado bloque de poder logran consolidarse y otros no.” (…) “Incluso los primeros ensayos del menemismo fallaron en mantener ciertos precios relativos y acabaron en hiperinflación. El programa recién se pudo consolidar cuando la afluencia de capitales externos se articuló con la prenda de cambio para dar nacimiento a la convertibilidad: las privatizaciones” (…) “Las privatizaciones fueron la oportunidad concreta de obtener ganancias para aquellos grupos locales afectados por esa apertura, al insertarse en actividades protegidas y reguladas en su favor. La amenaza del caos previo y la oportunidad concreta de potenciar la acumulación de capital de los intereses más concentrados delinearon el programa económico del menemismo. El gobierno de Macri carece de ambos elementos, al menos en intensidad equivalente. El período inmediato previo, plagado de contradicciones, no terminó en un estallido, ni económico ni social. Por el contrario, la intensificación de la inflación y la recesión ocurren a posteriori” (…) “Al interior del bloque de poder el gobierno carece de activos abundantes para rematar. La principal oferta pasa por la toma de deuda y su valorización en colocaciones de corto plazo. Esta herramienta, aunque inestable, permitió extender la convertibilidad hasta su explosión en 2001. Si ese es el camino, sabemos cómo termina”.

La apertura indiscriminada a los productos foráneos no se detiene. En julio ingresaron al país 121 kilos de dulce de leche provenientes de Chile. También lo hicieron en gran escala mandarinas provenientes de Uruguay, batatas de Brasil y pasas de uva de la India. El proceso de liberalización del comercio exterior también afectó a otros sectores como la línea blanca, la actividad química, la producción de muebles, la marroquinería y la maquinaria agrícola. Una de las ramas de la industria más afectadas es la textil-mecánica: el ingreso de ropa de cama, pantalones e hilados de algodón aumentó-medido en kilos-entre 26 y 67 por ciento en julio en relación con julio de 2015. Según Paula Español, directora de la consultora Radar, “la crisis del empleo comienza a tomar un carácter federal, ya que los sectores afectados por la entrada de productos del exterior tienen una fuerte presencia a lo largo y a lo ancho del país”. Durante los primeros siete meses de 2016 el nivel global de importaciones registró una caída del 7,7 por ciento. Hay dos factores que permiten comprender el desempeño de las compras externas: por un lado, “el retroceso en los precios ante los excedentes de producción exhibidos en los países de origen por la crisis internacional”; por el otro, “la contracción en los niveles de demanda interna por la caída del poder adquisitivo”. Este comportamiento agregado encubre dos hechos relevantes: a) el aumento del 20,3 por ciento en las cantidades importadas de bienes de consumo final; y b) el aumento del 40,1 por ciento en los ingresos de vehículos del exterior. Sin embargo, para Prat Gay vamos por el buen camino: “vamos de una economía cerrada y prebendaría a una economía competitiva. No vamos a una apertura comercial salvaje, sino con una idea de integrarnos inteligentemente al mundo”. Ahora bien, quien realmente tiene a su cargo la liberalización del comercio exterior es Francisco Cabrera, titular del ministerio de Producción. Bajo su supervisión se desmanteló el esquema de Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación y se enervaron los procesos en contra de la competencia desleal (dumping, licencias no automáticas y trabas fitosanitarias). Dentro del nuevo contexto económico mundial la apertura del comercio exterior sirve para amortiguar en el tiempo los efectos inflacionarios de una devaluación como la de diciembre pasado. La historia argentina ha demostrado que la fuerza de la desregulación del comercio exterior para impedir que los precios se descontrolen operó por dos vías: a) la posibilidad de comprar productos baratos afuera y b) el aumento del desempleo con precarización laboral. Según Español “el entramado industrial cumple un rol clave en la generación de empleo en diversas provincias o pequeñas poblaciones en todo el país”. Y agrega: “profundizar la industrialización es clave para avanzar en el sendero de crecimiento sostenido del país de manera integral. Y además resulta fundamental para impulsar un desarrollo federal e inclusivo, con la generación de empleo de calidad por fuera de los históricos conglomerados urbanos. Retroceder en este camino significa profundizar aún más los desequilibrios regionales existentes, incrementando el desempleo y la pobreza estructural” (fuente: Tomás Lukin, “Volver al mundo pagando con producción y trabajo”, 4/9/016).

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