Picada de noticias
Por Hernán Andrés Kruse.-
La obligación del docente
Tomó estado público el escándalo protagonizado por una docente en un colegio de La Matanza. Incapaz de soportar a un alumno que tuvo la osadía de criticar al kirchnerismo, lo reprendió con dureza. Se trató de una actitud impropia de quien se para delante de los estudiantes con un objetivo fundamental: enseñarles a pensar. Porque de eso se trata, precisamente, la educación. Se trata de una actividad noble que sólo funciona en un ambiente de libertad y respeto. La educación, por ende, sólo es posible si están ausentes el dogmatismo, la intolerancia y el autoritarismo.
Lo que hizo esta docente implica un atentado contra la educación. Porque si hay algo que caracteriza al verdadero docente es la conciencia que tiene de la relatividad de sus afirmaciones, de sus creencias, de sus opiniones. El docente no es un religioso. Sus opiniones políticas lejos están de ser verdades reveladas. Puede tener razón pero ello no lo autoriza a amedrentar a aquel alumno que se atreve a cuestionarlo. Yerra groseramente el presidente de la nación al afirmar que esta cuestionada docente dio una acaba demostración de educación libre. Justo él, que ejerce la docencia universitaria desde hace muchos años.
El docente tiene la obligación de educar a los estudiantes, de formarlos, de inculcarles los sagrados valores de la libertad, el respeto y la tolerancia. Si no hace lo que debe atenta contra la educación. Reemplaza la educación por el adoctrinamiento. El docente no es más que un militante que sirve a la “causa” del partido al que pertenece. Los estudiantes quedan reducidos a meros autómatas que repiten los dogmas que les inculca el militante.
El caso de esta docente de La Matanza hace recordar la histórica imposición del entonces presidente Juan Domingo Perón del libro “La razón de mi vida”, de Eva Perón. Todos los colegios del país recibieron la orden de “enseñar” su contenido. Los colegios y docentes que se negaron quedaron “marcados” por el régimen. El adoctrinamiento, en definitiva, es propio de los autoritarismos, tengan o no base popular.
Lo que se le critica a la docente en cuestión no es su ideología política. Todo docente tiene el derecho de pensar políticamente como le plazca. Pero al estar a cargo de un curso de adolescentes tiene la obligación de decirles con total y absoluta franqueza qué ideología política defiende, sobre todo si imparte materias como historia, literatura o sociología. Tiene también la obligación de hacerles ver a sus alumnos que su manera de pensar lejos está de ser un credo, un dogma inmutable y perfecto. Debe enseñarles que las opiniones políticas son relativas, están siempre sujetas a recusación, que los hechos históricos, por ejemplo, pueden ser abordados desde diversos puntos de vista y, fundamentalmente, que quien piensa de manera diferente no es un enemigo. Debe enseñarles, si enseña, por ejemplo, historia argentina, las diversas corrientes de pensamiento que existen para que los alumnos tengan las herramientas necesarias para elaborar sus propios puntos de vista. Si se desentiende de esas obligaciones será muchas cosas, menos un docente.
Unas PASO sumamente complicadas para el gobierno
En pocas semanas tendrán lugar las PASO, que en la práctica implican una primera vuelta encubierta. Lo que más llama la atención es la incertidumbre por el resultado. En efecto, por múltiples razones el gobierno nacional corre un serio riesgo en las elecciones que se avecinan. Como sentenció Perón puede cometer un pecado capital para el peronismo: perder.
El Informador Público acaba de publicar una encuesta que abarca exclusivamente la provincia de Buenos Aires, cuyos números son verdaderamente sorprendentes. Todo el mundo sabe que en ese gigantesco territorio se definen las elecciones en nuestro país, fundamentalmente con posterioridad a la reforma constitucional de 1994 que hizo del territorio nacional un distrito único. Según CBConsultora la candidata del oficialismo Victoria Tolosa Paz tiene una intención de voto del 33.5%. En la vereda de enfrente Diego Santilli tiene una intención de voto del 22% y Facundo Manes, del 15%. Sumados ambos porcentajes el ganador de la interna de Juntos, probablemente Santilli, tendría una intención de voto del 37%.
