Por Carlos Tórtora.-

El gobierno empezó a asimilar los mensajes que la sociedad le hace llegar a través de las encuestas y los medios de comunicación. Sincronizados, los desalojos judiciales de los terrenos ocupados de Guernica y de Casa Nueva de los Etchevehere en Entre Ríos marcan un giro hacia el centro de Alberto Fernández. La mayor parte de las encuestas venían marcando una caída de la imagen positiva del presidente, en parte por su pérdida de autoridad ante los grupos de izquierda que encontraron en las ocupaciones de terrenos la forma más efectiva de manifestarse. El costo político de ponerles fin a las ocupaciones más notorias, las de Guernica y el campo de los Etchevehere, es relativamente bajo. Juan Grabois y un espectro de grupos de izquierda que se nutren de los planes sociales se consideraron agredidos por el gobierno. Pero en todos los casos se trata de periféricos del oficialismo. Entre las ventajas de la maniobra oficial está el haberle quitado al menos por ahora una bandera a Juntos por el Cambio, cuyo sector más duro prepara ya el banderazo del próximo 8 de noviembre. Para volver a contener a la izquierda en general, el oficialismo tiene en carpeta el proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo. Se trata de un tema que corta transversalmente los partidos políticos.

Lo que resta por verse es si el giro centrista se limita a las ocupaciones -esto no tendría sentido- o se proyecta a una estrategia política integral. En su ya célebre carta, Cristina Kirchner abogó por un gran acuerdo de la dirigencia para consensuar la política económica y encarrilar, entre otros temas, el problema del bimonetarismo argentino. ¿Está Alberto a punto de convocar a la oposición a una mesa de diálogo? Hay señales de que sí, aunque las circunstancias no lo ayudan porque la crisis económica lo pone en una posición de debilidad convocante.

Nueva ola latinoamericana

La expedición de Alberto hacia el centro tiene sus límites. Por ejemplo, el primer mandatario tiene previsto abrazarse con toda la izquierda latinoamericana en la asunción de Luis Arce, el delfín de Evo Morales que acaba de ganar las elecciones presidenciales en Bolivia. En la cancillería creen que la probable victoria de Joe Biden en las presidenciales del próximo 3 de noviembre les dará cierto oxígeno a los gobiernos progresistas de la región.

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