Por Carlos Tórtora.-

El valiente discurso de Victoria Villarruel en el acto de homenaje a las víctimas del terrorismo planteó con acierto la realidad de la política oficial. El estado protege hoy a los grupos que defienden la actuación de los grupos terroristas y persigue a los apoyan el accionar de las Fuerzas Armadas. Este desbalance profundamente injusto requiere de una corrección, que es lo que intentaría Javier Milei si llega a la presidencia. Pero el acto de ayer en la Legislatura tiene efectos de otro tipo. Fue capaz de generar un clima de tensión y violencia que instala una dolorosa pregunta: ¿puede la llegada de Milei al poder desatar una especie de nueva década del 70?

Con un efecto dialéctico, los grupos de derechos humanos se revitalizaron a partir de la irrupción de Villarruel y su clamor por justicia. La izquierda ya puso en marcha su campaña contra un supuesto indulto que los libertarios tendrían en carpeta para favorecer a los militares presos por delitos de lesa humanidad. Alicaído como nunca y derrotado en las recientes PASO, el kirchnerismo seguramente tomará este tema como un eje de la campaña electoral.

La conflictividad potencial no puede ser entonces mayor, con capacidad para contagiar a todo el arco político. La síntesis es que, después de 40 años de la guerra contra la subversión, las secuelas de la misma siguen sin resolverse.

Menem lo hizo

El único presidente que ensayó con éxito una solución innovadora fue Carlos Menem 30 años atrás.

Su objetivo fue sentar las bases de una verdadera pacificación nacional y lo logró parcialmente hasta que en el 2003 Néstor Kirchner descubrió que podía acumular poder motorizando el odio contra las Fuerzas Armadas.

Menem hizo su máxima jugada en el tema cuando indultó simultáneamente a las cúpulas militares y guerrilleras y cuando se abrazó con el Almirante Isaac Rojas. La pacificación incluyó una política de derechos humanos que no se puso al servicio de ninguno de los bandos.

Actualmente, la necesidad de pacificar el país está ausente de los discursos de campaña.

Llama la atención que tampoco Milei, que se reconoce neomenemista, haya incluido en su agenda el objetivo de pacificar.

Ahora se abre una nueva oportunidad histórica. Con el eclipse del kirchnerismo, es probable que gran parte del peronismo deje atrás su fiebre setentista y gire hacia posturas más moderadas. Este es un cambio que deberá acompañar el próximo gobierno.

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