Si finalmente Santilli es votado por el 37% de los bonaerenses y Tolosa Paz por el 33.5%, el gobierno nacional perderá la elección a nivel nacional de manera inexorable. No hay que olvidar que el 38% del padrón electoral corresponde a Buenos Aires, lo que en la práctica significa que el ganador garantiza la victoria a nivel nacional. Imaginemos, entonces, que gana Santilli. Seguramente Juntos triunfará en CABA, Córdoba, Mendoza, Jujuy y probablemente en Entre Ríos y Santa Fe. Por su parte, el FdT ganará casi con seguridad en todo el sur y todo el norte. Pero los votos que obtenga en estas provincias no compensarán la dura derrota que puede sufrir en territorio bonaerense.
Si Tolosa Paz finalmente cosecha el 33.5% de los votos en la práctica significa que fue votada exclusivamente por el núcleo duro del kirchnerismo, es decir, por los votantes de Cristina. No sería de extrañar que, en virtud del desgaste sufrido por Alberto Fernández en este año y medio de gobierno, a nivel nacional sólo lo vote dicho núcleo duro. Ello significa que podría descender del 48% que obtuvo en noviembre de 2019 al 35%, lo que implicaría una catástrofe electoral.
En la provincia de Santa Fe las encuestas señalan que Agustín Rossi tiene grandes chances de derrotar al gobernador Perotti. Los porcentajes que se manejan son los siguientes: 16% para Rossi y 11% para Perotti. El problema que se le presentaría al FdT en noviembre sería, precisamente, la candidatura de Rossi. En efecto, el ex ministro de Defensa tiene un techo muy bajo, lo que significa que le resultará muy complicado superar la barrera del 20% de los votos a nivel provincial. En cambio, quien gane la interna de Juntos-probablemente Federico Angelini- tendrá muchas chances de ganar la elección en noviembre. En consecuencia, el FdT y el socialismo pugnarán por el segundo lugar.
El protagonismo de Macri en la campaña electoral
No es un hecho casual, que sorprenda. Quien creía que el ex presidente Macri se mantendría al margen de la campaña electoral pecó de ingenuo. Después de todo, tiene todo el derecho del mundo a hacerlo. No hay que olvidar que Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Diego Santilli y varios más, le deben muchísimo. Los dos primeros, por ejemplo, le deben la jefatura de gobierno porteña y la gobernación bonaerense. Sin su apoyo jamás hubieran escalado tan alto.
El problema es que el ex presidente tiene una imagen negativa muy alta. Ello se debe a su pésimo gobierno. En consecuencia, su presencia en la campaña electoral se asemeja mucho a un salvavidas de plomo. Cada aparición suya en televisión atenta contra las chances electorales de Juntos, el nuevo nombre de la principal coalición opositora. Cada vez que critica al gobierno nacional los máximos referentes de la oposición maldicen a más no poder. Tienen razón en hacerlo. Porque el ex presidente parece no percatarse de que su protagonismo es funcional a los intereses electorales del FdT. Si hay algo que necesitan como agua en el desierto los referentes oficialistas, es que Macri entre en escena despotricando contra ellos y rescatando las bondades de lo que él supuestamente hizo como presidente.
Macri es perfectamente consciente de ello. Sabe muy bien que lo mejor que podría hacer en estos momentos es guardar un respetuoso silencio, permanecer en su casa todo lo que pueda, evitar toda aparición pública que pueda ser utilizada políticamente por el gobierno. Evidentemente, su orgullo es más fuerte. Puede ser, también, que prefiera que gane el oficialismo. Su ello llegara a suceder emergería como el gran salvador de una oposición maltrecha. Podría exclamar: “¿vieron lo que pasó? Perdieron por ignorarme, por no tenerme en cuenta. Rodríguez Larreta, Vidal y Santilli son los grandes responsables de la derrota”. ¿Quién podría retrucarle? Nadie. Es probable que siga el ejemplo de Cristina, quien en 2015 nada hizo por la candidatura de Scioli porque, en el fondo, prefería la victoria de Macri para pasar a ser la máxima referente de la oposición, que fue lo que finalmente sucedió.
La historia podría repetirse en 2021. Macri necesita imperiosamente que sus principales adversarios internos pierdan, principalmente Santilli, máximo referente de Larreta. Una derrota de Santilli en territorio bonaerense echaría por tierra las aspiraciones presidenciales de Larreta, despejándole a Macri el camino de la reelección en 2023. Como podrá observarse, el egoísmo impone sus códigos. Macri piensa en sus intereses, al igual que Larreta, Vidal y Santilli. Lo mismo cabe decir sobre el oficialismo. Porque no sería de extrañar que en el fondo Cristina quiera que Alberto pierda para quede allanado el camino a la presidencia en 2023 de su pupilo preferido, Axel Kicillof.
