Por Jorge Raventos.-

Postales de un fin de ciclo: jueces que, en el marco de una atmósfera jurídica “garantista”, benefician al abusador de un niño de seis años con el argumento de que éste ya había sido ultrajado antes; un fiscal que muere misteriosamente tres días después de denunciar el encubrimiento oficial de un gravísimo atentado; una senadora, esposa de un gobernador, que llama “animal” y “vago de m…” a un inundado que reclama ayuda; un ministro y unas docenas de sedicentes intelectuales progresistas que se burlan de una disminución física (y sólo piden disculpas cuando se descubren capturados por una cámara); la anciana abanderada de una organización que invoca los derechos humanos y llama “momia” al decano de la Corte Suprema; un Boca-River escandalosamente interrumpido por un atentado químico contra jugadores; árbitros, dirigentes, directores técnicos incapaces de ejercer la autoridad que ostentan; jugadores que aplauden a los agresores de sus colegas, un operativo de seguridad que falla justo en el punto donde se produce la violencia, un saboteador que alega no haberse “dado cuenta” de las consecuencias de su ataque y lamenta que una cámara le impidió “zafar” de ser descubierto…

Una herencia disputada

¿Cambio o continuidad? Para hablar de esa recurrente opción discursiva vale la pena recordar que un aspecto esencial del cambio está garantizada: la presidencia K concluye en siete meses. Sin embargo, el nuevo ciclo político que se inaugurará en diciembre no sólo heredará una situación económica y social deficitaria (en los últimos cuatro años el país no ha crecido, exporta menos, tiene más pobres, menos empleo, menos reservas, peor educación, más deuda, atraso cambiario y distorsión de precios relativos, además de un sistema estadístico desacreditado), sino también una atmósfera general contaminada por la violencia, la inseguridad, la expansión de la delincuencia y el narcotráfico, el desquicio normativo, la degradación de la moneda y, peor aún, de la palabra .

En su mensaje por la cercana celebración del 25 de mayo, el Papa Francisco deseó para la Argentina “una pacífica convivencia”, “justicia” y “solidaridad”, un inventario breve de asignaturas pendientes. En la misma semana, el Foro de Convergencia Empresarial, un ámbito que reúne a 67 organizaciones, incluyendo a las más poderosas y representativas, envió un mensaje a los principales candidatos a la presidencia, expresando su alarma porque “desde la transición democrática de 1983, la Argentina viene transitando gran parte de estos años en emergencia económica y social declarada por ley”, con lo que “lo extraordinario, lo anómalo, se terminó transformando en ordinario y normal, con claras consecuencias negativas en la vida de la población”. Los empresarios, más allá de sus preocupaciones económicas, observan las dimensiones institucional y moral de la crisis que desafía a la Argentina. El Estado -señalan- “debe ser la persona ética por excelencia y por ello a los gobernantes les cable la responsabilidad de actuar de manera ejemplar y como promotores de la ética republicana”, que “no es otra cosa que observar y hacer observar el cumplimiento de la ley, respetar a rajatabla la división de poderes y rendir cuentas de la gestión”. Más allá del fin de una presidencia, se requieren otros cambios.

Pesos y contrapesos

Aunque los empresarios saben que los tres candidatos que lideran las encuestas coinciden básicamente con ese diagnóstico y hasta están convencidos (si bien se mira, como los kirchneristas más acérrimos) de que Daniel Scioli no representa la continuidad del “modelo K”, íntimamente preferirían que las fuerzas alternativas -las que se encolumnan tras los nombres de Mauricio Macri y Sergio Massa- coincidieran para competir articuladamente con el Frente para la Victoria. No sólo porque les interese un triunfo opositor: “Inclusive una presidencia de Scioli sería más constructiva y sólida si llegara a ella en segunda vuelta y con el contrapeso de una oposición fuerte -argumenta un miembro del Foro-. Los bloques opositores (y las gobernaciones independientes de la influencia kirchnerista, cualquiera sea su sello partidario) podrían convertirse, junto al peronismo que acompañara a Scioli, en la plataforma de sustentación de un presidente dispuesto a iniciar, con gradualismo pero con firmeza, una corrección del rumbo de los últimos años. Se empezaría a erigir un nuevo sistema político: plural, equilibrado, fuerte y representativo”.

¿Será posible la construcción de un contrapeso unido en el breve período que resta hasta el 10 de junio, fecha de inscripción de las alianzas y espacios políticos que competirán nacionalmente?

Por el momento todo parece inclinarse hacia una respuesta negativa. Mauricio Macri acaba de relegar a un dialoguista como Emilio Monzó (hasta ahora su principal operador político) de sus funciones estratégicas en el armado de la provincia de Buenos Aires. Quiso dar una señal de dureza al massismo y reiteró, además, que los renovadores no tienen lugar en el “espacio nacional” que ha constituido con los radicales y la fuerza de Elisa Carrió. El mensaje es un rechazo a la pretensión de Massa de participar en una primaria amplia con Macri, aunque al destacar lo del “espacio nacional” no termine de descartar un arreglo en el distrito bonaerense.

¿Tercera vía o vía muerta?

El desplazamiento de Monzó y la renovada influencia del gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba, partidario de un Pro aséptico, diferenciado de la “vieja política” (particularmente del peronismo), adelantado de una “tercera vía”, indicarían que Macri no está dispuesto a buscar ningún tipo de convergencia con los renovadores (menos que menos la primaria amplia que quiere Massa), aún al precio de aparecer como culpable de un eventual triunfo del Frente para la Victoria en primera vuelta. “La negativa de Macri es funcional a los intereses del gobierno”, critica con acidez el massismo, facturándole la arriesgada intransigencia.

¿Son posturas definitivas o finteos maximalistas previos a una negociación y un acuerdo? Se sabrá antes de la inscripción de alianzas.

Si una articulación con el espacio Macri-UCR-Carrió se confirma imposible, Massa tendría aún ante sí un dilema estratégico: ¿le convendrá insistir en la pelea por la presidencia o concentrarse, más bien, en la conquista de la gobernación bonaerense, para asegurar ese territorio y continuar desde allí la conformación de su fuerza nacional? Si opta por esta última vía, José Manuel De la Sota tomaría el testimonio del espacio común como candidato presidencial.

De la resolución de estos temas -que empezará a producirse muy pronto- depende el formato que asuma la etapa que se abrirá en diciembre. Todo tiene que ver con todo.

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