Acerca de la revolución armada
El reconocido actor Raúl Rizzo consideró este fin de semana que el gobierno nacional debería ejecutar una revolución armada para terminar de una vez por todas con el flagelo de la pobreza. Vale decir que sólo a través de la violencia el FdT logrará hacer de la Argentina una sociedad más justa, equitativa y solidaria.
Rizzo toca un tema central de la ciencia política: el cambio. En efecto, se pueden distinguir básicamente dos cambios: uno de índole reformista y otro que enarbola la bandera de la revolución armada. El cambio reformista implica la transformación paulatina y constante de las estructuras fundamentales de la sociedad. Proclama, por ende, la reforma social, política, económica y cultural. El cambio reformista se efectúa dentro del sistema, respetando las normas fundamentales de la democracia. El cambio radical, por el contrario, se ejecuta contra el sistema a través de la violencia revolucionaria.
El cambio propuesto por Rizzo fue intentado por las organizaciones guerrilleras en los setenta del siglo pasado. Las más importantes, Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), intentaron imponer el socialismo por la fuerza. Sus cúpulas creían que, como vanguardias del movimiento revolucionario, se ganarían el apoyo de las masas populares en su lucha contra la dictadura militar. Con el apoyo de Perón en el exilio y del régimen castrista, la subversión marxista aplicó la lucha armada para atentar contra los militares. Finalmente, el último presidente de facto, Alejandro Agustín Lanusse, convocó a elecciones presidenciales para el 11 de marzo de 1973.
La llegada de Cámpora al gobierno significó el momentáneo triunfo de la subversión marxista. Al poco tiempo, Perón, quien había regresado definitivamente al país el 20 de junio, puso las cosas en su lugar. Echó a Cámpora, puso a Lastiri en la presidencia y en octubre asumió la presidencia. Increíblemente, o no tanto, la subversión marxista continuó con la lucha revolucionaria creyendo en el advenimiento del paraíso socialista. La realidad fue muy distinta: la AAA al comienzo y luego las fuerzas de tareas de los militares la aniquilaron. Mientras ello ocurría, el pueblo silbaba bajito en señal de asentimiento.
Lo que pretende Rizzo es que el gobierno de Alberto Fernández imite a los montoneros y al ERP, se valga de sus métodos violentos para terminar de una vez por todas con la pobreza. Evidentemente Rizzo no sacó ninguna enseñanza de la tragedia de los setenta. Si hay algo que quedó demostrado fue la incapacidad de la subversión marxista de conquistar el corazón de las masas populares. El afamado actor todavía se niega a aceptar que el pueblo detesta la lucha armada de izquierda, que es precisamente lo que pretende que el presidente ejecute para aplastar la pobreza.
Desconozco si Rizzo habló por su cuenta o en representación de algún sector político. Lo que sí es seguro que muchos de quienes leyeron esta alocada afirmación recordaron los cadáveres que a diario se apilaban en la Argentina setentista. ¿Qué pretende Risso: recrear esa tragedia? Puede ser que aún crea en la posibilidad de que el paraíso socialista se implante en nuestro país. Pareciera que su mente y su corazón retrasan varias décadas. Nadie duda de su honestidad intelectual pero la historia ha demostrado que la violencia sólo genera más violencia, más miseria, más sangre. Todos queremos que nuestra sociedad sea mejor. A todos nos duele la desigualdad social. Lo que propone Rizzo no haría más que profundizar la tragedia.
Paciencia desbordada
La derecha recibió la noticia del holgado triunfo de Carlos Menem en mayo de 1989 con desconfianza y temor. La imagen del riojano le recordaba a Facundo Quiroga, el célebre caudillo que motivó a Sarmiento a escribir su clásica obra de sociología argentina. Muy pronto el metafísico de Anillaco la tranquilizó. Al enviar al Congreso las leyes de Emergencia Económica y de Reforma del Estado, e imponer en la Corte Suprema la mayoría automática, envió al orden conservador un claro mensaje: la “economía popular d mercado” sería el eje central de su gobierno. El “salariazo” y la “revolución productiva” habían sido enarboladas durante la campaña electoral para hipnotizar a las masas, siempre tan crédulas e ignorantes. Y Menem cumplió con creces. Durante sus diez años y medio de reinado no hizo más que favorecer los intereses de los grupos económicos concentrados. Las privatizaciones fueron una cabal demostración del denominado “capitalismo de amigos”, del reparto de la torta entre el poder político y sus amigos empresarios. Fue un gigantesco y miserable saqueo del patrimonio nacional que benefició a una élite corrupta y rapaz, y que, gracias a la ilusión del 1 a 1, gozó de un amplio consenso popular. Menem no fue otra cosa que un pintoresco y excéntrico empleado del orden conservador, un payaso que creía tener bajo control a los dueños del país, un títere que fue presentado por el entonces presidente George Bush como un ejemplo para el mundo.
El orden conservador se aprovechó del metafísico de Anillaco. Le hizo creer que era un estadista de excepción, el Sarmiento del siglo XX. Tanta adulación y obsecuencia tuvieron su premio: con las privatizaciones la derecha hizo un negocio fabuloso, fue partícipe de un “robo para la corona” inédito en la historia. ¡Cómo no iba a estar feliz con semejante monigote en la Casa Rosada! Ello explica por qué toleró dos feroces atentados terroristas, la demolición criminal de una ciudad, el “accidente” del hijo presidencial, el desempleo galopante, la inexorable profundización de la brecha entre ricos y pobres; la feroz amoralidad menemista, en suma. El orden conservador estaba exultante con el metafísico de Anillaco. La Casa Rosada y la residencia de Olivos se habían transformado en mansiones privadas donde el presidente y sus “compinches” tejían todo tipo de negociados en perjuicio de la clase trabajadora. El poder económico concentrado encontró en Menem al presidente ideal. Es probable que jamás hubiera imaginado saborear las mieles del poder de la mano de un peronista. El nuevo contexto internacional y la presencia en la Rosada de un símbolo del pragmatismo, lo habían hecho posible.
Carlos Menem no pudo finalmente presentarse en 1999. Pese a que hizo todo lo que estuvo a su alcance para obtener la re-reelección, Eduardo Duhalde se lo impidió. El orden conservador rezaba para que el sucesor del riojano fuera “tan generoso” como él. La figura de Duhalde le despertaba poco entusiasmo. Depositó, pues, su confianza en el por entonces político mimado de los porteños, Fernando de la rúa, a quien habían depositado en la jefatura del gobierno autónomo en 1996. De la rúa hizo lo imposible por granjearse el respaldo y la simpatía del poder económico concentrado. Por eso tuvo como ministros de Economía a José Luis Machinea, Ricardo López Murphy y Domingo Cavallo. Por eso se desprendió también del vicepresidente Álvarez, líder del Frepaso. Muy pronto el gobierno aliancista se vio envuelto en una dura puja entre los partidarios de la devaluación y los partidarios de la dolarización. Ese duelo terminó con su gobierno en diciembre de 2001. En enero de 2002 asumió Eduardo Duhalde y lo primero que hizo fue devaluar el peso y pesificar la economía. El grupo devaluacionista había obtenido la victoria. Con la devaluación retornó la inflación, los precios se disiparon, se licuaron las deudas en dólares contraídas por los grupos económicos concentrados, como el Grupo clarín, y millones de argentinos ingresaron en la pobreza y la indigencia. Sin embargo, Duhalde no era Menem. El orden conservador lo veía como un dinosaurio, como un nostálgico del Perón demagogo e intervencionista. Consciente de ello, Duhalde intentó por todos los medios convencer a Carlos Reutemann para que se hiciera cargo de la presidencia. La derecha lo hubiera recibido con los brazos abiertos.
El “plan Reutemann” fracasó por la negativa del por entonces gobernador de Santa Fe a aceptar el desafío. Dispuesto a todo con tal de impedir el retorno de Menem al poder, Duhalde finalmente encontró a su delfín. No era el que tenía en mente, pero con tal de no entregarle el poder a su enemigo íntimo, consagró a Néstor Kirchner, por entonces gobernador de Santa Cruz, como “su candidato”. Pese a que durante los noventa, Kirchner y Cristina habían hablado maravillas de Menem y la convertibilidad, la presencia del patagónico en la Rosada inquietaba bastante al orden conservador. La pregunta que el poder económico se formulaba era la siguiente: ¿Kirchner seguiría el ejemplo de Menem? Como la derecha tenía más dudas que certezas, utilizó la pluma de Claudio Escribano para hacerle saber lo que pretendía de él: que fuera una continuación del menemismo. Al fin y al cabo, se había acostumbrado a que el presidente de turno le rindiera pleitesía y no había motivo alguno para que esa “tradición” se modificara. Néstor Kirchner puso en evidencia su deseo de modificar, precisamente, “esa tradición”. Apenas se sentó en el sillón de Rivadavia demostró que no iba a estar dispuesto a gobernar para el orden conservador. Semejante osadía jamás fue tolerada por el poder económico concentrado. Su animadversión por el presidente y por el movimiento político que iba gestando-el kirchnerismo-fue creciendo sin prisa pero sin pausa. Si no hubo eclosión durante su presidencia se debió, quizá, a que el pueblo no hubiera soportado otro 2001.
En consecuencia, la derecha tragó saliva y aguantó como pudo al patagónico en el poder. Pero no soportó su decisión de consagrar a su esposa como candidata presidencial del oficialismo. La presencia de cristina en la Casa Rosada fue imposible de digerir para el orden conservador. Ello explica por qué a partir de su asunción el 10 de diciembre de 2007 hasta la fecha, le ha hecho la vida imposible. Toleró el desafío de Kirchner, pero no iba a hacer lo mismo con Cristina. Le resultaba inadmisible que desde la Casa Rosada no se respetara el “orden natural de las cosas”. El gobernante debe estar al servicio de los “mercados”, o lo que es lo mismo, de los intereses del poder económico concentrado. Ello explica por qué cada decisión de Cristina fue duramente combatida por la derecha. Su intolerancia fue creciendo a pasos agigantados y, finalmente, se produjo el hecho que terminó de colmarle la paciencia: la histórica goleada de octubre. Ese 54% que obtuvo Cristina fue la gota que rebalsó el vaso. ¡Ocho años de kirchnerismo eran demasiados! ¡Cómo van a tolerarse cuatro años más de esta desgracia populista! La paciencia del orden conservador ha sido desbordada. No soporta más al kirchnerismo, a Cristina, a 6.7.8. No soporta más a una presidenta que realmente ejerce el poder, que no se deja manipular, que no se arrodilla para decir amén. La derecha está verdaderamente crispada. Le resulta difícil controlar su ira. Si las fuerzas armadas fueran las de los años sesenta o setenta, Cristina estaría en prisión. Pero como el contexto nacional e internacional es otro, no puede valerse del poder militar para terminar con lo que considera es una patología política. No puede sorprender, entonces, lo que está padeciendo la presidenta de todos los argentinos. El orden no cuestiona su decisión de expropiar el 51% del paquete accionario de Repsol o la de quitarle a TBA la concesión de las líneas Sarmiento y Mitre del ferrocarril. Lo que le cuestiona es su permanencia en la Casa Rosada.
(*) Artículo publicado en el portal Redacción Popular el 30/5/012
Argentina: la psicosis por el dólar
Una vez más, la paranoia por el dólar se ha reinstalado en el país. Proclives a desconfiar de nuestra moneda, vemos en el dólar la tabla de salvación del naufragio. Dueños de una profunda cultura inflacionaria, cada vez que surge el rumor de la estampida del dólar, corremos como borregos a adquirirlo pagando un precio astronómico por la divisa norteamericana. En un artículo publicado recientemente en Página/12, Cristian Carrillo explica con meridiana claridad las claves de un negocio donde unos pocos ganan mucho. Como sucedió otras veces en nuestra tambaleante historia económica, junto al dólar oficial opera ahora el dólar paralelo, informal, “blue”. En los últimos días la AFIP endureció los controles para validar operaciones de compra de moneda extranjera (el dólar), lo que provocó la aparición del dólar paralelo. Carrillo explica muy didácticamente la naturaleza de este mercado, los montos que se negocian, quiénes son sus principales jugadores y la forma en que el precio es determinado.
Coexisten en la economía informal dos tipos de dólares: el “blue” y el contado con liquidación. El primero se vende en cuevas y es ofrecido por los “arbolitos”; el segundo es empleado por grandes actores económicos (empresas) a través de la compra y venta de activos bursátiles, tanto en el país como en el exterior. Diariamente se comercializan en el mercado “blue” entre 10 y 15 millones de dólares, lo que implicas un poco más del 2% del volumen que es operado por el mercado formal (entre 400 y 600 millones diarios). El contado con liquidación moviliza un monto muy parecido al del “blue”. En el mercado informal los precios se establecen en función de la oferta y la demanda. En consecuencia, cuando la demanda es superior a la oferta, los precios tienden al alza; y viceversa. Pero lo que aconteció en los últimos días obedeció, enfatiza Carrillo, a una cuestión de oferta y no a un exceso de demanda. En otros términos: en esta oportunidad, la disparada del dólar paralelo no se debió a que la gente salió en manda para comprar dólares a cualquier precio. Así lo explica Carrillo: “La oferta está concentrada entre los pocos que obtienen el billete verde y fijan precio según sus expectativas. Los relevamientos que se realizan en la city toman en cuenta operaciones puntuales que realizan arbolitos y cuevas con contribuyentes urgidos por liquidez en dólares, pero que no representan un promedio de operaciones o una tendencia, ya que no todos convalidan el precio ni quedan pedidos sin asistir. Esto explica la alta volatilidad en la cotización de los últimos días, con subas y bajas de hasta 20 centavos por jornada. El diferencial respecto del oficial se explica además por el mayor riesgo que contempla operar en ese mercado. Es por eso que se trata de un mercado chico. Las cuevas determinan el precio y los arbolitos lo siguen”.
Participan en el mercado blue desde quienes se dedican a vender las divisas a los arbolitos y las cuevas, hasta bancos, hoteles y agencias de turismo, que luego de obtener los dólares en el mercado oficial, los canalizan en el informal para obtener pingües ganancias con la diferencia entre el dólar oficial y el dólar paralelo. “El Banco Central”, narra Carrillo, “había descubierto que algunos bancos y agencias de cambio tenían relación con cuevas, adquirían dólares por pedido de supuestos clientes por la vía formal y los vendían en el paralelo, muchas veces a sus propios clientes. Otro canal son las agencias de turismo, que tienen vía libre para adquirir dólares en el segmento formal con el objetivo de pagar a sus proveedores en el exterior”. En definitiva, el mercado negro es ilegal. Quienes operan dentro de él están al margen de la ley ya que “violan la ley penal cambiaria, que los obliga a ir por el circuito formal y le pone límites a la formación de activos externos, y la penal tributaria, porque no declaran el dinero”.
La psicosis por el dólar que afecta a algunos sectores medios y medios-altos del pueblo tiene su origen en la larga historia de la inflación en nuestro país. Resultan incontables las veces que se depreció la moneda nacional, con lo cual la sociedad se empapó de la cultura inflacionaria. Cada vez que olfateó la posibilidad de una estampida de los precios, corrió apresurada a buscar refugio en el dólar. Ese comportamiento tiene un nombre: desconfianza. Desde hace décadas que el pueblo no confía ni en su moneda, ni en los gobernantes, ni el parlamento y ni en la justicia. El “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, lejos está de haber perdido vigencia. La memoria histórica ayuda a comprender esta psicosis. Raúl Alfonsín jamás dio en la tecla en materia económica. A comienzos de 1985, se vio obligado a desprenderse de su amigo Bernardo Grinspun, un keynesiano convencido que ocupaba el Ministerio de Economía. Lo reemplazó por un tecnócrata neoconservador que aplicó sucesivos planes de ajuste que fracasaron por completo. El austral, el australito y el plan primavera no sirvieron absolutamente para nada. La inflación continuó galopando sin que el gobierno atinara a frenarla. Con el correr de los meses, el austral se depreció y la desconfianza aumentó de manera directamente proporcional. A comienzos de 1989 la hiperinflación se extendió como reguero de pólvora. Los precios aumentaban a diario, al igual que la desesperación del pueblo. La hiperinflación se tornó incontrolable para un atribulado Raúl Alfonsín, quien no tuvo más remedio que entregar anticipadamente el poder a Carlos Menem.
Cuando el metafísico de Anillaco asumió en julio, la inflación era del 200% mensual. El austral no valía absolutamente nada. Habíamos dejado de tener moneda nacional. Entre 1989 y comienzos de 1991, Menem no logró contener la espiral inflacionaria. Su alianza con Bunge y Born duró seis meses. Confió entonces en su íntimo amigo Antonio Erman González el manejo del ministerio de Economía. No tuvo mejor idea que aplicar el plan Bónex y la situación empeoró. En el verano de 1991 la hiperinflación se hizo nuevamente presente. En marzo rozó el 100%. Entonces el nuevo ministro de Economía, Domingo Cavallo, impuso la convertibilidad para hacernos creer que el peso valía lo mismo que el dólar. A pesar de ser una ilusión, la convertibilidad hizo posible que a partir d entonces y hasta el estallido de 2001, el fantasma de la inflación no se hiciera presente. Retornó dramáticamente en 2002, con la devaluación y la pesificación asimétrica decretadas por Duhalde. Con Kirchner en el poder, la inflación logró ser controlada. Lamentablemente, durante la gestión de Cristina recobró su ímpetu y hoy se calcula que ronda el 25% anual, según cálculos privados.
La psicosis por el dólar que hoy aqueja a un sector del pueblo es la lógica consecuencia de décadas de desastrosas políticas económicas que provocaron la inflación, un cáncer monetario que afecta directamente a quienes viven de un sueldo fijo, a los humildes y desprotegidos. La inflación no sólo corroe el valor de la moneda, sino también la psiquis de las personas. En efecto, cuando los precios suben alocadamente y el gobierno se muestra impotente para frenar esa suba, la gente, desesperada, se desprende del papel moneda como si fuera un papel higiénico. Al dejar de confiar en la moneda nacional, se refugia en la moneda que considera indestructible: el dólar. No se trata de ninguna manifestación de cipayismo, sino de una cuestión de supervivencia. Así de sencillo, así de dramático. Sólo a través de la recuperación de la confianza en el país, en sus instituciones fundamentales y en su moneda, se controla la psicosis por el dólar, hábilmente manipulada por quienes desean fervientemente que todo estalle por los aires, que nos hundamos en la ciénaga de la hiperinflación, para forzar la renuncia de Cristina. Total, el orden conservador siempre salió indemne cada vez que una crisis económica arrasó con los sueldos y las jubilaciones de los más débiles, sus víctimas predilectas.
(*) Artículo publicado en el portal Redacción Popular el 31/5/012.
La dramática y fascinante historia argentina
Lo que nos pasó a partir del 25 de mayo de 1810
Nueva campaña al Alto Perú
El gobierno confió el mando de las tropas a Pueyrredón quien partió rumbo a Salta para disciplinarlas y solicitar la designación de un jefe que estuviera a la altura de las circunstancias. Una vez más el elegido fue Manuel Belgrano. La frágil situación política y militar reinante en el Alto Perú había logrado retrasar por bastante tiempo el ingreso de los realistas al territorio argentino. Cuando se produjo el pueblo jujeño emigró masivamente, hecho que pasó a la historia como “el éxodo jujeño”. Mientras tanto, Belgrano recibía la orden gubernamental de retroceder hacia Córdoba para tratar de achicar las comunicaciones entre las tropas. La situación no podía ser más complicada ya que en ese momento tenía lugar la invasión del imperio portugués a la Banda Oriental. Consciente de que si cumplía esa orden Tucumán quedaría a merced de los realista, no dudó en ignorarla. Tres mil realistas conducidos por el general Tristán flanqueó la ciudad para estar bien posicionado ante la inminencia de una batalla contra los criollos. Pero Belgrano y los 1800 hombres bajo su mando se abalanzaron sobre el enemigo dándose una batalla el 24 de septiembre de 1812 que se caracterizó por los innumerables errores cometidos por ambos jefes militares. Pero los yerros de Belgrano valieron la pena porque el 25 los realistas se vieron obligados a retirarse rumbo al norte.
En febrero de 1813 Belgrano ingresó de manera sorpresiva en Salta. Pese al bloqueo dispuesto por los realistas en el sur, los criollos atravesaron los cerros para atacarlos por su retaguardia el 20 de ese mes. La victoria criolla fue aplastante. Finalmente, el enemigo, replegado sobre la capital salteña, no tuvo más remedio que rendirse. Las victorias obtenidas en Tucumán y Salta envalentonaron a unas tropas que estaban sometidas a una rígida disciplina. Es por ello que Belgrano tomó la decisión de marchar rumbo a Potosí para medir fuerzas con las tropas realistas conducidas por el general Pezuela. Al llegar a Condo, lugar donde estaba acantonado Pezuela, Belgrano repitió la táctica que tan buenos resultados le había dado en Salta. En efecto, decidió concentrar sus fuerzas para rodear a los realistas. El plan era el siguiente: los indios liderados por Cárdenas debían cerrar el paso a los realistas por el norte, mientras que Belgrano y Zelaya debían hacer lo mismo por el sudeste y el este, respectivamente. De esa forma, las tres columnas se abalanzarían al unísono sobre los realistas para exterminarlos. Lo que no previó Belgrano fue que Pezuela tuvo conocimiento de lo que pensaba hacer. Rápido de reflejos, el militar realista decidió combatir a cada columna criolla por separado antes de que se cerrara el cerco. El 1 de octubre de 1813 Belgrano y sus tropas fueron atacadas en la pampa de Vilcapugio. Belgrano lanzó una feroz ofensiva pero Pezuela logró resistir hasta que hizo su aparición la columna que previamente había batido a Cárdenas y sus indios. Belgrano se encontró de golpe con una situación no prevista ya que en su plan no figuraba la derrota de Cárdenas. Finalmente, Belgrano no tuvo más remedio que suspender su avance.
Pero ello no significó su rendición. En lugar de retirarse hacia el sur partió rumbo al nordeste para continuar la lucha. Las enormes pérdidas sufridas por los criollos en Vilcapugio fueron compensadas en poco tiempo por 3000 nuevos combatientes. El 14 de noviembre entró en combate contra los realistas en Ayohuma. Los errores que cometió se tradujeron en una dura derrota. Sólo sobrevivieron 500 soldados. Al poco tiempo fue reemplazado por San Martín mientras los realistas se adueñaban de Salta el 22 de enero de 1814. Siguiendo los consejos de Belgrano encomendó a Güemes la defensa de Salta e hizo de Tucumán un fuerte inexpugnable. Mientras tanto la llegada de refuerzos a Montevideo y la mejora en la situación en España les hizo creer a los realistas que estaban dadas las condiciones para repetir la frustrada operación de 1812. Pero Pezuela, al chocar contra la resistencia gaucha, se vio obligado a permanecer en la ciudad de Salta. Finalmente la rendición de Montevideo le hizo comprender que su permanencia en Salta había perdido todo sentido. Cuando expiraba julio emprendió una retirada que lejos estuvo de ser tranquila ya que sufrió el acoso de la caballería criolla. A partir de entonces los realistas dejaron de ser una amenaza para el proceso emancipador iniciado el 25 de mayo de 1810 (1).
(1) Floria y García Belsunce, Historia de….capítulo 16.
Nueva campaña a la Banda Oriental
Sin la amenazante presencia lusitana y victoriosos los criollos en Tucumán, se dieron las condiciones para el reinicio de las operaciones en la Banda Oriental. Mientras Artigas penetraba en el centro del territorio, tropas criollas al mando de Sarratea eran enviadas por Buenos Aires. Cuando expiraba 1812 los realistas atacaron el Cerrito, que estaba en poder de Rondeau. La acertada táctica empleada y el valor y disciplina de los soldados le permitieron a Rondeau obtener una importante victoria. Los realistas se vieron obligados a replegarse sobre Montevideo, que sufrió un nuevo sitio mientras el resto del territorio estaba en poder de los criollos. Mientras tanto, la escuadra enemiga se dedicaba a castigar a las poblaciones situadas sobre las costas de nuestros ríos. Una de ellas era la de San Lorenzo, situada en la provincia de Santa Fe, escenario de un famoso combate donde San Martín derrotó completamente a los realistas el 3 de febrero de 1813, lo que le permitió al ejército sitiador comunicarse sin problemas con las autoridades de Buenos Aires.
A pesar del segundo sitio a Montevideo el panorama se presentaba bastante complicado para los criollos por las derrotas de Belgrano en el norte, el refuerzo que llegó a Montevideo desde España y la destrucción de la revolución chilena en Rancagua el 1 de octubre de 1814. El gobierno criollo llegó a la conclusión de que había una única solución al problema que planteaba la presencia realista en Montevideo: la solución naval. Fue entonces cuando se tomó la decisión de crear la escuadra criolla bajo el mando de Guillermo Brown, quien, entre el 11 y el 15 de marzo de 1814, atacó y tomó posesión de Martín García. Luego bloqueó por agua a Montevideo y entre el 16 y 17 de mayo aniquiló a la escuadra española frente a las playas de El Buceo. La capitulación de Montevideo se produjo el 22 de junio (1).
(1) Floria y García Belsunce, Historia de….capítulo 16.
Bibliografía básica
-Germán Bidart Campos, Historia política y constitucional argentina, Ed. Ediar, Bs. As. Tomos I, II y III, 1977.
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